Una alegoría de la verdad y el tiempo
Annibale Carracci
Los años posteriores a la II Guerra Mundial se denominan los «Treinta Gloriosos. Con esta expresión se designa la época de crecimiento económico continuo y progreso material de las sociedades de industrialización temprana ―o sociedades occidentales―. Pero la verdad puede yacer bajo la superficie, enterrada, olvidada. Y el tiempo acabar destapándola. Así ha ocurrido con el calentamiento global. Ha destapado la segunda y monstruosa faz del beneficio empresarial vendido como progreso: un crecimiento exponencial de la huella de la actividad humana en el planeta, causante de la actual emergencia climática. Más que hablar de la edad de oro del capitalismo ―los llamados «Treinta Gloriosos»― es necesario constatar su reverso distópico: la «Gran Aceleración».
Cambiar el marco del relato sobre el que
se asientan las bases de la sociedad actual industrial es, pues,
imprescindible para que pueda llevarse a cabo la gran transformación
productiva, económica y social que hay que emprender para evitar un
calentamiento global fuera del control humano. Pero la resistencia de la
sociedad a poner fin a la fiesta del consumismo resulta naturalmente
lógica, desde el momento en que el progreso material alcanzado se ha
vendido como el mayor logro de la humanidad, a pesar de las injusticias y
las desigualdades económicas y del deterioro ambiental ocasionado. Y
esto se ha justificado y ha sido aceptado como el precio que hemos
tenido que pagar por ese progreso.
La no sustitución de este marco mantendrá
la ficción del crecimiento económico infinito y la pervivencia del
marco político tramposo que le acompaña: unos actores que no explican a
la ciudadanía la gravedad de la crisis climática y ecológica y no
adoptan las medidas necesarias por miedo a perder votos. La cobardía de
las fuerzas políticas para abordar la crisis climática dará como
resultado ―cuando se produzca el colapso del clima― la llegada del
autoritarismo o del fascismo con su relato y sus soluciones. La opción
del 1% más rico.
Solo desde otro marco diferente, el de la
«Gran Aceleración», desde el que se explique a la ciudadanía de manera
clara y sin tapujos la responsabilidad de la actividad económica en la
degradación ecológica, las migajas de prosperidad ofrecidas como
progreso, el engaño al que ésta ha sido sometida, así como del coste
social y ecológico pagado, podrá ser entendida y aceptada la necesidad
de una reducción drástica de las emisiones en el menor tiempo posible
según lo planteado por la comunidad científica y la conveniencia de
caminar hacia una sociedad distinta de la actual: ecológica, justa y
feminista.
En este sentido el anuncio del Papa
Francisco ―en el XX Congreso Internacional de la Asociación de Derecho
Penal― sobre la reflexión de la Iglesia Católica respecto a la
introducción en el Catecismo del «pecado ecológico» ―«en particular» el
«ecocidio»― es importante, ya que la autoridad moral de la Iglesia
favorecerá entre los católicos y no católicos el avance de la toma de
conciencia sobre la emergencia climática y la imperiosa necesidad de la
reducción de emisiones de CO2.
El paso del tiempo nos ha mostrado que el
engaño tenía dos caras: la del progreso de los «Treinta Gloriosos» y la
de la contaminación y la explotación sin límite del planeta y de las
personas de la «Gran Aceleración». La de unas fuerzas económicas guiadas
por el beneficio y la de unas fuerzas políticas temerosas de perder
votos. En el cuadro «La alegoría de la verdad y el tiempo», de Annibale
Carracci, cuando la verdad sale a la luz pisotea el engaño. Hoy, de la
misma manera, la inocultable la crisis climática y ecológica está
revelando que el relato de los «Treinta Gloriosos» fue una invención que
―suficientemente repetida― se convirtió en verdad en nuestra mente y en
la de los demás. Pero el mundo se está despertando. Y el cambio guste o
no, viene.
Francisco Soler
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2019/11/18/el-engano-tiene-dos-caras/
0 comentarios:
Publicar un comentario