Presente y proyección de la unidad europea en su setenta aniversario

I. Celebrando el setenta cumpleaños con cinco caminos

Se cumplen setenta años del Congreso del Movimiento Europeo en La Haya que alumbró la fundación del Consejo de Europa y generó un llamamiento a la unidad económica y política por parte de representantes de gran parte de las naciones del continente. Solo dos años más tarde, Robert Schuman realizaba la Declaración del 9 de mayo, fundadora de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero y daba el pistoletazo de salida a la construcción europea sentando las bases «de la futura federación europea».

Hoy día, la Unión Europea es el proyecto político de integración supranacional más avanzado del planeta. Una comunidad de 500 millones de ciudadanos, unida en la diversidad, que convive en un régimen basado en la democracia y el Estado de derecho, el respeto a las libertades y que mantiene las mayores cotas de bienestar por su modelo de economía social de mercado. Y pese a todo esto, la UE continúa siendo un proyecto porque sigue siendo un ideal, un objetivo ampliable, perfectible e inacabado.

La polémica sobre qué Europa queremos consolidar sigue viva. Si federal o confederal, si basándose únicamente en el mercado o también en la unión política, si promover o desmantelar el sistema social por insostenible, o tener una política exterior y de seguridad común propia o depender de los Estados Unidos para tal fin, entre otras. Son grandes cuestiones puestas sobre la mesa en las dos últimas décadas que siguen sin resolverse. Pero también se han consolidado realidades, entre ellas que el logro fundacional de la paz no era algo imposible, habiéndose evitado la reproducción de los instintos bélicos que destrozaron el continente durante siglos. Es más, hoy Europa, la Europa de la Unión, sigue siendo la historia de un éxito. A pesar de la crisis, y a pesar de los ataques internos de los antieuropeos y externos de nuestros competidores en el mundo. En palabras del Premio Nobel Mario Vargas Llosa:

«Europa es, en el mundo de hoy, el único proyecto internacionalista y democrático que se halla en marcha y que con todas las deficiencias que se le quieran señalar, va avanzando».

La actual Comisión Europea presidida por Jean Claude Juncker no ha permanecido ajena al complicado contexto que vive la Unión y ha decidido empezar a dar forma al futuro. Desde marzo de 2017, en el marco del sesenta aniversario de la firma de los Tratados de Roma, se vienen desarrollando en todo el territorio de la UE diálogos ciudadanos que han tenido como primer documento de discusión el Libro Blanco sobre el futuro de Europa. En dicha publicación la Comisión ha propuesto cinco posibles caminos para hacer frente a la situación de bloqueo institucional que vive la Unión por la indefinición o el recurrente papel de hostigamiento de algunos estados miembros. Resumiendo someramente esas cinco posibles salidas serían las siguientes:

— El primer camino propuesto por el Libro Blanco sería seguir igual, como en el momento actual: la Unión Europea de los 27 se centraría en cumplir su programa actual de reformas, que aun haciendo progresos resulta insuficiente.

— En segundo lugar, se contemplaría la opción de que la UE se limitara a ser un mercado único. Esta idea daría la razón a los brexiters y aquellos que abogan por una UE irrelevante en el ámbito político y en la esfera internacional. Esta posibilidad supone un paso atrás en tanto que solo una UE integrada políticamente podrá jugar el papel que la comunidad internacional espera. No debe haber más integración económica sin integración política o de lo contrario esto supondría asumir a priori un posicionamiento neocon o ultraliberal sin ningún contrapeso.

— La tercera posibilidad sería que los que deseen hacer más, hagan más: La UE permitiría en este caso a los Estados miembros que quieran avanzar en un mayor grado de integración que puedan hacerlo. Este hecho no constituiría ninguna rareza en tanto que el mismo eurogrupo es una representación muy clara de cómo la Unión se ha ido construyendo también desde diversos niveles de compromiso e integración.

— La cuarta opción sería escoger hacer menos pero de forma más eficiente: En este paso se afirmaría que aquellos logros que la UE ha desarrollado en estos años se mantuvieran, mientras que nuevas competencias u objetivos quedarían fuera de su horizonte.

— Y la quinta y última posibilidad supondría hacer mucho más conjunta- mente: los veintisiete decidirían hacer mucho más juntos en todos los ámbitos. Este camino es el que se correspondería más con la idea de una federación europea y a priori resulta la opción más difícil a corto y medio plazo.

Estas cinco posibilidades están siendo debatidas por líderes de la sociedad civil, del ámbito académico, jóvenes y el conjunto de la sociedad y también por instituciones políticas a otros niveles como parlamentos, regiones y entes locales, junto con responsables de la Comisión. Es importante considerar que el proceso de diálogos ciudadanos queda abierto hasta las elecciones al Parlamento Europeo en mayo de 2019, reflejando así su finalidad y quehacer deliberativo.

Entre las posibilidades propuestas por la Comisión Europea para el debate y la reflexión, se vislumbra como más factible que la UE siga el tercer camino. Los Estados miembros que quisieran compartir más soberanía y realizar avances importantes en la integración con Francia y Alemania en cabeza podrían hacerlo. En un futuro no muy lejano, cierta aplicación del quinto camino sería posible también, puesto que la evolución natural de la eurozona es acoger en su seno a las 27 economías de la Unión a la espera de hacer mucho más en otras esferas.

 II. Situación actual de la gobernanza europea

Desde la crisis económica en 2008, la Unión Europea ha ido dando pasos improvisados y al mismo tiempo firmes a favor de una gobernanza más efectiva de la zona euro que ha traído como consecuencia una mayor coordinación de sus economías. Este proceso ha sido liderado por los gobiernos de los Estados miembros, es decir, por el Consejo Europeo y dando mayor fuerza a la construcción europea en clave intergubernamental en detrimento de una evolución más federal. El reforzamiento de esta visión intergubernamental ha evidenciado cómo el proceso de toma de decisiones ha supuesto a veces dejar a un lado el método comunitario y restar protagonismo a la Comisión y al Parlamento.

La crisis de 2008 puso de relieve la insuficiencia del Pacto de Estabilidad y las lagunas en la arquitectura de la eurozona. La crisis de deuda soberana y consiguiente crisis del euro evidenciaron que nuestra incipiente unión económica y monetaria, compartida hoy por 19 estados y 330 millones de ciudadanos, mostraba su incapacidad para reactivar el crecimiento económico y reducir el desempleo (que se mantiene aún en los 19 millones de ciudadanos en toda la Unión). Para ello, y como una hoja de ruta valiosa, el informe de los cinco presidentes de junio de 2015 marcaba la necesidad de coordinar de una forma más eficiente las políticas económicas de los Estados miembros mejorando así la gobernanza común.

Este informe propone el fortalecimiento de la Unión Económica y Monetaria y una mayor convergencia entre los estados a través de cuatro grandes objetivos: unidad económica como garantía de prosperidad para cada Estado miembro; una unión financiera que haga posible la creación de una unión bancaria y de mercados de capitales; y una unión que culmine en un presupuesto para la Eurozona. Por último y como corolario de todas las reformas, una unión política en la que se refuercen los mecanismos de control democrático y la «legitimidad de las instituciones», potenciando el papel del Parlamento Europeo y del legislativo en cada Estado miembro. Según este documento, en el presente actual nos encontraríamos en plena realización de la Unión Económica y Monetaria para hacer avanzar el proceso de integración en estos próximos meses y años.

Uno de los grandes retos de la UE en el medio plazo debe ser la consolidación de los objetivos propuestos en el informe de los cinco presidentes y un presupuesto europeo con mayor impronta política que priorice la política de seguridad, defensa e inmigración común. Este ambicioso objetivo coincide en
el tiempo con la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En el contexto actual, dicha coincidencia podría perjudicar los intereses inmediatos de España puesto que se podrían reducir recursos de las ayudas agrícolas de la PAC y del fondo de cohesión. A medio plazo es clave que el futuro presupuesto de la UE se aumente con recursos propios que podrían derivarse de los dividendos del Banco Central Europeo, o la tasa a las transacciones financieras y el impuesto al carbono.

III. El riesgo del repliegue nacionalista

La situación actual de la Unión Europea no está exenta de desafíos y de riesgos. Los altos indicadores de esperanza de vida y la escasa mortalidad infantil logrados en las últimas décadas se han visto a su vez relacionados en nuestra evolución con una reducción de la natalidad que nos sitúa como la región del mundo de mayor edad media y la que más precisará de mano de obra joven venida de otros países para seguir impulsando el desarrollo económico y mantener las actuales cotas de bienestar.

La evolución de la economía mundial en los últimos cuarenta años y el mayor desarrollo económico de otras regiones del mundo con el consecuente reparto del capital ha conllevado una crisis del modelo industrial europeo que ha llevado aparejada una disminución drástica del empleo, así como un aumento de la precarización de este y de las formas atípicas en el mundo del trabajo. Fruto de ello ha emergido entre la juventud una nueva clase social denominada como precariado que busca insertarse en el contrato social y que se siente poco representada por los actores sociales y políticos tradicionales.

En el contexto geoestratégico nunca la UE se vio rodeada de tantas zonas de conflicto en su frontera. Al este en Ucrania, el conflicto congelado con la Rusia expansiva dirigida por Vladimir Putin. En la frontera sur, la transición en Túnez y la inestabilidad en todo Oriente Medio con la descomposición de Estados como Libia o Siria son ya una realidad tras años de guerra. Mientras tanto, nuestro aliado estratégico en todas estas décadas, Estados Unidos, hace dejación de su papel de potencia global durante la presidencia de Donald Trump, apóstol del aislacionismo.

En el interior de la Unión Europea el grupo de Visegrado, formado por Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría en los que se vive un retroceso de las libertades fundamentales, la igualdad de las mujeres, o el respeto a los derechos fundamentales de ciudadanos de terceros países. Estos casos reflejan también el repliegue nacionalista, que tiene una segunda cara en el auge de movimientos secesionistas dentro de España, en Cataluña, pero también en Italia con la Padania, Bélgica con Flandes y otras regiones en diversos Estados miembros. La situación originada tras el voto afirmativo en el referéndum sobre el Brexit ha provocado un nuevo conflicto en la frontera de Irlanda del Norte, cuestión que la UE está abordando en las negociaciones con el gobierno británico. El nacionalismo escocés, que desea permanecer en la Unión Europea, reclama un segundo referéndum de autodeterminación.

 Pese a todo ello, el repliegue nacionalista y proteccionista en Estados Unidos y Gran Bretaña abre para la Unión Europea una ventana de oportunidad. El regreso al aislacionismo por parte del amigo americano puede ser rentabilizado por la Unión Europea, que debería potenciar su colaboración con China, que muestra cada día una actitud más aperturista y un creciente papel en el mundo. Respecto al caso británico y como mal menor, el Brexit ofrece más oxígeno para el avance en políticas comunes anteriormente muy combatidas por los sectores británicos conservadores y desbloquea el escenario para una mayor ambición en el proceso de integración europea.

 IV. La esperanza y el ideal de los Estados Unidos de Europa: Los discursos de Macron y Schulz

La campaña por la elección presidencial en la vecina Francia reflejó gran parte de las contradicciones del momento presente. El candidato Macron lanzó un mensaje en positivo basando su eje central en la modernización de Francia, haciendo depender su futuro y avance del regreso del país como actor líder en la UE. Frente a su propuesta de programa de reformas, el Frente Nacional, con un discurso xenófobo, nacionalista y antieuropeo. Macron ganó en la segunda vuelta ampliamente tras haber sabido reflejar las nuevas coordenadas del marco político continental: La dialéctica transnacional-nacional, que supera al insuficiente eje izquierda-derecha. Conviene recordar aquí la apuesta programática para Europa del presidente Macron con las líneas fundamentales del discurso que ofreció en la Sorbona en septiembre de 2017:

— La voluntad expresa de construir una Europa soberana que garantice la seguridad, integrando ampliamente la política de defensa común. En este punto Macron se pronunció a favor de crear una fuerza militar europea y en evolucionar a un espacio común de fronteras y de asilo para hacer frente al reto de las migraciones. La soberanía de la UE se construiría también con programas industriales a nivel europeo que ayudaran a generar empleo y a cumplir los objetivos de desarrollo sostenible.

— Unir a Europa haciéndola converger socialmente a través de una unión social y fiscal y aumentar en mayor grado los intercambios y experiencias educativas de los jóvenes en otros países de la Unión para seguir así fomentando el sentimiento de pertenencia al proyecto común.

— Una Europa más democrática, que desarrolle convenciones para hacer partícipe a la ciudadanía y que promueva las listas transnacionales para vincular a los votantes con la idea de Europa desde los próximos comicios de 2019. Macron defiende el resurgir del eje francoalemán y un nuevo pacto del Elíseo abogando por un grupo de estados que refunde la UE con una clara orientación federal. El ambicioso programa del presidente galo ha encontrado un gran aliado en Martin Schulz, expresidente del Parlamento Europeo, que ha recogido el guante y en su discurso ante el Congreso del SPD el pasado 7 de diciembre convocó a la ciudadanía a trabajar desde Alemania por una convención que redacte una reforma de los tratados con el fin de hacer realidad los Estados Unidos de Europa. Tras confirmarse la posibilidad de un gobierno de gran coalición las expectativas aumentan exponencialmente. El papel del gobierno alemán en favor de fortalecer las posiciones integracionistas dentro del Consejo Europeo será clave.

 V. El papel de la ciudadanía europea

La Unión Europea es percibida en ocasiones por parte de la ciudadanía como un ente lejano, frío y con un proceso de toma de decisiones excesivamente complejo. Existe una parte de la sociedad que no desea que sus Gobiernos cedan soberanía al nivel de la UE porque no entiende que haya decisiones que escapan al poder de los estados y porque el relato transmitido por los gobiernos de la UE se ha basado en la mayoría de los casos en un mensaje nacional y de agravio privándonos, al conjunto de la ciudadanía europea, de una visión común.

El papel a jugar por la sociedad civil europea organizada será fundamental. Un ingrediente necesario para que cualquier comunidad política o estado decida ceder más soberanía a instancias comunes es una mayor interrelación de sus respectivas comunidades, y la consecuente germinación de un demos común.

Cuando se habla sobre ciudadanía europea hemos de acudir al Tratado de Maastricht que la consagró y al Programa Erasmus, del cual recientemente se han cumplido treinta años, y que ha jugado un papel clave en la formación de más de nueve millones de jóvenes en la UE.

Parte de estos jóvenes han hecho posible que el pasado 2017 haya sido el año de la movilización política de la ciudadanía europea. Coincidiendo en el tiempo con el setenta y cinco aniversario de El Manifiesto de Ventotene, la sociedad civil organizada en Europa ha dicho basta. Merece la atención recordar las manifestaciones que en diferentes ciudades europeas han estado recorriendo las calles y plazas, con el lema «Pulse of Europe». Ante la falsa imagen de que las expresiones populares están siendo contrarias al proyecto europeo vivimos también las manifestaciones masivas en Roma, las concentraciones en Londres contra el Brexit, o las que tuvieron lugar en Varsovia contra la actitud antieuropea del gobierno del PiS, que dan muestra del apoyo popular que la Unión va recabando.

La condición ciudadana se va construyendo a través de estas formas de acción colectiva y socialización política que nacen como respuesta a los riesgos y a las crisis presentes. Pero no puede quedar ahí, necesitamos urgentemente una articulación definitiva de actores sociales a nivel continental que traigan el debate europeo a la esfera nacional para así poder ganar mayorías a favor de una mayor cesión de soberanía desde los estados miembros a la Unión.

En conclusión, la Unión Europea debe afrontar en los próximos años el eterno dilema shakespeareano del ser o no ser. De llegar a ser el proyecto de integración supranacional que ha despertado admiración como referente de libertad, paz y bienestar en el mundo o por el contrario perecer y quedar sumida en la irrelevancia por la falta de visión de sus líderes y de una ciudadanía desconcertada ante los retos del siglo xxi . Solo del esfuerzo común de los europeístas depende preservar esta utopía en constante evolución, porque como ya dijo Helmut Kohl: «Europa es nuestro futuro, Europa es nuestro destino».


Luis Yáñez -B arnuevo García
Presidente del Consejo Andaluz del Movimiento Europeo
Alejandro Peinado García
Secretario General del Consejo Andaluz del Movimiento Europeo





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