Ayer 9 de Noviembre, según los periódicos se cumplieron 30 años de
la caída del muro de Berlín, conocido como muro de la vergüenza.
Sí, ese muro que dividía en 2 partes la capital alemana. En el
Estado español, Nino Bravo dedicó una canción diez años después
de la muerte Peter Fechter que conmocionó a toda la comunidad
internacional –un joven que intentó cruzar el muro en 1962, pero
falleció ese mismo día por un disparo de guardias de la RDA-.
Si ponemos la mirada 9 años antes de la caída del muro de Berlín,
en el remoto e inhóspito Sahara Occidental se construía la mayor
barrera creada por el hombres después de la muralla china. Una obra
de 2.700 km que su único objetivo es dividir un país en 2 partes;
diseñado por Israel, financiado por Arabia Saudí y con tecnología
americana y francesa. A día de hoy la situación continúa igual o
peor, por eso lo hemos bautizado como muro de la vergüenza. Pocos
saben que la mayor zona minada del mundo se encuentra en el Sáhara
Occidental, además es una de las zonas más protegidas –poca
broma, 100.000 soldados vigilan la zona-. Pero para que el lector entienda qué está ocurriendo le voy a poner en situación, o
mejor dicho le voy a hacer recordar: el mes de Noviembre coincide con
muchos acontecimientos que marcaron el destino de los Saharauis.
“Laissa podrá andar perfectamente dentro de 2 meses; él la
ayudará en todo”. El 21 de agosto de 1975 el secretario de Estado
norteamericano, Henry Kissinger, enviaba este telegrama desde Beirut
a Hassan II. Se trataba de un mensaje cifrado. Laissa era el proyecto
Marcha Blanca que se diseñó en los despechos de la city londinense
entre un grupo de enviados marroquíes y expertos norteamericanos. Él
era Estados Unidos. Eran aquellos maravillosos setenta, una época
marcada por el pulso de la guerra fría y Marruecos ya había fichado
por el bando azul. Henry Kissinger, de los creadores de operación
Condor, ansiaba la construcción de la teoría del sistema mundo de
Inmanuel Wallestreing. Por desgracia África acabaría convirtiéndose
en uno de los peores destinos neoliberales con el Plan Berg, pero
esto lo explicaremos otro día. Entre un Egipto dónde reinaba el
espíritu de Nasser, una Libia dirigida por Gadafi y una Argelia al
servicio del FLN; había que mover fichas. Total consiguieron
criminalizar a Lubumba en el Congo.
Pero volvamos al Sáhara Occidental. El 6 de Noviembre de 1975 se
inicia la marcha Verde, es decir, la fase de ejecución del proyecto
de Marcha Blanca que se diseñó en Londres. El rey Hassan II hizo un
llamamiento al país que consiguió reunir a 350.000 personas en la
frontera con el Sahara. Estaban dispuestos a cruzar la frontera para
salvar a sus hermanos saharuis en una marcha pacífica con solo la
ayuda del Corán, la Bandera marroquí y la voz del rey (un discurso
carlista a más no poder). Bueno, esto y 25.000 soldados que entraron
por si las moscas. El objetivo táctico era presionar a España. Con
Franco agonizando, se presionó a un país para que cediera la
administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania. Finalmente, el
12 de Noviembre de 1975 se sellaron los Acuerdos Tripartitos de
Madrid en el que se vendió los derechos de explotación de los
recursos naturales y firmaron los derechos de uso. Se reunieron
personalidades como el presidente del gobierno español Carlos Arias
Navarro y su ministro de exteriores Pedro Cortina; el primer ministro
marroquí y el director de OCP (Office Chérifien des Phosphates); y
el ministro de asuntos exteriores de Maruitania y su embajador en
España. Aquí me permito abrir un paréntesis; se vendió un país sin preguntar a su población qué querían hacer, como si de
un coche de segunda mano se tratara; cierro paréntesis. Pocos días
después empezaron las acciones bélicas, una guerra que duró hasta
1991 y en la que el número de fallecidos y desaparecidos a día de
hoy se desconoce.
La ONU, que estaba al tanto de la situación en el Sáhara
Occidental, quería mover ficha. Ya había empezado a presionar a
España para que descolonizara el territorio mediante la aplicación
de un referéndum de autodeterminación. No obstante, en dicho
proceso no se llegó a pasar de realizar el censo electoral. En los
pasillos del edificio de la ONU en New York, el entonces Secretario
General Kurt Waldheim habló con el representante español Jaime de
Piniés. En dicha conversación propusieron que los 10.000
legionarios que estaban en el Sahara pasaran a ser cascos azules
–creo que hubiera estado muy guay que los cascos azules los
dirigiera una cabra-. Parecía una buena idea. No obstante, cuando se
quiso llevar a España el Ministerio de Asuntos Exteriores ignoró la
propuesta, ya que ya se había vendido el territorio–mi teoría es
que estaban ocupados contando los billetes mientras se fumaban un
puro con un copa de Blue Label-.
Olvidados por la comunidad internacional, los saharauis se armaron y
se enfrentaron al enemigo como pudieron. A los pocos años,
Mauritania salió del tablero (sufrió un golpe de Estado) y firmó
los acuerdos de Paz con el Sáhara. Marruecos no conseguía dominar
la situación. Los saharauis habían conseguido desestabilizar a las
tropas marroquíes mediante la guerra de guerrillas. Por lo que se
decidió jugar a la guerra de muros. Esto es muy sencillo: invado un
territorio construyo un muro, gano un poco de terreno y construyo
otro. Esto así hasta construir 6 muros. El último, de 2.700
kilómetros con más de 7 millones de minas y 100.000 soldados; y no
solo permanece en activo, sino que ha ido a más.
En el Sáhara vivían españoles. Españoles que fueron olvidados por
el propio país. Muchos murieron bombardeados, fusilados… Incluso
muchos murieron en el muro, pero nadie les recuerda. Hoy, 10 de
noviembre, muchos saldrán a votar. Inmersos en su vida cotidiana,
con lo poco que el propio sistema nos deja mirar a los lados, veremos
entre fachas con discursos absurdos pero sensacionalistas y una
izquierda que no sabemos dónde va, un recuerdo que nos dejó ayer el
muro de Berlín.
Por esto me gustaría hacer un llamamiento. El próxima sábado 16 de
noviembre nos reunimos en Madrid para denunciar todo lo que ocurrió
y lo que ocurre. Saldremos desde Atocha a las 12 del mediodía. Es
una fecha que marcó todo el destino de la población saharaui, y que
cada año recordamos que el pueblo saharaui permanece en lucha aunque
cada día caigamos más en el olvido. Posiblemente este sea nuestro
destino: morir de olvido.
Ahmed Mohamed Saleh.
Olvido Colectivo
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