Manada, jauría, camada

Conocí —con estupor, incredulidad y con la sensación que España se cae a trozos— el fallo de la sentencia que dictó la Audiencia Provincial de Navarra en el caso la manada, por la que se condena a los agresores de una adolescente por un delito de abusos sexuales y no por agresión sexual, por no existir —según la sentencia— violencia o intimidación. A mi juicio, sin embargo, existió violencia e intimidación —ésta última en todo caso—. Los magistrados, por ello, desatendieron la tutela judicial debida a la víctima en forma de una sentencia justa y proporcionada a los hechos que ocurrieron. La sentencia es una aberración jurídica, en la que el relato de hechos probados contradice las conclusiones jurídicas.

Ateniéndonos al propio relato de hechos probados que contiene la sentencia, puede decirse que hubo violencia. Dice ésta que los agresores tiraron de ella y la hicieron entrar en el portal de modo súbito y repentino donde la penetraron hasta seis veces; o cuando dice que uno de los procesados acercó la mandíbula de la agredida a su miembro para que le hiciera una felación y otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los legins y el tanga. Pero parece que los magistrados hubieran juzgado que los hechos denunciados y probados se produjeron en una atmosfera más o menos similar a la de una película porno —cuyas escenas contienen una violencia implícita y contenida, cuando no explícita— en vez de ser el relato violento, sórdido y amedrentador de una violación. Relegaron en el más recóndito rincón de su mente, el olvido, que toda penetración sexual no consentida es en si misma un acto violento y de violencia, con independencia de la fuerza física que las circunstancias requieran para acometerla. Que toda agresión sexual es un acto cuyo objeto es el sometimiento y dominación de la víctima a la voluntad del agresor. Una situación en la que la víctima además del aturdimiento que le produce la situación, se encuentra entre personas desconocidas que la están agrediendo sexualmente y respecto de las que no puede determinar el grado de resistencia que puede oponer sin incrementar el riesgo de ser objeto de lesiones o incluso de muerte.

Exigir que los agresores deban de usar una fuerza eficaz y suficiente para vencer la voluntad de la víctima —para calificar que una agresión sexual sea considerada violación y no solo abuso— es injusto, desproporcionado y esconde un prejuicio machista, que para la mujer se convierte en una exigencia de acreditación de su virtud. El Código penal no exige que se use una cantidad ni una forma determinada de violencia para que una conducta sea calificada como violación. Sólo exige que se utilice la violencia. Luego donde no distingue la ley no debe distinguir el juez, dice uno de los principios jurídicos de la interpretación de las leyes. Parece que el pecado de Eva aún no ha sido redimido.

Y hubo también intimidación. El relato de hechos probados no deja lugar a dudas. Dice que la víctima fue llevada a un lugar recóndito y angosto, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión. Cuenta la víctima que se sintió «impresionada y sin capacidad de reacción». Intimidada. Ese es el término exacto para calificar el estado que ella tenía en ese momento. La intimidación es hacer lo que otros quieren que hagas por miedo. ¿Y a acaso no fue eso lo que buscaban los cinco agresores acorralando a la víctima en un espacio reducido, en inferioridad numérica y sin posibilidad de escapatoria? Cuenta la víctima agredida que sintió un «intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera». ¿No es esto intimidar a una persona? ¿No es esto conseguir que la víctima hiciera por miedo lo que querían sus agresores? Termina explicando la agredida que «cerró los ojos», actitud característica en situaciones en que una persona, como esta mujer, que se encuentra en la situación en que la habían colocado sus agresores. La intimidación fue previa y alcanzó el fin perseguido. La víctima solo podía minimizar los daños que sabía iba a recibir.

La Audiencia Provincial de Navarra ha puesto de manifiesto —como en otras ocasiones otros tribunales— la existencia de camadas judiciales. Grupos de jueces que viven en una burbuja jurídica, alejados de la realidad humana y social en la que se hallan inmersos. No son las víctimas las que ha de acomodar su conducta a la jurisprudencia de los tribunales para obtener su protección, son éstos quienes han de proteger a las víctimas de las agresiones, sin que sea exigible su conducta se tenga que buscar el acomodo a la interpretación de la ley por los tribunales.

¿Y del voto particular de la sentencia, que decir? Es un delirio sexista. Negar como hace el magistrado discrepante que no existió en la víctima miedo, temor, desconcierto o afirmar como hace que la expresión del rostro de la víctima es en todo momento relajada y distendida, me lleva a pensar que estamos ante un individuo que tiene una impregnación ideológica que raya —sino cae directamente— en lo patológico, que le impide tener el más mínimo atisbo de empatía.

Las protestas que se han convocado espontáneamente por toda España contra sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra, solo son una expresión de la nueva configuración del sentido cívico que hemos de desarrollar los hombres y mujeres españoles. Somos los ciudadanos y ciudadanas quienes hemos de decir y mostrar a los servidores públicos —políticos, jueces y funcionarios— la dirección en la que colectivamente deseamos que camine nuestra sociedad. Así como exigirla cuando esta orden sea desatendida. La democracia no es solo una forma de gobierno participada y colectiva, en la que los ciudadanos intervienen más o menos activamente, según la costumbre de cada Estado, sino —además y sobre todo— un estado emocional, un modus vivendi, que ha de ser permanentemente alimentado, cuidado y defendido por todos y cada uno de sus componentes ciudadanos. Si no queremos que otros nos gobiernen con sus reglas, debemos aprender a gobernarnos nosotros mismos. Una sociedad en la que cada día florecen comportamientos de jauría, está repleta de manadas y abundan las camadas, no solo es un aviso de las patologías que crecen en su interior. Nos dice que no vivimos en democracia.


Francisco Soler 
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/04/27/manada-jauria-camada/

¿Tenía razón Stephen Hawking?

Hasta ahora la pregunta más importante que podía hacerse el ser humano era sobre las consecuencias de sus actos. Decía Deleuze, respecto a la sociedad del control, que hemos pasado en el  ejercicio del poder soberano de un poder que «hace morir y deja vivir» —el del Rey que puede matar al súbdito si se opone a él— a otro que «hace vivir y deja morir» —el del Estado del siglo XX que protege a los ciudadanos frente al peligro de terceros Estados y los avatares de la vida: estado del bienestar y lo hace producir—.

Con la advenimiento de la inteligencia artificial la pregunta más importante será si es mejor que los seres humanos ¿Redirigirá la IA y la robotización el poder hacia un ejercicio de éste que no deja vivir y a la vez deja morir? ¿Hacia un poder indiferente ante la vida y la muerte de los seres humanos, que no interviene en la vida ni en la muerte de las personas —por considerarlas seres obsoletos— pero si interviene en la vida y en la muerte del verdadero sujeto relevante para la producción: las empresas? Ya nos encontramos en un estadio en el que el poder interviene cada vez menos en la vida y muerte de los seres humanos, no así en la vida y muerte de las empresas: regula la forma de sus actos con reglas jurídicas que actúan como normas morales de comportamiento para éstas; qué es una buena o una mala muerte empresarial, incluso los casos en que las empresas pueden resucitar, a través de una ley de segunda oportunidad.

En el siglo XXI el poder bascula desde el Estado hacia las grandes corporaciones multinacionales. Ya no es ejercido monopolísticamente por el Estado, sino que cada vez es más compartido con éstas. Ciertos tratados internacionales les reconocen capacidad de colegislar. De esta manera las grandes corporaciones multinacionales se convierten por  la puerta de atrás en actores políticos y los Estados más sujetos en el sentido etimológico del término: aquel que se somete, las personas. Lo vemos en los acuerdos de libre comercio que han aprobado entre la Unión Europea y Canadá (CETA) y el que casi se llegó a aprobar con EE.UU (TTIP). Estos acuerdos introducen la debilidad en el corazón del Estado, que se torna dócil a las exigencias de las grandes corporaciones como resultado del chantaje permanente de futuras reclamaciones indemnizatorias por pérdida de beneficios. Su aprobación sanciona la desaparición de la soberanía del pueblo y del estado del bienestar.

En este contexto de exaltación de la libertad de empresa, ésta se ha transformado en un interfaz que zombifica a las personas por la mordedura del marketing y al medio ambiente con una producción que consume más recursos de los disponibles para la generación actual y genera más contaminación de la que los ecosistemas territoriales y planetarios son capaces de asimilar. La libertad individual —y su variante de libertad de empresa—ejercida de manera incondicional es arbitraria, pues interfiere la libertad individual de las generaciones futuras, sin tener en cuenta el efecto acumulativo de la especie que origina en el medio ambiente por la contaminación y el consumo de recursos.

Si los derechos humanos nacieron en el siglo XVIII como una defensa frente al poder de muerte del Estado. Al variar la forma de ejercicio del poder, la concepción de los derechos humanos ha de mutar en consonancia con aquél. La protección clásica que los derechos humanos confieren a los ciudadanos frente al Estado debe, pues, extenderse a las relaciones de éstos con las grandes multinacionales y empresas, a fin de mantener hoy una esfera equivalente de protección.

La inteligencia artificial y la robotización son una revolución comparable a la del neolítico, sino más.  Las preguntas y los interrogantes se amontonan: ¿Es ésta el germen de una nueva especie?, ¿la concepción de la libertad ya modificada por el cambio climático se resignificará por la inteligencia artificial?, ¿es necesario introducir la ética en los algoritmos de inteligencia artificial? ¿se debería reconocer la igualdad entre humanos y robots inteligentes? ¿se reconocerá libertad individual a androides con inteligencia artificial de similar que a los humanos o de alguna otra forma? En 2017 le fue otorgada la ciudadanía saudí y reconocidos derechos de una persona a un robot llamado Sophia —en medio de las críticas por la situación de las mujeres en ese país y las condiciones migratorias—. ¿Es ésta una excepción o será una regla universal?



El capitalismo industrial mutó en neoliberalismo. ¿Las mutaciones que trae la inteligencia artificial y la robotización son una nueva forma de capitalismo? De la misma manera que el capitalismo neoliberal está eliminando a la clase trabajadora, al hacer que cada trabajador se explote a sí mismo en su propia empresa, en esta nueva forma de capitalismo el trabajador asalariado al ser sustituible por máquinas resultará obsoleto por innecesario. ¿Traerá este capitalismo la independización de las relaciones productivas respecto de las fuerzas productivas? Los primeros intentos ya están aquí. Tesla automatizó totalmente su fábrica. Ha reconocido, sin embargo, que ésta ha producido retrasos en la producción y ha anunciado la reincorporación de humanos a la cadena de producción. Las correlaciones de fuerzas y los equilibrios de poder cambiarán entonces. ¿Llegarán a tener los robots algún día derechos laborales, civiles y/o políticos? Un diario nacional publica la noticia que un robot ha sido candidato en las elecciones a Alcalde de uno de los distritos de Tokio, cuya una población es de 150.000 habitantes. Fue el tercer candidato más votado.

La sustitución de los seres humanos por robots en el proceso productivo producirá la obsolescencia objetiva de la izquierda. Como dice Yuval N. Harari cada técnica tiene sus dioses. Y la inteligencia artificial también los requiere. Surgirán, por tanto, nuevas religiones. Ésta obsolescencia que se anuncia es una culminación del proceso de  obsolescencia de la división entre izquierda/derecha que se inició con la globalización, fruto de la cual se ha originado una pugna entre los partidarios de la globalización neoliberal y sus detractores, atrincherados en la visión nacional/nacionalista, que ha hecho aflorar una nueva distribución ideológica en tres ejes: posliberalismo, populismo y ecologismo. En el eje liberal se agrupan tanto a la derecha neoliberal como a la socialdemocracia liberal partidaria de la globalización. En la etiqueta populista se incluye el espectro antiglobalizador desde la extrema derecha hasta la izquierda. La división izquierda/derecha, sin embargo, continúa presente en el imaginario político colectivo, aunque no es ya el eje dialéctico principal, sino una subdivisión secundaria que ordena las etiquetas ideológicas en el interior de cada eje. La denominación ecologismo —a pesar que no ha terminado de emerger como fuerza política de masas— se usa aquí de manera extensa, para encuadrar dentro de ella a los partidos políticos de corte ecologista y también a aquellos movimientos sociales que se encuentran más o menos próximos a la ideología ecologista.

En un escenario de cambio climático, crisis de recursos y artificialización el único superviviente es el robot, una especie que no muere. El  planeta recupera para si —de una manera absoluta— la condición de base material (y financiera) de supervivencia de la especie humana, acelera el desarrollo y explotación de la minería espacial y confiere verosimilitud a la hipótesis planteada por Stephen Hawking de la necesidad que tendrá la especie humana de colonizar nuevos planetas para sobrevivir. ¿La supervivencia en la Tierra estaría protagonizada por las Arcas de Noé? ¿Llegarán a existir estaciones espaciales en órbitas cercanas a la Tierra? ¿Serían éstos hábitats para ricos, quedando la gente abandonada a su suerte de en una distopía terrestre de cambio climático y robots inteligentes? ¿Es necesaria una biopolítica extraplanetaria? ¿La irrupción de la inteligencia artificial es el alumbramiento de una nueva forma de vida? ¿En un contexto de cambio climático y salto tecnológico, de riesgo de supervivencia para la especie humana y la profunda transformación del ser humano que puede ocasionar el desarrollo tecnológico, es importante reivindicar el lobo? ¿Será sobrepasada por la evolución tecnológica y los acontecimientos la ecología política? Para poder seguir celebrando el Día de la Tierra, fecha en que se publica este post, debemos hacernos estas preguntas.

Los escenarios descritos no quieren ser una predicción o vaticinio, sino una invitación a la reflexión sobre el escenario de cambio climático en un contexto de artificialización y robotización del sistema productivo y de la sociedad y sobre la necesidad de pensar una reflexión política que de respuesta a esta realidad insoslayable a la que estamos abocados. Tal y como se pregunta Jonathan Nolan: «¿Qué pasaría si la inteligencia artificial nos matara, pero no por ser mala, sino porque nosotros somos los malos?».


Francisco Soler
 http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/04/22/tenia-razon-stephen-hawking/

El nuevo marco de la acción política

La política del siglo XXI demanda un nuevo consenso marco que capte nuestro tiempo, para sobre él refundar los restantes pactos. Vivimos un «escenario posnatural» que a golpe de calor y sequía en un mundo de hiperglobalización y conectividad, pide que los acuerdos políticos y sociales vigentes se conviertan en un contrato posmaterial. En la reforma de la Constitución de 1978 que se está reclamando, sin embargo, nadie ha alzado su voz en el Congreso reclamando este consenso.

La especie humana se ha convertido en una fuerza geológica. Su influencia sobre el medio ambiente es de tal alcance y magnitud que la Tierra está «moviéndose hacia un estado diferente». Debido a ella hemos inaugurado una nueva era: el antropoceno, término con el que se expresa, el impacto de la masiva influencia del ser humano sobre los sistemas biofísicos planetarios. Su consecuencia más visible y espectacular es el cambio climático. Pero no es la única. Se incluyen también en esta categoría: «la disminución de la superficie de selva virgen, la urbanización, la agricultura industrial, las actividades mineras, las infraestructuras de transporte, la pérdida de biodiversidad, la modificación genética de organismos, la hibridación creciente». Hasta ahora el antropoceno que sólo era una hipótesis científica huérfana de una tesis política que la acomodara a la praxis política, hoy ésta está asumida por los partidos verdes. Esta orfandad hoy es menos huérfana con esos partidos operando como francotiradores. Hoy sólo es aislamiento, abandono e insuficiencia.

Es preciso, por todo ello, generar un consenso ecológico desde el que refundar los pactos y emociones políticas, sociales y territoriales a fin de legitimar la política de este tiempo. Una acción política en la que «los gobiernos, empresas, colectivos ciudadanos y otros [actores] compiten por la autoridad», «pero colaboran» para abordar los desafíos globales. No es éste un tiempo de elecciones binarias, sino que en él conviven «grandes potencias mundiales, interdependencia globalizada y poderosas redes privadas» y estos actores con una crisis civilizatoria.

Para fundar este nuevo consenso es vital desconectar el concepto de democracia del de clase social, ya sea en forma de burguesía o como proletariado. Y conectarlo al concepto de especie. El objetivo de esta desconexión y reconexión es dejar atrás la democracia del tener –la de la acumulación de poder o riqueza−, para transitar hacia una democracia del ser –de lo-uno-en-lo-diferente−, como parte de algo mayor organizado de forma holocrática. Se trata de sustituir con ella la mirada sobre el mapamundi, por la perspectiva del Planeta desde el espacio. No se puede ignorar lo conseguido por el ser humano, pero hay que saber que esto sólo es una parte de lo que somos. Dicho de otro modo: la historia humana sólo es una pequeña parte de la historia del planeta. Esto desde una perspectiva político-ideológica significa abandonar la conciencia de clase para sustituirla por la conciencia de especie.

La razón es que dos siglos de civilización industrial, han causado una oposición entre las «fuerzas productivas» y las «fuerzas de la naturaleza» que amenaza con destruirlo todo. Las tres grandes fuerzas que hoy existen en el planeta: Naturaleza, ser humano y tecnología han formado dos bloques antagónicos. La unión de dos de ellas: el ser humano y la tecnología ha dado lugar a la creación de una economía planetaria –antropoceno− que es la mayor fuerza geológica existente. La tercera de ellas: la Naturaleza, el conjunto de seres vivos de la Tierra, tal como la describió Lovelock, es una entidad viviente capaz de transformar la atmósfera del planeta para adecuarla a sus necesidades globales y dotada de facultades y poderes que exceden con mucho a los que poseen sus partes constitutivas –Gaia−. La pugna hoy es a escala planetaria. ¿Podemos entonces hablar de soberanía humana o debemos sólo decir autonomía?

El cambio que se ha de operar no vendrá ni de la revolución, ni de la evolución. No es cuestión de letra más o menos. Se requiere un cambio de estado. Una metamorfosis. El ser humano, por tanto, ha de admitir que no tiene más patria que el Planeta, ha de aceptar que somos ciudadanos de la Tierra. Una característica de estos ciudadanos sería la estar imbuidos de espíritu biorregional y de un sentimiento nacional  que no invisibiliza los demás sentimientos de pertenencia. Este tipo de ciudadanía tiene rasgos comunes con los que poseen los «nativos digitales», cuyos valores definitorios son «la conectividad y la sostenibilidad». No se sienten seguros tras las fronteras que los separan de los demás fuera de sus países. Y «no creen que su destino sea pertenecer únicamente a los Estados políticos, sino conectarse a través de ellos.» Ellos, los menores de 24 años, los millenials, constituyen hoy el 40% de la población mundial.

La ciudad ha de ser concebida, por tanto, como una «naturaleza-habitada», como un espacio-tiempo en el que una y otra: ciudad y Naturaleza, no se diferencian, pues entre las dos no hay un límite que señale su cese, no existe un espaciamiento o distancia entra ambas que permita hacerlas distinguibles. La Naturaleza existe en el interior del límite −el planeta− y fuera de él no existe la ciudad. El límite no indica el cese de la Naturaleza, sino que manifiesta «aquello a partir de lo cual» empieza a existir. Es el límite entre materialidad e inmaterialidad. La naturaleza-habitada aparece como la organización del hombre en la Naturaleza. Esta ciudad así concebida estaría regida por las reglas de interdependencia y de la relacionalidad. En ella todo está relacionado con todo y, por tanto, todo dependería de todo. A nada podríamos ser ajenos y nada podría sernos ajeno.

¿No significa esta concepción de la ciudad que el poder reside en la Naturaleza, que lo delega en la especie humana de forma transitoria? ¿No es esto una República? ¿No es esta República una nueva articulación del poder y del pueblo insertas en una comunidad planetaria? Esta República es lo más parecido a la definición de belleza de John Keats: La belleza es verdad, la verdad belleza, −eso es todo. Conoces la Tierra,/y todo cuanto necesitas conocer. (1).


(1) Con este artículo, como otros años, rindo homenaje a la ilusión colectiva que fue la II República, así como a todos aquellos que lucharon por traer a España sus ideales, muchos de los cuales murieron en su defensa, otros fueron represaliados y otros muchos tuvieron que partir hacia un exilio no deseado. Y especialmente rindo ese homenaje a mi abuelo: Casimiro Luque, que fue concejal del Ayuntamiento de Málaga por el Partido Radical-Socialista desde 1931 a 1933, quien tuvo que exiliarse a Chile con su familia durante 33 años por defender aquellos ideales, así como a su inseparable amigo y conmilitón Emilio Baeza Medina.


Francisco Soler

MEDIDAS PARA HOMBRES CONTRA LAS VIOLENCIAS MACHISTAS EN ANDALUCÍA


El grupo parlamentario de Podemos Andalucía presentó el pasado 6 de marzo de 2018 un texto alternativo al PROYECTO DE LEY con el que la Junta de Andalucía trata de actualizar la LEY CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO de 2007. El texto alternativo recoge las principales reivindicaciones del movimiento feminista y plantea un cambio de definición de las violencias machistas que parece tan urgente como necesario. Propone trascender la “concepción reduccionista y victimizante de la violencia de género, entendida como la que sufren las mujeres por el hecho de serlo, a manos de sus parejas o exparejas a un nuevo concepto de violencias machistas […] para entenderlas como aquellas que ejercen los hombres sobre las mujeres con el fin de mantener el supremacismo y los privilegios que se le atribuyen por el hecho de serlo. […] Este cambio de enfoque obliga a plantear todo un capítulo de medidas de prevención específica dirigidas a hombres y potenciales agresores que permitan actuar sobre la base cultural que reproduce y prevenir su riesgo”.

Estas medidas suponen la primera propuesta legislativa para incorporar a los hombres y los niños a la lucha por la igualdad y contra las violencias machistas que llega al Parlamento Andaluz. Aunque ninguno de los grupos se opuso a estas medidas el texto fue rechazado y ahora toca tratar de introducirlas en forma de enmiendas a la propuesta del PSOE-A.

La necesidad de incorporar a los hombres a la lucha por la igualdad es un objetivo del movimiento feminista global desde la IV CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER celebrada en Beijing en 1995, que “alienta a los hombres a que participen plenamente en todas las acciones encaminadas a garantizar la igualdad de mujeres y hombres”. Desde entonces han sido muchas las resoluciones y recomendaciones de los organismos internacionales en este sentido. La más reciente es la del CONVENIO DE ESTAMBUL que establece que “Las Partes tomarán las medidas necesarias para animar a todos los miembros de la sociedad, en particular los hombres y los niños, a contribuir activamente a la prevención de todas las formas de violencia”.

En nuestro país la Comunidad Autónoma Vasca plantea, en su PLAN PARA LA IGUALDAD DE MUJERES Y HOMBRES de 2006, “medidas para fomentar la implicación de los hombres como un complemento necesario” y crea el PROGRAMA GIZONDUZ, que depende del Instituto Vasco de la Mujer. El Ayuntamiento de Jerez de la Frontera creó en 1999 el PROGRAMA DE HOMBRES POR LA IGUALDAD que sigue funcionando. Más breve y menos conocido fue el programa de la Diputación de Sevilla entre 2004-2006. El ejemplo actual más ambicioso es el SERVEI DE ATENCIÓ A HOMES (SAH) y el programa CANVIEM-HO del Ayuntamiento de Barcelona.

Aunque estas experiencias han demostrado la viabilidad y la conveniencia de trabajar con hombres, y cada vez son más las expertas, técnicas, responsables de políticas públicas y activistas que se plantean la necesidad de políticas feministas para hombres, hay que reconocer que existen muchas resistencias a estas iniciativas, sobre todo por parte de los hombres con responsabilidades políticas que evitan comprometerse con el cambio de los hombres, pero también por parte de algunas mujeres que temen que las mismas diluyan su liderazgo en la lucha por la igualdad y contra las violencias machistas.

Hay una falta de interés que se traduce en recortes de los programas e iniciativas dirigidas a los hombres; recortes que también sufren el resto de las políticas de Igualdad pero que, en este caso, dada la precariedad de la que partían, los lleva al borde de la desaparición. Un precedente lo encontramos en el TELÉFONO DE ORIENTACIÓN PARA HOMBRES que puso en marcha la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género en 2009 y desapareció con el Ministerio de Igualdad.

De las 212 medidas que recoge el PACTO DE ESTADO CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO, solo 11 pueden considerarse específicamente dirigidas a hombres, y solo dos pueden considerarse preventivas, ambas dirigidas a jóvenes: la 5 y la 195. Las otras se centran en el maltratador y tienen un carácter punitivo.

El texto de Podemos plantea la necesidad de que las administraciones públicas de Andalucía promuevan “programas y actuaciones de prevención de todas las formas de violencias y desigualdades de género dirigidos específicamente a hombres”, y para garantizar el adecuado desarrollo de las medidas que detalla propone la creación de un “Programa Andaluz de Igualdad y prevención de violencias machistas para Hombres […] encargado de promover, apoyar, coordinar y evaluar las actuaciones en esta materia de todas las administraciones en Andalucía”, dejando claro que “los programas y actuaciones en esta materia contarán con financiación propia que no podrá detraerse ni significar merma de la financiación de los programas de igualdad y violencias machistas ya destinados a mujeres” y que “Los programas de intervención con agresores potenciales […] serán acreditados y supervisados por los organismos públicos responsables en materia de Igualdad y no podrán compartir recursos o instalaciones con los de atención a víctimas de las violencias machistas”.

El texto propone también “El estudio de los modelos de masculinidades hegemónicas y de su relación con las causas de las violencias machistas” o “las motivaciones, circunstancias y consecuencias de las violencias de género para los hombres que las practican”, dos temas imprescindibles para conocer y prevenir las motivaciones y las causas estructurales de estas violencias.

Si coincidimos en la imposibilidad de erradicar las violencias machistas sin acabar con el machismo, y la de acabar con el machismo sin que cambien los hombres, habremos de concluir que es urgente y necesario articular políticas feministas dirigidas a los hombres. Por eso las enmiendas que se van a presentar en este sentido al texto del PSOE-A pueden y deben contar con el apoyo de quienes quieran erradicar las violencias machistas, más allá de las diferencias partidarias, y muy especialmente con el de los hombres y los diputados que dicen estar por la Igualdad.


Jose Ángel Lozoya.
Hilario Sáez Méndez.
Jesús Casado Rodrigo
Los tres autores pertenecen a los colectivos Foro de hombres por la Igualdad, Red de hombres por la Igualdad  y a la Fundación Iniciativa Social. Hilario colabora con la Secretaría de Feminismos de Podemos Andalucía.








ConSuma Consciencia, información clara para consumir con criterio


Cuando hablamos de innovación muchas veces nos centramos en el “qué”, olvidándonos del “cómo”, pregunta que puede conducirnos a respuestas poderosas. ConSumaConsciencia es una plataforma creada con ese propósito, con la intención de que las personas conozcamos las empresas en las que consumimos y las alternativas que tenemos disponibles. ConSuma Consciencia es una herramienta online de acceso gratuito que desnuda a las empresas y ofrece una radiografía de su esencia, más allá de las estrategias de comunicación y publicidad que cada una usa.

En esta fase del proyecto la plataforma presenta información clara, rigurosa, transparente y comparable sobre el desempeño de entidades que comercializan electricidad. ConSuma Consciencia recopila y sistematiza información pública actualmente disponible en la red, bien proporcionada por la propia entidad o por otras organizaciones públicas o privadas. Acaba de publicarse el proyecto piloto, para el que se han seleccionado 18 empresas (o grupos empresariales) que comercializan electricidad para usos domésticos en España, desde cooperativas locales hasta empresas transnacionales.

Las empresas se estudian a través de 60 parámetros, bajo el prisma de la responsabilidad compartida pero diferenciada. A través de esta herramienta se puede conocer el origen de las entidades, su volumen, accionistas, etc. así como aspectos relacionados con la gestión económica, como la transparencia fiscal y la distribución de beneficios o la gobernanza interna, transparencia y aspectos de género. Además, se han seleccionado una serie de indicadores específicos que visibilizan los aspectos relacionados con la comercialización de energía, como pueden ser la cantidad de energía de origen renovable que comercializa cada entidad o los residuos radiactivos emitidos.

Gracias a ConSuma Consciencia podemos romper ciertos mitos como que todas las empresas son iguales o que el consumo de energía renovable es más caro que el convencional.

ConSuma Consciencia es una plataforma online, independiente, colaborativa, sin ánimo de lucro y de acceso gratuito que pretende fomentar un consumo más razonado y razonable, alineado con los valores que cada persona quiera defender. Es importante, en una sociedad tan economizada como la nuestra, saber qué intereses estamos favoreciendo con nuestro consumo. Por ello, con esta herramienta cada persona podrá reflexionar y decidir cuáles son las empresas con las que más se identifica y en las que quiere consumir. La información es poder y nuestras pequeñas decisiones individuales determinan los futuros comunes.

Para las siguientes fases del proyecto se va a estudiar la consideración de otros parámetros, se va a ampliar el análisis a más comercializadoras de electricidad y se va a aplicar esta metodología para otros sectores críticos en el consumo ordinario como la banca, moda y telecomunicaciones.

Si te gusta la herramienta, ¡difúndela! Gracias 



 

SI NOSOTRAS NOS PARAMOS, EL MUNDO SE PARA


Y alguien pensará: “¿Y qué más da? De todas formas, vamos demasiado rápido hacia no se sabe dónde”. A veces parece que el mundo me tiene sujeta por una cuerda, como en el cuadro de Chagall, y yo voy detrás, volando porque no puedo seguir su ritmo a pie. El cabello hacia atrás y la falta abombada por la velocidad a la que me arrastra el mundo. ¿Cuántas decisiones tomamos al día? ¿Cuántos sentimientos, pensamientos, sensaciones, registramos? Una plétora (acabo de leer la palabra en Octavio Paz). Pero, ¿los registramos realmente? ¿O tienen lugar en nosotros, “nos ocurren”? Los sentimientos, pensamientos, llamémoslos “estímulos”, que no registramos o no metabolizamos porque ocurren demasiado rápido, se nos atragantan y, sean buenos o malos, o los creamos buenos o malos, nos pueden sentar mal.

El otro día fui a un espectáculo de Rocío Molina. Una monstruo. Delirante. Extática. Desprendió una energía inmensa que electrizaba al público. Terminó a las 11 de la noche. Yo, y no sé si las demás, me quedé cargada, absolutamente incapaz de soltar esa energía, lo que equivale a decir de dormir. En mi mundo parado, un espectáculo así se programaría a medio día y el público estaría de pie para poder expresarse con el cuerpo, nuestro cuerpo como catalizador del flujo estimulante y cálido de Rocío. En mi mundo parado, no sería inconveniente pasar una noche sin dormir porque al día siguiente no te espera nada.

¿A cuántas decisiones nos enfrentamos todos los días? Propias, de nuestra familia, desde cuestiones de trabajo externo, hasta cuestiones caseras, pasando por salud, hobbies, socialización. ¿A qué hora y dónde quedo con mi amiga? Esa decisión, la más nimia de todas, claro, puede tener una gran importancia. De la hora y el sitio puede depender que pase un buen rato con mi amiga o no. Y de una buena (o mala) conversación salen ideas, estímulos, que pueden invadir tu mente durante días. Una decisión importante. Mucho. Y a la que no podemos conceder mucha reflexión por falta de tiempo.

La vida: una sucesión de decisiones que debemos tomar súbitamente y con cuyas consecuencias tenemos que vivir para los restos.

Por eso, lo de que el mundo se pare me encanta. Y pudiera ser que el 8 de marzo, huelga de mujeres, fuera más placentero para muchos (en masculino estricto) de lo que nos creemos. Mi compañera de trabajo no aparece: ¡tengo todo el despacho para mí!. Grandes colas en el supermercado, con solo dos cajas abiertas, porque las cajeras están de huelga. Un momento: ninguna cola, porque nosotras no estamos comprando; no hay nadie en el supermercado. Hoy mi madre no cocina; cocina mi padre, que hace filete con patatas que me encanta. A ver si se le va a coger gusto a esto del paro femenino y nos sale el tiro por la culata: ¡que paren, que paren más, que paren siempre, que así se está mejor!.

Yo secundé el paro del 8 de marzo trabajando. Dediqué mis tres horitas a seguir con el artículo en el que llevo trabajando casi dos años, con alguna interrupción larga, todo hay que decirlo. Con él contribuyo de muchas y bellas maneras a que el mundo se pare. Es sobre un tema que no le interesa a nadie (la valencia básica del inglés antiguo), por lo que no hay peligro de que “haga temblar los cimientos de la civilización”. Mientras lo escribo, estoy tranquilita, no le hago mal a nadie, no tomo decisiones, ni obligo a otros a que las tomen, no mando hacer los deberes a las niñas, ni cocinar al marido, ni molesto a nadie con el teléfono, ni consumo, ni necesito pastillas, ni entretengo a las alumnas con mensajes varios, todos muy beneficiosos y convenientes, pero seguro que lo pasan mejor sin ellos. Por último, lo intento publicar en una revista de prestigio, pero que imprima pocos ejemplares para no contaminar mucho, y hago que ni más ni menos tres o incluso cuatro personas, todas excelsas lingüistas, pierdan su valioso tiempo leyendo eso que les presento, que no le interesa a nadie, pero que tiene su aquel, y que cuesta trabajo, y tiempo, revisar. Hago que pierdan su tiempo en eso, en vez de en algo más siniestro y amenazador, como intentar cambiar el mundo o mandar cohetes a la luna (o su equivalente en el área en cuestión: teorizar sobre la enseñanza de lenguas).

El 8 de marzo trabajé para parar el mundo. Y ojalá siguiera parado mucho tiempo.


Georgina Luisa



Desobedecer a la pureza


¿Vivimos tras los muros
de las ciudades
o bajo la bóveda
de las constelaciones?
¿Cuál de las dos
es más nuestra morada?

Tras ser arrojados al mundo
desobedecimos a la pureza.
Y a la pietas.
La ciudad
rompió el contrato natural,
y ya no es una simbionte,
se ha convertido en un parasito
que obtiene todo de su hospedador
y a cambio produce daño.
Profana, poluciona, corrompe.
Mancha, contamina, mancilla.
Impureza acompañada de la impudicia,
en tres rupturas:
trascendente,
natural
y moral,
y quince estaciones.

Primera estación.
Dios ha muerto,
lo matamos,
culminando una práctica
iniciada hace cuatrocientos mil años.
Segunda estación.
La ciencia y la tecnología,
han permitido al hombre
escapar de las ataduras morales,
ningún poder hay ya
por encima de él.
Tercera estación.
El Holocausto inauguró
la era del exterminio masivo
exento de culpa.
Sin necesidad de redención.
Auschwitz fue el rito expiatorio,
el juego sagrado
que había que inventar,
para que el superhombre
fuera digno de la grandeza
del robo del fuego de los dioses.

Cuarta estación.
Tras la muerte de Dios,
hemos envenenado el planeta,
pero somos Tierra,
nuestro cuerpo está constituido
con los elementos de la tierra,
el aire nos da el aliento,
el agua nos vivifica y restaura.
Quinta estación.
El cambio climático
es el signo de una Naturaleza
doliente, de una sierva
en su soledad y tribulación,
que representa
su propio misterio de pasión y cruz.
Sexta estación.
Nada de este mundo
puede resultarnos indiferente,
no es un campo de concentración,
ni quienes la habitan son musulmanes.
Séptima estación.
Al igual que Dios,
la Naturaleza tampoco es ya
fuente normativa,
moral
o trascendente.
El contrato natural
ahora
es de suministro.

Octava estación.
Después de la II Guerra Mundial
caímos en lo más profundo
del pensamiento hitleriano,
nuestra ambición de confinar
la Naturaleza, era la misma
que tenía Hitler
respecto al ser humano:
hipernaturaleza productiva.
Novena estación.
Voluntad de dominio absoluto,
que solo usa
las variedades biológicas
de mayor rendimiento productivo.
Décima estación.
Eliminación de la parte de la Naturaleza
perjudicial para el sistema económico,
por destruir su prosperidad
por su insuficiente tasa de producción.
Undécima estación.
Animales usados
como dispositivos productivos
de vida animal,
continnum biológico
en espacios de Naturaleza
producida.
Duodécima estación.
Creación
De máquinas programables
genéticamente,
cyborgs ensamblados,
versión postnatural
y transgenética de la Naturaleza.
Sandías cuadradas.
Decimotercera estación.
Se exalta por encima de todo
la eficiencia económica
y se aniquila los cuerpos superfluos
o corruptos,
equivalentes a la glorificación
totalitaria de la sangre
y al ennoblecimiento
de los trabajadores en armas
del estalinismo.

Decimocuarta estación.
La ciudad habita la historia
porque ignora la Naturaleza,
tras romper el vínculo que enlaza
el tiempo que pasa y transcurre
y el tiempo que hace.
Decimoquinta estación.
Es tiempo de cartas
puestas en el féretro de la Naturaleza,
para que Dios las lea cuando le lleguen.



Francisco Soler

 
«Desobedecer a la pureza» es la versificación del artículo publicado bajo el título «Profanación, polución, corrupción», al que se han agregado algunos elementos. Es una de las quince versificaciones que componen el poemario del mismo título de próxima aparición. El objetivo de mismo es acercar a la gente la problemática de la relación hombre/naturaleza desde un formato diferente al que habitualmente trata estos temas.