UNA ESCLAVITUD DE NUESTRO TIEMPO


No me gusta comenzar el otoño así, con algo de desesperanza en que consigamos un mundo más justo y mejor, pero me puede el compromiso con la causa y me resulta harto difícil morderme la lengua y no aportar mi intento de sensibilización a la celebración, hace unos días, del Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres. 
Apunto algunos datos que estoy recordando del último foro en el que estuve y que, por muy duros que sean, no nos deben hacer mirar para otro lado, sino todo lo contrario.
Este flagrante atentado contra los Derechos Humanos, contra los derechos de las mujeres, ha pasado de ser el tercer negocio más lucrativo del mundo, al segundo; la dureza de la deshumanización a que son sometidas las mujeres en el camino (que es un auténtico camino de esclavitud) provoca que cuando llegan al destino no perciban que se encuentren en duras condiciones, además de sufrir el denominado “Síndrome de Estocolmo”.
Espeluznantes algunos relatos de violaciones en el camino; práctica de abortos con perchas; el tener que turnarse para beberse la orina de unas y otras en el duro camino del desierto (para las que vienen de África) en el que vienen sin nada y en el que de cuarenta pueden llegar con vida apenas diez; el dejarlas embarazadas cuando conviene para que lleguen en las pateras con menores y no puedan ser expulsadas, pero después dar a esos menores a otras mujeres- tras llegar a quererlos aunque sean fruto de agresiones sexuales de los proxenetas- a las que les conviene más que los tengan para evitar la expulsión cuando llegan aquí (de ahí que muchas de las pateras lleguen con menores o mujeres embarazadas...); el obligarlas a dejar a los hijos o hijas después en protección de menores para que ellas puedan ser explotadas en los prostíbulos...Realmente espeluznante y abominable.
Y aún así sigue siendo una alternativa de ocio masculino que busca y encuentra placer en la miseria, desgracia y dolor ajenos. Y todo esto en países democráticos y supuestamente "civilizados" frente a los países de origen de donde provienen.
Y si estos datos son ya tristes, la desesperanza llega (al menos para mí y en la parte que me toca) con la dificultad de luchar contra ellos desde la justicia, al configurarse como redes muy poderosas, con “tentáculos” en otros poderes fácticos que obstaculizan las investigaciones, y cuando ello por fin se consigue, falta el testimonio de las mujeres (que todavía el procedimiento considera imprescindible) porque de un lado temen las amenazas por parte de la red hacia ellas y sus familias en origen, y de otro, sufren un proceso de adoctrinamiento que hace que no persistan en la incriminación y sea muy difícil la condena de los proxenetas.

Ya sé que es un tema incómodo y además nada pacífico (incluso en el feminismo) en la búsqueda de soluciones, que van desde la regularización frente a la abolición. Yo me decanto por la última. Y sí, digo que la base está en el patriarcado del que me sentiría cómplice si hoy optara por el silencio.
¡No podía callarme!
Eulalia Peralta

POR UN SENADO CIUDADANO


La separación entre poder ejecutivo y poder legislativo está desvirtuada desde el momento en que la disciplina interna del partido de la mayoría obliga a la cámara legislativa a actuar como mero registro notarial de la voluntad del Ejecutivo. La mayoría es utilizada además para ejercer de pantalla de protección en el control al gobierno. Las promesas de la oposición de revitalización del parlamento, por otro lado, se difuminan una vez alcanzada la mayoría.

En estas condiciones, siendo los partidos indispensables a la democracia y la razón de ser de las elecciones producir mayorías, cabe preguntarse si el parlamento está irremediablemente condenado a ser el rehén de los aparatos antes que la expresión del interés general, o si, por el contrario, existe algún diseño institucional que fortalezca su papel y ofrezca una mayor correspondencia entre representación parlamentaria y voluntad popular.

La aspiración a una democracia de calidad exige que el parlamento cumpla con su misión de la manera más honesta posible: que los procedimientos legislativos sean verdaderos procesos de deliberación, con información suficiente, atendiendo a argumentos, mostrando una voluntad real de compromiso, con transparencia sobre los grupos de intereses y permitiendo escuchar a la sociedad civil; que la labor de control del Gobierno y de investigación sea ágil y eficaz, sin trabas pero sin abusos por parte de la oposición; que los nombramientos que le corresponden se basen en criterios objetivos, audiciones exigentes y consensos amplios, no en cuotas partidistas; que las iniciativas populares reciban la debida atención; y que la disciplina de voto de los grupos no merme la capacidad de los representantes de reflejar la voluntad de sus representados.

Los pensadores de la democracia parlamentaria en el siglo XVIII desconfiaban de las facciones por el temor a que los intereses partidistas pervirtieran la búsqueda del interés general. La Historia les ha dado con frecuencia la razón. Pero la Historia también ha demostrado que, frente a la pluralidad de intereses presentes en la sociedad, los partidos políticos son un instrumento eficaz de organización de las preferencias.

¿Cómo conseguir entonces que el parlamento acoja el legítimo juego de intereses políticos a través de los partidos sin que éste derive en un menoscabo, cuando no menosprecio, del interés general o de la voluntad popular?

La solución a este dilema ideada en los albores de la democracia moderna nos puede servir de inspiración, con las evidentes adaptaciones al tiempo presente. Las tres democracias parlamentarias pioneras, la británica, la estadounidense y la francesa, lo intentaron resolver instaurando un parlamento bicameral en el que una cámara fuera la sede de los intereses partidistas emanados del voto popular y otra de carácter más elitista, inspirada del senado romano, velara por el interés general.

Significativamente, a la primera se le llamó Cámara baja y a la segunda Cámara alta. Ese es el origen de la House of Lords británica, del Senado norteamericano y del Consejo de los Ancianos francés. En palabras de Madison, “el fin del Senado es proceder de manera más pausada, reflexiva, ponderada y sabia que la cámara popular”.

Hoy en día no tendría ningún sentido resucitar una cámara de ancianos compuesta de privilegiados terratenientes. Sí lo tendría, sin embargo, una segunda cámara, un Senado ciudadano cuya misión fuera velar por el respeto del interés general y la calidad de la democracia, corrigiendo o atenuando los defectos de la “cámara partidista”.

Para cumplir correctamente con su papel, una cámara de estas características debería contar con miembros independientes de los partidos. De entre los tres modos posibles de selección –la elección, la rotación y el sorteo– el tercero sería el más apropiado. Con una composición superior a 150 o 200 senadores, el sorteo entre el conjunto de la ciudadanía aseguraría un resultado representativo y legitimador, aunque se puedan concebir algunas modulaciones. Para el designado, el mandato sería una obligación cívica salvo que se den circunstancias personales o laborales particulares, con una duración de dos o tres años, no renovable, dando así tiempo a adquirir experiencia y que la cámara se beneficie de ella pero sin que suponga una ruptura excesiva en la trayectoria personal. Si el mandato fuera por ejemplo de tres años, un tercio de sus miembros se renovaría anualmente con el fin de asegurar una transmisión fluida de los códigos y la memoria de la institución.

El Congreso seguiría siendo la cámara legislativa, salvo para las normas que afectan directamente a los partidos en las que el Senado ciudadano tendría la última palabra. En el resto de los procedimientos legislativos, el papel del Senado sería vigilar y ejercer de árbitro del fair play político. En determinadas condiciones, tendría capacidad para requerir que un proyecto de ley sea sometido a alguna de las vías de participación ciudadana que el nuevo sistema político habilitaría: asambleas o jurados ciudadanos, sondeos deliberativos, consultas online, referéndum consultivo, etc. El dictamen ciudadano sería vinculante para el Congreso, el cual sólo podría desviarse de él previo acuerdo del Senado. También velaría por la debida tramitación por parte del Congreso de las iniciativas populares.

En el ámbito del control al Gobierno, los ministros rendirían cuentas regularmente de su gestión al Senado ciudadano, pudiendo éste reprobarlos e incluso revocarlos en caso de incumplimiento de los compromisos que el propio Gobierno haya adoptado o de conductas reprochables. El presidente del Gobierno sería evaluado anualmente sobre el cumplimiento de su programa electoral. Dos evaluaciones anuales negativas forzarían la dimisión del mismo. La potestad del presidente del Gobierno de adelantar las elecciones estaría supeditada a ratificación por el Senado ciudadano.

En los nombramientos para órganos judiciales y estatales, el Senado ciudadano tendría la última palabra, así como capacidad para exigirles cuentas en todo momento.

Una crítica frecuente a las propuestas que confieren un poder decisorio a la ciudadanía es invocar su falta de competencia sobre los complejos asuntos públicos. Esta afirmación carece de base empírica, numerosas experiencias de participación ciudadana demuestran la capacidad de la ciudadanía para identificar el interés general. Además, en la mayoría de los casos, la función del Senado ciudadano no sería decidir sino arbitrar atendiendo a los argumentos de los grupos políticos, con el apoyo documental y pericial de la administración, del tribunal de cuentas, de órganos asesores y de expertos. Por otro lado, esta dinámica forzaría a los partidos políticos a defender sus propuestas con argumentos razonados, elevando así la calidad del debate y de las decisiones.

No se trata de todos modos más que de un esbozo de propuesta. Pretende ayudar a reflexionar sobre soluciones conceptuales y prácticas que mejoren la calidad de la democracia, poniendo de relieve que la forma institucional actual de la democracia representativa no es el fin de la historia. En tiempos de profunda crisis de la representación política no podemos permitirnos el lujo de obviar este debate.

PD: ¿quid del Senado actual? Sería perfectamente sustituible por un procedimiento legislativo o consultivo, en asuntos de competencia territorial, que implicara a parlamentarios autonómicos.

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Antonio Quero coordina el grupo Factoría Democrática de militantes y simpatizantes socialistas. Es funcionario de la Comisión Europea. Actualmente en la Dirección General de Presupuesto, ha trabajado en los departamentos de I+D, de Relaciones Exteriores y de Economía.

ANDALUCÍA: ¡SOBERANÍA ENERGÉTICA YA!


Toda civilización necesita para su desarrollo y tecnologías una base energética sobre la que apoyarse. La denominada civilización occidental, durante los últimos 250 años, se ha basado en las energías fósiles (hidrocarburos y sus derivados, primero el carbón y luego el petroleo). Sin embargo, los análisis de la propia AIE (Agencia Internacional de la Energía) apuntan que este modelo energético es finito y, por tanto, insostenible en el tiempo. Es más, apuntan que el pico energético del petróleo (máximo nivel de extracción) se alcanzó en 2006, por tanto se hace necesaria, y cada año que pasa más urgente, buscar una alternativa energética que sea abundante y de fácil acceso, que resuelva los problemas de suciedad y contaminación que han provocado el calentamiento global y que, además, sea eficiente y sostenible en el tiempo.
De momento, y a la espera de otras alternativas viables, son las denominadas energías renovables (las basadas en el sol, el agua, el viento y la biomasa) las que cumplen todos estos requisitos. Nuestra geografía es rica en todos estos elementos, lo que nos permitiría, en el supuesto de apostar por estas energías, ahorrar (respecto a la actual necesidad de comprar petroleo), alcanzar mayor soberanía energética y, además, cumpliendo con los acuerdos de Kioto, contribuir a una mejora en la calidad medioambiental de nuestro entorno. Si esto es así (y las evidencias empíricas así lo avalan) ¿por qué el gobierno central actúa justamente al contrario, castigando el uso y desarrollo de las energías renovables y estimulando y legislando a favor del uso y consumo de las energías contaminantes y caras basadas en fósiles? ¿Por qué el gobierno andaluz, y quienes tienen al frente de sus respectivos departamentos, no dan un paso decidido en el uso y desarrollo de las energías renovables y continúan con el peligroso deshojar de la margarita?
Andalucía debe dar un paso al frente y abanderar, sin complejos, el nuevo modelo energético que represente la apuesta, en este siglo XXI, de una sociedad moderna, no contaminante, sostenible, soberana energéticamente hablando y democrática en cuanto al uso y consumo de la energía. Una sociedad, cualquier sociedad del mundo y en cualquier época conocida, sólo ha podido y puede alcanzar su plenitud si acierta en la elección de la energía en la que apoyar su desarrollo. Andalucía carece de hidrocarburos (en todo caso es una energía sucia, finita, insostenible y contaminante) pero es rica en sol, agua, viento y biomasa ¿qué más necesita este autogobierno andaluz para dar el paso decidido que nos ponga en la avanzadilla mundial de la renovación medioambiental y, culturalmente, en la vanguardia de un consumo energético responsable y democrático?


Isidro Maqueda Sánchez


La revolución energética pendiente...de ti





Cualquier planteamiento sobre nuestro futuro debería incluir una toma de postura sobre nuestro presente energético. En este sentido considero que un discurso ambiental, social o económico sostenible requiere lograr un enfoque adecuado en relación a cómo gestionamos los recursos energéticos. Pues la clave de la perdurabilidad de cualquier opción que se elija debería posibilitar un acceso democrático y equitativo a las fuentes energéticas. Y es urgente que comencemos ya.

Lo que el comportamiento de ultraderecha del Partido Popular en esta materia (y en otras) intenta marcarnos con un descaro ofensivo es el acercar al ciudadano-votante a la idea de que a la energía solo se puede acceder de manera tutelada, como consumidores-contribuyentes, nunca como gestores (o pequeños gestores) de la misma. Y algo más grave aún, que sobre este sensible tema no tenemos nada que aportar. Todo esto pone de manifiesto un modélico ejercicio de confusión de la opinión pública, en una orgía de intereses económicos y de poder de los que se margina al ciudadano en cada toma de decisión.

En un momento de coyuntura económica desfavorable, muchos ciudadanos empezaban a vislumbrar la posibilidad de lograr una mayor independencia energética. El habitante de un medio rural o el de una conurbación tipo Aljarafe (casas individuales o adosadas diseminadas por el territorio bajo el esquema de "mancha de aceite") podían empezar a ver cómo el uso del sol (placas solares), del viento (mini-eólica) o de la vegetación muerta (biomasa) podían restar euros a su factura de gasolina o electricidad. Y justo en ese momento oportuno viene la jugada maestra desde el Gobierno: se retiran los incentivos y se retrocede décadas en el camino hacia un modelo sostenible de gestión energética. Sin una oposición parlamentaria suficientemente sensible a las cuestiones socio-ambientales (ocupada en otras batallas), y con aquellos que siendo sensibles tienen un escaso predicamento mediático, la ciudadanía asumirá el movimiento con la docilidad acostumbrada. 

En poco tiempo el escaso debate sobre este tema será inexistente. Y los manipuladores del modelo energético seguirán controlando nuestra factura de la luz, y el depósito de combustible de nuestro utilitario. Sin ninguna resistencia importante seguirán aplicando la misma fórmula: sacrificio para la mayoría-reparto desigual de la riqueza. Y mientras tanto, se prepara el escenario para la próxima burbuja que podría estallar con consecuencias mas que desastrosas: la energética.

La nueva normativa (Real Decreto ley 9/2013, de 12 de julio, por el que se adoptan medidas urgentes para garantizar la estabilidad financiera del sistema eléctrico) que pretende poner el gobierno de la nación sobre la mesa sobre esta materia no tiene precedentes. Y no deja de ser sintomático que haga especial hincapié en la penalización, acudiendo como en otros casos a la vía de urgencia. En el colmo de los disparates se hace referencia a sanciones millonarias para aquellos que desobedezcan sus directrices y osen a entrar por la senda del autoconsumo. Se penaliza, por tanto, el ahorro y la eficiencia energéticas. En esto se refleja de manera nítida el chantaje al que es sometido el gobierno por parte de los lobys energéticos. España logrará el poco ejemplar récord de ser el único país en el que el Sol esté secuestrado. El denominado "peaje de respaldo" hará inviable de facto que un ciudadano pueda generar energía al margen de las fuentes de suministro habituales, desde los sistemas de distribución estandarizados. Además, se perderá una importante oportunidad de generación de empleo, perdurable en el tiempo y de calidad. 

Así que si usted tiene o tenía pensado tener placas solares en su tejado vaya olvidándose; así de triste, así de absurdo. Se impide el que un ciudadano adquiera autonomía energética, y además que los posibles excedentes que pudiera producir los volcara a la red eléctrica, empleando el sistema energético a modo de una gigantesca batería común (¿socialismo energético?).

A finales de septiembre de este año 2013, se hará público el último informe del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático). Me temo que los resultados expuestos en dicho informe serán demoledores a tenor de lo que ya se ha filtrado en internet. El mundo sigue sin entender que con el Mundo no se juega, con las reglas de la física no se juega. Seguimos, como civilización, alterando de manera drástica la química de la atmósfera emitiendo de manera incesante gases de efecto invernadero. El alterar este equilibrio alcanzado tras millones de años de evolución planetaria tendrá un peaje, queramos verlo o no lo queramos ver.

Bajo la tiranía de un modelo energético sucio y contaminante quedan pocas opciones. Las de futuro tienen que pasar, a mi modo de entender, por opciones renovables, participativas y por extensión democráticas. Las únicas opciones que tendrán algún sentido para nuestros hijos, y depende de nosotros el alcanzarlas.


Francisco Carrascal Moreno
Biólogo y consultor ambiental