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La hora del planeta


Václav Havel decía que la esperanza es la certidumbre que algo tiene sentido, con independencia de como resulte. Inmersos en la hora del planeta como estamos, esta reflexión cobra especial importancia. La izquierda sabe cuál ha de ser el sentido de su actuación política y continúa trabajando siempre —inasequible al desaliento— en pos de él. La derecha actúa igual. ¿Pero y, Equo, el partido verde, el partido de la ecología política? Está atrapado en las confluencias y fines de la izquierda. Enmarañado en la aportación programática a la izquierda, como la única contribución posible realizar a la sociedad, debido a su debilidad orgánica. Si aceptara Equo una confluencia que no satisficiera las condiciones recogidas en las conclusiones de su Conferencia Política (Conferencia Política de Equo Andalucía 2017), olvidaría que el objetivo de cualquier partido político es competir en las contiendas electorales con las restantes fuerzas políticas, para ofrecer a sus potenciales votantes una opción distinta y diferenciada de las existentes.

Éste es el reto específico que marca la citada Conferencia Política: competir, incluso, en asociación con otras fuerzas políticas —con propuestas contempladas en el programa político ecologista—, pero con las siglas y representantes visibles e identificables por los electores, no diluidos e irreconocibles en otras opciones electorales. Pero éste, que debería ser el gran objetivo de cualquier partido político verde, en España, corre el riesgo de ser tomado como moneda de cambio a entregar a la izquierda, a fin de obtener unas migajas del pastel electoral.

En ese caso Equo, el partido verde español, aparecería ante sus potenciales votantes como una opción desesperanzada, más pendiente del sentido de lo que pueda resultar de sus pactos con otras fuerzas políticas, que de ofrecerle a sus electores la certidumbre que su actuación política —aunque sea fuera de las instituciones— tiene sentido, con independencia del resultado electoral que se pudiera obtener.

La cooperación política, parte del ADN político de los partidos verdes, expresamente recogida en documentos como el resultante de la Conferencia Política, no puede ser entendida ni ejercida como una estrategia de supervivencia orgánica, que entrega su programa y su acción política a las confluencias, coaliciones y otras reagrupaciones de la izquierda, refugiándose bajo las faldas de éstas como el personaje de ‘El Tambor de Hojalata’. Con esta estrategia el partido verde ha detenido su crecimiento político, al no llegar —desde debajo de los cálidos refajos de la izquierda— a sus potenciales electores, que quedan, de esta manera, huérfanos de referente político.

De la misma forma que la izquierda se está organizando para concurrir en las elecciones al Parlamento Europeo en una alianza que trasciende las fronteras nacionales, con la lucha contra el fascismo como objetivo aglutinador, los verdes europeos, y Equo como parte de ellos, no pueden perder de vista el objetivo que justifica y da sentido a su existencia política: la defensa del planeta, que ha de actuar como aglutinante para concurrir como bloque verde.

Igual que las izquierdas europeas: Podemos, La Francia Insumisa, y el Bloco de Esquerdas, a las que tratan de agregar a Die Linke, el partido socialista de Holanda y el Sinn Féin irlandés, exploran la posibilidad de agruparse para concurrir a las próximas elecciones al Parlamento Europeo en una alianza común, bajo el lema: «Ahora el pueblo»; los partidos verdes europeos —familia política ubicada en otro grupo político en el Parlamento Europeo— deberían concurrir a esas elecciones con la misma estrategia, bajo el paraguas de una candidatura del Partido Verde Europeo y un lema común, que podría ser: «La hora del planeta», con el objetivode aportar al debate público emociones positivas como el cuidado, la responsabilidad, la empatía, la interdependencia y la justicia —muy requeridas en la política europea en estos momentos—, para que actúen de muralla ante una eventual «ósmosis de los sentimientos de la derecha fascista y la derecha decente», en un mundo en el que más personas que nunca se sienten superfluas y comienzan a ser percibidas por las clases dirigentes como una amenaza al nivel de vida actual, ante la evidencia cada día más percibida que no hay bastante pastel para todos y nunca más lo habrá.

Solo desde la singularidad de la aportación verde —sin enaguas protectoras ni intermediarios— sino como emisario de esas emociones positivas y como expresión de los valores y principios que identifican y diferencian a Equo de los restantes actores políticos: cuidado del medio ambiente; responsabilidad frente a las generaciones futuras; empatía en la construcción de relaciones de paz entre las personas y las naciones; interdependencia como expresión de la necesidad de un gobierno en red que abandone las jerarquías y de paso a la participación de todos en la toma de decisiones; y justicia como bandera desde la que mostrar unos valores que sean inclusivos de todos; tiene sentido la coexistencia de la izquierda y la ecología política como polos ideológicos diferentes y la cooperación entre ambas fuerzas políticas ante el autoritarismo y el racismo que empieza a renacer en Europa y la grave crisis climática y civilizatoria que padece el planeta y el mundo. El objetivo de ser el referente electoral verde debe ser por ello también el propósito de Equo para el próximo ciclo electoral español, que se abre con la cita de las elecciones autonómicas andaluzas.

Equo, como parte del Partido Verde Europeo, debe impulsar en Europa la construcción de esta gran coalición verde y concurrir en el ciclo electoral español de manera diferenciada o visible e identificable en asociación con otros. Cooperar, si, pero desde la exigencia y la esperanza que sirva de alimento y de cobijo para hacer grande y poderoso al partido verde.

Francisco Soler
 http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/07/10/1368/

¿Tenía razón Stephen Hawking?

Hasta ahora la pregunta más importante que podía hacerse el ser humano era sobre las consecuencias de sus actos. Decía Deleuze, respecto a la sociedad del control, que hemos pasado en el  ejercicio del poder soberano de un poder que «hace morir y deja vivir» —el del Rey que puede matar al súbdito si se opone a él— a otro que «hace vivir y deja morir» —el del Estado del siglo XX que protege a los ciudadanos frente al peligro de terceros Estados y los avatares de la vida: estado del bienestar y lo hace producir—.

Con la advenimiento de la inteligencia artificial la pregunta más importante será si es mejor que los seres humanos ¿Redirigirá la IA y la robotización el poder hacia un ejercicio de éste que no deja vivir y a la vez deja morir? ¿Hacia un poder indiferente ante la vida y la muerte de los seres humanos, que no interviene en la vida ni en la muerte de las personas —por considerarlas seres obsoletos— pero si interviene en la vida y en la muerte del verdadero sujeto relevante para la producción: las empresas? Ya nos encontramos en un estadio en el que el poder interviene cada vez menos en la vida y muerte de los seres humanos, no así en la vida y muerte de las empresas: regula la forma de sus actos con reglas jurídicas que actúan como normas morales de comportamiento para éstas; qué es una buena o una mala muerte empresarial, incluso los casos en que las empresas pueden resucitar, a través de una ley de segunda oportunidad.

En el siglo XXI el poder bascula desde el Estado hacia las grandes corporaciones multinacionales. Ya no es ejercido monopolísticamente por el Estado, sino que cada vez es más compartido con éstas. Ciertos tratados internacionales les reconocen capacidad de colegislar. De esta manera las grandes corporaciones multinacionales se convierten por  la puerta de atrás en actores políticos y los Estados más sujetos en el sentido etimológico del término: aquel que se somete, las personas. Lo vemos en los acuerdos de libre comercio que han aprobado entre la Unión Europea y Canadá (CETA) y el que casi se llegó a aprobar con EE.UU (TTIP). Estos acuerdos introducen la debilidad en el corazón del Estado, que se torna dócil a las exigencias de las grandes corporaciones como resultado del chantaje permanente de futuras reclamaciones indemnizatorias por pérdida de beneficios. Su aprobación sanciona la desaparición de la soberanía del pueblo y del estado del bienestar.

En este contexto de exaltación de la libertad de empresa, ésta se ha transformado en un interfaz que zombifica a las personas por la mordedura del marketing y al medio ambiente con una producción que consume más recursos de los disponibles para la generación actual y genera más contaminación de la que los ecosistemas territoriales y planetarios son capaces de asimilar. La libertad individual —y su variante de libertad de empresa—ejercida de manera incondicional es arbitraria, pues interfiere la libertad individual de las generaciones futuras, sin tener en cuenta el efecto acumulativo de la especie que origina en el medio ambiente por la contaminación y el consumo de recursos.

Si los derechos humanos nacieron en el siglo XVIII como una defensa frente al poder de muerte del Estado. Al variar la forma de ejercicio del poder, la concepción de los derechos humanos ha de mutar en consonancia con aquél. La protección clásica que los derechos humanos confieren a los ciudadanos frente al Estado debe, pues, extenderse a las relaciones de éstos con las grandes multinacionales y empresas, a fin de mantener hoy una esfera equivalente de protección.

La inteligencia artificial y la robotización son una revolución comparable a la del neolítico, sino más.  Las preguntas y los interrogantes se amontonan: ¿Es ésta el germen de una nueva especie?, ¿la concepción de la libertad ya modificada por el cambio climático se resignificará por la inteligencia artificial?, ¿es necesario introducir la ética en los algoritmos de inteligencia artificial? ¿se debería reconocer la igualdad entre humanos y robots inteligentes? ¿se reconocerá libertad individual a androides con inteligencia artificial de similar que a los humanos o de alguna otra forma? En 2017 le fue otorgada la ciudadanía saudí y reconocidos derechos de una persona a un robot llamado Sophia —en medio de las críticas por la situación de las mujeres en ese país y las condiciones migratorias—. ¿Es ésta una excepción o será una regla universal?



El capitalismo industrial mutó en neoliberalismo. ¿Las mutaciones que trae la inteligencia artificial y la robotización son una nueva forma de capitalismo? De la misma manera que el capitalismo neoliberal está eliminando a la clase trabajadora, al hacer que cada trabajador se explote a sí mismo en su propia empresa, en esta nueva forma de capitalismo el trabajador asalariado al ser sustituible por máquinas resultará obsoleto por innecesario. ¿Traerá este capitalismo la independización de las relaciones productivas respecto de las fuerzas productivas? Los primeros intentos ya están aquí. Tesla automatizó totalmente su fábrica. Ha reconocido, sin embargo, que ésta ha producido retrasos en la producción y ha anunciado la reincorporación de humanos a la cadena de producción. Las correlaciones de fuerzas y los equilibrios de poder cambiarán entonces. ¿Llegarán a tener los robots algún día derechos laborales, civiles y/o políticos? Un diario nacional publica la noticia que un robot ha sido candidato en las elecciones a Alcalde de uno de los distritos de Tokio, cuya una población es de 150.000 habitantes. Fue el tercer candidato más votado.

La sustitución de los seres humanos por robots en el proceso productivo producirá la obsolescencia objetiva de la izquierda. Como dice Yuval N. Harari cada técnica tiene sus dioses. Y la inteligencia artificial también los requiere. Surgirán, por tanto, nuevas religiones. Ésta obsolescencia que se anuncia es una culminación del proceso de  obsolescencia de la división entre izquierda/derecha que se inició con la globalización, fruto de la cual se ha originado una pugna entre los partidarios de la globalización neoliberal y sus detractores, atrincherados en la visión nacional/nacionalista, que ha hecho aflorar una nueva distribución ideológica en tres ejes: posliberalismo, populismo y ecologismo. En el eje liberal se agrupan tanto a la derecha neoliberal como a la socialdemocracia liberal partidaria de la globalización. En la etiqueta populista se incluye el espectro antiglobalizador desde la extrema derecha hasta la izquierda. La división izquierda/derecha, sin embargo, continúa presente en el imaginario político colectivo, aunque no es ya el eje dialéctico principal, sino una subdivisión secundaria que ordena las etiquetas ideológicas en el interior de cada eje. La denominación ecologismo —a pesar que no ha terminado de emerger como fuerza política de masas— se usa aquí de manera extensa, para encuadrar dentro de ella a los partidos políticos de corte ecologista y también a aquellos movimientos sociales que se encuentran más o menos próximos a la ideología ecologista.

En un escenario de cambio climático, crisis de recursos y artificialización el único superviviente es el robot, una especie que no muere. El  planeta recupera para si —de una manera absoluta— la condición de base material (y financiera) de supervivencia de la especie humana, acelera el desarrollo y explotación de la minería espacial y confiere verosimilitud a la hipótesis planteada por Stephen Hawking de la necesidad que tendrá la especie humana de colonizar nuevos planetas para sobrevivir. ¿La supervivencia en la Tierra estaría protagonizada por las Arcas de Noé? ¿Llegarán a existir estaciones espaciales en órbitas cercanas a la Tierra? ¿Serían éstos hábitats para ricos, quedando la gente abandonada a su suerte de en una distopía terrestre de cambio climático y robots inteligentes? ¿Es necesaria una biopolítica extraplanetaria? ¿La irrupción de la inteligencia artificial es el alumbramiento de una nueva forma de vida? ¿En un contexto de cambio climático y salto tecnológico, de riesgo de supervivencia para la especie humana y la profunda transformación del ser humano que puede ocasionar el desarrollo tecnológico, es importante reivindicar el lobo? ¿Será sobrepasada por la evolución tecnológica y los acontecimientos la ecología política? Para poder seguir celebrando el Día de la Tierra, fecha en que se publica este post, debemos hacernos estas preguntas.

Los escenarios descritos no quieren ser una predicción o vaticinio, sino una invitación a la reflexión sobre el escenario de cambio climático en un contexto de artificialización y robotización del sistema productivo y de la sociedad y sobre la necesidad de pensar una reflexión política que de respuesta a esta realidad insoslayable a la que estamos abocados. Tal y como se pregunta Jonathan Nolan: «¿Qué pasaría si la inteligencia artificial nos matara, pero no por ser mala, sino porque nosotros somos los malos?».


Francisco Soler
 http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/04/22/tenia-razon-stephen-hawking/

¿Es Podemos un partido de izquierdas o de derechas?


Esta pregunta no es baladí, ya que hoy en día vemos una moda en España, y en algunas partes de Europa, de poner en cuestión que las etiquetas “izquierda” y “derecha”, considerándose que no tienen sentido. La causa principal de su rechazo tiene un denominador común, y variantes según cada país. La causa común es bien sabida, tras la primera fase victoriosa de la revolución neoconservadora (con Thatcher y Reagan), tanto la socialdemocracia, como los partidos comunistas (sobre todo tras la caída de la URSS), han ido virando hacia posiciones más a la derecha, lo que demuestra como la ideología neoliberal (que se presenta como una no-ideología) se haya convertido en dominante y haya salpicado todos los espacios de la vida pública.

En el caso de la crisis actual, los partidos socialdemócratas han tomado como referencia ideológica a la llamada “Tercera Vía” que provino del New Labour de Tony Blair, confundiéndose cada vez más con la derecha neoliberal. Por ejemplo, su gestión económica ha sido muy parecida, y la socialdemocracia ha aceptado tanto la desigualdad como algo irremediable que no combatir demasiado, y aceptando el status quo y el orden neoliberal. Esto tiene su representación en el plano jurídico en las (contra)reformas estructurales, que pretenden extender el modelo chileno, aplicado en la época de Pinochet, a través de terapias de shock.

En este contexto partidos como Podemos, y Ciudadanos, en España, como el Movimiento 5 Estrellas en Italia, o partidos considerados de extrema derecha, como el Front National en Francia, han abrazado la doctrina del “ni de izquierdas ni de derechas”. ¿Por qué lo ha hecho Podemos?
La primera razón es clara, ante la “traición” del PSOE después del giro del gobierno de Zapatero en 2010, la palabra “izquierda” ha quedado muy dañada al estar asociada al PSOE. Entonces la idea es desechar dicho concepto para tratar de “ocupar la centralidad del tablero”, tratando de evitar ser confundido con el PSOE y pescar tanto a la izquierda como a la derecha del electorado.

Sin embargo esta estrategia electoral ha fallado, en mi opinión, por tres motivos: El primero es que las personas posicionan a Podemos más a la izquierda que a IU según el CIS, y no le ocurre lo mismo que a Ciudadanos o a UPYD, donde hay mucha confusión respecto a su posicionamiento ideológico. El segundo motivo es que gran parte de sus mandos intermedios, como de sus líderes, han sido miembros destacados de partidos políticos de izquierdas o de extrema izquierda (como Pablo Iglesias, asesor de IU, Teresa Rodríguez, IA, etc.), con lo que resta credibilidad a esta estrategia. El tercer motivo es que la aparición de Ciudadanos nos devuelve al “eje izquierda-derecha”, ya que los votantes que les unía la indignación con el sistema, pero que no les gustaba las veleidades (presuntas o verdaderas) del chavismo, o de ciertos iconos izquierdistas que tienen sus líderes, han encontrado una opción más moderada, más liberal, regeneracionista, y menos agresiva a la que votar, lo que provocará que Podemos pierda apoyos en el centro y en la derecha.

Si nos fijamos en el programa electoral, o el esbozo que han ido haciendo, sobre todo en el plano económico, vemos una vuelta a un cierto keynesianismo, y unas políticas públicas progresistas, con lo que podríamos determinar que en los “hechos” (más allá de los discursos) se posicionan en el campo de la izquierda clásica. De hecho, tanto Iglesias, como Juan Torres (uno de los profesores encargados de redactarlo), dijeron que era un programa que podía asemejarse “al de la socialdemocracia de los años 80”. Sin embargo, dicho programa está bastante alejado del programa del Partido Laborista británico de 1945, o de los programas de Olof Palme en los años 70. Lanzo una pregunta a los lectores. ¿Qué tiene la socialdemocracia que todos quieren imitarla?

Por otro lado, Podemos ha asumido cierto relato del “fin de las ideologías” postmoderno, al igual que ha asumido que las cuestiones que discursivamente han sido “patrimonio” de la izquierda deben de ser evitadas (como por ejemplo nombrar a la II República), a la vez que se lanza un duro combate por arrebatar a la derecha términos como “patria”, o “levantamiento del 2 de mayo” (que tiene añadido el “vivan las caenas”). ¿No podríamos decir que esto es asumir la victoria del neoliberalismo como ideología hegemónica, y además no se trata de combatirlo, para jugar a confundir para ganar votos? ¿Decir que no hay ideologías ayuda a explicar las contrarreformas del PP, o sus medidas económicas (que tienen un claro sesgo ideológico)? ¿Nos ayuda a combatirlas?

Sin embargo, si nos fijamos en su práctica interna (la del grupo dirigente, con el actual Secretario General a la cabeza), como en su práctica externa a la hora de buscar “acuerdos”, percibimos una realidad bastante diferente.

En el interno el grupo capitaneado por Pablo Iglesias se ha fundamentado en la captación de cuadros “comunistas” de IU, y cuadros de otros partidos: También se ha rodeado de un séquito de fieles, a los que va eligiendo como “sus listas oficiales”, pudiendo derivar, con el tiempo, en redes clientelares. Además, su relación con los grupos que han tenido otra idea sobre lo que era Podemos ha sido competitiva, insolidaria, jugando a hegemonizar todas las herramientas de poder dentro del partido, y dejando de lado a la “competencia” (a excepción de Teresa a la que sabía que no podía ganar). La homogeneidad dentro del Consejo Ciudadano estatal es pavorosa, al igual que en la Ejecutiva, y en los órganos de control, restando pluralidad y posibilidad de recambios o de ideas distintas a las del grupo promotor.

¿Qué ha pasado en el externo? Podemos ha aplicado (y sigue aplicando) una estrategia para convertirse en la potencia hegemónica, sólo ha llegado a acuerdos en algunas localidades (ya sea por iniciativa local, o porque la candidatura es muy potente, como la de Ada Colau), o ha exigido a los participantes que se presenten bajo el paraguas de Podemos (como a EQUO en Andalucía, o a CxM en Madrid). Por lo tanto, ha establecido estrategias competitivas con otras fuerzas políticas, a pesar de que eso reste posibilidades de derrotar al bipartidismo en algunas CCAA, como Madrid o en Andalucía. Se observa cierta prepotencia, ansia por excluir, imposiciones al resto, defensa de la marca por encima del objetivo, y posturas insolidarias y competitivas, comportándose, un poco, como el mercado laboral en la fase actual del capitalismo financiero.

Por consiguiente, en esto se parecen bastante a la derecha, ya que asumen la lógica interna del neoliberalismo en su trato interno y externo, en vez de tratar de luchar contra las tendencias a la oligarquización del poder, a la exclusión, etc., y tratar de establecer lógicas en el interno y externo de cooperación, solidaridad, ayuda mutua, etc., de todos aquellos afectados por la crisis, y de todos aquellos que quieren cambiar esta sociedad por una sociedad más justa, democrática, social, plural y heterogénea.

Si asumes los valores del enemigo te acabas pareciendo a él”.


Por Pedro González de Molina Soler. Licenciado en Historia (UGR), Máster en RRII (UNIA).

DEL EJE DERECHA-IZQUIERDA AL EJE ÉLITE-CIUDADANÍA, COMO VERTEBRADOR DE LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL


El capitalismo es hoy disfuncional

Como expone el llamamiento Última Llamada el nivel de producción y consumo de nuestra sociedad se ha conseguido a costa de agotar los recursos naturales y energéticos y romper los equilibrios ecológicos de la Tierra. Este asunto, tan invisible para nuestra sociedad como el patriarcado en los 70, no por ello deja de estar muy presente en nuestras vidas y es la causa profunda de la degeneración del sistema socio-económico bajo el que vivimos, el capitalismo, y de un más que probable colapso civilizatorio, si no lo ponemos fin.

Las élites del capitalismo, enfrentadas al problema de no poder seguir creciendo (y todas sus derivadas, entre las que destaca una deuda pública y privada impagable), en una huída suicida hacia adelante, decidieron ya en el siglo pasado, privatizar y mercantilizar todo producto o servicio (con el fin de incrementar la economía real) y desmaterializar la generación de ganancias a través de la creación de derivados financieros con cada vez mayor apalancamiento, en lo que se llamó neoliberalismo.

Estas decisiones cortoplacistas, que solo buscan incrementar la acumulación de riqueza en sus manos, han tenido un efecto perverso sobre el capitalismo, que se ha convertido en un sistema socio-económico disfuncional. Ya no es solo que la base de la socialdemocracia y del estado de bienestar (la teoría del chorreo) haya desaparecido, sino que ahora las migajas van de abajo a arriba, empobreciendo cada vez más a mayores capas de la sociedad.

En el capitalismo actual, el virtual mundo financiero es más de 10 veces mayor que el mundo de la economía real y genera ganancias muy superiores a 10 veces los lucros del negocio privado de producción, distribución y venta de productos y servicios. Los ahorros, en consecuencia, no se dirigen como antes a la inversión, si no a la especulación y al casino financiero. La economía real se ha convertido en un mero instrumento necesario para mantener sobre ella la creación de instrumentos financieros de derivados. La empresa multinacional, ya no forma la cúpula dominadora del sistema que hablaba Galbraith, es un simple objeto “desgraciadamente” imprescindible para el sistema de acumulación de riqueza, por ello controlado y dependiente de la economía financiera.

Las políticas neocón han llevado a la concentración de la economía real mundial en muy pocas empresas transnacionales por sector. Esto ha posibilitado el abuso de poder en los mercados, cuando no la concertación de los mismos mediante acuerdos de los agentes de la oferta,  desapareciendo cualquier vestigio de libre mercado en el que se basa la teoría capitalista.

Otro efectos derivados de esta concentración empresarial es la desaparición del capitalista como persona física, al ser sustituida la propiedad por brókeres que manejan los ahorros en planes de pensiones y fondos de inversión, en su mayoría procedentes de lxs trabajadorxs, lo que ha dejado la alta dirección de estas multinacionales en manos de gestores cuya obsesión para “sobrevivir” es venderse a lxs brókeres en las plazas cada trimestre, asegurándoles el beneficio que piden, aunque para ello hayan recurrido a explotar las vacas gordas del siglo XX hasta dejarlas escuálidas, de forma que estas empresas solo se sostienen a través de la manipulación de los mercados, la ingeniería contable, las subvenciones públicas encubiertas, la externalización de costes y la elusión fiscal tolerada.

En este entorno no nos puede extrañar que no se realicen inversiones cuyo retorno no sea inmediato y por encima de la tasa de beneficio requerida por la propiedad. Que la cultura empresarial, se haya convertido en la del pelotazo y los desmesurados bonus.

También es consecuencia de este estado de las cosas la desaparición de otro de los grandes pilares del capitalismo, el beneficio como remuneración del riesgo de capital. Los beneficios hoy son independientes del riesgo asumido y se privatizan, mientras se socializan las pérdidas (demasiado grande para caer) que esta forma de funcionar periódicamente produce, acentuada por la continua creación de burbujas económicas, su inevitable pinchado y la inevitable crisis de alcance mundial, dada la interrelación (globalización) que la práctica neocón ha impuesto a todos los países.

A la vez que se procede a la concentración, se externaliza de la actividad de la multinacional, toda actividad, producción o servicio que no forme parte del “core business” y, por otro lado, se concentra la compra a proveedores. Esto ha llevado a que las pymes y los autónomos estén sobreexplotados por las grandes empresas, actuando a su vez de sobreexplotadores con su personal y precarizándolo cada vez más. 

En consecuencia y como era de esperar, el capitalismo actual ha concentrado la riqueza a niveles absurdos (hoy la mitad de la riqueza mundial en manos de 85 familias y creciendo) y ha generado una desigualdad nunca vista, con bolsas de pobreza in crescendo (el 36,3% de nuestros niños viven en la pobreza).

En estas condiciones, el capitalismo actual explota a trabajadores por cuenta ajena, a autónomos y a la mayoría de lxs pequeños empresarios. ¿Quién se queda fuera? Las grandes élites, ese 1% cada vez más concentrado, y lxs que desean pertenecer a lxs grandes élites y trabajan para ellas con esa esperanza (ejecutivos a su servicio, casta política y sindical, alto funcionariado corrupto, etc.).


Como muy bien expresa Warren Buffet, la clásica lucha de clases entre burguesía y proletariado ha sido perdida por la clase obrera por goleada, pero lejos de debilitarla, ha dado lugar a una lucha del 90% de la población, cada vez más precarizada (ya alcanza a las clases medias), contra el 10% que componen quienes acumulan toda la riqueza y quienes les sirven.


El discurso de izquierdas

¿En estas condiciones, sigue siendo válido dividir a la población entre izquierdas y derechas? Veámoslo.

Parto de la definición de izquierda que más me gusta, la de Frei Betto: “Ser de izquierda es optar por lxs pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o considerar una aberración la desigualdad social”.

Debido a esta disfuncionalidad del capitalismo, esta definición incluye hoy a muchas personas que tradicionalmente se consideran, o consideraban hasta ahora, de centro o de derecha, como, por ejemplo en nuestro país, a muchas de las comunidades cristianas de base que sufren con la pobreza de sus semejantes, a muchos que se consideraban conservadores por los valores clásicos asociados (el esfuerzo recompensado vía mérito) y que ya se han dado cuenta que esto hace tiempo que no es así, etc.

Dentro de la izquierda, yo me encuentro cómodo en la izquierda emancipadora y transformadora, es decir, aquella que, no sólo se indigna e intenta paliar los sufrimientos de lxs más débiles, sino que además lucha activamente por la transformación de este mundo en un nuevo mundo, donde desaparezcan los sistemas de dominación actuales …


… y sean sustituidos por un sistema de iguales, participado y controlado por la ciudadanía y cuyo objetivo máximo no sea el lucro, sino el bienestar social en armonía con la naturaleza (el buen vivir o el vivir bien); bienestar social que podríamos descomponer en tres elementos básicos: riqueza en bienes, riqueza en tiempo y riqueza relacional.

Riqueza en bienes y servicios que garanticen una vida digna para todas las personas sin exclusión alguna. Riqueza en tiempo para dedicar más a las actividades “no productivas” y a las actividades “invisibilizadas y feminizadas” (los cuidados de la vida que la hacen posible y sostenible), que a las productivas. Riqueza relacional porque cumplidas las dos anteriores, es la única capaz de generar felicidad en el ser humano.


Cambiando el eje de transformación

Bien, pues desde la izquierda emancipadora y transformadora defiendo que, en estos nuevos tiempos que abrió el 15M al posibilitar que la ciudadanía se empodere y emerja como actor político directo y en el entorno de capitalismo disfuncional que vivimos, hay que integrar en la lucha a todas las personas, considérense en su interior de izquierda, centro o derecha, que participen de esa definición de Frei Betto y estén dispuestas a trabajar y colaborar por ese nuevo mundo.

Desde la izquierda emancipadora y transformadora, sin renunciar a lo que define a cada cual, debemos generar un discurso o relato integrador, que será el único que nos permita realizar ese cambio radical a un nuevo mundo donde hayamos superado los sistemas de dominación actuales.

Centrar el discurso en mi parcela o parcelita ideológica, es mirarse al ombligo, está muy bien para las reuniones entre compañerxs, para el ego y la autoafirmación y para el disfrute del cerveceo, pero es incompatible con el discurso integrador, va en la dirección contraria, aleja a muchxs compañerxs de lucha que son imprescindibles para vencer y, en consecuencia, coopera en el mantenimiento de los sistemas de dominación, al impedir la transformación social que hoy es potencialmente posible y realizable, como nunca fue, debido a la disfuncionalidad del sistema capitalista y al empoderamiento ciudadano.

Hoy no podemos permitirnos el lujo de centrar el debate entre izquierdas y derechas, conceptos por otro lado muy manidos y desvirtuados por su mal uso. Debemos centrarnos en unir bajo un mismo discurso integrador a todxs aquellxs que deseen un mundo distinto, justo y sostenible en lo social y en lo ecológico.

Txema Hurtado
Vicepresidente de ATTAC Andalucía
2/11/2014




OPTIMISMO FULMINANTE


Desde que Zapatero llegó a la Moncloa a caballo de su optimismo antropológico, ya parte de la negra España no quería verlo ni en pintura. La gente de buena voluntad estaba orgullosa de un presidente que retiró a España de la guerra de Irak, que metía la realidad en su despacho y sus ideas de modernidad empezaban a dar carta de naturaleza a deseos y aspiraciones progresistas, que la mayoría veía de avance en términos históricos.

Después vinieron las leyes sociales, la normalización de la homosexualidad, el despliegue de los feminismos, la explosión de las redes sociales. Los triunfos deportivos, tanto individuales como en equipo, fueron la guinda que, junto con el “pelotazo” de la burbuja inmobiliaria, llevaron el optimismo del presidente a amplias capas de la clase media transformado en papanatismo: un falsa visión de nosotros mismos como nuevos ricos catetos, preocupados por la propia imagen y el éxito fácil a cualquier precio, “porque yo me lo merezco”.

Pero ya Cervantes nos había retratado como idealistas y pancistas, con una amplia predisposición a la picaresca, a la justificación del fraude al Estado. Después del pelotazo, lo que corresponde es la evasión fiscal, la doble contabilidad…Entonces Zapatero dijo aquello de que a su abuelo lo habían matado los franquistas, y toda la España negra se le tiró a la yugular y le juró odio eterno.

Las ideas progresistas de, en España, la fugaz Ilustración, que no tuvieron una segunda oportunidad hasta el primer tercio del XX y sobre todo en la II República, habían tenido que esperar otros 70 años para dar unos pasos decisivos.

La primera legislatura fueron cuatro años de cuento…de hadas. De los que hemos salido con un fenomenal batacazo: una guerra abierta y sin ningún tipo de escrúpulos entre los grandes grupos financieros del mundo para desembarazarse, no sólo de los derechos de la clase trabajadora, sino de los mismos Estados que no se pongan a sus órdenes.

Todo el seudo optimismo se ha derrumbado; ¿pero había y hay posibilidad de hacer otra política económica, de izquierdas, igual que hace unos pocos años? ¿Esa potencia económica que había adelantado a Italia no tenía los pies de barro?

En esta segunda legislatura, el paro tanto entre personas adultas como entre jóvenes no es un problema para bancos ni empresarios: se trata de exprimir a quien tenga dinero, trabajo o ideas para que ellos puedan seguir acumulando dinero en una loca carrera suicida. La Ley de Memoria Histórica ha encontrado, increíblemente, una muralla inaccesible en los jueces, y Garzón está en la picota. Y la crisis económica sigue arreciando, implementada con desastres naturales de dimensiones gravísimas en diferentes puntos del planeta.

Mientras la derecha se reorganiza desde las bases sociales hasta las esferas económicas internacionales, la izquierda española ha anatematizado todo lo que huela a ZP y se agarra ideológicamente, como a un clavo ardiendo, a la III República: si el agudizar las contradicciones entre las dos Españas hace 80 años no resolvió ningún problema y el pueblo español pagó un altísimo precio además de perder muchos trenes históricos, el querer eliminar esas contradicciones y hacer una política de derechas tampoco ha servido para nada.

La fórmula del optimismo de un presidente tampoco ha servido para cambiar, a pesar de los grandes esfuerzos realizados por él y su partido, el alma de España de la que tan bien nos habló Cervantes.

Manolo Aljarafe
marzo - noviembre 2011