Viabilidad & sostenibilidad

 

Ya no vale la frase: ha habido otras crisis, esta se solucionará también. No solo nos jugamos algo o mucho, hoy nos lo estamos jugamos todo. Por eso la alternativa es establecer un nuevo marco o dejarlo todo como está. Y en esta última opción también se incluyen los cambios cosméticos, los lavados verdes de cara, que no sirven para nada.

Pero hemos elegido no cambiar —a pesar de la preocupación que decimos sentir— y continuamos instalados en ideas preconcebidas que se han demostrado que son falsas y lo pondrán todo patas arriba como: el chau chau sostenible, todas las transiciones —energéticas y ecológicas— que tanto publicitan, el creernos concienciados por comer menos carne, tener coches eléctricos o reciclar, aunque eso sí, cogemos el avión porque no podríamos viajar si no lo hacemos. Somos cuñaos ambientales.

Si unimos a lo anterior la «creencia errónea (…) de que la población no está preparada para escuchar nada más difícil que chorradas micro-consumistas» (G. Monbiot), el resultado de todas estos silencios, concienciaciones y transiciones «imposibles» es que cada año las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando. No lo digo yo, ahí están los datos del IPCC y de otros organismos. Así pues, rompamos el silencio y hablemos claro de una vez. Manifestémonos. Protestemos. Exijamos a nuestros gobernantes que hagan lo que los científicos están reclamando que se haga, si queremos que España siga siendo habitable dentro de unos años.

Hay que decirlo alto y claro, como muchos lo están haciendo, Antonio Turiel entre otros: las soluciones que se están implementando para adaptarnos a la crisis climática no funcionan, ni funcionarán, porque «el problema está mal planteado». Y la consecuencia de este planteamiento erróneo es que damos una orientación equivocada a los problemas y retos que debemos afrontar: calentamiento global, descenso energético y mineral forzado y problemas financieros y sociales.

¿Cuál es el mal planteamiento que es origen de esta crisis múltiple? Creer que el sistema económico puede crecer infinitamente en un planeta cuyos recursos son finitos, limitados, lleva dentro su propia inviabilidad, no solo su insostenibilidad. Para explicar el porqué de esta inviabilidad, mezclándolas con las mías, tomaré prestadas otra vez las palabras de Antonio Turiel.

Nuestro sistema económico necesita el crecimiento para funcionar, es un yonqui del crecimiento, porque sin este no hay beneficios, es decir, retorno de la inversión. Si no se crece un 2ª anual el paro no baja, los bancos no dan créditos y las empresas no invierten. Vamos de un ciclo recesivo a otro con pequeños intervalos de calma, en una crisis que comenzó en 2007 y que no va a acabar nunca. Y cada vez que empecemos recuperarnos económicamente y remontar nos toparemos con el techo de la energía: principalmente de petróleo. Un techo que además es descendente, lo que significa que cada vez que intentemos subir (recuperación económica) chocaremos con un techo que está cada vez más bajo y que hace que en realidad estemos más abajo («descenso energético forzado»). Eso significa que esa recuperación cada vez beneficiará a menos gente. Pero el techo está compuesto también de otras cosas: de emisiones de gases de efecto invernadero por ejemplo, que aunque también deberían descender, el crecimiento económico las mantiene crecientes.

Por eso los problemas reales de la gente continúan y continuarán sin resolverse y se agravarán a medida que el calentamiento global y la menor disponibilidad de energía y materias primas, de agua, de productividad de los suelos, de biodiversidad, se vaya amplificando, pues las soluciones que se están dando para hacer frente al calentamiento global son respuestas diseñadas en una época de energía barata y abundante que ignoraba el calentamiento global.

Si existen dudas sobre la ineficacia de las soluciones que estamos implementando observemos como ha ido evolucionando el lenguaje de la Comisión Europea, desde principios de siglo hasta hoy, para hablar del calentamiento global y que es el relato de un fracaso. Comenzó en la década de los 2000 hablando de «lucha» contra el cambio climático. En la década del 2010 dejó atrás el término «lucha» y empezó a hablar de «mitigación», asumiendo la imposibilidad de contrarrestar el calentamiento global, pero buscando, al menos, reducir sus efectos. Hoy la Comisión Europea ya no usa ninguno de los términos anteriores sino que habla de «adaptación»: no vamos a poder evitar el calentamiento global y sufriremos sus efectos a gran escala (véase el verano de 2022 que llevamos de calor, sequía e incendios), por tanto, debemos prepararnos y realizar los cambios necesarios para que sus efectos sean los menos dañinos posibles, metamorfosis que exigirá una cantidad creciente de recursos.

¿Entonces que hacer? La solución a esta crisis múltiple: climática, energética, mineral, económica y social, no puede basarse únicamente en la sustitución de la energía empleada para seguir explotando sin freno el resto de los recursos naturales. La alternativa no es poner parches sino aceptar que debemos dejar atrás este modelo económico inviable y adoptar las decisiones que están exigiendo los científicos.

Dicho de otra manera: en la era del «fin de la abundancia» (E. Macron) hemos de debemos superar el mito de la sostenibilidad para encarar una nueva era: la de la viabilidad. La viabilidad medida de certidumbre empírica de éxito (solución) o fracaso (lo que hay que desechar); mientras que la sostenibilidad no es más que una vaga declaración de intenciones que quiere hacernos creer que el crecimiento económico presente no afectará a la capacidad de crecer en el futuro (parche). Ésta no es más que un remiendo para que todo siga igual (crecimiento), una estrategia de marketing para vender como solución lo que no es. Los datos de continua subida emisiones, de temperatura, calor, sequías, lo dicen claro: lo que hacemos no sirve.

Y aunque la viabilidad debería ser el camino por el que transitar, la mayoría de las fuerzas políticas del arco parlamentario —para no perder votos y mantenerse en el poder mientras llega una tecnología milagrosa que los salve— apuestan por la sostenibilidad: por el pegote del «crecimiento verde y sostenible» de la ley de cambio climático. ¿Y si esa tecnología no llega o simplemente no existe? Una parte de quieres la elaboraron y aprobaron piden, menos de 2 años después, su modificación por insuficiente. Las decisiones que no tomemos hoy tendremos que adoptarlas más adelante con dureza multiplicada, con el peligro añadido de que nuestra humanidad otra vez sea puesta a prueba.

Francisco Soler