De Granada a Bagdad

Abu Hamid, un viajero de Al Andalus


Rutas seguidas por Abu Hamid

La relación de viajes es una parte esencial de la actividad humana desde siempre. Más allá de que hoy en día se clasifiquen los viajes en la sección Ocio de los diarios, las experiencias viajeras han servido a fines comerciales, militares y religiosos. Los grandes viajeros han aportado mucha y muy útil información para el desarrollo de las sociedades incluidas las no europeas. Los territorios que llamamos Oriente fueron el tablero central en otros tiempos, con rutas de gran importancia económica, donde gente anónima viajó, sí, sin ningún romanticismo. Uno de esos viajeros se llamaba Abu Hamid.

Abu Hamid al Gahrnati tiene su lugar de honor en la historia de los grandes viajeros del medievo. Se adelanta en el tiempo al veneciano Marco Polo y al misionero franciscano Juan de Plano Carpini, quienes en el siglo XIII viajaron al imperio mongol. Precedió a Ibn Jaldún, paisano suyo andalusí, historiador y geógrafo, que vivió en El Cairo; y sin duda alguna recorrió las tierras que trescientos años después exploraría el comerciante ruso Afanasi Nikitin, quien visitó la India y Persia.

La aventura de este auténtico viajero al estilo “qaravan” es de gran interés para conocer a través de su obra los saberes geográficos y etnológicos de un hombre del siglo XII bajo el floreciente Islam de la época. Curioso y erudito, Abu Hamid describe las costumbres de los pueblos eslavos y de Oriente Medio, y nos aporta con detalle más vivencias a lo que se ha dado en llamar “cultura de frontera”. Pero además del hombre científico está el lado religioso del personaje, pues Hamid era un buen conocedor del Corán y extendió su saber islámico en tierras lejanas.

Nuestro viajero Abu Hamid al Garnati nació en Granada, en Al Andalus, en el año 1080 durante el reinado de la dinastía de los ziríes. En 1090 su familia tuvo que salir huyendo de Granada ante el avance de los almorávides de Yusuf ben Tasufín. La taifa andalusí y el reinado zirí duraron del 1013 al 1090. La familia de Abu Hamid marchó al Norte, a Uclés (Cuenca), bajo el amparo del rey castellano Alfonso VI. Pero el avance imparable de los almorávides les llevó a conquistar Valencia y a ganar la batalla de Uclés en 1108.

De nuevo en el camino del exilio, huyendo del fanatismo religioso, nuestro viajero deja Al Andalus camino de Oriente. Además, lo más seguro es que se puso en marcha por su espíritu de ciudadano del mundo, por el afán de conocer las maravillas de países lejanos y cómo no, también para abrir rutas comerciales. En el siglo XII ya había una compleja red de vías y caminos por todo Al Andalus, Maghreb y Oriente. Aquellas eran las rutas que habían conducido a comerciantes y gentes de libros o talibán rumbo al Este lejano, a Samarcanda, a Bagdad, a Xanadú.

Los relatos de los viajes de Abu Hamid están amenizados con variadas historias de tipo realismo mágico, que dan un encanto literario a su obra. De Toledo y Zaragoza cuenta que fueron levantadas por los genios de Salomón. De Cádiz dice que conoció la estatua cuya mano derecha se extendía hacia el mar para prevenir a los barcos. En Ceuta sitúa el relato de la Roca a la que llegó Moisés. Sus obras, el Murib y la Tuhfa al Albab, escritas en Iraq, se enmarcan en la tradición de los libros de viajes medievales. Son además una fuente histórica de gran valor y una gran influencia en la obra del famoso geógrafo persa del siglo XIII Zakariya al Qazwini, autor de Las maravillas de la Creación.

La singladura de Abu Hamid comienza en el Maghreb. Con seguridad visitó el actual Marruecos y se detuvo un tiempo en Túnez, donde se encaminó a la ciudad santa de Kairuán. En 1117 partió en barco de Túnez para arribar a Alejandría, haciendo escala en las islas de Cerdeña y Sicilia. De Sicilia le impresionó el volcán Etna, y de Alejandría el Faro. De este cuenta que colocaron un espejo de gran tamaño que permitía ver a gran distancia los barcos que surcaban el Mediterráneo.

Al año siguiente arribó Hamid a El Cairo (Al Qahira), donde decidió quedarse tres años ampliando sus estudios. Allí recibió enseñanzas de intelectuales egipcios como Abu Abbas al Hiyazi, hombre de mundo que había vivido cuarenta años en China. En Egipto narra nuestro viajero la maravilla de un país que, gracias al Nilo, puede vivir sin lluvias. El problema del abastecimiento de agua le interesaba y nos describe qué es un nilómetro.

A los 40 años Abu Hamid parte hacia Damasco. En la ruta caravanera pasa por Ascalón (Israel), donde veinte años antes había tenido lugar la batalla de Ascalón entre el Califato Fatimí y los Cruzados, y visita la ciudad romana de Baalbek (Líbano) en el valle de la Bekaa. En la siria Damasco el granaíno Hamid se dedicó a enseñar el hadiz y a estudiar. En su ruta de Damasco a Bagdad pasa por Palmira, la ciudad de las columnas rosadas, y se queda atónito contemplando la ciudad romana-oriental. En 1123 arriba a Bagdad y decide quedarse en ella cuatro largos años, viviendo en casa del erudito Ibn Yubair, geógrafo y poeta andalusí que sería más tarde visir de dos califas abasíes. En esa época nace el hijo de Abu Hamid, llamado también Hamid.

De Bagdad nuestro viajero se fue a la ciudad de Abhara, camino de Ardebil (Irán), en la vecina Azerbaiján. En 1130 atravesó las montañas del Cáucaso y recorrió las estepas de Mugán pasando luego por la península de Absheron. Hoy en día esa península es el corazón petrolero de Azerbaiján y acoge la capital, Bakú. Siguiendo la costa caspiana Hamid visitó Derbent, hoy Rusia, a orillas del Caspio. Al año siguiente, en 1131, arribó a la ciudad de Sayzin, en la desembocadura del Volga, costeando el Norte del Caspio. Allí se instaló Abu Hamid con su familia y vivieron en ella veinte años. A los seis años viajó Hamid río arriba, a Bulgar del Volga, internándose en Rusia. Allí perdió un hijo.

La actividad comercial se desarrolló en estas tierras rusas mercadeando pieles de castor por hojas de espadas sin bruñir. Su conocimiento de estas gentes le aportó información abundante para escribir su relación de viajes más adelante. En 1150 partió desde Bulgar, siendo su nuevo rumbo Hungría, el país de Basgird. Aquí vivió otros ocho años, donde se estableció junto a la comunidad musulmana, ejerciendo de imán y ulema. Su misión islámica o dawa dio sus frutos: enseñaba árabe, rituales litúrgicos y formas correctas de oración o salat. En Hungría echó raíces y alcanzó una buena posición social. Su hijo Hamid se casó allí y se asentó mientras el padre, Abu Hamid, salió del país en 1153. Este volvió a Sayzin, donde tenía familia.

En 1154, llegó Abu Hamid al Jorasán, luego de navegar por el mar Caspio, para visitar a unos amigos. De allí salió para hacer el Hayy, la peregrinación a La Meca, siguiendo la ruta de Merv (Turkmenistán), Isfahán (Irán) y Basora, en el Iraq. De Basora volvió a Bagdad, donde se dedicó a escribir su libro de viajes Al Murib. En ese período hizo un nuevo viaje al Jorasán.

Su segundo libro, la Tuhfat al Albab, traducido como El regalo de los espíritus, recoge el fruto de las experiencias viajeras del granadino Hamid. Escrito en 1162, en la Mosul iraquí, sin embargo no fue publicado en español, y parcialmente, hasta 1953. En 1990 se consiguió traducirlo por completo gracias a la labor de la profesora Ana Ramos. Como suele ocurrir, el interés por la memoria histórica de Al Andalus está prejuiciado. Sobre nuestro viajero también conviene citar el artículo de Ingrid Bejarano Escanilla: “Abu Hamid al Garnatí y las maravillas del mundo”.

Los últimos años de la vida del “qaravan” Abu Hamid los pasó en Damasco, luego de emplear tres años en Mosul en su libro y de pasar una temporada en Alepo, la blanca. Cumplido su Hayy, habiendo criado familia y escrito dos grandes libros, el venerable y erudito mu’min Abu Hamid Muhammad ben Abd el Rahim ben Suleyman ben al Rabi, conocido también como Al Andalusí o Al Garnati, muere a los 90 años en la Damasco de los Omeyas, en el año 1170.

Este maestro del viaje tiene mucho que enseñarnos. En palabras de otro gran andalusí, el sufí Ibn Arabi: “hay que partir para descubrir los signos (âyat), por eso el viaje es también una lectura. Se tú el hijo del Camino, pues todo es Al Kitab, es decir, el Libro”.


Por Francisco Ortiz.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante esta figura, para mi desconocida, de los viajeros errantes y cultos.

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