Una nueva ley de renta garantizada


Cuando se produce una recesión económica, se suele decir que se ha salido del agujero cuando los indicadores macroeconómicos recuperan los niveles previos. No se trata de crecer más o menos, si no de recuperar los niveles de renta disponible. Ni que decir tiene que indicadores como el nivel de contaminación atmosférico o la tasa de vacunación en poblaciones adultas ni se miran. Nos quedamos con la renta disponible y, en ocasiones, la tasa de crecimiento. Sólo los que tienen dinero apostado en productos concretos se fijarán en otros equilibrios de la estructura económica. Lo estamos viendo ahora: salimos de la crisis porque estamos creciendo, la renta disponible es la que había antes de la crisis, y, aunque hay pendiente una burbuja de alquileres y una deuda pública que ronda el 100% del PIB, somos capaces de reducir el déficit público y, por tanto, tarde o temprano, reduciremos esa deuda. Es, a grandes trazos, la explicación que se da de la coyuntura actual.

Queda, por contra, una alfombra bajo la que se esconde la otra cara de la recesión y que tarda bastante más en desaparecer. Hablar de la renta disponible suele ser una vieja trampa estadística que oculta una realidad con la que no siempre es fácil convivir: ni por asomo tenemos igual renta ni iguales oportunidades. En un país como España, decir que hay una renta disponible de 1000€ supone que cerca del 60% se pregunte ¿dónde está la parte que me falta? Y cerca del 30 % se cuestione si no le sobra algún cero. Salir de la crisis, aun manteniendo los mismos criterios de recuperación de renta disponible, se hace a velocidades distintas. Tan distintas entre sectores de la sociedad que, mientras el 1% más rico está manteniendo el ritmo de crecimiento de su renta (en el fondo nunca dejó de crecer); el 1% más pobre sigue notando los recortes. Es difícil ver la persistencia de los recortes si no nos fijamos en que es ese 1% más pobre el que más necesita de los recursos públicos para sobrevivir y que el 1% más rico es el que, hasta el momento, recoge los mayores descuentos fiscales al tiempo que se reduce la diferencia entre ingresos y gastos públicos. 

Siempre hay un pequeño porcentaje de población que, sin estar en riesgo de pobreza, está lo bastante cerca de la misma como para preocuparse. Suelen tener bajos niveles de cualificación, empleo poco estable y en sectores donde hay un uso intensivo del trabajo en comparación con la maquinaria. En cada crisis una parte de este porcentaje cae en la pobreza y en la exclusión social. Algunas de estas personas abandonarán esta circunstancia cuando causen baja en el registro civil, otras, en cambio, estarán fluctuando entre el riesgo y la exclusión directa durante un tiempo y, con suerte, podrán quedarse en el riesgo de exclusión. 

Desde el 2007, año en que se puede entender que comenzó la crisis, las sucesivas reformas laborales han ido orientadas a dos objetivos: reducción del coste salarial y flexibilización del mercado laboral.

El primer objetivo se ha conseguido principalmente por las bonificaciones en las cotizaciones a la seguridad social (un ejemplo puede ser la “tarifa plana” para los nuevos autónomos) y con la posibilidad cada vez más extendida de aplicar cláusulas de descuelgue del convenio colectivo en materia de salarios así como la caducidad de los convenios que fuerza a aceptar nuevas condiciones so pena de acabar cobrando el salario mínimo interprofesional.

El segundo objetivo se ha logrado con una reducción de la indemnización por despido improcedente que pasó de los 45 días por año trabajado con un tope de 12 mensualidades a los 21 días por año trabajado actuales. Menos de la mitad. Esto facilita el relevo generacional en la empresa puesto que la indemnización por despido se abarata y se puede despedir a una trabajadora con años de experiencia para sustituirla con otras a las que no habrá que indemnizar prácticamente. La consecuencia es que nueve de cada 10 contratos de trabajo son de carácter temporal.

Un elemento menor en cuanto a la incidencia en el presupuesto, pero de enorme calado en las relaciones laborales es la congelación de la plantilla de inspectores y subinspectores de trabajo. Tal es así que las inspecciones realizadas de oficio se han convertido en casi quimeras y, en los sectores más desfavorecidos, existe la consciencia de que, a demás, el contrato a media jornada que ronda las 6 horas, por lo menos, cotiza. 

Podría argumentarse que la proliferación de la economía sumergida acredita la necesidad de estas medidas, por cuanto que, si no se hubieran adoptado, se habría disparado el número de horas extra no pagadas, la parte de los salarios no contemplada en la nómina o las personas que estarían trabajando sin contrato.

Este es también el paisaje después de la crisis: precarización del empleo y de los salarios, aumento de la desigualdad y un grupo social más grande de nuevos pobres.

En este paisaje, inferir que una persona que ha disfrutado de 4 Rentas Básicas Extremeñas de Inserción no ha conseguido los objetivos es bastante arriesgado. Es arriesgado si se busca la verdad, puesto que la empleabilidad no mejora con los años de desempleo ni con una edad más próxima a los 50 que a los 40, por mucha formación que se haga y por mucha búsqueda activa de empleo que se realice. Pero, sobre todo, es arriesgada para la unidad familiar de convivencia que puede verse en muy serias dificultades para poder subsistir. En esta tesitura, la concatenación de contratos a tiempo parcial y duración determinada (4 horas los fines de semana que se convierten en 10-12 horas los sábados y otras tantas los domingos); no implican abandonar la pobreza si no estar de lleno en esta nueva categoría de trabajadores pobres que nos deja la crisis en España: el precariado.

Los trabajadores por cuenta propia, además, se encuentran con una dificultad añadida: para poder ejercer una actividad deben declarar a la Seguridad Social unos ingresos que son falsos. En los mercadillos, en las tiendas, en actividades profesionales con establecimiento propio, es obligatorio estar dada de alta en la Seguridad Social en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos y cotizar, por lo menos, como si se estuviera ganando el salario mínimo interprofesional. En más de una ocasión el resultado de la actividad es bastante inferior cuando no se entra en pérdidas.

Desde Mayo de 2014 ha habido tiempo para conocer una enorme cantidad de casos y circunstancias de uno y otro signo: jóvenes estudiantes que quieren emanciparse con cargo a la Renta Básica; personas que han conseguido la Renta Básica y la han compatibilizado con salarios por encima del mínimo interprofesional; incluso algún jefe de servicio podrá contar la historia de una persona que pidió la Renta Básica para poder dedicarse a la música. En la misma categoría podríamos incluir resoluciones desestimatorias por no haber conseguido los objetivos del Plan Individualizado de Inserción antes de que existiera el citado plan, denegaciones por tener estudios superiores o por que la unidad familiar de convivencia era una única persona. Podríamos dedicarnos a discutir cuáles de todos los casos antes citados, y los que habrá, pueden elevarse al nivel de categoría o aceptar que la falta de concreción en las definiciones de la ley vigente hace que la discrecionalidad de la administración se parezca demasiado a la arbitrariedad. Ser pobre es bastante desgracia como para, a mayores, tener que ir demostrando la carencia de recursos en cada trámite. No es que se tenga que enseñar el carné de pobre, es que tienes que sacártelo para cada ayuda que se solicita.

Casi todo lo expuesto está de una u otra forma recogido en la proposición de Ley de Renta Garantizada que se discute actualmente en la Asamblea de Extremadura.

A pesar de que Europa entera no es un continente en el que la movilidad social vertical se prodigue y en el caso concreto de Extremadura a penas se hable de ella, garantizar un suelo donde aterrizar a la población más debilitada es rentable porque es la mejor forma de poder tirar del consumo y la inversión en un tejido como el nuestro y así podemos seguir disfrutando de una baja tasa de conflictividad social.


Rodolfo Jaime Corrella

De martillos, de visiones y de caminos.


Merece la pena releer el Ocaso de los Ídolos o Cómo se Filosofa a Martillazos, donde Nietzsche, en 1.887, propone que filosofar a martillazos no es destrozar ningún ídolo (las construcciones conceptuales que aceptamos como ciertas y esenciales), sino golpear suavemente en su superficie a ver si suena a hueco o, por el contrario rebota un sonido macizo que nos da noticia de que ahí sí hay contenido. También plantea, como método de conocimiento, lo que él llama la inversión de todos los valores, que consiste, no en adoptar los valores contrarios a los imperantes, sino en darles la vuelta a todos ellos (invertirlos), a ver si cae algo de dentro o si, por el contrario, están tan vacíos que no cae nada.
En nuestra sociedad convivimos con algunos ídolos que no estaría mal voltear.
Siguiendo al genial y visionario Toffler (Alvin Toffler, 1970, El shock del futuro, Capítulo VII Organizaciones: la proxima «ad-hocracia»)“...presenciamos la llegada de un nuevo sistema de organización, que desafiará cada vez más y acabará por sustituir a la burocracia. Es la organización del futuro, a la que llamo «Ad-hocracia» (91)...Para poder captar el significado de este extraño vocablo, Ad-hocracia, debemos, ante todo, reconocer que no todas las organizaciones son burocracias. Hay otras maneras alternativas de organizar a la gente (92)...Mientras una sociedad permanece relativamente estable e inmutable, los problemas que presenta al ser humano suelen ser rutinarios y previsibles. En un medio semejante, las organizaciones pueden ser relativamente permanentes. Pero cuando se acelera el cambio surgen ciertos problemas por primera vez, y las formas tradicionales de organización resultan inadecuadas a las nuevas condiciones (98 y 99)”
Tras el martillazo de Toffler creo que estamos en condiciones de decir que las organizaciones necesitan adaptarse a las situaciones sociales cambiantes, que les exigen modelos de gestión más flexibles y participativos.
Estas condiciones no pueden responder al modelo burocrático de gestión imperante en el pasado. La alternativa es avanzar hacia formas de innovación en la gestión de las organizaciones, con estructuras y procesos más flexibles, capaces de adaptarse continuamente a las condiciones cambiantes del ambiente, autoadministradas y más orientadas a las personas.
Con Mintzberg, que nos marca el camino (Mintzberg, 1.979, La estructuración de las organizaciones), podríamos hablar de tres condiciones para empezar a tirar del hilo y mirar hacia un modo de gestión de las organizaciones más flexible e innovador:
Coordinación organizacional por medio de la adaptación mutua: Estructuras horizontales de decisión en la organización en las que los individuos pasan a ser actores colectivos y el foco de interés está más centrado en las personas que en la gestión.
Liderazgos compartidos, transitorios y laterales: autoridad descentralizada de una manera igualitaria entre los que están más cerca de las tareas a llevar a cabo, frente a estructuras de autoridad alejadas y desconectadas por una cadena burocrática de mando.
Procesos organizacionales de inteligencia colectiva: organización abierta a la innovación de una manera informal, ad hoc, discontinua, con sensibilidad hacia el contexto y con su foco fundamental dirigido hacia el aprendizaje.
Nietzsche, Toffler y Mintzberg hace ya tiempo que nos lo vienen diciendo: cada vez más, somos personas adhocráticas, nuestros compromisos son temporales y por proyectos, se tejen y se destejen continuamente con hilos que desdibujan las fronteras de las organizaciones, las instituciones, las empresas, los partidos políticos, las organizaciones sociales, las personas clientes, votantes, usuarias, profesionales, trabajadoras...  en una red de personas que se comunican. El camino está por recorrer y es una inmensa búsqueda de soluciones creativas.


Javier Moreno Ibarra
Acción Politeia


MODELO ENERGÉTICO: TENSIÓN NATURALEZA-PRODUCCIÓN.

Tomado de De Castro, C. (2009) Escenarios de energía-economía mundiales con modelos de dinámica de

sistemas. Tesis doctoral, Universidad de Valladolid.

“Somos estructuralmente ecodependientes, partes subordinadas del sistema biosfera, tenemos que procurar no deteriorar las condiciones de posibilidad de nuestra propia existencia.”
Emilio Santiago Muiño
Rutas sin mapa: horizontes de transición ecosocial

Para David Holmgren (2009), la aparición simultánea del cambio climático y el cénit del suministro mundial del petroleo nos enfrenta a un cambio sin precedentes en la reorganización de nuestra biosfera y de los cimientos de la industria, la economía y la cultura mundiales. 

Holmgren (OpCit) resalta cuatro grandes escenarios energéticos que proporcionan un marco para considerar el amplio espectro de probables futuros, cultural y ecológicamente imaginados, para el próximo siglo o más allá:

• Tecno-Explosión. Este escenario se asocia generalmente con la navegación espacial y la colonización de otros planetas. Para que esto ocurra dependemos de fuentes de energía nuevas, grandes y concentradas que permitan el crecimiento continuo de la riqueza material y del poder humano sobre las limitaciones medio ambientales, al mismo tiempo que crece la población.

• Tecno-Estabilidad. Este escenario supone un paso de un crecimiento material fundado en el agotamiento de la energía a un estado de equilibrio en el consumo de recursos y en la población. Si bien esto claramente implicaría grandes cambios en casi todos los aspectos de la sociedad, se espera que una vez establecidos estos sistemas sostenibles llegaremos a una sociedad en equilibrio dinámico no muy diferente a la actual.

• Descenso Energético. Este escenario implica, de algún modo, una reducción en la actividad económica, la complejidad y las poblaciones, a medida que los combustibles fósiles se vayan agotando. La creciente dependencia de recursos renovables con menor densidad de energía, con el tiempo cambiaría la estructura de la sociedad. Esto indicaría una ruralización de los asentamientos y de la economía, con un movimiento más lento y de menor volumen de energía y recursos, y una disminución progresiva en las poblaciones humanas.

• Colapso. Este escenario sugiere un fracaso completo de todos los sistemas interconectados que mantienen y apoyan la sociedad industrial, en la medida que los combustibles fósiles de alta calidad se van agotando y/o el cambio climático vaya dañando radicalmente los sistemas de soporte ecológico. Involucraría inevitablemente una rápida y pronunciada caída de la población humana y una pérdida de los conocimientos y la infraestructura necesarios para la civilización industrial, si no más graves escenarios, incluida la extinción humana junto con gran parte de la biodiversidad del planeta.

En una línea similar, De Castro (2009) reconoce que a la crisis económica derivada de la crisis financiera se le unen la crisis energética y la crisis alimentaria en un marco de relación entre ellas que viene conformado por la crisis climática. De Castro (Op Cit) propone un análisis de escenarios de futuro, en un esfuerzo por modelar el sistema económico y sus conexiones con la energía y la ecología, para ayudarnos en la toma de decisiones políticas, especialmente en materia de política energética y política medioambiental (mercado de emisiones, impuestos a la energía y/o a las emisiones, etc.).

Para enfrentarse a esta labor, trabaja a partir de cuatro tipos de factores que influyen en la producción y consumo de energía (avance tecnológico; crecimiento económico mundial; medio ambiente, la política, los acuerdos internacionales y el comportamiento social; física y geología de los recursos energéticos) y los combina con visiones más o menos optimistas, según estén centradas en economía, desarrollo o supervivencia. De esta manera se obtiene el siguiente cuadro (tomado de De Castro, 2009): 





 




Si la visión optimista del mundo fuera correcta y se utilizaran unas políticas centradas en la economía, entonces el mundo humano conseguiría un crecimiento económico alto en el futuro. Pero bajo estas mismas políticas, si la visión del mundo escéptica fuera correcta se produciría un desastre económico y si la visión pesimista terminara siendo la correcta, entonces las políticas optimistas conducirían a un colapso de la civilización humana. 

De la misma manera, si se utilizaran unas políticas centradas en el desarrollo, la visión optimista generaría crecimiento económico medio, la escéptica generaría desarrollo humano sostenible y la pesimista provocaría colapso o recesión económica.

Por último, con unas políticas centradas en la supervivencia, la visión optimista generaría recesión económica, la escéptica generaría recesión económica temporal y la pesimista nos llevaría a la supervivencia a través de un cambio civilizatorio.

Finalmente se añade una interpretación subjetiva de la probabilidad que se asigna a cada una de las visiones del mundo, a partir de la que se propone no esperar a la aportación de evidencias científicas abrumadoras (de >90%) sobre las probabilidades subjetivas y basar las decisiones políticas en umbrales bajos (del 10%) de evidencia científica sobre la probabilidad de ocurrencia, dados los riesgos tan elevados que entran en juego. Bajo este “principio de precaución” propuesto por De Castro, la carga de la prueba debería haber sido demostrar, con una probabilidad mayor del 90%, que no existe un Cambio Climático provocado por las actividades humanas y no al revés, como ha ocurrido.

Muiño (2016) es otro de los autores que anuncia, para el siglo XXI, la crisis del capitalismo como patrón civilizatorio. Señala que la actual crisis económica no se puede interpretar como una crisis cíclica del capitalismo, que, una vez resuelta, permitiría seguir con la marcha de nuestro sistema económico con variaciones más o menos significativas. Compara la crisis económica actual con la crisis de 1929, definiendo ésta como una crisis de sobreproducción y marcando la diferencia con la actual crisis al definirla como una crisis de sobreconsumo de los recursos básicos que fomentan nuestro modo de vida. 

A partir de esta premisa, Muiño (OpCit) coincide con Harari (2015) en que las consecuencias de la crisis civilizatoria que vivimos suponen un vuelco de las cosmovisiones, los valores y del modo en que los seres humanos nos relacionamos con nosotros mismos y con la naturaleza. 

Para Muiño el colapso socioecológico ya ha comenzado. El pico de la producción del petróleo ha sido ya sobrepasado en este principio de siglo y cualquier otra alternativa energética de energías fósiles (gas, uranio, carbón…) presenta problemas de agotamiento próximo. Los picos productivos de metales como el hierro, el aluminio o el cobre se esperan para mediados del siglo XXI, la misma suerte cabe esperar para otros metales necesarios para el avance de la innovación tecnológica. A su vez, el cambio climático puede traer alteraciones bruscas en los agrosistemas humanos, aproximarnos al límite de seguridad del uso mundial del agua y generar una pérdida de biodiversidad vertiginosa.

Para diversos autores el problema de las energías renovables, como fuentes energéticas sustitutivas de las energías fósiles, se centra en cuestiones de incompatibilidad con los niveles de consumo de la sociedad industrial actual, dado que las energías renovables no tendrán la intensidad energética que tienen las energías fósiles (Holmgren, OpCit; De Castro, OpCit; Khanna, OpCit). No obstante, las cadenas energéticas de suministro están comenzando a estudiar modelos rentables de gestión de energías variables (que no garantizan un suministro constante, como las energías solar, eólica, geotérmica… en general las fuentes de energía renovables, que están sujetas a variaciones de producción según variables meteorológicas, estacionales, de luz, climáticas…) a través de redes de energía de generación distribuida (plataformas energéticas bidireccionales en las que los clientes usuarios de las redes energéticas pueden poner a disposición de la red de suministro la energía que producen a través de sus dispositivos domésticos) en una suerte de economía colaborativa coordinada entre sistemas, mercados y propietarios de recursos energéticos (Centro para Soluciones de Energía de Deloitte, 2017).

En todo caso, y dada la estrecha correlación entre consumo energético y crecimiento económico, la situación descrita apunta al fin del crecimiento económico e implica el surgimiento de una nueva civilización postcapitalista, que Muiño propone conscientemente construida, marcada por los imperativos morales de pensar en los otros y pensar en el mañana (como los ya mentados deberes planetarios de Brown), en la que la sostenibilidad no es una opción, sino una cuestión de supervivencia. Para llevar a cabo esta labor, se plantea distinguir entre sostenibilidad débil y sostenibilidad fuerte. La sostenibilidad débil procura reducir los efectos del colapso distribuyéndolos a otros lugares y a otros tiempos (incumpliendo los deberes planetarios de Brown y no pensando ni el los otros ni en el mañana). La sostenibilidad fuerte, en cambio, persigue revertirlos o, al menos repararlos.

Tainter (1988) entiende por colapso una reducción acusada en el nivel de complejidad de una sociedad, en apenas unas décadas, con un descenso brusco de la población y un deterioro severo del aparato político. Casal (2016) asume que el colapso no tiene por qué ser un sinónimo de "apocalipsis", sino una mera simplificación rápida de la sociedad a todos los niveles. Muiño (OpCit), siguiendo este mismo rezonamiento, se sitúa en interpretaciones de mayor complejidad, incluyendo posibilidades de colapso más acordes con los escenarios de descenso energético de Holmgren (OpCit) o las visiones pesimistas centradas en la supervivencia y cambio de civilización de De Castro (OpCit). Admite que habrá cambios radicales, pero defiende, al mismo tiempo, que las transiciones civilizatorias se dan siempre en la escala de los siglos y que la esperanza, además de un ejercicio de optimismo, lo es de inteligencia. Para apoyar su posicionamiento busca en la historia y presenta el caso del Imperio Bizantino, representativo de cómo un ente civilizatorio pudo esquivar el colapso por la vía de la simplificación de su complejidad económica y social. Lo que está en juego es si hacemos esa reducción de consumo y complejidad de forma ordenada, de forma caótica, o bien dirigida por unas élites que sólo mirarán su propia supervivencia.

Para Casal (2016), es necesario abandonar el imposible objetivo de la “sostenibilidad” y cambiarlo urgentemente por la construcción de “resiliencia”, es decir, de la capacidad de resistir el gran golpe que se nos viene encima, para intentar minimizar el sufrimiento social. Porque si algo nos traerá claramente el colapso de la industrialización será la vuelta a un modo de vida más local, tanto en lo social como en lo económico, en la cultura, etc. 

Sempere (2014), en un giro que integra los planteamientos de Muiño, De Castro y Casal, plantea esta transición postcapitalista, combinando elementos de resiliencia y de sostenibilidad fuerte, en términos de economía dual: por un lado un sector de producción local ligera (que no requiera consumos significativos de materiales no renovables) y por otro, un sector que pueda mantener una producción pesada (sectores de cierta complejidad técnica y un mayor uso de materiales no renovables, para actividades agropecuarias y minero-metalúrgicas e industriales de gran escala) desarrollada en ámbitos que desbordan lo local. La cuestión primordial sería estudiar en qué condiciones sociopolíticas (técnicas, energéticas, de marco institucional, de transporte, de movilización de capital y para mantener sistemas de educación, investigación, atención sanitaria, protección social, etc.) se puede desarrollar una producción pesada sostenible.


Javier Moreno Ibarra




REFERENCIAS

Brown, E. (1999) Un mundo justo para las futuras generaciones: derecho internacional, patrimonio común y equidad intergeneracional. Mundi Prensa Libros S.A.
Casal, M. (2016) La izquierda ante el colapso de la civilizacion industrial: apuntes para un debate urgente. Editorial La Oveja Roja, Madrid.
Centro para Soluciones de Energía de Deloitte (2017) Gestión de fuentes de energía variable y distribuida: una nueva era para la red. Cuadernos de Energía, nº 51. Deloitte, Garrigues, Club Español de la Energía, Madrid.
De Castro, C. (2009) Escenarios de energía-economía mundiales con modelos de dinámica de sistemas. Tesis doctoral, Universidad de Valladolid.
Harari, Y. N. (2015) Homo Deus. Breve historia del mañana. Penguin Random House Grupo editorial SAU.
Holmgren, D. (2009) Future Scenarios: how communities can adapt to peak oil and climate change. Chelsea Green Publishing, Vermont (Canada).

Khanna, P. (2017) Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial. PAIDÓS Estado y Sociedad, Barcelona.
Santiago Muiño, E. (2016) Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial. Catarata.
Sempere, J. (2014) Papel y límites de la acción intersticial en las transiciones postcarbono. En https://www.uv.es/poscarbo/papers/jsempere_mayo2014.pdf
Tainter, J. (1988) The collapse of complex societies. Cambridge University Press.Cambridge. En Santiago Muiño, E. (2016) Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial. Catarata.


¿Formación de Interés?

Ayer estuve en una charla que dieron para "los mayores" personal del Banco de España en la Asociación de Vecinos de Santa Marina, en la ciudad de Badajoz. En principio, educar financieramente a quienes han pasado toda la vida en el sota, caballo y rey del plazo fijo, libreta de ahorro y cuenta corriente, es buena idea. Si le añadimos unos consejos sobre cómo detectar billetes falsos, se mejora la iniciativa. Sin embargo, me llamó mucho la atención lo que no se contó sobre los billetes.

Se habló de que un billete "bueno", de los emitidos por el Banco de España vale lo que indica y que uno falso no vale nada y eso es exactamente lo que te dan cuando lo haces llegar al banco. Lo que no dijeron es que el billete legítimo vale lo que vale por que te lo crees , que no hay respaldo al billete sea emitido con el placet del Banco Central Europeo o con el de la mafia, que es una historia muy vieja y sabida que el billete falso expulsa al bueno precisamente porque nadie lo quiere. 

Contaron que la cantidad de billetes es importante para la estabilidad de los precios y el buen funcionamiento de los negocios porque sería un problema que un supermercado no tuviera cambio. Lo que no contaron es que la cantidad de billetes tiene un peso cada día menor en esta tarea de estabilidad de precios porque la mayor parte del dinero está en apuntes contables, que el que un pensionista cobre 2500€ no significa que se tengan que imprimir billetes por ese valor, que, seguramente, con imprimir por 500 al pensionista le sobre para pagar sus gastos en efectivo. No se contó que, para el control de precios, pesa infinitamente más el tipo de interés que cobra el Banco Central Europeo a los bancos cada día. Ni se contó que hay gasolineras que, a partir de ciertas horas, ya sólo admiten pagos con tarjeta o que mucho más de la mitad de los importes cobrados que se hacen en Carrefour o Mercadona son con tarjeta y que, en el fondo, mover billetes y monedas les cuesta dinero. 

Con todo, me gustó mucho que se insistiera en la prudencia a la hora de contratar productos financieros, aunque no tanto la sensación de que se quería pasar de puntillas sobre la responsabilidad del Banco de España como supervisor del sistema financiero español durante la crisis financiera.

No era el lugar ni el momento para preguntar por el Fondo de Garantía de Depósitos ni sobre la relación que existe entre dinero en efectivo circulando y economía sumergida, pero creo sinceramente que se perdió una ocasión de oro para invitar a las personas asistentes a investigar un poco más, a dejar de parecer, por un momento, temerosos jubilados para ser curiosos aprendices. Ser mayor no significa estar desinformado ni ser incapaz de aprender si no que, aunque haga falta usar gafas de cerca, a los "listillos" se les ve venir de lejos. 

La información, cuando se deja sólo en manos de una parte, se convierte en propaganda y solamente la formación y la curiosidad nos previenen de esa lacra.



Rodolfo Jaime Corrella