¿Dónde estaban las feministas cuando apareció
el cadaver de mi hija Diana...?
El parque, el mercado, la guardería, el trabajo, el gimnasio... cualquier sitio es bueno para cambiar impresiones, conocer gente o hacer nuevos amigos ¿Qué se estarán contando? es una sentencia que la mayoría de las mujeres hemos escuchado. Y es verdad. Los niños, los maridos, las amigas, el sueldo, el sexo, las emociones, los dolores, el jefe, la casa, la compra... cualquier tema es posible con una amiga, un tesoro de confidencias mutuas que desahoga y no aprieta.
Pero a veces
convertimos en confidentes a mujeres que después de un saludo o unas
primeras palabras intuimos que nos podemos entender y poco a poco
reímos o lloramos según tengamos el día. Sí, las mujeres nos
comunicamos mucho entre nosotras y nos contamos nuestras vidas por
fascículos. Depende de con quién estemos abrimos uno u otro y así
descubrimos vidas ajenas que nos ayudan a mejorar la nuestra,
conocernos mejor, buscar soluciones y sentirnos más libres. Así,
viviendo, aprendemos a identificarnos con otros y compartir sus
sentimientos. Aprendemos a tener empatía, a ser solidarias.
Las mujeres salimos y vamos a seguir
saliendo a la calle para que los derechos que tanto nos cuesta
conseguir no se pierdan por estrategias partidistas. ¿Dónde estaban
las feministas cuando...? es una frase que intenta dar en la diana de
la igualdad y vaciar de contenido los derechos de las mujeres.
Utilizar a un ser querido para clamar contra un colectivo no es ético
ni justo. Quizás intentando desprestigiarnos a nosotras, quien se
hace esta pregunta no es capaz de analizar su propio desprestigio
personal que sale a la luz pública, entre rencillas familiares, en
el momento del dolor y de la ausencia.
Las mujeres estamos donde tenemos que estar,
al lado de la víctima, del que sufre, del maltratado, del débil,
del inferior. ¿Y sabe por qué?, porque son situaciones que
conocemos muy bien. Hacemos lo que sentimos y las mujeres sentimos a
cada una de las víctimas, desaparecidas o asesinadas, como una
amiga, una hija, una madre, una hermana, una misma. Cada muerte nos
hace sentirnos Laura, María, Andrea, Gabriel o Diana y por eso
chillamos “Todas somos…” y se llama feminismo solidario.
Es de cobardes intentar desprestigiar al
movimiento feminista para reconquistar las parcelas recuperadas por
las mujeres y que les fueron arrebatadas durante siglos. Ahora saben
que el maltrato se penaliza, que NO es NO, que comprar el cuerpo de
la mujer para el sexo o la maternidad es cosificar y esclavizar a un
ser humano, que las tareas del hogar hay que compartirlas, que los
hijos son de dos, que a igual trabajo igual salario, que existe un
techo de cristal, que mandarnos callar ya no funciona, que una mujer
no va pidiendo guerra por vestir o pensar como quiera, que en el uso
del sexo un hombre no es un macho ni una mujer una puta, que morir no
es sinónimo de asesinato, que, que... que somos más de la mitad de
la población mundial y que queremos que nos respeten y nos devuelvan
lo que es nuestro. Ni más ni menos.
Marisa Márquez