PENSAR, DECIR, HACER


Lo que son las cosas, fíjate, a veces pienso tantas cosas y tan descabelladas algunas que ni siquiera se identificar ni de donde vienen, ni a donde van y mucho menos de donde han salido, pero finalmente terminan dando vueltas hasta que se cansan y terminan marchándose solas o son sustituidas por otras mejores o aun más disparatadas incluso.
Lo bueno de pensar, o de hacer el intento de ello, es que da igual lo que pensemos, algo realmente trascendente, como nuestra propia existencia, algo trivial, como qué zapatos me pongo o algo que nos quita el sueño, como cualquier ¿por qué? de las cosas que pasan en nuestra vida y no entendemos.

Pensar, pensar siempre se piensa, pero que lo que se piensa sea digno o no ya es otro cantar. Las mayores atrocidades siempre se han asentado sobre ideas de grandes pensadores, la historia está llena de ejemplos.

Terminando con los pensamientos, cuando llegamos a uno realmente elaborado, maduro y resuelto, nos toca el momento de la verbalización, decirlo con el fin de compartirlo.
Compartir el yo íntimo, el mayor de los desafíos, abrir las puertas, dejar traspasar la frontera, estar dispuesto a recibir y hacer daño, aceptar la responsabilidad de la vida compartida, comprender que no siempre nuestro plan, por muy genial que lo consideremos, es la mejor de las opciones posibles.

Cuando decimos lo que pensamos descomprimimos nuestras presiones internas, comienza el principio de liberación interior, podemos caminar hacia delante mas ligeros, pero aún estamos cargados.
La liberación definitiva es el hacer, llevar a cabo el plan ideal con las transformaciones propias de la dialéctica relacional. Es la hora de la verdad, hacer frente a nuestros miedos, a las sombras de lo que nos hace vulnerables, tener el valor de arriesgarnos enfrentándonos a la otredad de la persona que tenemos enfrente y nos hace de espejo.
Finalmente estar dispuesto a que aún haciéndolo todo y haciéndolo bien, terminemos no obteniendo nada de lo que en un primer momento deseamos e inició nuestro movimiento o nuestra “acción total” en pro de un fin, una meta o una superación personal.
Podemos pensar lo que queramos, podemos decir lo que nos de la real gana, pero esto no vale de nada si no terminamos haciendo lo que se debe hacer, lo que consideramos que debe hacerse y no hacemos, en cuyo caso todo lo anterior, todas las horas pensando y diciendo cosas son baladí, no sirven para nada, al final no queda nada.
Piensa, dilo y hazlo.


Emilio Rodríguez