¿No
llevan corbata porque son diferentes? O ¿Son diferentes porque no
llevan corbata?
El
“sin-corbatismo” no es más que esa forma de vestir que siempre
se llamó “arreglado pero informal”. Revistas de moda acuñaron
un término, poco atractivo morfológicamente pero recurrente para
nosotros, que define el estilo de vestir de hombres que no acompañan
a la chaqueta de su traje convencional con una corbata, o incluso que
se atreven a ir a su oficina, a la televisión, o a un parlamento,
sin chaqueta. Decimos que el término es recurrente porque recalca la
importancia de la ausencia. El “sin-corbatismo” no es nada sin la
corbata.
Por paradójico que parezca es así. No hay nada que destaque más en
una foto de políticos con traje y corbata que el espacio que debía
de ocupar la corbata del que no la lleva. Se analiza en este ensayo
este tema estético de la vestimenta en relación a la producción de
identidades y cómo interviene la corbata en el proceso.
La
antigua élite obrera que conseguía entrar como representantes en
los parlamentos liberales no llevaba corbata. No la tenían en su
armario. Si acaso, para una sesión plenaria importante hacían el
esfuerzo y alquilaban un traje. Ahora está claro que el que no la
lleva es porque prefiere no hacerlo1.
Es decir, es una decisión premeditada no llevar corbata. Se utiliza
como herramienta para definir la estética propia del líder y del
grupo. Va más allá de una simple opción, tiene un componente
estratégico. Ya que no llevar corbata es más que un asunto estético
o de moda, en la política occidental. Como bien refleja el título
del último libro del exministro de finanzas griego, Yanis
Varoufakis, “Economía sin corbata”.
¿Qué
representa la corbata? Como tal, un objeto no tiene por qué
significar nada, pero en su uso e interacción en acciones sociales
esto cambia. Si le preguntáramos a sus defensores nos dirían cosas
como que “es fundamental para el buen vestir”, “el protocolo la
obliga” o “demuestra respeto por la institución”. Claro que si
dirigimos la pregunta a algunos de los que “desafían” los
cánones y el protocolo con su vestimenta informal, la corbata más
bien es símbolo de la ley y del orden, del poder financiero, de
clases altas, de hombre occidental… Obviamente esto demuestra que
la corbata por sí, no significa nada. Los significados atribuidos
estratégicamente por los dos grupos pretender asociar al objeto con
unos valores e ideas.
Con
esto no se pretende decir que la corbata sea un mero objeto que se le
rellena de contenido identitario cada vez que es usado. Como se ha
dicho, no ponerse corbata también es hacer referencia directa a
ella. Se puede decir, que la corbata en ciertos ámbitos está más
presente cuando no está que cuando sí aparece donde se la espera.
Esto hace que el sujeto que no la lleva pueda referirse consciente e
inconscientemente al rival político que la usa, y separarse de él
discursivamente antes incluso de hablar. Es un uso estratégico de la
corbata. En el mismo se llena de significado, curiosamente, por el
que no la usa. Por lo tanto, como objeto no tiene significado por sí,
sino que se transforma según contexto donde se encuentre. La corbata
tiene la capacidad por su aparición o ausencia de interferir en
interacciones sociales, es decir, tiene una cierta capacidad de
agencia compartida con el contexto de actores que hacen de forma
contingente ser a la corbata como es.
Así
que es una herramienta más que un objeto vacío de significado. Se
utiliza la corbata, en este caso su ausencia, como artefacto que
opera en la construcción de identidades. El sujeto sabe que este
proceso se da y por eso lo utiliza. Se puede decir, que la identidad
es un recurso de acción. Entre lo consciente y lo inconsciente, este
gesto material de pensar y dirigir tu vestimenta es ya por sí mismo
constitutivo de diferencias. Se está construyendo un “cuerpo
político”, centrando la imagen del político en el debate. El
“sin-corbatismo” acabaría distinguiendo una forma de hacer
política, más que una forma de vestir.
La
práctica de utilizar la estética como diferenciador y potenciador
de identidades está muy vigente. Los grupos se apoyan de esto
también para establecer fronteras con el “otro” y facilitar su
identificación. En este caso, los seguidores del “sin-corbatismo”
se oponen a lo que consideran “vieja élite política”,
situándose ellos en una posición de confrontación. Simplemente
usan la corbata y la no corbata de forma asociada con una forma de
hacer política. No importa si los diagnósticos de los sujetos son
acertados o no, como dice Spinoza, “No hay que preguntarse por qué
son las cosas como son, sino cómo opera lo identitario en ellas”.
Es decir, este recurso “funciona”, opera, y por lo tanto no es
solo digno de estudio sino influyente en el desarrollo de lo social.
Sería
entender a la identidad no como algo estático, relacionado con la
forma de ser de las cosas, y sí como algo procesual y que se hace.
Por lo que es más cambiante y contingente a tiempos y espacios dónde
se produce. Porque se puede transformar, se transforma
constantemente. Dentro de lo que se hace, se encuentra sin duda, esta
forma de vestir y todo el tratamiento a la estética e imagen
corporal que se vuelve fundamental en los procesos de identificación.
Lo que se define como “clase política” es cambiante, una disputa
por su definición entre los actores que intervienen y que se
consideran parte de ella de forma diferente.
Los
partidos como competidores en la disputa del poder encuentran
fácilmente al “diferente” para usarlo de espejo y concebirse
según similitudes y principalmente diferencias respecto a él. El
“otro” partido es rival en una batalla cultural, simbólica y
discursiva que sirve entre otras cosas para conformar la identidad
como grupo. Para acercar lo concreto, los nuevos partidos imaginan y
se contraponen al “político tradicional”, siendo según a ellos
como construyen su identidad, diferenciándola. El “sin-corbatismo”
se significa como elemento de renovación con lo previo, no solo en
sus políticas sino también en ellos mismos, en su imagen. Es una
práctica que pretende redefinir lo que es ser élite política.
Redefinir que no es hacer desaparecer, es renovación y no ruptura,
por lo que las referencias al escenario anterior no pueden ser
plenamente deslegitimadoras.
Esta
categoría creada asociada a llevar corbata, es llamada como se ha
dicho “vieja política”. La misma es llamada a la renovación por
la “nueva política” que no lleva corbata. A la primera se le
carga con la deslegitimación ciudadana, el problema de funcionalidad
del sistema de bienestar, la despolitización de la tecnocracia, la
corrupción y la falta de transparencia… En
este relato, la “nueva política” trae una
nueva concepción de la política, la representación y el papel de
la clase política en el sistema. Introducen un gran número de
políticos institucionales noveles
y con perfil social diferenciado, pero lo más importante es que
acceden con la intención de modificar o resignificar lo que se
entiende por “ser político”.
Dicho
esto, llevar o no corbata parece decisivo para saber a qué partido
perteneces ¿no? Quizás no para tanto, pero sí podríamos
acercarnos. En este momento, la corbata parece un elemento central de
la estética y es precisamente por su ausencia. Esto cambiará, como
también se modificará las cosas que se extrapolan de un político
por verlo sin corbata. Y también cambiará como se usa como
artefacto para crear esas identidades que nos ayudan a pensar la
acción previsible de un político solo con ver su cuerpo y cómo va
vestido.
En
la lucha por el poder institucional y en democracias liberales, hay
que ganar elecciones competitivas. Cada grupo debe de ofrecer algo
que no pueda dar cualquier otro que también busque ese voto. No
llevar corbata es una narrativa y estrategia para la acción política
externa, con el objetivo concreto de diferenciarse. Es decir, no
llevar corbata es un potenciador de las diferencias con el otro. Y
una vez, el grupo se hace conscientemente diferente, como elemento
cohesionador y común, no llevar corbata ayuda a la adscripción al
mismo. Por lo tanto, la pregunta del comienzo tiene una doble
respuesta: la más interesante, no llevan corbata
para ser diferentes,
y la derivada de ella, como son diferentes no llevan corbata.
Pablo
Domínguez
1
La ceremonia de Los Goyas, que pareció quedar fuera de la política
institucional, si mereció una pajarita para un líder de un partido
estatal que es firme seguidor del “sin corbatismo”.
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