El concepto de participación ciudadana se
reivindica como una alternativa a los modelos de democracia por
delegación cada cuatro años. Aunque no deja de haber oportunistas,
quizá el rey de Holanda o el primer ministro inglés..., que lo
utilizan para indicar que el estado dejará de prestar servicios y
que serán los ciudadanos los que tengan que buscarse la vida por su
cuenta para cuidar al hermano discapacitado o la madre con alzehimer.
Algo así como el modelo de filantropía norteamericano, en el
que se asume que el estado no cubre a la mayoría de la población y
que la comunidad ha de implicarse en solucionar las necesidades
sociales.
Si queremos podemos ver una parte positiva en ese modelo: la
generación de un sentimiento de pertenencia a tu comunidad y la
implicación ciudadana, como parte de ella, en la búsqueda de
soluciones; la otra parte es que ese modelo al final se ciñe a la
participación social y no política (o como mucho la política se
limita a lo puntual), con lo cual tampoco se cuestionan las causas
subyacentes de los problemas, sino que es una participación
utilitarista y que aleja a la ciudadanía (en muchos casos) de la
incidencia en las causas importantes.
El problema es que en un sitio hemos dejado que el Estado sea algo
extraño y no controlado por la ciudadanía; y en otro han reducido
el Estado a la mínima expresión y dejado que sea el apaño de cada
cual, coordinado con los vecinos o no, el que vaya buscando
soluciones.
¿Retomar el control en el primer modelo sin arriesgarme al segundo?
¿Rescatar cosas de los dos mundos ya que deberían ser
complementarios y no excluyentes?
En los países con mayor participación ciudadana (voluntariado,
política...) hay una mayor calidad de vida media, mayor equilibrio
social y menor número de injusticias. Por contra en los países con
menor participación ciudadana, una pequeñísima parte de la
población se aprovecha del control político para hacer lo que
quiere y saquear los recursos del país...Hay quien afirma que estas
dos premisas se pueden discutir, pero estaremos de acuerdo en que
nosotros vemos con envidia sociedades más dinámicas y activas en
sus procesos de innovación y participación social.
Al respecto quiero traer a colación algunas conclusiones de Vargas
Machuca, Pérez Yruela y algunos otros en el año 2010, cuando
publicaron “Calidad de la democracia en España: una auditoría
ciudadana”, con los resultados de un estudio del CIS realizado en
2007. Allí constatan que los españoles consideramos de manera
mayoritaria que los que detentan el poder político y económico
están por encima de la voluntad de los ciudadanos, de la soberanía
popular y, al mismo tiempo, nos damos cuenta de que la sociedad civil
española no llega a niveles de participación suficientes para ser
un actor relevante en el proceso político.
Es decir, los problemas de nuestra democracia
se localizan en un circulo vicioso alimentado por un débil
funcionamiento de la sociedad civil y por la baja calidad de la
representación política.
Una sociedad civil desmotivada por la política en el mejor de los
casos, cuando no en abierta confrontación, y un sistema de
representación alejado de la ciudadanía, incluidas instituciones
del estado y organizaciones políticas partidarias, son los dos
ingredientes que determinan la calidad de nuestra democracia.
Indudablemente no son mimbres para tejer una suficiente calidad
democrática.
Quiero resaltar que la construcción de la ciudadanía compete a los
gobernantes, políticos y organizaciones políticas a la hora de
generar marcos de oportunidad para la generación de modos ciudadanos
de comportamiento, pero no es posible sin la confluencia deliberada
de la propia ciudadanía autoorganizada. Es decir, que necesitamos
modos comunitarios de percibir la democracia como transformacional,
no como transaccional (se trata de modificar democráticamente
nuestra realidad social, no de firmar un “contrato” en virtud del
cual yo te proveo de derechos, en forma servicios públicos, a cambio
de tu voto)
La construcción políticosocial tiene tres patas (lo público, lo
privado, lo civil). Creo que es importante. Antes la discusión se
centraba en lo público y lo privado (lo cívico-social se
desdibujaba en lo privado para los liberal-anglosajones o en lo
público para los jacobinos), ahora ya no se discute el papel
preponderante de la iniciativa privada mercantil en la construcción
social, se da por hecho que el estado y la iniciativa pública ya no
juegan y se han de traspasar sus funciones a la sociedad civil (menos
la parte del león contante y sonante que se privatizará a mayor
gloria del capital).
Algo derivado de esta situación habrá que aprender, pero sin perder
el papel del estado como redistribuidor de riqueza, generador de
igualdad, regulador de los procesos económicos, garante de los
derechos básicos de salud, educación y bienestar, responsable,
dueño y promotor de la iniciativa económica en sectores
estratégicos.
Reivindicando también el papel de la sociedad civil autoorganizada:
entender la ciudadanía como virtud cívica y compromiso social,
garantizar y facilitar el acceso a la interlocución social a poderes
ciudadanos colectivamente organizados (en torno a las necesidades y
reivindicaciones autodeterminadas) como mínimo en igualdad de
condiciones con los poderes mercantiles.
Y para terminar por donde empazábamos, no dejarse engañar por los
cantos de sirena del inglés y el holandés sobre la big society y
exigir a los partidos que estén a la altura de las circunstancias y
se reinventen como partidos ciudadanos.
Acción Politeia