En Sicilia, cerca del monte Etna, estaba y está
el lago de Pergusa, de una gran extensión y aguas profundas. Los
cines lo revoloteaban, llenándolo de agitación. Alrededor, crecían
arboles frondosos que daban una sombra fresca y agradable. Era un
lugar con una eterna primavera y miles de flores cubrían su tierra.
Proserpina estaba en el lago bañándose, con esa
exhuberancia con que la pintó Rubens, cuando la vió Plutón,
Rey del Mundo Subterráneo y se enamoró perdidamente de ella, hasta
el punto que no vaciló en raptarla y llevársela a su oscuro reino.
Claro está que hubiese sido mejor para ambos, haberse enamorado
“encontradamente”; pero el amor es así, ya se sabe:”el hijo
díscolo de la familia”, como decían los maestros taoístas.
Proserpina, absolutamente horrorizada por aquel
oscuro lugar, gritó llamando a su madre. Pero fue en vano. Ceres, la
Diosa de la Tierra y madre de Proserpina, había escuchado los gritos
de su hija y se precipitó en su búsqueda. Recorrió toda la
superficie de la tierra y de los mares sin encontrarla.
Finalmente, cansada, se sentó sobre una roca y se abatió en llantos. Tan grande era el llanto de Ceres que se escuchaba desde cualquier parte del planeta...Es que la mujeres, cuando nos ponemos a llorar, ¡lloramos tan bien! En su desesperación maldijo la tierra a la que tanto había cuidado. Desde aquel día dejó de ocuparse de la tierra y ésta se vio condenada a la esterilidad.
Arethusa, una ninfa del bosque que había visto el acontecimiento del rapto, pues las ninfas siempre andan por ahí a escondidas y ven todo lo que pasa, tuvo piedad de Ceres y le dijo que no buscase a su hija sobre la tierra porque Plutón se la había llevado al mundo subterráneo y la había convertido en su mujer.
Sorprendida por estas palabras, Ceres corrió al Olimpo y fué al encuentro del dios de todos los dioses, Jupiter, derramando lágrimas a borbotones y suplicándode que no cesara en ningún esfuerzo para hacer que su hija volviese. Jupiter era un Dios muy astuto, ¡y cómo iba a indisponerse con el dios de los infiernos! Por otro lado, tampoco podía dejar de ayudar a Ceres y permitir que la tierra continuase en aquel estado de esterilidad y abandono. Entonces tomó una decisión: "Durante seis meses Proserpina viviría con su madre en la Tierra y durante otros seis meses con Plutón en el Mundo Subterráneo".
Esta decisión agradó muchísimo a Ceres, que por
fín pudo sonreir y esa sonrisa hizo que la Tierra renaciese y
volviese a ser fértil. Desde entonces, cuando Proserpina vive con su
marido en el Mundo Subterráneo, la Tierra se cubre de hielo, de
dolor y de tristeza, los árboles pierden sus hojas y las flores se
mueren; pero los granos de los frutos se ocultan profundamente en la
tierra a la espera del momento en el que Proserpina vuelva con su
madre y con ella regresa la alegría, el despertar de las flores y
los frutos que alimentan a todos los seres.
No sabemos si Proserpina terminó amando a Plutón,
el caso es que sigue con él durante todos los inviernos y que a las
diosas no se les dio la capacidad de reberlarse. Y mira por donde, el
cambio climático le echará una mano a Proserpina y sin duda va a
cambiar ese estado de las cosas.
Carmen
Ciudad- WILPF