“Esta no es una crisis de sobreproducción, sino una crisis de
sobreconsumo de los recursos básicos que fundamentan nuestro modo de
vida.”
Emilio Santiago
Muiño
Rutas sin mapa:
horizontes de transición ecosocial
Muiño (Santiago
Muiño, E. 2016 Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial.
Catarata) es otro de los autores que anuncia, para el siglo XXI,
la crisis del capitalismo como patrón civilizatorio. Señala que la
actual crisis económica no se puede interpretar como una crisis
cíclica del capitalismo, que, una vez resuelta, permitiría seguir
con la marcha de nuestro sistema económico con variaciones más o
menos significativas. Compara la crisis económica actual con la
crisis de 1929, definiendo ésta como una crisis de sobreproducción
y marcando la diferencia con la actual crisis al definirla como una
crisis de sobreconsumo de los recursos básicos que fomentan nuestro
modo de vida.
A partir de esta
premisa, Muiño coincide con Harari (Harari, Y. N. 2015 Homo Deus.
Breve historia del mañana. Penguin Random House Grupo editorial SAU)
en que las consecuencias de la crisis civilizatoria que vivimos
suponen un vuelco de las cosmovisiones, los valores y del modo en que
los seres humanos nos relacionamos con nosotros mismos y con la
naturaleza.
Para Muiño el
colapso socioecológico ya ha comenzado. El pico de la producción
del petróleo ha sido ya sobrepasado en este principio de siglo y
cualquier otra alternativa energética de energías fósiles (gas,
uranio, carbón…) presenta problemas de agotamiento próximo. Los
picos productivos de metales como el hierro, el aluminio o el cobre
se esperan para mediados del siglo XXI, la misma suerte cabe esperar
para otros metales necesarios para el avance de la innovación
tecnológica. A su vez, el cambio climático puede traer alteraciones
bruscas en los agrosistemas humanos, aproximarnos al límite de
seguridad del uso mundial del agua y generar una pérdida de
biodiversidad vertiginosa.
Para diversos autores
el problema de las energías renovables, como fuentes energéticas
sustitutivas de las energías fósiles, se centra en cuestiones de
incompatibilidad con los niveles de consumo de la sociedad industrial
actual, dado que las
energías renovables no tendrán la intensidad energética que tienen
las energías fósiles (De
Castro, C. 2009 Escenarios de energía-economía mundiales con
modelos de dinámica de sistemas, Tesis doctoral, Universidad de
Valladolid. Holmgren, D. 2009
Future Scenarios: how communities can adapt to peak oil and climate
change, Chelsea Green Publishing, Vermont, Canada. Khanna,
P. 2017 Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial,
PAIDÓS Estado y Sociedad, Barcelona).
No obstante, las cadenas energéticas de suministro están comenzando
a estudiar modelos rentables de gestión de energías variables (que
no garantizan un suministro constante, como las energías solar,
eólica, geotérmica… en general las fuentes de energía
renovables, que están sujetas a variaciones de producción según
variables meteorológicas, estacionales, de luz, climáticas…) a
través de redes de energía
de generación distribuida (plataformas energéticas bidireccionales
en las que los clientes usuarios de las redes energéticas pueden
poner a disposición de la red de suministro la energía que producen
a través de sus dispositivos domésticos) en una suerte de economía
colaborativa coordinada entre sistemas, mercados y propietarios de
recursos energéticos (y esto lo dice nada más y nada menos que la
multinacional Deloitte: Centro
para Soluciones de Energía de Deloitte 2017 Gestión de fuentes de
energía variable y distribuida: una nueva era para la red. Cuadernos
de Energía, nº 51. Deloitte, Garrigues, Club Español de la
Energía, Madrid.).
En todo caso, y dada
la estrecha correlación entre consumo energético y crecimiento
económico, la situación descrita apunta al fin del crecimiento
económico e implica el surgimiento de una nueva civilización
postcapitalista, que Muiño propone conscientemente construida,
marcada por los imperativos morales de pensar en los otros y pensar
en el mañana (como los deberes
planetarios de Brown), en la que la sostenibilidad no
es una opción, sino una cuestión de supervivencia. Para llevar a
cabo esta labor, se plantea distinguir entre sostenibilidad débil y
sostenibilidad fuerte. La sostenibilidad débil procura reducir los
efectos del colapso distribuyéndolos a otros lugares y a otros
tiempos (incumpliendo los deberes planetarios de Brown y no pensando
ni el los otros ni en el mañana). La sostenibilidad fuerte, en
cambio, persigue revertirlos o, al menos repararlos.
Tainter (Tainter,
J. 1988 The collapse of complex societies. Cambridge University
Press.Cambridge) entiende por colapso una reducción acusada en
el nivel de complejidad de una sociedad, en apenas unas décadas, con
un descenso brusco de la población y un deterioro severo del aparato
político. Casal (Casal,
M. 2016 La izquierda ante el colapso de la civilizacion industrial:
apuntes para un debate urgente. Editorial La Oveja Roja, Madrid)
asume que el colapso no tiene por qué ser un sinónimo de
"apocalipsis", sino una mera simplificación rápida de la
sociedad a todos los niveles. Muiño, siguiendo este mismo
razonamiento, se sitúa en interpretaciones de mayor complejidad,
incluyendo posibilidades de colapso más acordes con los
escenarios
de descenso energético de Holmgren
o las visiones
pesimistas centradas en la supervivencia y cambio de civilización de
De Castro
. Admite que habrá cambios radicales, pero defiende, al mismo
tiempo, que las transiciones civilizatorias se dan siempre en la
escala de los siglos y que la esperanza, además de un ejercicio de
optimismo, lo es de inteligencia. Para apoyar su posicionamiento
busca en la historia y presenta el caso del Imperio Bizantino,
representativo de cómo un ente civilizatorio pudo esquivar el
colapso por la vía de la simplificación de su complejidad económica
y social. Lo que está en juego es si hacemos esa reducción de
consumo y complejidad de forma ordenada, de forma caótica, o bien
dirigida por unas élites que sólo mirarán su propia supervivencia.
Para Casal, es
necesario abandonar el imposible objetivo de la “sostenibilidad”
y cambiarlo urgentemente por la construcción de “resiliencia”,
es decir, de la capacidad de resistir el gran golpe que se nos viene
encima, para intentar minimizar el sufrimiento social. Porque si algo
nos traerá claramente el colapso de la industrialización será la
vuelta a un modo de vida más local, tanto en lo social como en lo
económico, en la cultura, etc.
Sempere (Sempere,
J. 2014 Papel y límites de la acción intersticial en las
transiciones postcarbono), en un giro
que integra los planteamientos de Muiño, De Castro y Casal, plantea
esta transición postcapitalista, combinando elementos de resiliencia
y de sostenibilidad fuerte, en términos de economía dual: por un
lado un sector de producción local ligera (que no requiera consumos
significativos de materiales no renovables) y por otro, un sector que
pueda mantener una producción pesada (sectores
de cierta complejidad técnica y un mayor uso de materiales no
renovables, para actividades agropecuarias y minero-metalúrgicas e
industriales de gran escala) desarrollada en ámbitos que desbordan
lo local.
La cuestión primordial sería
estudiar en qué condiciones sociopolíticas (técnicas, energéticas,
de marco institucional, de transporte, de movilización de capital y
para mantener sistemas de educación, investigación, atención
sanitaria, protección social, etc.) se puede desarrollar una
producción pesada sostenible. Porque las políticas de resiliencia
de la producción local ligera deberían de estar ya fuera de toda
duda. Resulta trágico y doloroso tener que utilizar todavía el
condicional. Estamos tardando, vamos ya muy tarde. En mi pueblo, en
situaciones como ésta, todo el mundo utiliza una frase hecha:
“tarde, mal y nunca”.
Javier Moreno Ibarra
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