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2013-2014


PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y CALIDAD DEMOCRÁTICA


El concepto de participación ciudadana se reivindica como una alternativa a los modelos de democracia por delegación cada cuatro años. Aunque no deja de haber oportunistas, quizá el rey de Holanda o el primer ministro inglés..., que lo utilizan para indicar que el estado dejará de prestar servicios y que serán los ciudadanos los que tengan que buscarse la vida por su cuenta para cuidar al hermano discapacitado o la madre con alzehimer. Algo así como el modelo de filantropía norteamericano, en el que se asume que el estado no cubre a la mayoría de la población y que la comunidad ha de implicarse en solucionar las necesidades sociales.
Si queremos podemos ver una parte positiva en ese modelo: la generación de un sentimiento de pertenencia a tu comunidad y la implicación ciudadana, como parte de ella, en la búsqueda de soluciones; la otra parte es que ese modelo al final se ciñe a la participación social y no política (o como mucho la política se limita a lo puntual), con lo cual tampoco se cuestionan las causas subyacentes de los problemas, sino que es una participación utilitarista y que aleja a la ciudadanía (en muchos casos) de la incidencia en las causas importantes.
El problema es que en un sitio hemos dejado que el Estado sea algo extraño y no controlado por la ciudadanía; y en otro han reducido el Estado a la mínima expresión y dejado que sea el apaño de cada cual, coordinado con los vecinos o no, el que vaya buscando soluciones.
¿Retomar el control en el primer modelo sin arriesgarme al segundo?
¿Rescatar cosas de los dos mundos ya que deberían ser complementarios y no excluyentes?
En los países con mayor participación ciudadana (voluntariado, política...) hay una mayor calidad de vida media, mayor equilibrio social y menor número de injusticias. Por contra en los países con menor participación ciudadana, una pequeñísima parte de la población se aprovecha del control político para hacer lo que quiere y saquear los recursos del país...Hay quien afirma que estas dos premisas se pueden discutir, pero estaremos de acuerdo en que nosotros vemos con envidia sociedades más dinámicas y activas en sus procesos de innovación y participación social.
Al respecto quiero traer a colación algunas conclusiones de Vargas Machuca, Pérez Yruela y algunos otros en el año 2010, cuando publicaron “Calidad de la democracia en España: una auditoría ciudadana”, con los resultados de un estudio del CIS realizado en 2007. Allí constatan que los españoles consideramos de manera mayoritaria que los que detentan el poder político y económico están por encima de la voluntad de los ciudadanos, de la soberanía popular y, al mismo tiempo, nos damos cuenta de que la sociedad civil española no llega a niveles de participación suficientes para ser un actor relevante en el proceso político.
Es decir, los problemas de nuestra democracia se localizan en un circulo vicioso alimentado por un débil funcionamiento de la sociedad civil y por la baja calidad de la representación política.
Una sociedad civil desmotivada por la política en el mejor de los casos, cuando no en abierta confrontación, y un sistema de representación alejado de la ciudadanía, incluidas instituciones del estado y organizaciones políticas partidarias, son los dos ingredientes que determinan la calidad de nuestra democracia. Indudablemente no son mimbres para tejer una suficiente calidad democrática.
Quiero resaltar que la construcción de la ciudadanía compete a los gobernantes, políticos y organizaciones políticas a la hora de generar marcos de oportunidad para la generación de modos ciudadanos de comportamiento, pero no es posible sin la confluencia deliberada de la propia ciudadanía autoorganizada. Es decir, que necesitamos modos comunitarios de percibir la democracia como transformacional, no como transaccional (se trata de modificar democráticamente nuestra realidad social, no de firmar un “contrato” en virtud del cual yo te proveo de derechos, en forma servicios públicos, a cambio de tu voto)
La construcción políticosocial tiene tres patas (lo público, lo privado, lo civil). Creo que es importante. Antes la discusión se centraba en lo público y lo privado (lo cívico-social se desdibujaba en lo privado para los liberal-anglosajones o en lo público para los jacobinos), ahora ya no se discute el papel preponderante de la iniciativa privada mercantil en la construcción social, se da por hecho que el estado y la iniciativa pública ya no juegan y se han de traspasar sus funciones a la sociedad civil (menos la parte del león contante y sonante que se privatizará a mayor gloria del capital).
Algo derivado de esta situación habrá que aprender, pero sin perder el papel del estado como redistribuidor de riqueza, generador de igualdad, regulador de los procesos económicos, garante de los derechos básicos de salud, educación y bienestar, responsable, dueño y promotor de la iniciativa económica en sectores estratégicos.
Reivindicando también el papel de la sociedad civil autoorganizada: entender la ciudadanía como virtud cívica y compromiso social, garantizar y facilitar el acceso a la interlocución social a poderes ciudadanos colectivamente organizados (en torno a las necesidades y reivindicaciones autodeterminadas) como mínimo en igualdad de condiciones con los poderes mercantiles.
Y para terminar por donde empazábamos, no dejarse engañar por los cantos de sirena del inglés y el holandés sobre la big society y exigir a los partidos que estén a la altura de las circunstancias y se reinventen como partidos ciudadanos.


Acción Politeia

¿Qué es la horizontalidad en una organización?


Con el surgimiento del1 15-M, la horizontalidad ha vuelto a ser un concepto motor en la construcción de nuevos movimientos sociales y políticos. Sin embargo, ¿qué entendemos por “horizontalidad”?
Al repasar algo de bibliografía, constato que se suele definir en negativo como oposición o rechazo a otros términos como la verticalidad o la jerarquía, puesto que, de forma consciente o no, entendemos mejor las implicaciones de tales conceptos que culturalmente impregnan nuestras sociedades y nuestros cerebros. Asimismo, tanto en el espacio público (Estado, escuela, hospital, trabajo remunerado, etc.) como en el privado (como la familia), vivimos en un mundo principalmente jerarquizado donde en el mejor de los casos elegimos nuestra cadena vertical de mandos (la democracia representativa) o en el peor sufrimos una dominación no deseada (véase el parto medicalizado o el significado de la relación asalariada). Sin embargo, pocas veces encuentro definiciones en positivo de la horizontalidad. Con esta voluntad constructiva, definiré la horizontalidad de la manera siguiente: una profundización de la ética de la liberación, una actitud (y un camino) y un modelo organizativo.

 

La profundización de la ética de la liberación

André Gorz solía conceptualizar la ecología política como una ética de la liberación donde “la expansión de la autonomía [del sujeto] se halla en el centro de la exigencia ecologista. Ello supone una subversión de la relación de los individuos con sus herramientas, con su consumo, con su cuerpo, con la naturaleza” (1975). En esta óptica, desarrollada también por Illich y Castoriadis, la ecología política es una apuesta decidida por la autonomía del sujeto y por su capacidad de cooperar de forma voluntaria y en igualdad de condiciones con otros sujetos para oponerse a cualquier deriva liberticida e insostenible de las “mega-máquinas” mercantiles, estatales o tecnócratas y para construir alternativas concretas al productivismo actual.
De esta visión emancipadora nace la voluntad de poner en pie sociedades —u organizaciones— autónomas, hechas de individuos a su vez autónomos y cooperativos. Estas sociedades (u organizaciones) se convierten en ágora permanente sobre lo que es conveniente producir (y cómo), además siempre dentro de la capacidad de carga de los ecosistemas. Por esta razón, las empresas tendrían que ser controladas por sus personas empleadas, un partido o un sindicato por el conjunto de sus militantes y la esfera política por el conjunto de la ciudadanía. Es un llamamiento hacia organizaciones donde los sujetos autónomos no estén subordinados a ninguna estructura, ni órgano de ésta. En este tipo de horizontalidad también existen límites, pero no provienen de una autoridad superior (el Líder, el Órgano central, la Tradición, la Autoridad, etc.) sino que se basan en la deliberación y la decisión colectiva.

 

Una actitud (y un camino)

Encontramos en la educación horizontal una gran ayuda para conceptualizar la “actitud horizontal”. Esta rama educativa entiende la horizontalidad “como una disposición psíquica y social, interior y exterior al sujeto, en la cual ningún hombre y mujer anula la libre expresión de otro, de manera que todos pueden manifestarse sin hallar un obstáculo en el otro, sino más bien un apoyo para el propio crecimiento” (Santos, 2006). Así, primero, es una facultad del sujeto a vivir su libertad desde el encuentro positivo con la libertad de otras personas que a su vez, dentro una dinámica ganador-ganador, refuerza el propio desarrollo personal. Dicho de otro modo, “se puede concebir el aspecto interno (…) de la horizontalidad como una suerte de receptividad y apertura al otro.” Exactamente lo que los manuales de educación no violenta o de resolución pacífica de los conflictos aconsejan, respectivamente, a los padres y madres con su prole o a los negociadores con las partes en conflicto o con otros negociadores: respeto, escucha activa y empatía.
Además, en una organización social, política, sindical, etc. sus formas de proceder —es decir su actitud que la definirá y le dará credibilidad en el día a día— tienen que ser acordes en cualquier momento con los objetivos planteados. Obviamente no se puede llevar la paz o la emancipación con métodos violentos que sea aquí o en el Sur, no se puede enseñar a nuestros hijos el respeto desde la metodología de la bofetada, ni se puede pedir a las instituciones transparencia y participación sin aplicarlo internamente. Dicho de otro modo y parafraseando a Gandhi, podríamos decir que “no hay camino para la horizontalidad, la horizontaliidad es el camino”.

 

Un modelo organizativo

No se trata de un concepto totalmente nuevo: tiene mucho en común con —y hereda de— las teorías y las prácticas de la autogestión del sindicalismo de finales del siglo XIX, de los consejos obreros húngaros o de las experiencias post-68. Sin embargo, las posibilidades abiertas por las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) y, sobre todo, por las dinámicas cooperativas en torno al conocimiento, la cultura y el software libres o en las actuales dinámicas post-crecentistas (colectivos de decrecimiento, de ciudades en transición, de cooperativa integral, etc.) aportan a la horizontalidad su plena capacidad como modelo organizativo. En las brechas del sistema, la propia existencia y praxis diaria de una organización horizontal son pruebas de insumisión y gérmenes de alternativa a la megamaquina técnica, económica y política.
Dicho esto, destaco algunas características de una cooperativa política funcionando sobre el modelo de la horizontalidad:
  • Trabajo en red: “La red” es ante todo una mentalidad y una forma de trabajar adaptada al siglo XXI: prima la inteligencia colectiva y la propriedad común, como puede ser la lógica cooperativa del software libre. Es una búsqueda de sistemas organizativos basados en la igualdad, la participación activa de todo/as y la voluntad de consenso. En esta estructura líquida y partidaria de la adhocracia, todos los miembros pueden tener autoridad para tomar decisiones y llevar a cabo acciones. Asimismo la fuerza de las redes, físicas o virtuales, reside en su capacidad de mover y mezclar personas y organizaciones de diferentes intereses o círculos, con compromisos flexibles según objetivos y afinidades, desde lo territorial a lo sectorial. Dicho así, no hay que confundir el uso intensivo de Internet (o de comunidades virtuales) con alcanzar una estructura en red presencial y virtual.
  • Flujos de información y transparencia: la información es poder, y el poder es compartido entre todos los miembros en igualdad de condiciones. Lo que significa que la información tiene que fluir en cualquier momento hacia todos los miembros del a organización sin exclusión, dentro de un marco que hace de la transparencia un pilar de su desarrollo. No solo requiere un fácil acceso a las fuentes de información sino una política activa personal y colectiva de transmisión de la información a todas las partes de la organización-red sin que ellas las tengan que pedir. Es también la capacidad de poner en marcha la información peer to peer, donde cada neurona se convierte en un nudo de información seguro para otras neuronas. Con unas reglas de juego claras y sin necesidad de un órgano central, la red valida la veracidad y legitimidad de la información.
  • Confianza multidireccional y cooperativa: tal y como lo desarrollo más en detalle en el artículo Reflexiones sobre la confianza en un partido horizontal, no solo se trata de una confianza undireccional desde las personas asociadas hacia los cargos (y órganos) electos sino también de una “confianza de todas a todas”. Tanto las personas electas como cualquier persona asociada “depositan” en cada una de las personas de la organización o de la red, con o sin responsabilidad interna o externa, la misma confianza. De esta manera, damos un margen de confianza a la inteligencia colectiva que emana de la conexión de nuestras energías y reflexiones.
  • El conocimiento libre: más allá de tener transparencia e información disponible para todas las neuronas, la inteligencia colectiva —es decir el resultado del trabajo cooperativo y en red (que va más allá de la suma de las individuales de la organización)—, pertenece a todos y todas. Decimos que se trata de una propiedad común, cuyo código fuente y posibles mejoras están en la organización, en la red o en el espacio público a un coste nulo.
En resumen, una organización horizontal es un nodo más de una sociedad que pugna por la “democracia de lo común” (véase Subirats, 2011), es decir que favorece los bienes comunes, la lógica cooperativa y la capacidad de compartir.







Referencias:
  • Gorz, A. (1975): Ecologie et politique, Galilée.
  • Santos, M (2006): “De la verticalidad a la horizontalidad, reflexiones para una educación emancipadora”, Revista de ciencias sociales y humanidades, enero-marzo 2006.
  • Subirats, J. (2011): Otra sociedad, ¿otra política? Del “no nos representan” a la democracia de lo común, Icaria Asaco.
Artículos relacionados:


Doctrina Parot


Hoy, jueves 24 de octubre de 2013, tras haber leído y escuchado diferentes opiniones, casi todas escandalizadoras, que versaban sobre la sentencia que ha venido a dar la razón a la demanda o recurso de una miembro de ETA, acusada y sentenciada por varios asesinatos, tentativa de otros y diversos delitos más, a la que se le aplicó la llamada "Doctrina Parot" para alargar su estancia en prisión, he aprovechado mi derecho a la huelga, entre otras cosas, para leer el texto de la sentencia y el comunicado de prensa del tribunal que la dictó.
Aunque yo no tengo los conocimientos suficientes para analizar dichos textos con suficiencia y rigor me atrevo a compartir mis deducciones (espero que mis amigos letrados me corrijan si yerro en exceso y, si quieren añadir o señalar cualquier cosa que consideren relevante y que un iletrado como yo no habrá reparado en ella, les estaré realmente agradecido). Una vez leído al completo el texto (en francés, después de haber leído el resumen del comunicado de prensa, que sí lo han redactado en español) hago las siguientes deducciones:
- La aplicación de la "doctrina Parot" vulnera varias normas de carácter superior, empezando por la propia constitución española. Deduzco de ahí un error o dejación legislativa. A lo mejor había que haber modificado la constitución (pero en ese tiempo era pecado) y/o haber modificado el código penal antes y mejor.
- En ninguna de las consideraciones del tribunal se valora o enjuicia el tipo de delito cometido por la demandante ni hace referencia alguna a las consecuencias de los mismos sobre familiares y resto de la sociedad. Tan solo en una de las opiniones particulares, firmada por 5 jueces,eso sí, se hace mención al hecho de que los delitos fueran de tipología terrorista y a la cantidad de víctimas. En este caso para cuestionar la compensación que el Estado debe hacer a la demandante.
- Tan solo en esa cuestión de la compensación económica hay un grado significativo de divergencia entre los 17 miembros del tribunal, aunque solo son 7 los que votan en contra. De los otros 6 dictámenes son apoyados por unanimidad 4 de ellos, uno por 15 jueces y otro por 16. Siendo el juez británico el más "reticente" al fallo, si se puede decir así.
- También deduzco, aunque de forma aventurada, que consideran que la norma fue, además, mal aplicada en el caso de esta mujer. Sin entrar en la arbitrariedad con que fue usado el concepto de retroactividad en este caso.
- Dudo que los 17 jueces tengan animadversión a los valores patrios de nuestro país, igual que dudo que apoyen o sean cercanos a la causa abertzale, igual que dudo que hayan querido darle la espalda a los familiares de las víctimas de ETA, incluso dudo que hayan querido enmendarle la plana a la guardia civil, ni siquiera a los sucesivos gobiernos culpables, por acción u omisión, de que estas cosas pasaran en nuestro país por mor de un puñado de votos.
-El anterior atajo en la lucha contra ETA juzgado acabó con varios policías y dirigentes del ministerio del interior en la cárcel, me refiero al Gal, ah! y con un gobierno tocado del ala definitivamente. Este caso que nos trae hoy aquí, además de dejar en entredicho nuestro sistema judicial, va a aupar a la derecha más rancia a mayor cota de popularidad. Me resulta tremendamente curioso cómo se puede manipular de una forma tan grosera.
- De lo que estoy más seguro es de que los 17 miembros del alto tribunal desean que Casillas no sea titular y que "la roja" no gane el próximo mundial. No, si ya me parecía a mi.... Y la comunidad educativa de huelga, como si eso fuera importante.


Domingo González