Una
parte de la izquierda, decía al principio, ha aceptado los
principales postulados de la ecología política, entre los que
destaca la necesidad de ir hacia un nuevo modelo de producción y
consumo respetuoso con los límites biofísicos del planeta.
Asimismo, ecología política e izquierda, están trabajando juntas
en distintas Administraciones territoriales. Significan estos hechos
que la relación de esa izquierda con la ecología política precisa
una nueva articulación. Deberá ésta construir, por tanto, un nuevo
consenso que le permita «olvidar los caminos que [la] llevan a los
mismos lugares». Para ello debe avanzar en el camino emprendido y
dar un paso más: determinar ser parte de la ecología política.
Esta es la única estrategia cuyo resultado no sería una suma cero.
Veamos.
Si
no se produjera la integración en el espectro verde, el escenario de
ese espacio más amplio que se propone, integrado por diversas
fuerzas políticas (izquierdas, nacionalistas y ecologistas), sería
una suma cero para todos los actores implicados, pues se trataría de
una simple reunión de actores políticos, una más, en un espacio
inoperante, de la misma potencia y nula repercusión política, salvo
para postularse frente a otra fuerza política mayor. Las preguntas,
por tanto, serían: cooperar en el trabajo político común, si, pero
¿para qué?, ¿dónde se quiere ubicar esta izquierda: en la
ecología política o en la izquierda clásica? Este espacio sería
una suma cero, para la izquierda en particular, puesto que el precio
político que habría de pagar sería la irrelevancia sino consigue
su objetivo o la disolución, en caso de integración, en una
izquierda mayor. Y sería también una suma cero para la ecología
política, porque si se crease este espacio político más amplio, la
situaría en un espacio político que no es el suyo (sino de la
izquierda) y le dificultaría la construcción del suyo, confinándola
en un espacio alejado de la realidad socioambiental, sin futuro,
acotado, en el que se encontraría en minoría. Quedaría la ecología
política prisionera de la estrategia y los objetivos de esa
izquierda, y por ende de la izquierda en general, lo que se
traduciría en la pérdida de autonomía y capacidad para desplegar
su propia estrategia y fijar su propia agenda. Dejaría huérfanos
políticamente a sus votantes, suceso que equivaldría, para ellos, a
la desaparición del tablero político de
las siglas de la ecología política, que en Andalucía son las de
EQUO. Y ello
supondría suicidarse como proyecto histórico alternativo.
Pero
si se produjera la integración de la izquierda en la ecología
política, los beneficios alcanzarían a todos los actores. Para la
ecología política el beneficio sería su transformación en núcleo
irradiador con capacidad para forjar horizontes compartidos con poder
de seducción. Esta revolución sería una invitación a otros
actores para emprender este camino, ante la necesidad de reordenación
del tablero político que ha impuesto la crisis ecológica. La
ecología política, tercer polo ideológico, mostraría con ello
capacidad de dirección, al proponer metas que son percibidas como
buenas y legítimas por otros actores políticos; capacidad de
producción de lo universal, al encarnar un ideal de lo universal,
que coincide con el avance de la sociedad; y capacidad de construir
una cierta irreversibilidad, desde el momento en que adversarios de
ésta la están desafiando con sus términos y en su terreno (soy
ecologista, soy decrecentista). Exhibiría, en definitiva, su
capacidad de articulación en torno a sí de un bloque histórico
diferente y diferenciado. Para esa izquierda esa decisión también
reportaría beneficios. Uno sería, recobrar la centralidad política
perdida por su evolución al ecosocialismo, que como toda ecología
concibe cualquier problema ecológico como un problema social y, a la
inversa, que todo problema social esconde un problema ecológico. El
otro, dejar atrás un estado de cosas que puede ser descrito, como:
«Estábamos muertos y podíamos respirar». No es cuestión de
renuncias, sino de construir un nuevo consenso permita la composición
de una melodía diferente con diferentes notas.
Para
terminar les dejo un fragmento del poema de Paul Celan, Lejanías:
«Mirándonos a los ojos, en la frescura,/comencemos también
esto:/respiremos/juntos el velo/que nos oculta a uno del otro,/(…)»;
y otro fragmento de Ryszard
Kapuściński,
Un mundo para los
verdes: «(…)/que
distinto es el color verde/el color de la permisión/el color de los
prados/de los espacios abiertos:/respira/adelante/vuela/nuestro
futuro será verde/sólo los que están verdes/no piensan en el
miedo/(…)». Hasta la próxima.
Francisco
Soler
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