Hasta ahora la pregunta más importante
que podía hacerse el ser humano era sobre las consecuencias de sus
actos. Decía Deleuze, respecto a la sociedad del control, que hemos
pasado en el ejercicio del poder soberano de un poder que «hace morir y deja vivir» —el del Rey que puede matar al súbdito si se opone a él— a otro que «hace vivir y deja morir»
—el del Estado del siglo XX que protege a los ciudadanos frente al
peligro de terceros Estados y los avatares de la vida: estado del
bienestar y lo hace producir—.
Con la advenimiento de la inteligencia
artificial la pregunta más importante será si es mejor que los seres
humanos ¿Redirigirá la IA y la robotización el poder hacia un ejercicio de éste que no deja vivir y a la vez deja morir?
¿Hacia un poder indiferente ante la vida y la muerte de los seres
humanos, que no interviene en la vida ni en la muerte de las personas
—por considerarlas seres obsoletos— pero si interviene en la vida y en
la muerte del verdadero sujeto relevante para la producción: las
empresas? Ya nos encontramos en un estadio en el que el poder interviene
cada vez menos en la vida y muerte de los seres humanos, no así en la
vida y muerte de las empresas: regula la forma de sus actos con reglas
jurídicas que actúan como normas morales de comportamiento para éstas;
qué es una buena o una mala muerte empresarial, incluso los casos en que
las empresas pueden resucitar, a través de una ley de segunda
oportunidad.
En el siglo XXI el poder bascula desde el Estado hacia las grandes corporaciones multinacionales.
Ya no es ejercido monopolísticamente por el Estado, sino que cada vez
es más compartido con éstas. Ciertos tratados internacionales les
reconocen capacidad de colegislar. De esta manera las grandes
corporaciones multinacionales se convierten por la puerta de atrás en
actores políticos y los Estados más sujetos en el sentido etimológico
del término: aquel que se somete, las personas. Lo vemos en los acuerdos
de libre comercio que han aprobado entre la Unión Europea y Canadá
(CETA) y el que casi se llegó a aprobar con EE.UU (TTIP). Estos acuerdos
introducen la debilidad en el corazón del Estado, que
se torna dócil a las exigencias de las grandes corporaciones como
resultado del chantaje permanente de futuras reclamaciones
indemnizatorias por pérdida de beneficios. Su aprobación sanciona la
desaparición de la soberanía del pueblo y del estado del bienestar.
En este contexto de exaltación de la libertad de empresa, ésta se ha transformado en un interfaz que zombifica
a las personas por la mordedura del marketing y al medio ambiente con
una producción que consume más recursos de los disponibles para la
generación actual y genera más contaminación de la que los ecosistemas
territoriales y planetarios son capaces de asimilar. La libertad individual —y su variante de libertad de empresa—ejercida de manera incondicional es arbitraria, pues interfiere la libertad individual de las generaciones futuras, sin tener en cuenta el efecto acumulativo de la especie que origina en el medio ambiente por la contaminación y el consumo de recursos.
Si los derechos humanos
nacieron en el siglo XVIII como una defensa frente al poder de muerte
del Estado. Al variar la forma de ejercicio del poder, la concepción de
los derechos humanos ha de mutar en consonancia con aquél. La protección clásica que los derechos humanos confieren a los ciudadanos frente al Estado debe, pues, extenderse
a las relaciones de éstos con las grandes multinacionales y empresas, a
fin de mantener hoy una esfera equivalente de protección.
La inteligencia artificial
y la robotización son una revolución comparable a la del neolítico,
sino más. Las preguntas y los interrogantes se amontonan: ¿Es ésta el
germen de una nueva especie?, ¿la concepción de la libertad ya
modificada por el cambio climático se resignificará por la inteligencia
artificial?, ¿es necesario introducir la ética en los algoritmos de
inteligencia artificial? ¿se debería reconocer la igualdad entre humanos
y robots inteligentes? ¿se reconocerá libertad individual a androides
con inteligencia artificial de similar que a los humanos o de alguna
otra forma? En 2017 le fue otorgada la ciudadanía saudí y reconocidos
derechos de una persona a un robot llamado Sophia —en medio de las
críticas por la situación de las mujeres en ese país y las condiciones
migratorias—. ¿Es ésta una excepción o será una regla universal?
El capitalismo industrial mutó en neoliberalismo. ¿Las mutaciones que trae la inteligencia artificial y la robotización son una nueva forma de capitalismo?
De la misma manera que el capitalismo neoliberal está eliminando a la
clase trabajadora, al hacer que cada trabajador se explote a sí mismo en
su propia empresa, en esta nueva forma de capitalismo el
trabajador asalariado al ser sustituible por máquinas resultará
obsoleto por innecesario. ¿Traerá este capitalismo la independización de
las relaciones productivas respecto de las fuerzas productivas? Los
primeros intentos ya están aquí. Tesla automatizó totalmente su fábrica.
Ha reconocido, sin embargo, que ésta ha producido retrasos en la
producción y ha anunciado la reincorporación de humanos a la cadena de
producción. Las correlaciones de fuerzas y los equilibrios de poder
cambiarán entonces. ¿Llegarán a tener los robots algún día derechos
laborales, civiles y/o políticos? Un diario nacional publica la noticia
que un robot ha sido candidato en las elecciones a Alcalde de uno de los
distritos de Tokio, cuya una población es de 150.000 habitantes. Fue el
tercer candidato más votado.
La sustitución de los seres humanos por
robots en el proceso productivo producirá la obsolescencia objetiva de
la izquierda. Como dice Yuval N. Harari cada técnica tiene sus dioses. Y
la inteligencia artificial también los requiere. Surgirán, por tanto,
nuevas religiones. Ésta obsolescencia que se anuncia es una culminación del proceso de obsolescencia de la división entre izquierda/derecha
que se inició con la globalización, fruto de la cual se ha originado
una pugna entre los partidarios de la globalización neoliberal y sus
detractores, atrincherados en la visión nacional/nacionalista, que ha
hecho aflorar una nueva distribución ideológica en tres ejes: posliberalismo, populismo y ecologismo.
En el eje liberal se agrupan tanto a la derecha neoliberal como a la
socialdemocracia liberal partidaria de la globalización. En la etiqueta
populista se incluye el espectro antiglobalizador desde la extrema
derecha hasta la izquierda. La división izquierda/derecha, sin embargo,
continúa presente en el imaginario político colectivo, aunque no es ya
el eje dialéctico principal, sino una subdivisión secundaria que ordena
las etiquetas ideológicas en el interior de cada eje. La denominación ecologismo
—a pesar que no ha terminado de emerger como fuerza política de masas—
se usa aquí de manera extensa, para encuadrar dentro de ella a los
partidos políticos de corte ecologista y también a aquellos movimientos
sociales que se encuentran más o menos próximos a la ideología
ecologista.
En un escenario de cambio climático,
crisis de recursos y artificialización el único superviviente es el
robot, una especie que no muere. El planeta recupera para si —de una
manera absoluta— la condición de base material (y financiera) de
supervivencia de la especie humana, acelera el desarrollo y explotación
de la minería espacial y confiere verosimilitud a la hipótesis planteada
por Stephen Hawking de la necesidad que tendrá la especie humana de
colonizar nuevos planetas para sobrevivir. ¿La supervivencia en la
Tierra estaría protagonizada por las Arcas de Noé?
¿Llegarán a existir estaciones espaciales en órbitas cercanas a la
Tierra? ¿Serían éstos hábitats para ricos, quedando la gente abandonada a
su suerte de en una distopía terrestre de cambio
climático y robots inteligentes? ¿Es necesaria una biopolítica
extraplanetaria? ¿La irrupción de la inteligencia artificial es el
alumbramiento de una nueva forma de vida? ¿En un contexto de cambio
climático y salto tecnológico, de riesgo de supervivencia para la
especie humana y la profunda transformación del ser humano que puede
ocasionar el desarrollo tecnológico, es importante reivindicar el lobo?
¿Será sobrepasada por la evolución tecnológica y los acontecimientos la
ecología política? Para poder seguir celebrando el Día de la Tierra,
fecha en que se publica este post, debemos hacernos estas preguntas.
Los escenarios descritos no quieren ser
una predicción o vaticinio, sino una invitación a la reflexión sobre el
escenario de cambio climático en un contexto de artificialización y
robotización del sistema productivo y de la sociedad y sobre la
necesidad de pensar una reflexión política que de respuesta a esta
realidad insoslayable a la que estamos abocados. Tal y como se pregunta
Jonathan Nolan: «¿Qué pasaría si la inteligencia artificial nos matara,
pero no por ser mala, sino porque nosotros somos los malos?».
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/04/22/tenia-razon-stephen-hawking/
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