Crisis
del 2008. Alemania logró imponer su hegemonía sobre Francia y al
resto de la Unión, aplicando una ortodoxa política ordoliberal. El
eje franco-alemán se rompió y nunca se ha vuelto a recuperar. En
2015 se sacrificó a Grecia al altar de los Mercados a través del
terrorismo financiero y de los terribles Memorándums. El gobierno de
Syriza fue castigado para impedir el surgimiento de una alternativa
de izquierdas a la salida de la crisis aplicada por Merkel.
¿Cuál
eran los objetivos de Alemania y de los halcones de la UE? Lograr
transformar una crisis financiera en una crisis de deuda soberana,
trasladar la presión de la necesaria reforma de la banca y de las
inversiones en la bolsa hacia una reforma profunda del Estado del
Bienestar para abrirlo a nuevos negocios privados, reducir el tamaño
del Estado, atar a estos a las reglas del déficit y gasto para
impedir cualquier tipo de política keynesiana. El objetivo aparente
era reducir la deuda, que se multiplicó, y el déficit, que ha ido
cayendo.
¿Qué
supuso también? Privatizaciones, externalizaciones y
semiprivatizaciones en los Estados endeudados, ya fuese de empresas
públicas o de sectores adscritos al Estado del Bienestar, la
socialización de las pérdidas de los bancos, reducir el poder de
los trabajadores y de los sindicatos, etc. Por poner dos ejemplos:
con la excusa del envejecimiento de la población la UE exigió el
aumento de la edad de jubilación, la reducción en los aportes del
Estado a las pensiones y favorecer las pensiones privadas. Por otro
lado, la Comisión Europea, entre 2011 y 2018, exigió en 63
ocasiones a los países miembros que recortaran sus gastos en
sanidad.
De
las consecuencias de la crisis financiera de 2008 no nos hemos
logrado recuperar aún. Hemos tenido pobres cifras de crecimiento,
una reducción de las cifras de desempleados a cambio de una mayor
precariedad, una pérdida de ahorros absorbidos en los peores
momentos de la crisis por la necesidad, el aumento de las
desigualdades de todo tipo, el aumento del poder de las fuerzas de
extrema derecha por toda Europa y una debilitamiento de la
democracia.
Si
en 2008 la salida antisocial a la crisis fue suscrita por la inmensa
mayoría de gobiernos de entonces, ya sea de buena gana (como el
español del PP) o forzados (como el griego o el portugués), en
2020, en plena crisis del COVID19, sin embargo se está produciendo
un duro choque entre el Sur (Italia, España, Portugal y Grecia), más
Francia, contra Alemania, Austria, Finlandia y Holanda por la salida
de la crisis. La revuelta contra la imposición de la ortodoxia es
mucho más dura y seria que en 2015. No sólo porque dicha revuelta
es encabezada por la segunda, tercera y cuarta potencia económica de
la UE, sino porque se inscribe en el marco del debilitamiento del
proyecto europeo derivado de las consecuencias de la crisis de 2008 y
del BREXIT.
Por
un lado, Holanda, Finlandia, Alemania y Austria defienden no
mutualizar la deuda derivada de la reconstrucción que necesitará la
UE en cuanto salgamos de la crisis sanitaria. Además, defienden
utilizar el BEI para facilitar fondos a las empresas, la compra de
deuda del BCE a los Estados y la ayuda a la banca, ayudas a los
ERTES, que se movilicen 500.000 millones de euros para canalizarlos a
través del MEDE a los países que lo soliciten y un pequeño fondo
de solidaridad a los países afectados, cantidad ridícula en
comparación con los 100.000 millones de euros movilizados para
“rescatar a España” en 2012 (aunque en realidad a quienes se
rescataba era a la banca holandesa, belga, francesa y alemana, que
habían hecho negocio prestando a la banca y cajas de ahorro
españolas durante la burbuja inmobiliaria). Wolfang Schäuble,
presidente del Bundestag y bête
noire
de
Grecia en la crisis de 2015 que incluso llegó a exigir el GREXIT, ha
defendido, junto con los holandeses, que no se debe volver a
resucitar el debate de los eurobonos ni cualquier salida solidaria,
sino que las ayudas del MEDE vienen con condicionalidades que suponen
a la postre recortes y más austeridad. Para Alemania, estas
condiciones serán menos duras que en 2012, mientras que los
holandeses proponen que sigan siendo igual de duras que cuando los
“rescates” (o secuestros, mejor dicho) de esa época. Merkel y
Rutte maniobraron a última hora para dejar fuera de la última
reunión, con éxito, al presidente del Parlamento Europeo, único
órgano democrático de la Unión, el socialista italiano David
Sassoli, porque iba a apoyar las demandas del bloque de Francia y el
Sur.
Del
otro lado, Francia y España piden un mecanismo intermedio, aunque
España sigue defendiendo los eurobonos. Italia exige que la
solidaridad europea sea más contundente y que se mutualice la deuda
derivada de esta crisis sin contraprestaciones adicionales. Los
apoyan Grecia, que ha aprendido de la caída del PASOK-ND-Syriza,
Portugal, donde su presidente ha defendido que la banca debe aportar
ya que fue rescatada con gran sufrimiento de los ciudadanos lusos, y
una decena de países. Todos rechazan la utilización del MEDE y la
vuelta de los hombres de negro.
El
plan Marshall que demandan parece muy lejos de aplicarse y la
solidaridad de una parte de la Unión brilla por su ausencia. Italia
ha llegado a amenazar con echar mano de la ayuda china, que tiene
puestos los ojos en el país transalpino con el lanzamiento de la
ruta de la Seda. Si en 2015 ni Rusia, agobiada por la guerra de
Ukrania, las sanciones y los problemas económicos, ni China, que
pretendía hacerse con infraestructuras claves como el Puerto del
Pireo, apoyaron a Grecia, en 2020 tanto Rusia, como China, pueden
jugar un papel mucho más importante y decisivo si la Unión no
encuentra una salida solidaria a esta situación. La imagen de las
tropas rusas entrando en Italia para ayudar al país y de la ayuda
solidaria china, no deja de ser chocante viendo la actitud
insolidaria de Holanda y Alemania.
Las
instituciones europeas han buscado soluciones intermedias entre las
dos posiciones, aunque la respuesta de la Comisión, dirigida por la
alemana Von der Leyen, ha sido muy tibia. Por una parte, el BCE está
comprando deuda y por otra parte, se ha suspendido temporalmente el
“Pacto (neoliberal) de estabilidad”.
El
choque fue tan duro que Jaques
Delors, antiguo presidente socialista de la Comisión Europea
(1985-95), alertó del riesgo de que esta crisis se lleve por delante
el proyecto europeo por la falta de solidaridad de algunos miembros.
El Primer Ministro luso, António Costas, llegó a preguntar a
Holanda de si se veían fuera de la UE, tras los duros
enfrentamientos protagonizados por el gobierno holandés contra
cualquier posibilidad de activar la solidaridad europea y aplicar los
coronabonos.
Finalmente
se ha alcanzado un acuerdo por el que se desbloquean préstamos para
los países necesitados a través del MEDE pero, mientras dure la
crisis del coronavirus y si los gastos son para solucionar problemas
derivados de esta, no tendrán condiciones. Una vez pasada la crisis,
cualquier ayuda recibida por el MEDE tendrá las condicionalidades
nefastas de la crisis de 2008. El debate sobre los eurobonos ha
quedado aplazado. La existencia de la UE está en peligro si no logra
dar una respuesta más contundente y solidaria a esta situación de
crisis. La necesidad de este acuerdo era palmaria, si la UE no
alcanzaba algún tipo de componenda, aunque fuera insuficiente,
lanzaría un mensaje de parálisis que seria interpretado como de
debilidad dando alas a los euro-escépticos y a los buitres
financieros.
Quién
fue presidente de la Comisión Europea en la legislatura pasada,
Jean-Claude Juncker, ha defendido que la idea de los coronabonos se
va a abrir camino y de que hay que aumentar el raquítico presupuesto
de la UE para poder afrontar la crisis.
Lo
cierto es que el debate sobre la reconstrucción, una vez pase la
crisis del COVID19, no está cerrado y todas las posibilidades están
abiertas. Muchos de los análisis se han planteado desde la posición
de que ni Holanda, ni Alemania, ni Austria, ni Finlandia, se van a
ver afectados en demasía por el virus y por consiguiente el parón
de su economía va a ser menor. No creo que vaya a ser así. De
hecho, el FMI ha advertido de una nueva recesión que también afecta
a estos países duramente anunciando que la contracción del PIB en
2020 será en Alemania (-7,0 %), Austria
(-7,0%) y Holanda (-7,5%). La
crisis en la eurozona va a arrastrar a estos países, los cuales no
parece que estén libres todavía del COVID19 que podría agravarse
en los próximos meses. Hay que contar también que la crisis va a
afectar profundamente a los EEUU. Ya que tienen más dificultades por
su estructura institucional, la mentalidad del presidente Trump y de
muchos estadounidenses para controlar el virus y eso puede provocar
un impacto muy importante en Europa al ser EEUU un gran importador de
productos europeos. Es probable que Juncker tenga razón y haga falta
esperar tiempo para que holandeses y alemanes acepten.
Esta
crisis está acelerando las contradicciones de la UE y de nuestras
sociedades, sacando las miserias a flote, poniendo debates sobre la
mesa que quedaron sepultados pero no solucionados en la crisis
anterior, generando rupturas en los eslabones débiles de nuestras
sociedades, nuestras economías y nuestras instituciones. Lo que nos
jugamos aquí es la Democracia en mayúsculas. Si el Sur de Europa y
Francia no logran imponer otra marcha a la UE no sólo es que pueda
desaparecer, o ser una rémora para sus miembros y un castigo para
una gran parte de la población, sino que se pueden dar salidas
autoritarias a esta crisis, como las que están ensayando Víctor
Orbán en Hungría, o el PIS en Polonia.
El
Sur de Europa no puede permitirse asumir las condiciones y
consecuencias que supondrían acogerse al MEDE con la condicionalidad
de la anterior crisis (fuerte impacto social, económico, degradación
democrática y el debilitamiento del Estado del Bienestar, que van en
la dirección contraria a las enseñanzas que estamos sacando de esta
crisis) porque sería el final de los gobiernos progresistas de
Italia, Portugal y España y dejaría abierto el camino a
experimentos reaccionarios y populistas de derechas, como el de
Matteo Salvini.
Pedro
González de Molina Soler. Profesor de Geografía e Historia.
Ex-Secretario
de Educación y Formación de Podemos Canarias. Militante de CCOO.
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