¿Ley de cambio climático y transición energética?


El comunicado de prensa de ONU Medio Ambiente, de 13 marzo 2019, dice que incluso si se cumple el Acuerdo de París, se espera que el permafrost del Ártico se reduzca 45% en comparación con su estado actual. Y este deshielo del permafrost despertaría al «gigante dormido» de los gases de efecto invernadero, lo que podría descarrilar los esfuerzos climáticos globales. Se espera con ello que el aumento del deshielo contribuya significativamente a las emisiones de dióxido de carbono y metano, y el calentamiento resultante a su vez conducirá a un deshielo aun mayor, un efecto conocido como «retroalimentación positiva». (1) (2)

Pero a pesar de las advertencias de los científicos y de la ONU, las clases dirigentes —la española también— solo tratan ponerse a salvo fuera del mundo. Para ello construyen exclusivas urbanizaciones privadas, a modo de fortalezas, para ponerse a salvo de los efectos de la explosión de desigualdad. Saben que la fiesta se ha acabado, que hemos llegado a los límites del planeta, por ello han decido extraer (apropiarse) todo lo extraíble para ellas y sus hijos. Para llevar a cabo su propósito han concebido la desregulación y han desistido de toda solidaridad con los más débiles en nombre de la libertad. Y para disimular su egoísmo niegan el cambio climático (3) y enredan con la fantasía del capitalismo verde.

En este escenario, condicionado además por la aparición de la crisis sanitaria, económica y social ocasionada por el covid19, el Gobierno ha presentado en el Congreso de los Diputados su proyecto de ‘Ley de cambio climático y transición energética’. Un plan inservible para evitar la ‘catástrofe climática’ y que hace oídos sordos a las peticiones de los científicos y las recomendaciones de la ONU. El proyecto de ley del Gobierno vende la idea de que se están adoptando las medidas contra la emergencia climática que piden los científicos, cuando no es así. Para pesar de todos el proyecto de ley mantiene la cultura consumista existente con medidas verdes dentro lo políticamente posible pensadas para el bussiness as usual. Un dato a tener en cuenta: el 70% capital que movilizará la transición energética entre 2021 y 2030 será privado y solo el 30% será público, así lo indica el proyecto de ley en la Exposición de Motivos. Este proyecto no es más que un lavado verde de cara del sistema económico.

Inmersos como estamos en un «juego político que se caracteriza por la capacidad de “hacer ver y hacer creer” a los demás de otra manera», esto debe ser conocido por la ciudadanía porque como dice Greta Thumberg: «si las personas no son plenamente conscientes de lo que está sucediendo no podrán ejercer presión sobre los líderes. Y sin esa presión, los líderes políticos no harán nada». Y no hay que olvidar la advertencia que hace ONU Medio Ambiente: si solo confiamos en los compromisos climáticos actuales del Acuerdo de París es posible que las temperaturas aumenten 3,2 °C este siglo. Incremento que trae probabilidad de guerras, incluso nucleares y a la que pocas veces se hace referencia. Y no digamos si ni siquiera llegamos a cumplir el Acuerdo de París.

Analizamos ahora —tras la introducción— algunas deficiencias e insuficiencias del proyecto de ley de cambio climático presentado por el gobierno al Congreso de los Diputados, sin que dicha exposición agote todo el análisis posible de las mismas.

En el catálogo de deficiencias e insuficiencias encontradas se puede destacar el título del proyecto de ley: «Ley de cambio climático y transición energética». La rotulación que se ha dado al proyecto no es una mera cuestión terminológica, sino que ésta —en cuanto carta de presentación de la futura ley— recoge de manera sintética el espíritu de la misma y los principios que la alumbran. Y es que la elección semántica no es neutral como veremos. Ésta en concreto pone de manifiesto la elección de una opción: la continuidad del bussiness as usual desde el «crecimiento verde». 
 
La primera elección que hace el Gobierno en el título usado es la de «cambio climático», cuando tenía otras alternativas más ajustadas a la realidad: emergencia climática o crisis climática. La rotulación de la ley usando la descripción científica del evento, aséptica, no transmite la gravedad y la cercanía al umbral de irreversibilidad en el que nos encontramos. No estamos ya ante un acontecimiento para el que disponemos de tiempo suficiente —de aquí a final de este siglo— para mitigar sus efectos. La inacción de los gobiernos ha acelerado la velocidad de los cambios. Hoy vivimos una «emergencia climática» cuya mitigación exige una reducción drástica de las emisiones en esta década, para evitar que crucemos el umbral que conduce a un cambio apocalíptico, pues el tiempo de reacción de que disponemos es de apenas una década, según el consenso científico. Cada semántica crea, así, un marco cognitivo diferente en lo referido a la urgencia en la adopción de medidas de mitigación y adaptación a la crisis climática. Así pues la expresión que debería haber usado el gobierno en lugar de ‘cambio climático’ es: ‘emergencia climática’.

La segunda expresión que el ejecutivo elige para el título es la de «transición energética». No es incorrecta pero refleja una realidad parcial, porque también hace falta emprender otros cambios. Es una solución de ‘final de tubería’ que no va a la raíz del problema: el crecimiento económico ilimitado, sino que busca corregir su efecto y mantener el statu quo. Nos anuncia lo que el gobierno va a hacer: la sustitución de las energías fósiles por energías renovables dentro del marco económico de crecimiento, y también de lo que no va hacer: la reducción del consumo de energía, materiales y viajes que suponga un drástico cambio de viajes lujosos y consumo despilfarrador a un consumo y viajes básicos, necesarios, sustentables y satisfactorios, sin la cual no es posible cumplir los objetivos climáticos. El gobierno no va llevar a cabo la ‘transición ecológica’ aunque continuamente abuse de dicha expresión con su uso indebido.

En lo que se refiere al modelo de transición energética recogido en el proyecto, los análisis efectuados por el Grupo de Energía Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid en este campo, evidencian que la fuerte re-materialización que requerirá la transición hacia las energías renovables en el sector eléctrico cuestiona la consistencia y solidez del ‘crecimiento verde’, que no cuestionan ni el proyecto de ley ni la mayor parte de fuerzas políticas del Congreso de los Diputados.
 
En este «juego político» de «hacer ver y hacer creer», este somero análisis del título del proyecto de ley sugiere que el texto del proyecto de ley no va a ir en la dirección pedida por la comunidad científica de una reducción drástica de emisiones. Todavía, sin embargo, es pronto para establecer una conclusión definitiva.

Continuando con el análisis de otros aspectos del proyecto de ley, debe destacarse que éste no cuestiona el modelo económico de crecimiento ilimitado, ni el tipo de industrias sobre las que se asienta la economía española: turismo de masas, construcción, industria o agricultura y ganadería industrial. Ni tampoco fija un «catálogo de actividades económicas deseables y no deseables» en un escenario de emergencia climática, lo que dificulta la articulación de una política que suponga un giro real y drástico de las emisiones de gases de efecto invernadero. 
 
El mantenimiento del dogma del crecimiento económico se aprecia en la Exposición de Motivos del proyecto de ley con la referencia al «crecimiento verde y sostenible». Un oxímoron. Y en el articulado al definir la descarbonización de la economía como la consecución de un modelo socioeconómico sin emisiones de gases de efecto invernadero, pero sin hacer referencia en la definición al principio de equidad intergeneracional como marco socioeconómico inclusivo de las necesidades y la prosperidad de las generaciones futuras u otro principio que establezca esta salvaguarda. El planeta y sus recursos no pertenecen a una generación, son un legado que pertenece a todas las generaciones, que todas tienen el deber de cuidar y transmitir.

Un segundo aspecto del proyecto de ley que merece ser analizado es el objetivo nacional de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que se establece. La reducción que se contempla en el texto es del 20% respecto a 1990 en 2030 y del 90% en 2050, pero inferior al objetivo vinculante que impone la normativa comunitaria a España del 26,5%. Ni siquiera el objetivo de reducción de emisiones del 23% previsto en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima —que se incorporará a la futura ley durante la tramitación parlamentaria— cumple con dicho objetivo, muy alejado de la reducción drástica que reclaman los científicos hay que llevar a cabo.

Dicha cifra y el incremento de la reducción de emisiones hasta el 55% que ha anunciado la UE, no parecen estar escogidas al azar. La cifra del 23% es el porcentaje de emisiones con el que la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra contribuyen al calentamiento global. Y la del 55% corresponde al volumen de emisiones con el que los cuatro principales emisores —China, EE.UU., UE28 e India— han contribuido a las emisiones totales de gases de efecto invernadero durante la última década. Esta es la ambición que tan pomposamente dicen tener España y la Unión Europea en la lucha contra la emergencia climática. Hechos son amores.

Los gobiernos no pueden darse el lujo de esperar. Y las personas y las familias tampoco, pues aún estamos lejos de alcanzar la reducción del 7,6% entre 2020-2030 que la ONU establece como necesaria para poder evitar que el incremento de temperatura global supere los 1,5ºC. Si la reducción efectiva de emisiones continúa retrasándose, dicha postergación hará necesario un incremento del porcentaje de reducción anual. Y si la reducción de las mismas comenzara en 2025, la propia ONU cuantifica el porcentaje de la disminución necesaria en el 15,5% cada año, lo que haría que el objetivo de 1,5 °C fuera casi imposible. 
 
El porcentaje de reducción recogido en el proyecto de ley personifica el abandono por el gobierno del compromiso de limitar el incremento de temperatura de la tierra a 1,5º C y sitúa la contribución de España a la reducción de la temperatura global en el rango objetivos insuficientes que denuncia la ONU que nos abocan a un incremento mínimo del 3,2ºC.

Esta decisión es poco comprensible si se tiene cuenta que España será el país más afectado de la Unión Europea (4), circunstancia que debería colocarnos a la cabeza de los países con mayor ambición climática, a fin de disminuir efectos adversos del cambio climático que estamos y soportando y vamos a sufrir cada vez más: calor, sequía, ruptura de los ciclos agrarios, inundaciones, huracanes; y poder así mitigar las dificultades de adaptación que tendremos.

Por último, se debe destacar la ausencia en el proyecto de ley del concepto de flujo neto de carbono incorporado de los países en desarrollo a los países desarrollados. Dicha ausencia causa un efecto de ‘espejismo de reducción’, pues cuando se agregan al cómputo europeo las importaciones de carbono incorporado, las emisiones per cápita de la Unión Europea —y en consecuencia las de España— son más elevadas que las de China, incluso aún reduciendo las emisiones nacionales (5). Igualmente se debe subrayar la omisión en el proyecto de ley de alguna previsión sobre la esperada y significativa contribución de las emisiones de dióxido de carbono y metano que el aumento del deshielo ocasionará, como avisa la ONU(6), el efecto conocido como de «retroalimentación positiva».

Necesitamos, por tanto, cerrar la brecha entre lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer para prevenir los efectos más graves del cambio climático, pues como dicen las Naciones Unidas: «las emisiones de gases de efecto invernadero [siguen] en aumento a pesar de las advertencias de los científicos y los compromisos políticos».

Nada puede ser celebrado entonces con este proyecto de ley, a pesar de la bienvenida de algunas fuerzas políticas. Muy al contrario, este proyecto de ley es intensamente desesperanzador: por los principios que contiene y los objetivos insuficientes que establece. Y porque con este proyecto de ley el coste de los impactos climáticos se transfiere a la ciudadanía y a las comunidades vulnerables, en vez de ser asumido por los actores económicos. 

 
Debe surgir, por tanto, un fuerte liderazgo político —hasta ahora inexistente— que defienda la petición de la comunidad científica y de los jóvenes de una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero, una disminución del orden del 65% para 2030 y emisiones netas nulas para 2040(7), en línea con las demandas de organizaciones ecologistas como Green Peace (8).

El análisis precedente confirma las conclusiones provisionales expuestas al inicio y la inutilidad del proyecto de ley del gobierno para contribuir al esfuerzo común de la humanidad de limitar el incremento de temperatura a 1,5ºC. Tomando como base los compromisos actuales, las emisiones actuales están en camino de alcanzar 56 Gt CO2e para 2030: más del doble de lo que deberían ser, lo que supondría un incremento de temperatura a final de siglo de 3,9ºC. Retrasar, por tanto, la acción climática agravará el problema. Y postergar esas medidas además incrementará el coste de construir defensas costeras, de proteger la seguridad alimentaria, de adaptar la infraestructura y acrecentará la dificultad para reducirlas, haciéndolas más desafiantes.

El desafío es reducir las emisiones a 25 Gt CO2e. Eso significa que los compromisos, políticas y acciones que necesitamos deben dirigirse a la reducción de las emisiones un 7,6% cada año entre 2020 y 2030, como se ha señalado más arriba. Sólo así se podrá limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
No podemos volver al modelo productivo y de consumo que nos ha traído esta pandemia y la emergencia climática, pues proseguiremos entonces profundizando en la causa común que las ocasiona. Las pandemias y la emergencia climática nos están avisando que la economía no puede funcionar por encima de los límites planetarios. Pero todavía tenemos la oportunidad de frenar el calentamiento global. Para ello y para satisfacer las demandas de protección de los españoles debemos de variar el rumbo, para lo cual el viraje habrá de materializarse en un nuevo reparto de los recursos, de los cuidados y del poder, que ofrezca algo más que «ladrillo, industria o subsidios», cuando en los próximos meses se concreten las ayudas de la Unión Europea. ¡Hagámoslo!

Francisco Soler Luque 
Esteban de Manuel Jerez


Notas:
(2) Pero este evento hará baldíos los esfuerzos si los planes de acción climática no contemplan esta eventualidad, ni planes de contingencia adicionales y solo tienen en cuenta las emisiones antropogénicas.
(3) Latour, B, Donde aterrizar. Como orientarse en política, Ed. Taurus, Barcelona, 2019.
(4) El objetivo recogido en el proyecto de ley es suicida para los españoles. Las razones son obvias: el informe especial del IPCC sobre la tierra, de agosto de 2019, dice que la temperatura sobre la tierra ya ha aumentado 1,53º C por encima de las temperaturas preindustriales; el área del Mediterráneo sufrirá un incremento de temperatura adicional del 25% y en España el incremento adicional estimado es de 0,5ºC. España es el país de la Unión Europea que va a resultar más afectado por los efectos de la crisis climática y a pesar de ello la ambición climática de España es nula.
(5) Informe sobre la disparidad de emisiones de 2019 elaborado por la ONU. El Informe de brecha de emisiones mide y proyecta tres líneas de tendencia clave:
  1. La cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero cada año hasta 2030.
  2. Los compromisos que los países están haciendo para reducir sus emisiones y el impacto que estos compromisos pueden tener en la reducción general de emisiones.
  3. El ritmo al que deben reducirse las emisiones para alcanzar una emisión baja que limitaría el aumento de la temperatura a 1.5 o C , de manera asequible.


    (6)https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/aumento-de-temperatura-de-3oc-5oc-sera-inevitable-en-el 
     (7) Sin que se deban olvidar dos datos: primero, las emisiones de gases de efecto invernadero en España se incrementaron, en 2019, un 8,8% respecto a 1990; segundo, con los compromisos de reducción remitidos a la ONU el incremento de temperatura sería de 3,9º C, como ya se ha señalado más arriba, escenario que haría que gran parte del planeta quedara inhabitable.(8)https://es.greenpeace.org/es/sala-de-prensa/comunicados/la-declaracion-de-emergencia-climatica-no-es-suficiente-la-ue-debe-tomar-medidas-urgentes-para-reducir-las-emisiones/










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