LOS POSOS DE LA EGOPA.


Tras leer las 155 páginas de coloridos gráficos, preguntas, porcentajes y respuestas de los 3200 andaluces entrevistados estas navidades, que ofrece el Estudio General de la Opinión Pública de Andalucía (EGOPA) del Invierno 2017, elaborado por CAPDEA (http://cadpea.ugr.es/v4/documentos/file/Informe%20EGOPA%20INV2017.pdf), lo primero que cabe pensar es que la política sigue sin convencer, y las instituciones están en descrédito.

Ver el trato que los medios y partidos le dan a esta encuesta, basado en lo superficial de la misma, es decir, los apoyos electorales, es lo que hace que no se pueda confiar en los mismos como transmisores correctos de la información y la situación real. Ya sea, por sus líneas editoriales en unos y apaciguamientos internos o justificación de un trabajo en otros, los intereses creados, o porque, quizás, leerse 155 páginas de tablas y números, que no es tanto el texto, es una ardua tarea, lo que se percibe es que para éstos analistas, con ir al apartado III basta para informar o tomar decisiones y estrategias. Algunos se irían directamente a los anexos, otros se pararían en la página 17 y se acabó. Es a partir de ahí cuando comienza la verdadera EGOPA, y muestra su fondo y sus entrañas. Esas mismas entrañas que son las que hacen que la gente vote así. Pues el votante español, y el andaluz, ha pasado del voto de la piel al voto desde las entrañas. Ha pasado a querer ser motivado, no sólo con palabras bonitas, sino con mensajes contundentes y compromisos.

Después de esa lectura, queda un regusto amargo, sobre todo al ver las tendencias. Pero no son las tendencias de valoraciones de partidos las que dejan ese amargor, son las tendencias en las preocupaciones y las de valoraciones de instituciones, elementos del sistema de bienestar, de la esperanza a mejorar o de la abstención. Esta última sí que deberían leerla los expertos en marketing electoral, porque es bastante significativa y ofrece muchas pistas para buenas estrategias.

Los andaluces no creen que vaya a mejorar la situación política o económica, creyendo la mayoría que seguirá igual. Crece esta sensación, aunque de nuevo, vuelve a aumentar ese sentimiento de empeoramiento de ambas situaciones. Que lo que preocupe siga siendo el desempleo es lógico en la comunidad andaluza, pero que la corrupción haya dado paso a la sanidad y a la educación, debería tenerse muy en cuenta. Actualmente hay movilizaciones de ciudadanos por la sanidad bastante fuertes, veamos cuando comiencen en serio las de la educación. Las dos joyas de la corona de la administración andaluza están en entredicho, porque en el asunto del empleo parece que los andaluces ya han interiorizado que no puede hacer nada la administración andaluza, ni el gobierno de España. Estamos a las puertas de un nuevo 15 M más “sectorizado” y de mareas apolíticas.

Los andaluces entrevistados se sienten bien económicamente y declaran un ligero optimismo en mejorar esa situación personal: en lo personal de cada entrevistado, no en la sensación que cada uno tiene de su alrededor, esa sigue siendo nefasta.

Decrece ligeramente el interés por la política, un interés que desde el verano de 2014 supera al desinterés, con picos en los intervalos temporales electorales. Lo peor es que crece también la irritación con la política, en detrimento de la confianza, junto con el aburrimiento y sentimientos negativos hacia la misma. Este punto de crecimiento de la irritabilidad en vez de la confianza es lo que debería empezar a preocupar a los políticos andaluces, y por ende a los españoles, viendo la aportación que esta comunidad autónoma aporta en votos al resto del país. Un electorado irritado es un electorado bien abonado a nuevas ideas, ya sean positivas o negativas, y para esos que quieren que todo siga igual es un indicador que deberían tomar muy en cuenta. La desconfianza en la democracia y su funcionamiento, que estaba mejorando ligeramente desde el 2013, vuelve a subir: otro punto para preocuparse seriamente, y a tener en cuenta, si queremos tener un sistema político democrático sano.

En el comportamiento de la abstención en las últimas elecciones generales, es donde se ve claramente que la población sigue sin estar ilusionada, ni siquiera tras los resultados, y seguiría sin movilizarse (82,3%). El fundamental leitmotiv en el cuestionario es el mismo: no me siento representado, seguido del descontento con los partidos. Los partidos que hubieran votado, por orden, son: PSOE (20%), Ciudadanos (14,2%), PP (12,5%) y Unidos Podemos (9,4%); lo que da una idea aproximada de la identidad ideológica o política de la abstención.

En cuanto a la volatilidad y variación, el PSOE entre sus votantes es el único con un alto porcentaje de fidelidad al partido en cuanto a siglas. Los demás son concordancias de ideas y políticas, lo que afecta a la variabilidad. Refleja además movilidad de voto entre partidos y hacia la abstención. En definitiva, la foto fija no dice nada importante ni definitivo, más allá del aumento ligero de la abstención con una caída del PSOE, que sigue bajando en credibilidad en que gane elecciones, aunque lo piense casi el 70% de los encuestados; una caída de nuevo del PP tras una subida enorme desde el 2014; una remontada leve de Podemos, con caída de IU; una caída de Ciudadanos que es tendencia desde el verano de 2015, y la desaparición de UPyD casi definitiva. Esta es la foto de la tendencia a nivel andaluz. En el caso de los andaluces votando unas generales, la foto es similar excepto en el repunte del PSOE y la caída de Podemos, pero seguiría el PP por encima del PSOE en casi 5 puntos. Y yo tomaría esto último en serio, por si hubiera adelanto electoral.

En definitiva: volatilidad, falta de confianza, irritabilidad y descontento. Preocupaciones personales por encima de institucionales, sanidad y educación, y algo de optimismo individual pero no colectivo. Los ingredientes para el nihilismo político de la población. Pero parece que eso no importa a los partidos. Deberían ver esto más a fondo. Hasta para seguir la lógica “shumpeteriana” de marketing y mercadeo, se tiene que ofrecer algo. Después de leer esta EGOPA me quedo tranquilo sólo en una cosa: los entrevistados saben lo que quieren, los políticos no.

Rafa Ruiz Herbello




 

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