El diseño de Doñana



Hace ya meses que conocimos la noticia: la filial de Gas Natural, Petroleum Oil Gas-España, almacenará combustible en el subsuelo de Doñana. Así, vuelve a debate la explotación del entorno y la permisividad de los poderes públicos ante la misma, como refleja la actuación del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente al otorgar una Declaración de Impacto Ambiental (DIA) favorable a la empresa de gas natural; lo que significa el pistoletazo de salida para la construcción del gaseoducto en la zona natural de Doñana. A ello se oponen organizaciones ecologistas como WWF, quien presentó en febrero denuncia ante la Comisión Europea y partidos como EQUO. Por su parte, Ecologistas en Acción afirma que la aprobación incumple el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales, que prohíbe este tipo de actividades a menos que sean de “interés general”.

Y es que Doñana no es sólo la zona natural en la que se realizaría el gaseoducto, también el Parque Nacional que ya se ha visto alterado en otras ocasiones. La zona es rica por su biodiversidad y fue declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad en el 94. Cabría pensar que por estos honores, la zona cuenta con la máxima protección ambiental, sin embargo, tanto la ruptura de la balsa de residuos durante la gestión de la empresa Bolidén en Aznalcollar (que ahora vuelve al debate con el anuncio de presentar a concurso su explotación) como el vertido de hidrocarburos de la compañía CEPSA en Huelva han provocado la destrucción de parte de esa biodiversidad por la que Doñana fue reconocida.

Comprender lo que esto significa implica entender la interdependencia que existe entre las especies (incluída la humana) que en la zona co-habitan. En definitiva, entender el diseño.

La interdependencia de los conflictos.
El medio ambiente aún no ha alcanzado el reconocimiento que merece para nuestra supervivencia como especie. Es decir, que no existe aún desde la administración una defensa del ecologismo que tenga como perspectiva el medio ambiente integrado con las sociedades humanas. A pesar del cambio climático, el aumento de la temperatura terrestre y los cambios que provoca, se sigue explotando a la naturaleza con fines de rentabilidad empresarial que responden al “interés de unos cuantos” y bajo la lógica del productivismo. Tampoco en la ciudadanía existe una integración con la naturaleza, ya que, en definitiva, los proyectos en Doñana harán más confortable la vida de los consumidores de gas natural. Un gas natural que no llega a las casas por arte de magia, sino que plantea un doble conflicto: el de la extracción y el del almacenamiento. El permiso que el ministerio ha otorgado a la filial de Gas Natural para almacenar gas en el subsuelo de Doñana hay que estudiarlo junto a la extracción de gas que la compañía Repsol está realizando en la zona de Cádiz [1]. La alarma del fracking como técnica para esa extracción aparece en escena. Sin embargo, la compañía niega utilizar la técnica [2] y además afirma [3] que no está sacando gas de Doñana sino de los yacimientos que posee en el Golfo de Cádiz. La cuestión aquí es el tratamiento de las aguas residuales.

Felipe Fuentsaltz, de WWF, denuncia la falta de transparencia en el tratamiento de esas aguas residuales que no se sabe exactamente dónde van ni cuál es su tratamiento. Según la propia compañía [4] el punto en el que depositan esas aguas fue acordado con el Ayuntamiento de Helva. Fuentsaltz indica que esas aguas residuales las vierten en la depuradora de Aguas de Huelva, empresa municipal que se encarga de la gestión del agua en la localidad. Juan Manuel Buendía, de Mesa de la Ría, agrupación política que cuenta con un concejal en el Ayuntamiento de Huelva, explica que han presentado una queja a la Unión Europea que se admitió a trámite. La queja responde a que desde Mesa de la Ría entienden que Repsol no tiene autorización ambiental unificada para esa extracción de gas. Una autorización que previene la producción de residuos, las emisiones a la atmósfera, al agua y al suelo. Buendía explica que pidieron un informe de impacto ambiental a Aguas de Huelva y junto a Fuentsaltz critica la falta de transparencia.

WWF denuncia además que la compañía no invierta parte de su capital en la construcción de la instalación técnica necesaria para la depuración del agua residual y la permisividad de la administración en este caso. Yo misma pregunté a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía por el caso: ¿Qué mecanismos les garantizan que los vertidos residuales tienen un plan de eliminación en el caso de la extracción de gas natural de los pozos de Repsol en la bahía de Cádiz? Silencio…

Junto al gas natural, el dragado del Guadalquivir se convierte también en un problema que afecta a Doñana. Felipe Fuentsaltz explica que “antes de realizar el dragado habría que resolver problemas medioambientales graves como la pésima calidad del agua debido a la contaminación y a la mala depuración”. Dice que el saneamiento de las aguas es malo y cada vez entra más agua del mar, lo que provoca un aumento de la salinidad que acarrea problemas en la agricultura y en la vida de los peces. Ello se traduce en conflictos socio-económicos, ya que el aporte de agua dulce del estuario enriquece las zonas de arrozales y la pesca tradicional y “si dragamos el Guadalquivir nos cargamos el estuario”, explica el miembro de WWF.

La economía del bajo Guadalquivir y la biodiversidad de Doñana se ven afectados en ese diseño interdependiente de los ecosistemas. El ecologismo, entendido como la visión integral del entorno en el que se asientan las sociedades humanas y la acción que esas sociedades ejercen sobre el entorno, es hoy más necesario que nunca dentro de las administraciones. El caso de Doñana es sólo un ejemplo de esa interdependencia de los eco-sistemas. Pensar en clave de diseño interdependiente dinámico nos llevaría, desde el ecologismo, a buscar soluciones biodegradables para nuestros residuos y emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, principal causa del cambio climático. No basta con regular, las regulaciones son “una muestra de un error de diseño, es lo que llamamos una licencia para dañar: un permiso emitido por un gobierno, a favor de una industria, que permite a ésta dispensar enfermedades, destrucción y muerte a una tasa aceptable[5]. Es necesario una estrategia transformadora y existen colectivos y organizaciones que se encargan de estudiarlas y de ponerlas en marcha dentro de un entorno reducido, pero existen y son una apuesta clara de cambio.
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[1] Repsol tiene el 30% de las acciones de la compañía de Gas Natural-Fenosa. Junto a Caixa Bank (35%) es accionista mayoritario.
[2] Noticia publicada en la web del diario El País en la sección de Andalucía el 18 de marzo de 2013.
[3] Noticia publicada por el diario El Cofidencial en la sección de Economía a fecha del 18 de marzo de 2013.
[4] Noticia publicada por El Cofidencial a fecha 2 de abril de 2013.
[5] W. McDonough y M. Braungart en Cradle to Cradle. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas. Ed. Graw Hill. Pag - 56

Marina Agraz // Coportavoz de EQUO Sevilla.

6 comentarios:

Pablo dijo...

claro, hay que prohibir, no regular..tela

Acción Politeia dijo...

Ése es el debate, Pablo, como con la esclavitud, la prostitución...

Pablo dijo...

Si de verdad crees que es igual creo que hay poco que debatir

Acción Politeia dijo...

Igual no, Pablo. Comparable, asimilable...esa es la discusión de fondo.

Pablo dijo...

Veràs no se puede entrar en un debate en el que el elemento comparativo con la capacidad de regulación de las actividades humanas se establezca en campos como la esclavitud, ahí no hay nada que discutir porque sólo cabe la prohibición y cualquier matiz resulta inaceptable.

Acción Politeia dijo...

Sin embargo no pasa lo mismo en nuestra sociedad actual con la prostitución. Y a mí me parece que debería ser lo mismo (o muy similar). Y creo que no es descabellado entrar a valorar los delitos ecológicos de una manera mucho más grave.

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