El engaño tiene dos caras

 Una alegoría de la verdad y el tiempo
Annibale Carracci

Los años posteriores a la II Guerra Mundial se denominan los «Treinta Gloriosos. Con esta expresión se designa la época de crecimiento económico continuo y progreso material de las sociedades de industrialización temprana ―o sociedades occidentales―. Pero la verdad puede yacer bajo la superficie, enterrada, olvidada. Y el tiempo acabar destapándola. Así ha ocurrido con el calentamiento global. Ha destapado la segunda y monstruosa faz del beneficio empresarial vendido como progreso: un crecimiento exponencial de la huella de la actividad humana en el planeta, causante de la actual emergencia climática. Más que hablar de la edad de oro del capitalismo ―los llamados «Treinta Gloriosos»― es necesario constatar su reverso distópico: la «Gran Aceleración».

Cambiar el marco del relato sobre el que se asientan las bases de la sociedad actual industrial es, pues, imprescindible para que pueda llevarse a cabo la gran transformación productiva, económica y social que hay que emprender para evitar un calentamiento global fuera del control humano. Pero la resistencia de la sociedad a poner fin a la fiesta del consumismo resulta naturalmente lógica, desde el momento en que el progreso material alcanzado se ha vendido como el mayor logro de la humanidad, a pesar de las injusticias y las desigualdades económicas y del deterioro ambiental ocasionado. Y esto se ha justificado y ha sido aceptado como el precio que hemos tenido que pagar por ese progreso.

La no sustitución de este marco mantendrá la ficción del crecimiento económico infinito y la pervivencia del marco político tramposo que le acompaña: unos actores que no explican a la ciudadanía la gravedad de la crisis climática y ecológica y no adoptan las medidas necesarias por miedo a perder votos. La cobardía de las fuerzas políticas para abordar la crisis climática dará como resultado ―cuando se produzca el colapso del clima― la llegada del autoritarismo o del fascismo con su relato y sus soluciones. La opción del 1% más rico.

Solo desde otro marco diferente, el de la «Gran Aceleración», desde el que se explique a la ciudadanía de manera clara y sin tapujos la responsabilidad de la actividad económica en la degradación ecológica, las migajas de prosperidad ofrecidas como progreso, el engaño al que ésta ha sido sometida, así como del coste social y ecológico pagado, podrá ser entendida y aceptada la necesidad de una reducción drástica de las emisiones en el menor tiempo posible según lo planteado por la comunidad científica y la conveniencia de caminar hacia una sociedad distinta de la actual: ecológica, justa y feminista.

En este sentido el anuncio del Papa Francisco ―en el XX Congreso Internacional de la Asociación de Derecho Penal― sobre la reflexión de la Iglesia Católica respecto a la introducción en el Catecismo del «pecado ecológico» ―«en particular» el «ecocidio»― es importante, ya que la autoridad moral de la Iglesia favorecerá entre los católicos y no católicos el avance de la toma de conciencia sobre la emergencia climática y la imperiosa necesidad de la reducción de emisiones de CO2.

El paso del tiempo nos ha mostrado que el engaño tenía dos caras: la del progreso de los «Treinta Gloriosos» y la de la contaminación y la explotación sin límite del planeta y de las personas de la «Gran Aceleración». La de unas fuerzas económicas guiadas por el beneficio y la de unas fuerzas políticas temerosas de perder votos. En el cuadro «La alegoría de la verdad y el tiempo», de Annibale Carracci, cuando la verdad sale a la luz pisotea el engaño. Hoy, de la misma manera, la inocultable la crisis climática y ecológica está revelando que el relato de los «Treinta Gloriosos» fue una invención que ―suficientemente repetida― se convirtió en verdad en nuestra mente y en la de los demás. Pero el mundo se está despertando. Y el cambio guste o no, viene.


Francisco Soler
 https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2019/11/18/el-engano-tiene-dos-caras/

Vemos los que se tumban, pero no los que se construyen.


Ayer 9 de Noviembre, según los periódicos se cumplieron 30 años de la caída del muro de Berlín, conocido como muro de la vergüenza. Sí, ese muro que dividía en 2 partes la capital alemana. En el Estado español, Nino Bravo dedicó una canción diez años después de la muerte Peter Fechter que conmocionó a toda la comunidad internacional –un joven que intentó cruzar el muro en 1962, pero falleció ese mismo día por un disparo de guardias de la RDA-.
Si ponemos la mirada 9 años antes de la caída del muro de Berlín, en el remoto e inhóspito Sahara Occidental se construía la mayor barrera creada por el hombres después de la muralla china. Una obra de 2.700 km que su único objetivo es dividir un país en 2 partes; diseñado por Israel, financiado por Arabia Saudí y con tecnología americana y francesa. A día de hoy la situación continúa igual o peor, por eso lo hemos bautizado como muro de la vergüenza. Pocos saben que la mayor zona minada del mundo se encuentra en el Sáhara Occidental, además es una de las zonas más protegidas –poca broma, 100.000 soldados vigilan la zona-. Pero para que el lector entienda qué está ocurriendo le voy a poner en situación, o mejor dicho le voy a hacer recordar: el mes de Noviembre coincide con muchos acontecimientos que marcaron el destino de los Saharauis.
“Laissa podrá andar perfectamente dentro de 2 meses; él la ayudará en todo”. El 21 de agosto de 1975 el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, enviaba este telegrama desde Beirut a Hassan II. Se trataba de un mensaje cifrado. Laissa era el proyecto Marcha Blanca que se diseñó en los despechos de la city londinense entre un grupo de enviados marroquíes y expertos norteamericanos. Él era Estados Unidos. Eran aquellos maravillosos setenta, una época marcada por el pulso de la guerra fría y Marruecos ya había fichado por el bando azul. Henry Kissinger, de los creadores de operación Condor, ansiaba la construcción de la teoría del sistema mundo de Inmanuel Wallestreing. Por desgracia África acabaría convirtiéndose en uno de los peores destinos neoliberales con el Plan Berg, pero esto lo explicaremos otro día. Entre un Egipto dónde reinaba el espíritu de Nasser, una Libia dirigida por Gadafi y una Argelia al servicio del FLN; había que mover fichas. Total consiguieron criminalizar a Lubumba en el Congo.
Pero volvamos al Sáhara Occidental. El 6 de Noviembre de 1975 se inicia la marcha Verde, es decir, la fase de ejecución del proyecto de Marcha Blanca que se diseñó en Londres. El rey Hassan II hizo un llamamiento al país que consiguió reunir a 350.000 personas en la frontera con el Sahara. Estaban dispuestos a cruzar la frontera para salvar a sus hermanos saharuis en una marcha pacífica con solo la ayuda del Corán, la Bandera marroquí y la voz del rey (un discurso carlista a más no poder). Bueno, esto y 25.000 soldados que entraron por si las moscas. El objetivo táctico era presionar a España. Con Franco agonizando, se presionó a un país para que cediera la administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania. Finalmente, el 12 de Noviembre de 1975 se sellaron los Acuerdos Tripartitos de Madrid en el que se vendió los derechos de explotación de los recursos naturales y firmaron los derechos de uso. Se reunieron personalidades como el presidente del gobierno español Carlos Arias Navarro y su ministro de exteriores Pedro Cortina; el primer ministro marroquí y el director de OCP (Office Chérifien des Phosphates); y el ministro de asuntos exteriores de Maruitania y su embajador en España. Aquí me permito abrir un paréntesis; se vendió un país sin preguntar a su población qué querían hacer, como si de un coche de segunda mano se tratara; cierro paréntesis. Pocos días después empezaron las acciones bélicas, una guerra que duró hasta 1991 y en la que el número de fallecidos y desaparecidos a día de hoy se desconoce.
La ONU, que estaba al tanto de la situación en el Sáhara Occidental, quería mover ficha. Ya había empezado a presionar a España para que descolonizara el territorio mediante la aplicación de un referéndum de autodeterminación. No obstante, en dicho proceso no se llegó a pasar de realizar el censo electoral. En los pasillos del edificio de la ONU en New York, el entonces Secretario General Kurt Waldheim habló con el representante español Jaime de Piniés. En dicha conversación propusieron que los 10.000 legionarios que estaban en el Sahara pasaran a ser cascos azules –creo que hubiera estado muy guay que los cascos azules los dirigiera una cabra-. Parecía una buena idea. No obstante, cuando se quiso llevar a España el Ministerio de Asuntos Exteriores ignoró la propuesta, ya que ya se había vendido el territorio–mi teoría es que estaban ocupados contando los billetes mientras se fumaban un puro con un copa de Blue Label-.
Olvidados por la comunidad internacional, los saharauis se armaron y se enfrentaron al enemigo como pudieron. A los pocos años, Mauritania salió del tablero (sufrió un golpe de Estado) y firmó los acuerdos de Paz con el Sáhara. Marruecos no conseguía dominar la situación. Los saharauis habían conseguido desestabilizar a las tropas marroquíes mediante la guerra de guerrillas. Por lo que se decidió jugar a la guerra de muros. Esto es muy sencillo: invado un territorio construyo un muro, gano un poco de terreno y construyo otro. Esto así hasta construir 6 muros. El último, de 2.700 kilómetros con más de 7 millones de minas y 100.000 soldados; y no solo permanece en activo, sino que ha ido a más.
En el Sáhara vivían españoles. Españoles que fueron olvidados por el propio país. Muchos murieron bombardeados, fusilados… Incluso muchos murieron en el muro, pero nadie les recuerda. Hoy, 10 de noviembre, muchos saldrán a votar. Inmersos en su vida cotidiana, con lo poco que el propio sistema nos deja mirar a los lados, veremos entre fachas con discursos absurdos pero sensacionalistas y una izquierda que no sabemos dónde va, un recuerdo que nos dejó ayer el muro de Berlín.  
Por esto me gustaría hacer un llamamiento. El próxima sábado 16 de noviembre nos reunimos en Madrid para denunciar todo lo que ocurrió y lo que ocurre. Saldremos desde Atocha a las 12 del mediodía. Es una fecha que marcó todo el destino de la población saharaui, y que cada año recordamos que el pueblo saharaui permanece en lucha aunque cada día caigamos más en el olvido. Posiblemente este sea nuestro destino: morir de olvido.
Ahmed Mohamed Saleh.
Olvido Colectivo


Los derechos humanos y la Renta Básica Universal


El mes de ocubre pasado hemos celebrado en Sevilla el XIX Simposio Estatal y I Ibérico de la Renta Básica Universal (RBU). Estudiosos y representantes de la sociedad civil de los estados portugués y español hemos debatido sobre los avances del movimiento por la implantación de la medida: un ingreso a toda la ciudadanía, que iguale el umbral de la pobreza, individual, e incondicional, que esto es la RBU. La asociación organizadora ha sido Andalucía por la RBU, coordinada con la Red Renta Básica, que integra a las entidades que en el conjunto del Estado defienden su implantación, y la Asociación homóloga portuguesa Rendimiento Básico Incondicional, que aglutina a los partidarios del país vecino.
La continuidad de estos encuentros demuestra la solidez del movimiento asociativo y el crecimiento de las personas convencidas de la necesidad de la RBU para el avance de la justicia, la equidad, la autonomía personal y la seguridad material básica de todos y todas, es decir, para el avance de los Derechos Humanos. Lo reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos Emergentes, aprobada en la Conferencia de Monterrey en 2007, que incluye la RBU como uno de ellos. Y así se ha pronunciado el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip Alston, que en comparecencia ante el Consejo de Derechos Humanos reunido en Ginebra en junio de 2017 ha declarado: “…la renta básica universal ofrece una solución audaz y creativa a muchos problemas acuciantes que están a punto de empeorar aún más, como consecuencia del rumbo hacia el que la economía mundial parece orientarse de manera inexorable”.
Hemos hablado en Sevilla de las experiencias de RBU que tienen lugar en distintos países o ciudades del mundo, con especial atención a la impulsada por el ayuntamiento de Barcelona; de las fórmulas y posibilidades de su financiación, con una mesa dedicada a su viabilidad económica en Andalucía; de los efectos que tendría sobre la emancipación de la mujer; de las posibilidades que abriría para el avance del cooperativismo y el amparo de los bienes comunes, y, finalmente, de la filosofía política que la sustenta.
Muchxs afirman que es financieramente inviable, pero contamos con estudios concluyentes que demuestran su viabilidad y aseguran que podría implantarse aun sin modificar la estructura tributaria y de gasto público actual (http://www.redrentabasica.org/rb/libro-renta-basica-incondicional-una-propuesta-de-financiacion-racional-y-justa/). Una prueba de que se trata de estudios rigurosos es que no han sido contestados, sino espuriamente ignorados. Cada vez está más claro que quienes aducen motivos económicos para rechazar la RBU ocultan probablemente razones menos confesables, como su avenencia con la injusticia y la opresión, o su sombría creencia de que los humanos solo nos conducimos bien sometidos y temerosos. Pero no: aunque los humanos podemos faltar a promesas asumidas, podemos también libremente cumplirlas, en lo que estriba además una de las fuentes genuinas de realización personal y extensión de la confianza. Que además, abrumadoras evidencias prueban que nuestra inclinación a cumplir los compromisos libremente asumidos aumenta, no con el crecimiento económico o la opulencia, sino con la extensión de la justicia y la equidad. Por eso, la implantación de la RBU no debería supeditarse en primera instancia a la estrecha razón economicista. Porque creemos que la justicia y la libertad son valores primeros que magnitudes abstractas y ya hoy desacreditadas, como el PIB.
Hay quien rechaza la medida porque supondría otorgar-nos un derecho sin deber de contrapartida, ignorando que ello no supone ninguna novedad en el ordenamiento institucional orientado a garantizar otros derechos universales, como el de salud, educación, seguridad personal y patrimonial, etc. Seguramente su rechazo se debe sobre todo a que miran la sociedad con las anteojeras de la ideología productivista y trabajocéntrica, concluyendo que la única aportación valiosa a los demás es mediante el trabajo, dando además por supuesto que todas las actividades englobadas en ese “cajón de sastre” contribuyen a crear riqueza. Lxs defensores de la RBU estamos convencidos de que las posibilidades de contribuir a la sociedad no se restringen a producir trabajando, por lo que, donde lxs productivistas ven vagancia, vemos ampliación de las posibilidades y maneras de vivir.
Otrxs, en fin, aducen que la RBU es innecesaria, que la solución adecuada a la pobreza y el desempleo es la mejora de los subsidios y rentas condicionadas. Pero solo una mirada ignorante puede concluir que la RBU es una renta condicionada extendida, siendo radicalmente diferentes los fines que persiguen las rentas condicionadas a los que persigue la incondicional: todas las rentas y subsidios condicionados pretenden mantener la supeditación universal de la ciudadanía al trabajo. Pero lo que llamamos vulgarmente trabajo es en realidad una heterogeneidad de actividades de implicaciones y efectos dispares, amalgamadas y englobadas por el economicismo hegemónico. Las rentas condicionadas, sean o no cicateras, contribuyen a la hegemonía del economicismo y a un mundo trabajocéntrico, lo que constituye una singularidad civilizatoria total, y una postergación de los ideales también modernos de libertad, equidad y justicia. Son justamente estos los que pretende amparar la RBU.
Seguiremos hablando de RBU.
Félix Talego
Comisión de Justicia de la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía


El dilema del prisionero político: medios y fines en la hoja de ruta del “procés”

Imagen de ElisaRiva extraída de Pixabay

En el marco de la teoría de juegos el dilema del prisionero es un ejemplo clásico con le que trata ilustrarse el diferente resultado que puede conllevar la competencia feroz o la colaboración, partiendo asimismo de diversas perspectivas antropológicas. El dilema del prisionero suele ser también muchas veces la imagen que los partidarios de la competencia por encima de la colaboración exponen en cuanto a resultado más eficiente de los comportamientos humanos cunado se enmarcan en relaciones regidas por juegos de suma cero, en los que el que gana se lo lleva todo. Difiere claramente de las relaciones humanas insertas en juegos colaborativos, que buscan resultados win-win.
Estas semanas, junto con masivas protestas pacíficas, hemos asistido también a violentos disturbios provocados por la sentencia del Tribunal Supremo en la que, entre otras cuestiones, se condenaba a penas de cárcel por delitos de sedición a varios miembros del Govern, representantes políticos y líderes de entidades sociales independentistas. No es nuestra intención llevar a cabo un análisis jurídico de dicha compleja y extensa sentencia. Tampoco es nuestra intención analizar pormenorizadamente las mencionadas respuestas violentas que han degenerado en lamentables altercados y que han provocado reacciones políticas de muy diverso signo en un contexto marcado una vez más por la contienda electoral y en el que, una vez más, parece que la estrategia de ambos extremos pasa por el “cuanto peor, mejor”, en una escalada muy peligrosa.
Ya hemos abordado cuestiones relacionadas con este conflicto en el pasado (aquí, aquí o aquí), pero de un lado la evolución de los acontecimientos estos años y, de otro, la reflexión continuada sobre el mismo me ha llevado a una evolución personal en este tema en cuanto a mis juicios sobre el mismo. En todo caso, debe quedar claro por delante que este es un conflicto muy complejo y poliédrico, en cuyo desarrollo han tenido parte diversos actores, en su mayoría de manera desacertada. Y debe tenerse presente que un tribunal de justicia (ni en el caso de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, ni ahora del Tribunal Supremo sobre los sucesos que precedieron y sucedieron al 1-O) es lugar para la resolución de conflictos políticos (como también aprecia el profesor Daniel Innerarity).
Esta última sentencia me parece excesivamente dura y severa, teniendo en cuenta los comportamientos por los que se juzgaba a los encausados. Más aún si cabe si se compara con conductas delictivas graves. La sentencia tiene un claro carácter ejemplarizante y un enfoque preventivo, además de ser muy discutible desde el punto de vista de la tipificación penal, por más que se hayan vulnerado preceptos constitucionales. Ahora bien, ya hemos advertido que no entraremos en cuestiones jurídicas, y mis reservas respecto a la sentencia no implican que considere legítima la actuación de los condenados. En particular, por lo que a los fines se refiere. Me explico.
La semana pasada, a raíz de los hechos violentos acontecidos, gran parte de las discusiones ha girado en torno a los medios. De esta manera, se alegaba no solamente que el movimiento independentista ha sido esencialmente pacífico todos estos años, sino que incluso en estos momentos el comportamiento de la inmensa mayoría de manifestantes también lo era. Esto es algo innegable. Sin embargo, bajo mi punto de vista, es preciso desbordar una visión únicamente centrada en los medios apara analizar también si los fines del movimiento independentista son legítimos en cuanto a su estrategia y objetivos.
En particular interesaría abordar la cuestión de la resistencia civil como estrategia que se pone al servicio de unos fines. Al respecto, entendemos esencial desbordar el estrecho marco de la opinión basada meramente en el incumplimiento de la legalidad, pues es innegable que la historia de los derechos humanos ha avanzado mediante acciones de resistencia civil. Ahora bien, esta tiene unos fundamentos (el bien común, la dignidad humana, los derechos humanos…) y por tanto unos límites. Por tanto, la cuestión es: ¿cuándo es legítima la resistencia civil? Urge actualmente dar una respuesta a esta pregunta que aborde la legitimidad de los fines, y no sólo de los medios. En efecto, en esta sociedad dominada por la racionalidad instrumental, en la que nos centramos en los medios y los fines se dan por supuestos, no se entra en ocasiones a reflexionar suficientemente sobre estos últimos. Autores tan dispares como Max Horkheimer, Martin Heidegger o Charles Taylor han reflexionado sobre esto.
En este mismo sentido, el profesor Andrés García Inda subraya que los análisis actuales sobre la legitimidad de la resistencia y desobediencia civil se centran casi exclusivamente en la corrección los medios, y nada en la bondad los fines. Ahora bien, coincidimos con este autor en que debe atenderse también a la bondad de los fines perseguidos. Por tanto, “la cuestión no es simplemente cómo es la protesta”, sino también “qué es lo que realmente persigue o defiende aquella”. De este modo, defiende este autor que “pacíficamente no se puede perseguir cualquier propósito, o la estrategia misma deja de ser ‘pacífica’ (aunque aparente serlo)”.  Este autor pone varios ejemplos que ilustran cómo en la visión preponderante actual esto significa se asume que pueden defenderse objetivos que en sí mismos comporten violencia (en cuanto a negación o exclusión de los otros), siempre que los medios empleados no sean externamente violentos. Esto es particularmente importante porque, de hecho, cabe recordar que “en realidad toda desobediencia a la ley constituye una forma de violencia”, lo cual obviamente no implica que “toda forma de violencia sea igual […] (física o psicológica, directa o indirecta, intencional o no, manifiesta y latente…)”. Esto lo entendieron muy bien algunos de los miembros de la llamada Escuela ibérica de los siglos XVI y XVII, que aceptaron la resistencia civil y la desobediencia, pero siempre sobre la base de unos fines claros fundamentados en el bien común y como legítima defensa proporcionada frente a diferentes tipos de violencia previa (véase al respecto, por ejemplo, el pensamiento del jesuita Francisco Suárez).
Pues bien, analicemos la legitimidad de los fines del movimiento independentista que puso en marcha el así denominado procés, sobre todo, a partir de la sentencia del Tribunal Constitucional y las movilizaciones contra la misma. Al respecto, es evidente, políticamente hablando, es totalmente legítima la aspiración nacionalista-independentista como aspiración a la creación de un Estado propio. Por tanto, dentro del libre juego de la democracia, sería una propuesta que podría ofertarse como una más dentro del electorado. En ese sentido quiero que quede claro que rechazo cualquier criminalización de la idea del cuestionamiento de la estructura territorial puesto que la misma, más allá de raíces históricas y consensos sociales, es en teoría contingente y revisable. Por tanto, nada más lejos de mi intención que criminalizar la propia existencia del movimiento independentista no ya sólo bajo la excusa de una desobediencia al marco jurídico (siempre alterable, por muy difícil que sea en ocasiones), sino tampoco bajo la supuesta existencia de un supuesto bien moral superior constituido por el Estado o la nación española (como recuerden que la Conferencia Episcopal española defendía hace años con el cardenal Rouco Varela a la cabeza). No. Desde mi punto de vista el problema de los fines se encontraba aquí en que los y las líderes del movimiento independentista no pretendían simplemente obtener la independencia de Cataluña. En realidad, pretendían obtener la independencia de Cataluña aunque no existiese un consenso social amplio al respecto. Este matiz es muy importante. Me explico. Todos estos años, la hoja de ruta del movimiento independentista, por parte al menos de la parte más exaltada, ha pasado siempre por la inmediata necesidad de convocar un referéndum, que se haría por las buenas o por las malas, con pacto o sin él, como paso previo a una declaración de independencia unilateral que caería por su propio peso como consecuencia de un abrumador apoyo a dicha opción en dicho referéndum.
En efecto, por tanto, la estrategia legitimadora que se alegaba era la siguiente: sólo pretendemos preguntar al pueblo lo que quiere. Y esa ha sido también la estrategia de defensa de los condenados, empezando por Oriol Junqueras: nuestro único delito consistió en poner urnas. Y a priori todo esto parece muy razonable.
Pero hay un pequeño problema: hay una parte importante de la sociedad catalana que no entraba en estos planes. Me explico. Un referéndum es un instrumento de participación ciudadana, pero es también una herramienta que se inserta en dinámicas de juegos de suma cero. El que gana se lo lleva todo. Como la banca en algunos juegos de azar. Está claro, por tanto, que en situaciones donde hay un amplísimo consenso, por encima del 90 o 95%, un referéndum puede ser un interesante instrumento de participación. Pero en situaciones en las que, como en la sociedad catalana (como también en la española) existe una fragmentación o incluso una polarización sobre alguna cuestión, un referéndum no es la herramienta óptima. Dicha fragmentación o polarización era y es obvia a la vista de los resultados reiterados en las múltiples convocatorias electorales de los últimos años en Cataluña, en las que además el peso de la cuestión territorial ha sido muy elevado e in crescendo.
¿Qué conclusión podemos pues obtener? Que en las decisiones de los lideres del procés lo que se trataba era de obtener un resultado de ganancia total que no contemplaba la posibilidad de dialogar, deliberar, negociar con otra parte de la sociedad catalana. Una democracia deliberativa implica esto: la necesidad de ponerse en la piel del otro/la otra, de tratar de comprender sus argumentos, aunque no se compartan. Implica aceptar que, al igual que yo soy libre de tratar de convencer al otro, este es libre de no dejarse convencer por mis argumentos. En este sentido, un referéndum pactado, a nuestro juicio, no pasaba sólo por un acuerdo entre Generalitat y Estado español sino también por un amplísimo consenso entre la sociedad catalana (y tal vez también entre los partidos políticos catalanes). Pero ya sabemos que no hubo ni lo uno ni lo otro.
Esto implica diálogo, paciencia, un camino a trabajar juntos y juntas. Ya sé que esto no es fácil. Ya sé que que muchas veces desde otros lados no se ha hecho. Ya sé que la estrategia de elaborar relatos autoreferenciados, diseñados sólo para los/as míos/as, en los que se intenta justificar y legitimar los actos propios ante el propio electorado no es algo exclusivo de este movimiento (lo hemos podido ver la semana pasada por parte de los partidos de derecha españoles al reclamar la aplicación del artículo 155 o, incluso, del estado de excepción). Pero cuando se toman determinadas decisiones, estas tienen sus consecuencias. En todo caso, lo más triste, a mi juicio, es cómo se ha tratado de ningunear en muchas ocasiones a la otra parte de la sociedad catalana, tejiendo un relato que reduce el conflicto a una disputa Catalunya-Estado, cuando ya sabemos que existe muchas Cataluñas, como también muchas Españas.
Por tanto, yo diría que, si los condenados fueron culpables de algo, fue de actuar en el marco de dinámicas de juegos de suma cero. Y si bien esto parece algo nimio, acostumbrados como estamos a que tantos lo hagan, no deja de ser relevante. Primero, porque los/las conductores de la hoja de ruta del procés, en nuestra humilde opinión, defendieron ciertos fines que quedaban deslegitimados por la forma y extensión en que se plantaban. Y, segundo, porque en su actuación conforme a los mismos, atacaron de forma inadecuada los cimientos de la convivencia social en su intento de ganar completamente en esta dinámica de juegos de suma cero. Por ejemplo, al aprobar las leyes de desconexión, celebrar el referéndum o proclamar la declaración de independencia unilateral. De este modo, paradójicamente, los presos enfrentaron equivocadamente, cuando aún estaban en libertad, al dilema del prisionero. No cabe duda de que desde la otra parte hubo respuestas desmedidas e inaceptables, pero eso es otra cuestión que ya hemos tratado en su momento.
En conclusión, cuando se habla de que los fines eran legítimos y los medios pacíficos, reconociendo esto último, debemos negar la premisa mayor. Y es que los fines, del modo y con la extensión en que eran buscados, no eran legítimos, y mucho menos como justificación para la resistencia y la desobediencia civil. La prisa que manifiesta de nuevo el señor Torra sumándose al eslogan de “ho tornarem a fer” y proponiendo un nuevo referéndum en la próxima primavera se enmarca en esta misma posición.
Nos encontramos, pues, ahora que la respuesta desproporcionada por parte del Estado a las insensatas acciones de los dirigentes del procés, unida al inmovilismo del nacionalismo español, ha desembocado en una frustración que ha conducido a la aceptación de la violencia como último recurso de protesta por parte de los más jóvenes. Pero no debe olvidarse que hay una cuestión viciada en el origen del planteamiento de este proyecto, al menos tal y como se ha desarrollado estos años.
No es mi intención concluir con un simple reparto de culpas estéril que desemboque en un nuevo círculo de “y tú más”, tan habitual en la política española. Es preciso aferrase a la esperanza y al optimismo. Decía una canción del (madrileño) grupo Mecano: “que con mis piedras hacen ellas su pared”. Después de la tempestad debe venir la calma. Muchas gentes con posiciones intermedias de una y otra orilla lleva años dialogando, desde diversos ámbitos y en la línea del mencionado modelo de democracia deliberativa. Así lo llevamos haciendo dos años un grupo de personas con diversas sensibilidades políticas, coordinados desde Cristianisme i Justícia. Fruto de nuestra mutua escucha fue el manifiesto “Es posible renovar la convivencia”.
Creo que hoy más que nunca ese diálogo que tienda puentes es necesario (y así lo reclaman muchos). Desde mi perspectiva, esa construcción en positivo debería transitar por propuestas que, de un lado, superen planteamientos identitarios excluyentes y, de otro, exploren con creatividad la superación de estructuras políticas cada vez más obsoletas como son las del Estado-nación. Todo ello de cara a abordar los inmensos desafíos que el presente nos impone. En todo caso, como dice un buen amigo del otro lado del puente, “seguimos”.

 https://blog.cristianismeijusticia.net/2019/10/30/el-dilema-del-prisionero-politico-medios-y-fines-en-la-hoja-de-ruta-del-proces

Marinaleda como síntoma

El pueblo de Marinaleda, tan conocido por sus luchas, tiene el dudoso honor de mantener en la alcaldía a uno de los ediles más antiguos del Reino, Juan Manuel Sánchez Gordillo, que lo es desde 1979. En un libro que publiqué en 1996 sobre el “Poder Popular” de Marinaleda afirmaba que podían escribirse trescientas páginas sobre la política local sin mencionar ningún nombre privado, pero ni una sola sin mencionar a Gordillo. Ha habido y hay otras personas con peso político, pero todas reemplazables y todas fuera (o expulsadas) de la llamada “Asamblea del Poder Popular de Marinaleda”. Una “Asamblea” tan poco asamblearia que no ha admitido en estos cuarenta años otra palabra política que la del Alcalde. Podría pensarse que su perennidad y su monopolio de la palabra política es una anomalía, una singularidad, pero es un caso más, aunque peculiar en las formas, de un mal muy extendido por las ciudades y pueblos andaluces: la abundancia de caciques locales, últimos eslabones del clientelismo partitocrático que se eleva hasta las más altas instancias del Estado.

Primeras impresiones, como las propias de turistas políticos, pueden llevarse la idea de que el “Poder Popular” irradia una intensa vida política: el turista que asiste a alguna “asamblea del Poder Popular” o alguna “lucha”  ha podido ver todos estos años (ya mucho menos) ancianos, ancianas, niños correteando por los pasillos, madres que dan la teta a sus bebés, camaradería (eso vi yo en mi primera asamblea allá por 1991)… y llevarse fácilmente la impresión de un pueblo que delibera, decide consensualmente y practica el apoyo mutuo. Pero no: el discurrir político en Marinaleda es de atonía rayana en el apoliticismo, es decir, de casi ausencia de pronunciamientos políticos singulares de vecinos y vecinas en el espacio público. Y esto no ya desde la égida de Gordillo, sino desde que lo impusiera militarmente el dictador Franco, que aconsejaba a sus ministros que no se metieran en política. Así que las generaciones vivas en este pueblo andaluz no han conocido genuina vida política, que es polifónica o es otra cosa: dinámica más o menos tumultuosa de facciones, camarillas, secuaces…, pero no genuina política ni mutualidad recíproca. Porque las ruidosas y pintorescas luchas de los marinaleños comandados por Gordillo no implican vida política local, pues marchan como tropa desarmada a las órdenes de Gordillo, que no es mutuo de nadie sino comandante de todos. Ello con independencia de que el Alcalde obtenga de los jefes de partido de Sevilla o Madrid lo que se propone al movilizar al grupo de los anónimos y disciplinados marinaleñxs.

Así que la vida política de Marinaleda no es una excepción, un “espacio liberado”, como dice el Alcalde. Ni una anomalía en la “democracia andaluza”, como dice “La contra” (nombre que dan los del “Poder Popular” a los que se han amotinado contra Gordillo): Marinaleda está dentro de la normalidad apolítica de Andalucía. Y el resorte fundamental que permite a Gordillo perpetuarse como comandante del “Poder Popular” no es de naturaleza política, sino jerárquica: la ocupación del cargo de Alcalde, desde el que maneja con suficiente discrecionalidad los recursos públicos del régimen clientelar del Reino, convirtiéndolo en el cacique local. Sin rival en Marinaleda, como en tantos municipios en los que el Ayuntamiento es la fuente principal de empleo, o casi la única fuente de empleo (“La empresa”), o donde el primer edil es, por su familiaridad en los entresijos del Partido, un mediador estratégico en la consecución de subvenciones, viviendas públicas y otras prebendas.

Son muchos los pueblos en los que el Ayuntamiento es la instancia principal en la distribución de empleo y prebendas y en muchos de ellos permanecen por lustros y décadas Alcaldes-cacique. Es difícil que en ellos cristalice y prospere un grupo opositor, que tiene que pivotar sobre personas cuyos medios de vida no dependan directa o indirectamente de “La empresa municipal”. Y son pocos los vecinos y vecinas a salvo, y muchos menos quienes pueden mantener lejos de las redes clientelares a sus familiares. Pese a todo, algunos grupos prosperan y llegan a rivalizar con los Alcaldes-cacique y los suyos, pero, ay, dada la cultura apolítica imperante, suelen adoptar pronto la estructura y los usos presidencialistas y jerárquicos, nada políticos, que definen la vida de las partitocracias.

Y sin embargo, en medio de semejante panorama, cuando lo fácil es “no meterse en política”, o sumarse al coro del líder político rival, encontramos aun personas que, por bizarría y decencia, alzan su voz, se “señalan” (lo que no quería Franco ni quiere ningún cacique) y se obstinan en sostener un criterio propio sobre lo público y común. En Marinaleda, que tampoco en esto es una excepción, las ha habido siempre. Pagan un alto coste, pero es que la decencia tiene un alto valor.
También la soledad a que se condenan los caciques tiene un alto coste, pero ninguna decencia. El alcalde de Marinaleda está más recluido, ya casi no asiste a las “asambleas”, que a falta suya carecen de monólogo político, porque conversación no la hubo nunca. Crecen el secretismo y los rumores. En las últimas elecciones hemos visto vídeos en los que Juan Manuel profiere insultos a sus adversarios… ¡Cuántos casos conoce la historia de tiranos, tiranuelos, caciques y caciquillos que siguieron una deriva de degradación! Los jefes de Izquierda Unida que respaldaron sus candidaturas, y también los recién llegados de Podemos (los de la “nueva política”), conocen sin duda la deriva del “Poder Popular”, pero callan. Todo un síntoma.


Félix Talego Vázquez
 https://portaldeandalucia.org/opinion/marinaleda-como-sintoma/

Informe: Uso del carril-bici en Sevilla, primavera de 2019

Acabamos de publicar el Informe sobre el uso del carril-bici en Sevilla, que resume un trabajo de campo realizado entre febrero y marzo de este año. El informe completo puede consultarse AQUI.

La principal novedad este año es que no nos hemos limitado a contar las bicicletas, sino que hemos contado todo tipo de vehículos que circulaban por los carriles-bici de la ciudad (con una metodología que lleva ya años usándose y que se describe en el informe). Asimismo se ha incluido en el conteo el reparto de género.

Entre las conclusiones mas relevantes están:

- Parece que continúa la lenta recuperación de los desplazamientos en bicicleta en Sevilla, pero sin alcanzar todavía las cifras de 2011, con más de 70.000 desplazamientos diarios en un día laborable sin lluvia del mes de noviembre. Habrá que esperar al conteo que prepara el propio Ayuntamiento de Sevilla para este mes de noviembre para confirmar esta tendencia.

- El reparto de género de los desplazamientos en bicicleta continúa siendo similar al de años anteriores (2017), es decir un 65% varones y un 35% mujeres. No obstante, el análisis pormenorizado por tipo de bicicleta aporta resultados interesantes. En concreto, las mujeres resultan ser mayoría entre las usuarias de las bicicletas típicamente urbanas (de paseo y plegables), mientras que los hombres dominan con rotundidad en el uso de las bicicletas de montaña e híbridas. Nosotros interpretamos ésto como una consecuencia de que las mujeres tienden a hacer un uso mas urbano de la bicicleta que los hombres, así como al hecho de que, al ser la incorporación de las mujeres al ciclismo urbano mas reciente, tienden a usar bicicletas diseñadas más específicamente para la ciudad, mientras que los hombres permanecen fieles al tipo de bicicleta dominante en el país, es decir a las bicicletas de montaña e híbridas.

- La presencia de los VMPs en las vías ciclistas se nota con claridad, pese a que el trabajo de campo se realizó con anterioridad a la irrupción en la ciudad de las empresas tecnológicas de alquiler de patinetes (Bird, Lime...). Esta presencia era, en el momento del conteo, bastante minoritaria, no llegando al 10% del total. De todos modos este dato no me parece muy relevante dada la rápida evolución de la movilidad en VMPs en la ciudad.

Lo que sí me parece relevante es que, entre las tipologías de los VMPs domina con claridad la de los "patinetes eléctricos" (sin sillín), mientras que la presencia de los patinetes eléctricos "con sillín" (considerados ciclomotores por la legislación europea) y de los autoequilibrados es residual. Hay que destacar que el conteo de realizó con anterioridad a la promulgación de la vigente regulación de los VMPs en Sevilla, que prohíbe la circulación de patinetes eléctricos "con sillín" (ciclomotores) por las vías ciclistas. Así que podemos concluir que, al menos en lo que al aspecto externo de los vehículos respecta, esta regulación se estaba cumpliendo ya en gran medida en las vías ciclistas de la ciudad incluso antes de su promugación

Descargar el informe completo


 Ricardo Marqués
 http://movilidad-activa.blogspot.com/2019/10/informe-uso-del-carril-bici-en-sevilla.html

Putas: ¿de la prostitución a la proletarización? La propuesta republicana.

El debate feminista actual sobre la prostitución es de la máxima relevancia, pues sacude nada menos que las instituciones del Patriarcado y el Trabajo, además de replantear el espacio de la libertad. Pueden identificarse tres posiciones en el debate, aunque las diferencias y matices son muchas: prohibicionista, abolicionista y regulacionista. En lo que refiere al concepto y sentido de la sexualidad, el prohibicionismo (posición no feminista) la concibe como un don cuyo fin es la procreación en el seno de la familia, a la que debe supeditarse, estableciendo prevenciones sobre toda práctica sexual orientada al placer, en especial de las mujeres. El prohibicionismo censura la prostitución, por tratarse de sexualidad no procreativa y extramatrimonial. Es pues patriarcal o, cuando menos, familista. En cambio, abolicionismo y regulacionismo conciben la sexualidad como un don de la persona que, junto a algunos más, es esencial para su libertad, y no solo un medio para la procreación. La soberanía personal es ahora el valor superior y, para no cercenarla, consideran irrenunciable el dominio de cada persona adulta sobre su sexualidad. Por tanto, abolicionismo y regulacionismo son antipatriarcales y, al menos en un sentido específico, liberales, por defender la extensión de los derechos de la persona a todo lo que concierne al ejercicio de la sexualidad.

En lo que refiere a los procedimientos lícitos de relación sexual, cambian las posiciones: prohibicionismo y abolicionismo coinciden en su rechazo al comercio sexual. Creen que hacer de la sexualidad una mercancía supone una desnaturalización, o una degradación, o una perversión; que no es posible mercantilizar ese don humano sin que la misma persona quede comprometida íntegramente, reducida a mercancía, o esclava;  o deshonrada, ella y también su familia en algunas posiciones prohibicionistas. Porque la sexualidad –sostienen prohibicionistas y abolicionistas-, a diferencia de otros bienes humanos, no puede alienarse de la persona, o de la familia, por ser una condición intrínseca del ser personal, o del honor familiar.

Pero es distinta la fundamentación que lleva a prohibicionismo y abolicionismo a rechazar el comercio sexual: el prohibicionismo, deudor de la cosmovisión judeocristiana, considera la actividad sexual un bien sagrado, mientras que el resto de atributos y actividades humanas serían profanas. En consecuencia, debe supeditarse al “oficio sagrado” (sacrificio) de la concepción en el matrimonio. El abolicionismo sigue otro camino para concluir también rechazando la mercantilización del sexo. Porque su fuente no es el Libro revelado, sino la Ilustración y su concepto secularizado del ser humano: las abolicionistas creen que son lícitas todas las posibilidades sexuales, pero siempre que no queden sometidas a propósitos ajenos a la afectividad y el deseo, como ocurre cuando se realiza para sustento material o lucro.  Esto, aseguran, compromete gravemente (aliena) la libertad de la persona.

Son distintos también los medios que prohibicionistas y abolicionistas consideran adecuados para impedir la mercantilización del sexo: el prohibicionismo enfatiza la gravedad del comercio sexual femenino, que llega en casos a abominar (pecado), y propugna su ilegalidad o, incluso, su castigo según códigos de honor familiar. El abolicionismo, celoso de las libertades personales, no defiende su ilegalización, sino una pedagogía que enseñe el valor intrínseco de la sexualidad y políticas que eviten la necesidad de venderla, y que denosten a quienes quieran comprarla.

Por su parte, el regulacionismo sostiene que el comercio sexual adulto no coaccionado es una opción lícita: según ellas, la autonomía de la persona, que valoran con igual énfasis que las abolicionistas, queda a salvo, aun cuando la propia sexualidad se comercie. Piensan que vender la capacidad sexual es una más, entre otras opciones, en el ejercicio de la autonomía del individuo. Porque, según ellas, la persona es, por así decirlo, un reducto, una esencia previa, que no sufre menoscabo por alienar su sexualidad, mientras esa sea su decisión adulta. Más aun –piensan-, hacer lícito y legalizar el comercio sexual ampliaría el espacio de la libertad en nuestras sociedades. Es llamativo que el regulacionismo coincida con el prohibicionismo en admitir que la sexualidad pueda ser un medio para otro fin, aunque sean fines distintos: el oficio sagrado de la procreación unas, el ganarse la vida o enriquecerse las otras. El abolicionismo se queda solo en la propuesta moral  de  una sexualidad siempre autotélica.

El debate sobre la licitud de la venta de la sexualidad lleva, inevitablemente, al debate de si la prostitución es “trabajo”. Si “trabajo” es, según las ideologías triunfantes, todo atributo humano que se pone a la venta, ¿por qué no la prostitución?; o ¿qué tiene la sexualidad que no tienen el resto de atributos humanos mercadeados, que justificaría que se la excluya de los trabajos? Y otra interrogante, desde otro ángulo: si se acepta que quienes se prostituyen son gente proletaria o trabajadora, ¿hay que aceptar entonces que es prostituta toda la gente que está atenida a un jornal o un salario? Esta es precisamente la gran cuestión en el debate de la filosofía política republicana. Para el republicanismo, la primera condición para ser libre es que la propia existencia material no dependa de otras personas sino que esté garantizada mutual e incondicionadamente por toda la ciudadanía que constituye la comunidad política. Y a ello se orientan centralmente las propuestas republicanistas, a que la existencia material de cada ciudadano/a quede garantiza por toda la ciudadanía, como inalienable propiedad o derecho. Porque la propiedad para el republicanismo no es tanto la garantía de la suficiencia material como la garantía de pertenencia y de pertinencia política del sujeto, que es pleno sujeto político solo si es autónomo entre los otros. Por eso, el republicanismo contemporáneo, universalista, quiere extender la propiedad, así entendida, a cada persona integrante de la comunidad (a cada una, no a todas, colectivizada, como quiso el marxismo), como requisito primero de un nuevo pacto de ciudadanía, para que cada uno tenga su propiedad y nadie tenga la de otros. La propiedad republicana ha de tener límites precisos: suficiente para proveer la autosuficiencia a cada uno/a, insuficiente para excederla.

Si se acepta este planteamiento, quienes tienen en la prostitución, o en el jornal o salario, su medio de vida están en posición servil, desposeídos/as; no son libres.  Harán seguramente del sustento material y el enriquecimiento el fin de sus vidas (como quieren los productivismos smithiano, marxista o socialdemócrata), pero difícilmente pueden acercarse a la virtud cívica y alcanzar la madurez política, valor supremo republicano, solo posible cuando se ha dado de lado a la necesidad, sea de subsistir o de acumular. Porque “los lazos de la necesidad no necesitan ser de hierro, pueden ser de seda” (Hannah Arendt).

El republicanismo despoja de aura a la necesidad y a sus instrumentos el Trabajo y la Producción, colocando en el centro el valor de la libertad positiva. Pensamos que el feminismo ganaría mucho incorporando esta noción de libertad como no dependencia a otr@s, pero señaladas teóricas han contribuido, quizá sin proponérselo, a mantener estas ideologías trabajocéntricas, por ejemplo, cuando llamaron “trabajos reproductivos” a las actividades asignadas convencionalmente a las mujeres, pretendiendo así equipararlas a las asignadas a los varones. Hoy volvemos a encontrar muchas feministas, consciente o inconscientemente productivistas, esforzándose por convencernos de que el modo de que desaparezca el estigma de la prostitución y de que las prostitutas tengan protección pública es convertirlas en “trabajadoras del sexo”: “Las putas también somos clase obrera”, proclaman ufanas Putas Indignadas.

¿Hemos de pensar que las putas que reclaman derechos asumen el discurso trabajocéntrico? ¿O lo que quieren en realidad es protección pública (propiedad) ante los golpes del destino, la enfermedad y el envejecimiento? ¿Se reivindican trabajadoras porque están henchidas del aura que Marx insufló al proletariado o solo porque saben que, hoy por hoy, debido a la salud del trabajocentrismo, el trabajo sigue siendo la puerta principal de entrada a los derechos ciudadanos?

De otro lado, las feministas que niegan que la prostitución sea trabajo, deberían explicar qué las ha convencido de que sí es alienante vender la sexualidad y no es alienante vender otras capacidades humanas. ¿No es también importante la capacidad de diseñar, de construir, de pilotar, de hablar, de curar, de cuidar…? Si siguen cerrándose a admitir que no solo es alienante entregar a otros la sexualidad “por un puñao de parné”, sino otras muchas capacidades, tendrían que explicar al menos qué las diferencia del prohibicionismo, que separa como bien sagrado la sexualidad del resto de atributos humanos.

Por último, las tres posiciones, cada una a su modo, aspira a imponer al conjunto de la sociedad un concepto y una práctica de sexualidad. Se alejan del pluralismo de los valores y la inclusión del otro (Rawls, Habermas) a que debe aspirar toda comunidad política que, en lugar de al Trabajo, reservase el espacio más amplio a la Libertad. No tendría que ser así, porque, en lo que refiere a las prácticas sexuales y a su consideración como fin o como medio, la polis debería favorecer la mayor diversidad y huir de cualquier perfeccionismo moral: protegiendo al conjunto de la ciudadanía con los bienes primarios elementales (sanidad, educación, vivienda, información, participación política, medio ambiente saludable y renta básica universal e incondicional). Para que fuera igual de factible a cada quien optar por la abstinencia o la promiscuidad, por la heterosexualidad, la homosexualidad o la bisexualidad, por la monogamia o la poligamia,  por la prostitución o la procreación sagrada. Para que el único límite infranqueable fuera que nadie pudiera imponer a otr@s cualquier práctica, cualquier creencia. Pero esto exigiría tomarse en serio el pluralismo y la libertad, no el Trabajo, el Crecimiento y la Economía.


Félix Talego, profesor de Antropología Política en la Universidad de Sevilla

La paradoja del Sáhara Occidental.


Recuerdo con frecuencia la marcha por la dignidad durante el mes de noviembre de 2010 en el Sáhara Occidental, muy conocida por la esfera saharaui como el Gdeim Izik. La respuesta por parte de las autoridades marroquíes es la de siempre: uso de la violencia y ocultar con el mayor descaro posible a la comunidad internacional lo ocurrido. En aquel entonces, yo tenía 16 años y no me perdí ni un acto. Acudí como todos los años a la manifestación de Madrid en la segunda semana de noviembre para condenar los Acuerdos Tripartitos de Madrid celebrados el 16 de noviembre de 1976 –de ahí la fecha de la mani que, por cierto, ese año se lio parda. Los colectivos saharauis situaban que el número de fallecidos podría llegar al centenar­ (habían cadáveres en las calles de La Aaiún para avisar a la población saharaui de su futuro), los heridos superaban el millar y habían más de 2000 detenidos. La crispación estaba generalizada, Marruecos había bloqueado la entrada a toda la prensa internacional y todos los observadores de derechos humanos, una estrategia al más puro estilo Doctrina del Shock. No obstante, en esta manifestación vi algo que jamás había visto y creo que no volveré a ver: la unión de todos los movimientos de izquierdas junto a representantes de la derecha española como el antiguo vicesecretario general de comunicación del Partido Popular González Pons a primera línea rodeado de banderas saharauis, comunistas, anarquistas, sindicalistas, independentistas... En dicha manifestación el político dijo literalmente: “el gobierno no puede anteponer su política internacional al respeto del derecho de las personas”.
Pero como todos sabemos Marruecos hace y deshace a su antojo. Tiene muy buenas relaciones con la monarquía española, y con las altas esferas del PSOE. No sabemos si es por ese chalet en Tanger a primera línea de playa de 2 millones de euros a Felipe González. ¿Estos movimientos le han valido poder limpiarse las manos de sangre?
Desde entonces las cosas han cambiado, en abril de 2015 el juez Pablo Ruz procesa a 11 altos cargos militares de Marruecos acusados de genocidio tras encontrar fosas comunes. No obstante, ese mismo mes vuelve al juzgado número cuatro de Móstoles y se queda ahí un proceso judicial que plasmaba fusilamientos en masa, bombardeos a población civil y desapariciones. El nuevo juez de la Audiencia Nacional, José de la Mata, no pareció muy favorable a continuar con la orden de extradición lejos de un funcionario de los 11.
Ni un año tardó Marruecos en volver a hacer de las suyas. En marzo de 2016 expulsó a 86 miembros de la Minurso (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental). Lo hizo con el pretexto de que el secretario general, Ban Ki-Mon había ido a visitar los campos de refugiados saharauis en Tindouf. Pero no hablemos del pasado para abrir heridas “que ya se habían curado”. ¿Qué nos depara el futuro? Vamos mejorando. El año pasado creo recordar que el total de observadores expulsados fue de 95. Este año teniendo en cuenta que estamos a finales de Octubre y llevamos 37, si hacemos una prorrata, nos sale que acabaremos el año con 44,4 expulsados. Todo un logro para las autoridades marroquíes, ha disminuido en un 53’26%. Desgraciadamente, el resultado final ha sido el mismo que el del año pasado: no ha entrado ningún observador al Sáhara Occidental.
Entonces: ¿Estamos dejando a una zona en conflicto sin saber nada de ella?
No amigos, tenemos unos supervisores al más puro estilo Chicago Boys, gente de confianza. Cabe mencionar que, como todo el continente Africano, la dinastía alauí tiene al FMI como acreedor (digo la dinastía alauí y no Marruecos porque no creo que la deuda la haya generado una población totalmente excluida). Además coincide con el alto al fuego firmado entre ambos países y el traslado del conflicto a la comunidad internacional. Esto ocurrió durante los maravillosos años 90’s, un época que nos petaban los oídos con los Backstreet Boys y las Spice Girls, nos encantaban los rascacielos, los bailes de Boris Yeltsin y McDonald’s plantaba un pino en plena plaza Pushkin de Moscú; símbolo de que la ideología neoliberal había arrasado en todo el mundo. Una ideología en busca de la supremacía del dinero fiduciario ideada por Hayek, reforzada por Milton Friedmann, introducida por Margaret Teatcher y Ronald Reagan; y exportada por el FMI, el Banco Munidal y la OMC.
Cuesta entender que Marruecos se haya subido al carro y que tenga por ejemplo muchas zonas libres de impuestos, un país con sus peculiaridades; pero no, la realidad supera la ficción. Como en el propio Sahara Occidental, auténticos paraísos fiscales con una mano de obra baratísima y jornadas laborales de más de 60 horas. Puso un plan de privatización que ha atraído a innumerables inversores, la gran mayoría franceses, de EEUU y españoles. Además una ley de desregularización con la que cuesta mucho pillar la pista de los grandes conglomerados empresariales y a qué punto llegan. En esta línea cabe mencionar que la fiscalidad marroquí podría coartar las libertades individuales de los capitales financieros; teniendo que pedir asilo en Panamá, las Bahamas o las Islas Caimán.
No queda ahí la cosa, en el Sáhara Occidental se está llevando a cabo numerosos planes de inversión, por cierto, muy suculentos para las grandes firmas financieras. Entre los que me llegan al oído: una inversión de 2.000 millones de $ para la mina de Boucraa, 1.000 millones de $ para ampliar el puerto de Dajla, 3.000 millones de $ para alimentar de energía eólica la industria de las criptomonedas, cientos de millones de $ para convertir el Sáhara en el invernadero de Europa.
Pero bueno, este año la Unión Europea ha firmado 2 nuevos acuerdos con Marruecos que incluyen productos del Sáhara Occidental: uno de pesca (el 91% de la pesca pertenece a las aguas del Sáhara) y otro de productos agrícolas que se extiendo al territorio de la antigua provincia 53 (o no tan antigua). No obstante, para el Frente Polisario (Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río del Oro), se cubrió las espaldas llevando el caso al Tribunal de Justicia de Luxemburgo el año pasado, supuestamente cansado de que le tomen el pelo. Y el tribunal dictó el fallo afirmando que el acuerdo sí es válido, pero no se puede extender al Sáhara Occidental, ya que es una zona en conflicto pendiente de descolonizar, ergo, es un territorio no autónomo. No se puede firmar un acuerdo comercial respecto a un tercer país. Lógica aplastante que el propio Parlamento Europeo no quiere aplicar y el acuerdo tira para adelante. El Frente Polisario ya ha pedido una indemnización de 280 millones de euros y demandará a todas las empresas que participen en estos negocios.
La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos ha emitido un comunicado preocupado por la entrada masiva de productos del Sáhara vía Marruecos, algo que no asegura en absoluto la producción nacional. Y es obvio: no pueden competir con un país que explota a sus trabajadores, encarcela a todo aquel que no quiera ser explotado y despoja a la población autóctona de sus tierras. Cuesta de entender que en este territorio no lleguen los derechos humanos a la población pero sí el modelo neoliberal en su estado más puro. Tendríamos que recordar al actual eurodiputado del PP en el Parlamento Europeo, González Pons, que este acuerdo aparte de ser inmoral, es ilegal y está jodiendo al sector nacional; además que usted defendía “el respeto al derecho de las personas” por encima de todo. ¿Por qué votó a favor del acuerdo? Y es más: ¿Por qué los otros 16 eurodiputados de PP, PSOE y Ciudadanos hicieron lo mismo?

 
Ahmed Mohamed Saleh.
Olvido Colectivo


Patinetes y bicicletas no son lo mismo

La Dirección Geneal de Tráfico acaba de anunciar una ofensiva para hacer el uso del casco obligatorio para "bicicletas y patinetes". No puedo decir que me sorprenda, porque desde siempre ha habido una poderosa corriente en la DGT a favor de obligar a los ciclistas a llevar casco, algo que ya es obligatorio en carretera y para menores, y de lo que solo nos libramos de momento los ciclistas adultos cuando circulamos por vías urbanas. Ahora, con la excusa de los "patinetes", esa corriente, fuertemente apoyada por la industria del automóvil y por las aseguradoras, vuelve a la carga.

No hay que ser un lince para darse cuenta del escaso impacto de las leyes de casco obligatorio en la seguridad real de los ciclistas, y de su gran impacto como elemento desincentivador de la movilidad ciclista. Hace tiempo que sabemos que pedalear cotidianamente para ir al trabajo o al centro de estudios tiene un gran impacto en la salud pública, que supera cualquier impacto positivo del casco obligatorio en la seguridad vial. Y hace tiempo que sabemos también que las leyes de casco obligatorio desincentivan el uso de la bicicleta como modo de transporte urbano. No es casualidad que los países con mayor uso de la bici (y con menor accidentalidad ciclista por km ciclado) - Holanda, Dinamarca - hayan rechazado sistemáticamente las leyes de casco obligatorio, que han triunfado sin embargo en las países con menos tradición de ciclismo urbano (y mayores tasas de motorización y de accidentalidad ciclista por km ciclado) como Australia o Nueva Zelanda.

No voy a detenerme mas en este asunto. El/la lector/a interesado/a puede encontrar abundante documentación al respecto en la página web de "A Contramano", concretamente AQUI. Me interesa mas analizar como hemos llegado hasta aquí. La DGT ya intentó, en la época en que María Seguí era su directora, imponer el casco ciclista obligatorio, pero tuvo que retroceder ante la oposición de muchos ayuntamientos que, por aquella época, estaban haciendo inversiones para promover la movilidad ciclista en sus ciudades, entre otras cosas mediante la implantación de sistemas de bicicletas públicas. Cuando desde los grupos de usuarios de la bicicleta se les hizo ver que una ley de casco obligatorio convertiría en inútiles esas inversiones, en especial aquellas dirigidas a la implantación de sistemas de bicicletas públicas, muchos ayuntamientos aprobaron mociones instando al gobierno a no seguir adelante con el proyecto y, finalmente, se alcanzó un consenso: el casco solo sería obligatorio en ciudad por debajo de los 16 años.

Pero la irrupción de los llamados "Vehículos de Movilidad Personal" (VMPs), mas conocidos como "patinetes eléctricos" ha cambiado por completo este escenario. Tras la emisión por la DGT de su Instrucción 16 V 124, en la que se creaba la categoría de los VMPs (categoría que solo existe en España por cierto), estos vehículos han empezado a irrumpir en todas las ciudades españolas como vehículos "asimilables" a las bicicletas. Hay que decir que la categoría de los VMPs, tal y como los define la DGT en la citada instrucción, es una categoría bastante amplia, que incluye incluso vehículos que la legislación europea define como ciclomotores (*). Otro aspecto importante a tener en cuenta es  que en la definición de tales vehículos dada por la citada instrucción no se establece ningún límite de potencia para los mismos, lo que resulta cuando menos sorprendente, ya que, tanto la legislación española como la europea sobre clasificación de vehículos de dos ruedas hace uso de dicho concepto de manera sistemática (**).

Tras la promulgación de a citada instrucción, muchos ayuntamientos se han lanzado a regular la circulación de todo tipo de VMPs asimilándolos a las bicicletas, sin poner ningún límite de potencia para dicha asimilación. Curiosamente han sido los "Ayuntamientos del Cambio" (Barcelona, Valencia, Madrid, Zaragoza... ) los mas entusiastas a la hora de asimilar los VMPs a las bicicletas, permitiéndoles circular por las vías ciclistas prácticamente sin restricciones. Obviamente, resulta difícil oponerse a la idea de que el casco no sea obligatorio para un vehículo como el de la Figura. Y una vez instalada en el imaginario popular la idea de que un VMP es lo mismo que una bicicleta, de ello se deduce automáticamente que el casco debe ser también obligatorio para los ciclistas. La industria del automóvil, así como las aseguradoras y sus paniaguados no han desaprovechado la oportunidad, a lo que la DGT se está plegando con su sumisión habitual.


Resulta difícil oponerse a la idea de que el casco sea obligatorio para vehículos como el de la foto, más parecidos a un ciclomotor que a una bicicleta.

¿Y los grupos ciclistas de las ciudades? Pues los mismos grupos que en 2013 consiguieron convencer a sus ayuntamientos de que votaran contra el casco obligatorio en su ciudad, ahora les ha faltado poco para "aplaudir con las orejas" a sus ayuntamientos cuando han aprobado las regulaciones mencionadas, que ahora los colocan en un callejón sin salida: ¿Como van a protestar porque les pongan el casco obligatorio, si acaban de admitir que un "patinete eléctrico" es "lo mismo" que una bicicleta?.

Así que la nueva regulación de los "patinetes eléctricos" no solo amenaza con convertir las vías ciclistas en pistas para todo tipo de vehículos a motor, sino que, como daño colateral, va a impulsar la imposición del casco obligatorio no solo para los mencionados "patinetes", sino también para sus "asimiladas" bicicletas.

Hace tiempo que estoy convencido que los "patinetes eléctricos" son en gran medida la quinta columna de la industria del automóvil dentro de la movilidad activa. La irracional insistencia por parte de la industria en asimilar estos vehículos a las bicicletas sin límite de potencia alguno lo demuestra: ante las dificultades que está experimentando para introducir los coches eléctricos en el mercado, los "patinetes" (que en muchos casos no son sino pequeños ciclomotores) pueden jugar un papel de "puente" para que los consumidores se vayan acostumbrando a la movilidad eléctrica. Y si logran "asimilarlos" a las bicicletas, mucho mejor, pues pueden disfrutar de las infraestructuras ya hechas para favorecer a las bicicletas, desincentivando además su uso. Y si eso lo logran sin límite de potencia mejor, así van expulsando a las bicicletas de las vías ciclistas y apropiándose también de esas infraestructuras, aparte de hacer mas suave la transición desde los "patinetes" a  otros vehículos mas potentes. Y si de paso consiguen, en virtud de una "asimilación" absurda, imponer el casco obligatorio para los ciclistas, miel sobre hojuelas.


Hace falta que, como en el cuento del Rey Desnudo, alguien diga fuerte y claro: Los patinetes eléctricos y las bicicletas no son lo mismo. 




Ricardo Marqués 
 http://movilidad-activa.blogspot.com/2019/10/el-negro-futuro-que-nos-espera-de-la.html








--------------------------
(*) Estos vehículos que la legislación europea considera ciclomotores parece sin embargo que van a ser excluidos de la categoría de los VMPs tras las protestas de la asociación "A Contramano" y de otros grupos ciclistas. Ver AQUI (anexos).

(**) Por ejemplo, según la vigente Ley de Tráfico, un "ciclomotor" eléctrico es todo vehículo de dos ruedas y potencia igual e inferior a 4.000 watios. Idéntico límite figura en la legislación europea. Asimismo, la legislación europea incluye explícitamente el límite de 250 watios para que un ciclo de pedaleo asistido pueda asimilarse a una bicicleta convencional, etc.