El Consejo de la Unión Europea dice en su
web, que el incremento de temperatura estará, a final de siglo, por
encima de los 2ºC que establece el Acuerdo de París y que este
incremento puede alcanzar los cinco grados si no se adoptan las medidas
adecuadas. Señala además la Agencia de Medio Ambiente de la ONU que los
planes de reducción de emisiones presentados por los estados firmantes,
conducen a un incremento de 2,7ºC, que otros organismos cifran en 3,5ºC
grados. El mundo que viene será más cálido, ¿cuándo comienza el siglo
XXI?
Superar los dos grados
del Acuerdo de París se puede resumir en los cuatro hitos de este
párrafo. —y las cifras inversas del siguiente— que lo dicen todo: las
olas de calor afectarían a la mitad de la población mundial, las sequías
serían el pan de cada día en el Mediterráneo, la producción de
alimentos se reduciría de manera ostensible e incremento del nivel del
mar.
Por debajo de ese límite,
sin embargo, la exposición a olas de calor se reducirían un 89%, las
inundaciones un 76%, el declive de las cosechas un 41% y el estrés
hídrico un 26%. Esta es la diferencia entre dar cumplimiento o no
cumplir con el Acuerdo de París.
Para alcanzar ese objetivo, la exigencia
de reducción de emisiones y el establecimiento de objetivos intermedios
que adopten las fuerzas políticas en el interior de cada estado, España
en este caso, resulta determinante para el devenir futuro de la
humanidad. Estos objetivos se recogen en el siguiente cuadro
comparativo:
El cuadro de arriba contiene los compromisos de reducción de emisiones —vigentes— que han fijado las principales fuerzas políticas en España. Oscilan entre el 26%, sobre emisiones de 2005, del PP
—recogidos en su proposición de ley de cambio climático y transición
energética presentada en el Congreso de los Diputados— para 2030 y el
30%, sobre emisiones de 1990, del partido verde (EQUO), a nivel estatal, para 2020. Objetivo que en Andalucía amplía éste al 40%. Unidos Podemos
propone una reducción del 35%, sobre emisiones de 1990, en la
proposición de ley de cambio climático presentada en el Congreso de los
Diputados. Objetivo que se aleja de las recomendaciones del Panel
Intergubernamental sobre Cambio Climático, IPCC, para llegar a una economía sin emisiones en 2050, pues
una reducción del 35% proyecta un incremento de temperatura superior a
2,4ºC, que además está por debajo del umbral de reducción del 40%
establecido por la UE.
La primera conclusión que se extrae del cuadro es que salvo el compromiso de reducción del partido verde, el empeño
del resto de fuerzas políticas para mantener la temperatura global del
planeta por debajo del incremento de 2ºC acordado en París es escaso.
El anterior Gobierno del Partido Popular
ya indicó en el documento que envió a la Comisión Europea en marzo del
año pasado —que recogía la proyección de las emisiones de España hasta
mediados de siglo—, que lo esperado era que las emisiones de gases de efecto invernadero de España, entre 2017 y 2030, no bajaran
si no se tomaban medidas extraordinarias. Y no parece que los
compromisos indicados —con la salvedad indicada del partido verde—
contengan esas medidas extraordinarias.
La segunda consecuencia, de los
compromisos de reducción que proponen las diferentes fuerzas políticas,
es que el efecto que producirían es el de un alargamiento de la era de los combustibles fósiles,
ya que menores e insuficientes reducciones al inicio del programa de
mitigación continuarán incrementando el nivel de carbono en la atmosfera
y de la temperatura que se quiere reducir. Esta es la trampa —o
trampantojo— que esconden las propuestas de todas las fuerzas políticas
analizadas. Muestran una preocupante falta de voluntad política
—por unas u otras causas— para acometer la necesaria reducción de
emisiones de gases de efecto invernadero. La respuesta a esos datos es
sencilla: son un lavado verde de cara a la insostenibilidad de un modo
de vida inadmisible, ilógico y absurdo. Un ejemplo lo vemos en las
declaraciones de la Ministra para la Transición Ecológica que en
declaraciones recientes señalaba que el objetivo de reducción de España
debía ser del 20%.
La incongruencia en este
asunto comienza a ser visible en ciertas izquierdas. Admitió la
Ministra —con toda naturalidad— que en el proceso de transición «habrá
ganadores y perdedores». Nadie ha replicado sus declaraciones
inaceptables, ni siquiera Podemos, adalid de la justicia social hoy y
socio del POSE en el Parlamento murciano, con quien propone un objetivo
de reducción para aquella región del 40% para 2030. ¿Improvisación,
ignorancia o qué?
El acortamiento de la era fósil
al que aludía más arriba, exige que el programa de mitigación deje
atrás la filosofía de reducciones lineales acumulativas. Y adopte la
contraria: mayores esfuerzos de reducción de emisiones de gases de
efecto invernadero al inicio y decrecientes en el tiempo. El objetivo no
es la economía hipocarbónica que plantean las fuerzas políticas
convencionales (productivistas), si no la descarbonización de la
economía que propugna el partido verde. No es una simple cuestión de
matiz, es una cuestión de modelo.
A punto de cumplirse el año 2020 sin que
se hayan alcanzado los porcentajes de reducción que pedía la formación
ecologista, EQUO debería reivindicar como objetivo para 2030, al menos,
una reducción de emisiones del 55% sobre emisiones de 1990, si se quiere
alcanzar la completa descarbonización de la economía en 2050. Y tampoco
debería aceptar que el objetivo de neutralidad en carbono que quiere
aprobar la UE en la directiva de gobernanza en diciembre, quede
indeterminado: «tan pronto como sea posible», sin que se establezca una
fecha de cumplimiento límite. En el Congreso de los Diputados, en el
seno de la coalición electoral que mantiene con otras fuerzas políticas,
sin embargo, ¿apoyará o consentirá el partido verde un compromiso de
reducción de emisiones inferior al manifestado en su programa electoral o
defenderá una reducción drástica de las mismas en consonancia con
aquél?
Si el Acuerdo de París acaba en fiasco
y se mantiene la tendencia actual, el propio Consejo de la Unión
Europea señala que, a finales de siglo, el incremento será de tres,
cuatro o cinco grados. Parag Khanna dibuja —ver imagen de abajo— una
perspectiva sombría, espeluznante, atroz de los efectos de un
calentamiento de 4ºC.
Pero el cambio climático —más allá de los efectos ecológicos y las consecuencias sociales que acarrea— trae un mal de fondo
que no está siendo percibido o no se quiere advertir. Si a la postre se
produce un cambio climático «peligroso», fuera de control, nos
exponemos a que los principales grupos sociales —en un
contexto de desorientación existencial instigada por una percepción real
o inducida de que no hay suficiente para todos— renuncien a la
concepción intocable de la dignidad humana actual y abdiquen de los derechos humanos y a la protección de las minorías desfavorecidas
en aras de su salvación. Este devenir se traduciría en el
desencadenamiento de una «crisis hitleriana en el siglo XXI» y en la
vuelta de las «masas sobrantes», que Amery anuncia en su libro: ‘Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor’.
Y respondiendo la pregunta que da título a esta entrada, diré que el
inicio del siglo XXI puede ser fijado en el momento del ascenso al poder
del nazismo en el siglo pasado.
Esta es la gran responsabilidad
que tienen los actores políticos: que no solo han de ser conocedores de
la catástrofe que constituye la crisis climática y sus repercusiones
sociales, si no que además deben ser conscientes de la nueva «elección
moral» que acompañará a un cambio climático fuera de control y las
consecuencias de ésta. ¿Qué ocurrirá cuando las clases dirigentes
perciban a la masa como una amenaza del nivel de vida actual? ¿Aparecerán nuevas «definiciones de los que sobran»?
El sentimiento de justicia tiene una raíz biológica, emocional, que
enlaza con la necesidad de preservar la armonía frente a la competencia
por los recursos ¿Se eliminaría al 80% de «residuos del bienestar» que
amenazan la supervivencia de la especie? Los viejos espectros vuelven a
pasear a la luz del día con el pretexto de la crisis migratoria. El
Mediterráneo se llena de cadáveres y las olas de calor se suceden.
Si queremos evitar el desencadenamiento de masacres
por el agua o la tierra cultivable, la creencia sobre la escasez de
recursos no puede convertirse en imaginario social. La alternativa es
desarrollar políticas que recuperen capacidades antiguas como la justicia, la equidad y la fraternidad.
Esta nueva política, en la práctica, tiene su traducción en la asunción
de la responsabilidad con la biosfera, en una prosperidad sin
crecimiento, en la realización de los deberes frente a las generaciones
futuras, la conjunción de la agenda climática y la agenda social y en el
desarrollo de la resiliencia al lado de la sostenibilidad. Es
responsabilidad de todos que iniciemos el camino descrito, el cambio climático nos ha interpelado.
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/08/06/cuando-comenzo-el-siglo-xxi/