“Cuando despertamos, la lucha de clases
seguía ahí”.
(homenaje a A. Monterroso)
En el año 1900 se produjo en París
la Exposición Universal al lado de la Torre Eiffel, donde se
cantaban alabanzas a los triunfos del “Capitalismo y el Imperio”,
realizados por el progreso y la técnica, por la industria y la
ciencia. Mientras se producía este evento, en una pequeña calle de
al lado se encontraba otra exposición aunque de una temática
distinta, era una especie de musée social, donde lo que se
representaba en ella era lo que se obviaba en la primera, era su cara
oculta y su parte menos amable, los horrores producidos en la
población obrera por la II industrialización, a los que los
organizadores llamaron “la Question Sociale”.
En este Louvre social, los
participantes utilizando mapas y documentos fijados a las paredes,
intentaron describir la problemática que tenían en cada país, y
algunas soluciones que se estaban ensayando. Una pared mostraba los
mapas de la pobreza de Londres de Charles Booth, “las relaciones de
clases de la ciudad señaladas, calle por calle, con brillantes
aguadas de riqueza y oscuras manchas de pobreza”. Los alemanes
enviaron documentos sobre la histórica alianza entre sindicatos y
partidos políticos representados por la “Asociación General de
Trabajadores Alemanes”, de Ferdinand Lasalle; los franceses
presentaron diversos panfletos sobre política social; mezclado entre
los informes gubernamentales se hallaba el testimonio de varias
asociaciones voluntarias de comunidades locales, en particular
documentos del naciente Movimiento de Trabajadores Católicos. La
exposición de los EEUU era la más pequeña y se centraba en un
aspecto que era éxotico para los europeos, más preocupados por los
asuntos de clase, que era la raza, como el trabajo estadístico
enorme sobre la situación de los afroamericanos en Georgia después
de la Guerra Civil, de W.E.B Dubois, o las instituciones que
enseñaban un oficio artesanal en los institutos Hampston y Tuskegee.
Las imágenes estaban pensadas para
ser provocadoras, y estaban sus calles atestadas de gente debatiendo,
incluso cuando la exposición oficial fue decayendo.
Los colaboradores que trabajaron en
montar el musée social tenían un enemigo en común; el capitalismo
depredador y creciente, con las desigualdades que crea y las
opresiones. Estaban convencidos de que el capitalismo salvaje no
podría producir una buena calidad de vida a las masas. Sin embargo,
no sólo discutían sobre el enemigo común, eran un foro más
adulto, que habían, los parisinos, nombrado con todo acierto “la
cuestión social”, y llevaba aparejado la pregunta indeludible.
¿Cómo habría que cambiar la sociedad? Los expositores estaban de
acuerdo en un tema en común. La palabras que más se oía era
“solidaridad”: la gente discutía sobre su significado.
“Solidaridad” designaba, en general, la conexión entre los
vínculos sociales cotidianos y las organizaciones políticas. Lo que
daba sentido a esta conexión era la cooperación; el sindicato unido
de los alemanes, la organización voluntaria de católicos franceses
y el taller norteamericano mostraban tres formas de practicar
cooperación cara a cara con el fin de producir solidaridad. El más
radical de los expositores parisinos tomó estos ejemplos de
actividad cooperativa como una invitación a pensar en lo social del
socialismo1.
Esta cuestión no solo atañía a los activistas sociales, a los
militantes y sindicalistas, también marcó, a mediados y fines del
siglo XIX, a una generación de artistas y literatos, que habían
escrito sobre la situación catastrófica en la que vivían
muchísimos europeos en los barrios industriales, las minas, y los
suburbios, siendo Zola (“Germinal”), Dickens (“Tiempos
difíciles”) y Víctor Hugo (“Los miserables”, aunque pertenece
más al género del romanticismo, tiene una fuerte carga social)
grandes maestros de la época2.
A nivel historiográfico, la
cuestión social (aunque no se la llamara explícitamente así),
llevaba tratándose desde hace un tiempo. Quizás uno de los libros
más influyentes sobre esta temática en su época fue el libro de
Engels “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, con un
estudio pormenorizado con un fuerte componente estadístico (sobre
salarios, coste de la vida, mortalidad, etc.), de la vida social de
la clase obrera en dicho país, que creo escuela. Posteriormente
aparecerán, sobre todo en Inglaterra, estudios muy interesantes
sobre las consecuencias del capitalismo, como pueden ser la obra de
los Hammond, y otras tantos, que inaguraron la “Historia Social”
que ha sido tan fecunda hasta que la oleada postmodernista en las
Universidades, sobre los años 80 y principios de los 90, la
desplazó, y desplazó a la izquierda académica.
Desde finales de la I Guerra
Mundial, y con la “Revolución de Octubre” de fondo, la lucha de
clases y la cuestión social eran dos puntos importantes de la agenda
política, y la seña de identidad de la izquierda europea.
Precisamente los tímidos intentos de solventar esta situación por
varios gobiernos progresistas, o de izquierdas, y por movimientos
revolucionarios, como el de Bela Kun en Hungría, Stamboliyski en
Bulgaria, la “Revolución espartaquista” en Alemania, la
legislación de la República de Weimar, el Gobierno
Republicano-Socialista español, los Soviets rusos y finlandeses, las
huelgas revolucionarias italianas, los Frentes populares español y
francés, la Revolución de Asturias (1934), las anarquistas, y la
revolución producida tras el colapso del Estado republicano al
comienzo de la Guerra Civil española, etc. La mayoría acabaron en
un sonoro fracaso, ahogados por la invasión de Ejércitos
extranjeros, asesinatos de dirigentes, persecuciones, represión,
Golpes de Estado militares, y el fascismo internacional, que en
muchos países fue la salida que los elementos conservadores le
dieron a una situación de inestabilidad, provocada en parte por el
Crack de 1929 y sus consecuencias sociales y económicas, que les
podía hacer perder el control que tenían sobre sus países
(artistocracia, gran burguesía, etc.). Todos los intentos de
establecer cierta Justicia social, y crear un Estado del Bienestar,
incluso el de la participación sindical en los Consejos de
Administración favoreciendo cierto control obrero sobre las
fábricas, se consiguió después de la II Guerra Mundial, con la
formación de numerosos Frentes Populares antifascistas, en los
países liberados de la barbarie nazi y fascista3.
En Occidente ese modelo se fue imponiendo a través de gobiernos como
el laborista británico, y otros tantos, hasta la derecha política
adquirió un matiz social al que se había opuesto hasta antes de la
guerra, siendo un ejemplo paradigmático el General Charles De Gaulle
presidente francés.
El sistema que
funcionó durante esta época partía de dos conceptos claros, por un
lado los trabajadores (Sindicatos) asumían el capitalismo y la
democracia representativa como modelo de sociedad, y por el otro la
burguesía (Patronal) aceptaba la concertación con los trabajadores
en cuestiones laborales, un amplio Estado del Bienestar, e impuestos
progresivos para sufragar los gastos sociales. Se formó una
gran alianza entre la clase media y la clase obrera, por la cual los
primeros pagaban más impuestos y recibían los mismos beneficios del
gran Estado del Bienestar. Durante todos estos años, los partidos
socialistas, socialdemócratas, laboristas y comunistas, lanzaron una
campaña de lucha contra la desigualdad social, y la pobreza, y por
la conquista de cada vez más espacios de poder para las clases
trabajadoras. Sin embargo, este proceso sufrió una violenta sacudida
que hizo detener ese avance, y atacó de raíz las bases del pleno
empleo y del avance de los trabajadores, esta sacudida fue el efecto
combinado de la “Crisis energética” de 1973, de una ofensiva
desde los medios académicos (neoliberlismo, en la economía, y
postmodernismo, en el resto de las CCSS, sobre todo después de la
crisis de la izquierda clásica tras el “Mayo del 68” francés),
y una gran ofensiva patronal para destrozar el poder de los
sindicatos y de los trabajadores. Apareció un fenómeno al
que la izquierda, que llevaba políticas keynesianas en su programa,
no podía hacer frente, que era a la “estanflación” (inflación
sin crecimiento), que provocó tasas de paro que no se recordaban en
el Continente desde hacía muchísimos años. La salida a la crisis
de los 70 ya la conocemos, y la “mala”
solución ha terminado por estallar en la actualidad4.
Hasta los años 80 “La cuestión
social” era parte sustancial del discurso de las izquierdas, del
debate público y académico y de la acción del gobierno. ¿Porqué
en la década de los 90, sobre todo tras la caída de la URSS, y casi
hasta la actualidad, en Europa ésta de repente desapareció de todas
partes? ¿Se solucionó “La cuestión social” y por lo tanto ya
era innecesario hablar de ella?
Parece que no es así, los datos
reflejan que la desigualdad no solo no desapareció, sino que aumentó
de forma espectacular durante los años 90 y la primera década del
Siglo XXI, pongamos un ejemplo, los EEUU. Desde los años 80 el
Gobierno de Reagan comenzó a realizar un programa de desregulación
económica (que tuvo su mayor expotente con el Gobierno Clinton, que
acabó con la Ley Glass-Steagall5,
que separaba la banca comercial de la de inversiones, y permitió que
se especulase con el mercado de alimentos, por ejemplo), y comenzó
la desindustrialización del país, atacó a los sindicatos (con la
famosa represión de la huelga de controladores aéreos), y comenzó
una época de represión salarial, se bajaron los impuestos
(fundamentalmente a los ricos), etc, realizó lo que se llamó en ese
momento “La revolución conservadora”, que al otro lado del
Atlántico realizaba Thatcher, y que había sido ensayada en el Chile
de Pinochet, tras el Golpe de Estado, en el que colaboró EEUU, a la
UDP de Salvador Allende. ¿Qué consecuencias tuvieron estas medidas
sobre el país? Los sindicatos fueron debilitados de forma radical,
en 1940 1/3 de la fuerza de trabajo estaba sindicada, en 2010 sólo
el 6,9%. Detroit, ciudad punta de lanza de la industria
norteamericana, especialmente de la automovilística, se convirtió
en una ciudad fantasma. Los asalariados han visto como sus sueldos se
han estancado durante dos décadas, y la mayor caída de poder
adquisitivo ha sido durante la llamada “época del crecimiento
eufórico” (2001-07), eso ha provocado que se haya mantenido el
consumo gracias a las tarjetas de crédito, y haya generado un
endeudamiento sobre sus viviendas para poder mantener su nivel de
vida, castigando a las clases medias que antes se habían visto
favorecidas. La consecuencia inmediata ha sido el exponencial
crecimiento de la desigualdad, ya que en 1980 el 1% de los
norteamericanos más ricos poseían el 9% del ingreso total del país,
en 2007 poseían el 23,5%, el censo de 2009 reveló una desigualdad
sin precedentes (índice Gini), siendo la mayor datada desde que en
1967 se comenzó a medir, y superior a cualquier país occidental.
Otro gran ejemplo de que la lucha de clases existe, y de la gran
victoria que estaba consiguiendo la clase rica (corporate class) es
la siguiente: en 1955 los 400 mayores contribuyentes pagaban el 51,2%
de sus ingresos en impuestos, durante los años 60-70 un 63%, en 2010
un 18,1%. Esto está motivado por la gran influencia de estos sobre
la política y las leyes, que han permitido sistemas legales para
pagar muchos menos impuestos que los trabajadores de a pie
(exenciones fiscales), o directamente han llevado su dinero a
Paraísos fiscales.
Resuenan en nuestras cabezas las
palabras de Warren Buffet pronunciadas en 2006: “Hay una lucha de
clases, de acuerdo; pero es mi clase, la clase de los ricos, la que
la está luchando, y estamos ganando”. Sin embargo, en 2011,
sostuvo que él pagaba menos impuestos que su secretaria, que por lo
tanto, había que hacer pagar más impuestos a los ricos, como él,
que llevaba demasiado tiempo siendo mimados por un “Congreso
favorable a los milmillonarios”. Desmentía, además, que unos
impuestos más elevados fuesen a disminuir la inversión o la
creación de puestos de trabajo (ya que se dirigen al ahorro o la
especulación).
En Europa los partidos socialistas y
socialdemócratas abandonaron las ideas de la “Cuestión social”,
y de hecho dejaron de combatirlas como tal, favoreciendo el poderío
de las grandes finanzas y de las grandes fortunas6,
sobre todo desde la entrada de la “Tercera Vía” de Tony Blair7,
que afirmaba que no había que redistribuir la riqueza, sino hacer
más ricos a los ricos y así las migajas caerían sobre toda la
población. El abandono de la lucha contra las desigualdades ha sido
uno de los principales problemas que nos ha traído hasta aquí,
hasta esta situación de crisis actual. Como en EEUU, en España los
sueldos se estancaron8,
mientras los precios no han dejado de subir, se lanzó una campaña
fortísima en la época de Aznar, en la segunda legislatura de
Zapatero, y ahora con Rajoy contra los sindicatos, se ha volado el
modelo social europeo (al que llegamos tarde) de forma unilateral por
parte de la derecha, y la “Cuestión social” se ha vuelto a
convertir en uno de los principales problemas del país. Aunque
realmente este nunca dejó de ser un problema, sólo que había sido
silenciado, y durante la época de la burbuja, muchas personas
vivieron dándole la espalda a los signos de malestar que se
extendían en nuestro país, hasta que finalmente, fue muy tarde para
rectificar. La pobreza ha aumentado de forma alarmante (alcanza a un
cuarto de la población), los desahucios no paran de sucederse cada
día, nos hemos convertido en el país más desigual de la UE-27, una
pequeña minoría se está haciendo de oro con la crisis a costa del
resto, mientras la mayoría de la población se empobrece
(especialmente los sectores más débiles, como los jubilados, al que
el gobierno actual ataca duramente), ha aumentado las personas en
riesgo y en exclusión social, se está realizando un saqueo de los
bienes públicos (como la Sanidad o las pensiones) para favorecer a
los intereses privados, por primera vez la esperanza de vida ha
bajado en este país, se producen suicidios, el medioambiente
(sustento de toda la humanidad) se degrada de forma irreversible
consecuencia de las políticas especulativas, etc., volvemos a un
panorama parecido al que se enfrentaban los activistas sociales en
1900 en París, pero con los medios terroríficos de control del
Siglo XXI, y con un problema ecológico muy grave.
Urge por tanto recuperar el discurso
de la “Cuestión social” adaptado a las circunstancias de nuestro
siglo, realizar un programa ambicioso de combate contra la
desigualdad, los privilegios, el paro, la exclusión social, la
pobreza, etc., y crear todo tipo de asociaciones con cierto parecido
a lo que fueron las “Casas del Pueblo”, donde se extiendan las
redes de solidaridad y apoyo mutuo, y se ayudaba a las personas que
lo estaban pasando mal, donde poder empoderarlas, y así ir andando
poco a poco hacia una sociedad sin clases, una sociedad socialista,
donde las grandes palabras igualdad, libertad, fraternidad y justicia
social, no sean mera retórica para grandes discursos, sino una
realidad. Hay que limitar la riqueza estableciendo sueldos máximos9,
repartir efectivamente la riqueza mediante una reforma profunda de la
fiscalidad y un combate a muerte contra la especulación y el fraude
fiscal, abolir las SICAV y otras formas de evasión fisal
legalizadas, ocuparse de los barrios excluidos, dar y repartir el
trabajo, pero un trabajo de calidad, restaurar los derechos perdidos
y el Estado del Bienestar, pero a la vez ampliarlos, dirigir la
sociedad hacia la más profunda democratización de todos los
aspectos de la misma, haciendo hincapié en el Estado y en la
Economía, hay que comenzar a andar hacia la transición hacia la
economía ecológica planificada, etc. Estamos en un momento clave de
la Historia de la Humanidad, y de nuestra historia como país, nos
encontramos en una encrucijada, ya que la crisis (que significa
oportunidad en griego clásico) nos ha demostrado que el camino que
hemos llevado hasta aquí es erróneo, de nosotros depende, de
nuestra capacidad de lucha y resistencia, de nuestra imaginación e
inteligencia, ser víctimas de la salida antidemocrática y
antipopular que se le está dando a la crisis actual, o lograr una
salida más humana, más a la izquierda, que nos permita conquistar
el futuro y hacer realidad un mundo más justo para todos,
recuperemos la Utopía, recuperemos los sueños, recuperemos la vida
y luchemos contra la monótona vida aletargada por el consumismo
brutalizante, y contra esas promesas de una falsa felicidad.
Pedro
González de Molina Soler – CLI-AS.
(2) En España,
y de forma mucho más posterior, tenemos la obra de Pío Baroja,
Galdós o “La Barraca” de Vicente Blasco Ibáñez.
(3) Hubo grandes
excepciones a este bosquejo, como Grecia, España, o Portugal, por
los motivos que todos sabemos, pero en general, tanto en las naciones
que quedaron de una parte o de la otra de lo que se llamó por
Churchill “El telón de acero”, se impusieron variantes más o
menos radicales del Estado del Bienestar.
(4) Un
buen resumen de este tema es el vídeo del profesor David Harvey
sobre la crisis actual en perspectiva:
http://www.youtube.com/watch?v=fbxLHVHIMaE
(5)
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_Glass-Steagall
(6) Es revelador
que después de lanzar su famoso discurso contra las finanzas, el
actual presidente francés, François Hollande, fuera corriendo a la
“City” de Londres a calmar a los inversores y gran banca
afirmando “que nadie había privatizado más y liberalizado más
que los socialistas franceses”
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=e50f8d39-0ffc-41e7-9b6d-e64185587269
(7)
Cuando le preguntaron a Margaret Thatcher que cual era el mejor logro
de su gobierno, afirmó sin reparos: “Anthony Blair”.
(8) Datos para la
reflexión sobre los sueldos en España:
http://www.agarzon.net/datos-para-confirmar-la-lucha-de-clases-en-espana/
y añado esta noticia sobre los parados de larga duración:
http://elpais.com/elpais/2013/08/02/media/1375472516_502505.html
(9)
Tal y como han propuesto los franceses del Front de Gauche, o las
Juventudes Socialistas suizas:
http://elpais.com/m/economia/2013/08/18/actualidad/1376857473_822841.html