Tomado de De Castro, C. (2009) Escenarios de energía-economía mundiales con
modelos de dinámica de
sistemas. Tesis doctoral, Universidad de Valladolid.
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“Somos
estructuralmente ecodependientes, partes subordinadas del sistema
biosfera, tenemos que procurar no deteriorar las condiciones de
posibilidad de nuestra propia existencia.”
Emilio Santiago
Muiño
Rutas sin mapa:
horizontes de transición ecosocial
Para David Holmgren
(2009), la aparición simultánea del cambio climático y el cénit
del suministro mundial del petroleo nos enfrenta a un cambio sin
precedentes en la reorganización de nuestra biosfera y de los
cimientos de la industria, la economía y la cultura mundiales.
Holmgren (OpCit)
resalta cuatro grandes escenarios energéticos que proporcionan un
marco para considerar el amplio espectro de probables futuros,
cultural y ecológicamente imaginados, para el próximo siglo o más
allá:
• Tecno-Explosión.
Este escenario se asocia generalmente con la navegación espacial y
la colonización de otros planetas. Para que esto ocurra dependemos
de fuentes de energía nuevas, grandes y concentradas que permitan el
crecimiento continuo de la riqueza material y del poder humano sobre
las limitaciones medio ambientales, al mismo tiempo que crece la
población.
•
Tecno-Estabilidad. Este escenario supone un paso de un crecimiento
material fundado en el agotamiento de la energía a un estado de
equilibrio en el consumo de recursos y en la población. Si bien esto
claramente implicaría grandes cambios en casi todos los aspectos de
la sociedad, se espera que una vez establecidos estos sistemas
sostenibles llegaremos a una sociedad en equilibrio dinámico no muy
diferente a la actual.
• Descenso
Energético. Este escenario implica, de algún modo, una reducción
en la actividad económica, la complejidad y las poblaciones, a
medida que los combustibles fósiles se vayan agotando. La creciente
dependencia de recursos renovables con menor densidad de energía,
con el tiempo cambiaría la estructura de la sociedad. Esto indicaría
una ruralización de los asentamientos y de la economía, con un
movimiento más lento y de menor volumen de energía y recursos, y
una disminución progresiva en las poblaciones humanas.
• Colapso. Este
escenario sugiere un fracaso completo de todos los sistemas
interconectados que mantienen y apoyan la sociedad industrial, en la
medida que los combustibles fósiles de alta calidad se van agotando
y/o el cambio climático vaya dañando radicalmente los sistemas de
soporte ecológico. Involucraría inevitablemente una rápida y
pronunciada caída de la población humana y una pérdida de los
conocimientos y la infraestructura necesarios para la civilización
industrial, si no más graves escenarios, incluida la extinción
humana junto con gran parte de la biodiversidad del planeta.
En una línea
similar, De Castro (2009) reconoce que a la crisis económica
derivada de la crisis financiera se le unen la crisis energética y
la crisis alimentaria en un marco de relación entre ellas que viene
conformado por la crisis climática. De Castro (Op Cit) propone un
análisis de escenarios de futuro, en un esfuerzo por modelar el
sistema económico y sus conexiones con la energía y la ecología,
para ayudarnos en la toma de decisiones
políticas, especialmente en materia de política energética y
política medioambiental (mercado de emisiones, impuestos a la
energía y/o a las emisiones, etc.).
Para enfrentarse a
esta labor, trabaja a partir de cuatro tipos de factores que influyen
en la producción y consumo de energía (avance tecnológico;
crecimiento económico mundial; medio ambiente, la política, los
acuerdos internacionales y el comportamiento social; física y
geología de los recursos energéticos) y los combina con visiones
más o menos optimistas, según estén centradas en economía,
desarrollo o supervivencia. De esta manera se obtiene el siguiente
cuadro (tomado de De Castro, 2009):
Si la visión
optimista del mundo fuera correcta y se utilizaran unas políticas
centradas en la economía, entonces el mundo humano conseguiría un
crecimiento económico alto en el futuro. Pero bajo estas mismas
políticas, si la visión del mundo escéptica fuera correcta se
produciría un desastre económico y si la visión pesimista
terminara siendo la correcta, entonces las políticas optimistas
conducirían a un colapso de la civilización humana.
De la misma manera,
si se utilizaran unas políticas centradas en el desarrollo, la
visión optimista generaría crecimiento económico medio, la
escéptica generaría desarrollo humano sostenible y la pesimista
provocaría colapso o recesión económica.
Por último, con unas
políticas centradas en la supervivencia, la visión optimista
generaría recesión económica, la escéptica generaría recesión
económica temporal y la pesimista nos llevaría a la supervivencia a
través de un cambio civilizatorio.
Finalmente se añade
una interpretación subjetiva de la probabilidad que se asigna a cada
una de las visiones del mundo, a partir de la que se propone no
esperar a la aportación de evidencias científicas abrumadoras (de
>90%) sobre las probabilidades subjetivas y basar las decisiones
políticas en umbrales bajos (del 10%) de evidencia científica sobre
la probabilidad de ocurrencia, dados los riesgos tan elevados que
entran en juego. Bajo este “principio de precaución” propuesto
por De Castro, la carga de la prueba debería haber sido demostrar,
con una probabilidad mayor del 90%, que no existe un Cambio Climático
provocado por las actividades humanas y no al revés, como ha
ocurrido.
Muiño (2016) es otro
de los autores que anuncia, para el siglo XXI, la crisis del
capitalismo como patrón civilizatorio. Señala que la actual crisis
económica no se puede interpretar como una crisis cíclica del
capitalismo, que, una vez resuelta, permitiría seguir con la marcha
de nuestro sistema económico con variaciones más o menos
significativas. Compara la crisis económica actual con la crisis de
1929, definiendo ésta como una crisis de sobreproducción y marcando
la diferencia con la actual crisis al definirla como una crisis de
sobreconsumo de los recursos básicos que fomentan nuestro modo de
vida.
A partir de esta
premisa, Muiño (OpCit) coincide con Harari (2015) en que las
consecuencias de la crisis civilizatoria que vivimos suponen un
vuelco de las cosmovisiones, los valores y del modo en que los seres
humanos nos relacionamos con nosotros mismos y con la naturaleza.
Para Muiño el
colapso socioecológico ya ha comenzado. El pico de la producción
del petróleo ha sido ya sobrepasado en este principio de siglo y
cualquier otra alternativa energética de energías fósiles (gas,
uranio, carbón…) presenta problemas de agotamiento próximo. Los
picos productivos de metales como el hierro, el aluminio o el cobre
se esperan para mediados del siglo XXI, la misma suerte cabe esperar
para otros metales necesarios para el avance de la innovación
tecnológica. A su vez, el cambio climático puede traer alteraciones
bruscas en los agrosistemas humanos, aproximarnos al límite de
seguridad del uso mundial del agua y generar una pérdida de
biodiversidad vertiginosa.
Para diversos autores
el problema de las energías renovables, como fuentes energéticas
sustitutivas de las energías fósiles, se centra en cuestiones de
incompatibilidad con los niveles de consumo de la sociedad industrial
actual, dado que las
energías renovables no tendrán la intensidad energética que tienen
las energías fósiles (Holmgren, OpCit; De Castro, OpCit; Khanna,
OpCit). No obstante, las cadenas energéticas de suministro están
comenzando a estudiar modelos rentables de gestión de energías
variables (que no garantizan un suministro constante, como las
energías solar, eólica, geotérmica… en general las fuentes de
energía renovables, que están sujetas a variaciones de producción
según variables meteorológicas, estacionales, de luz, climáticas…)
a través de redes de energía
de generación distribuida (plataformas energéticas bidireccionales
en las que los clientes usuarios de las redes energéticas pueden
poner a disposición de la red de suministro la energía que producen
a través de sus dispositivos domésticos) en una suerte de economía
colaborativa coordinada entre sistemas, mercados y propietarios de
recursos energéticos (Centro para Soluciones de Energía de
Deloitte, 2017).
En todo caso, y dada
la estrecha correlación entre consumo energético y crecimiento
económico, la situación descrita apunta al fin del crecimiento
económico e implica el surgimiento de una nueva civilización
postcapitalista, que Muiño propone conscientemente construida,
marcada por los imperativos morales de pensar en los otros y pensar
en el mañana (como los ya mentados deberes planetarios de Brown), en
la que la sostenibilidad no es una opción, sino una cuestión de
supervivencia. Para llevar a cabo esta labor, se plantea distinguir
entre sostenibilidad débil y sostenibilidad fuerte. La
sostenibilidad débil procura reducir los efectos del colapso
distribuyéndolos a otros lugares y a otros tiempos (incumpliendo los
deberes planetarios de Brown y no pensando ni el los otros ni en el
mañana). La sostenibilidad fuerte, en cambio, persigue revertirlos
o, al menos repararlos.
Tainter (1988)
entiende por colapso una reducción acusada en el nivel de
complejidad de una sociedad, en apenas unas décadas, con un descenso
brusco de la población y un deterioro severo del aparato político.
Casal (2016) asume que el colapso no tiene por qué ser un sinónimo
de "apocalipsis", sino una mera simplificación rápida de
la sociedad a todos los niveles. Muiño (OpCit), siguiendo este mismo
rezonamiento, se sitúa en interpretaciones de mayor complejidad,
incluyendo posibilidades de colapso más acordes con los escenarios
de descenso energético de Holmgren (OpCit) o las visiones pesimistas
centradas en la supervivencia y cambio de civilización de De Castro
(OpCit). Admite que habrá cambios radicales, pero defiende, al mismo
tiempo, que las transiciones civilizatorias se dan siempre en la
escala de los siglos y que la esperanza, además de un ejercicio de
optimismo, lo es de inteligencia. Para apoyar su posicionamiento
busca en la historia y presenta el caso del Imperio Bizantino,
representativo de cómo un ente civilizatorio pudo esquivar el
colapso por la vía de la simplificación de su complejidad económica
y social. Lo que está en juego es si hacemos esa reducción de
consumo y complejidad de forma ordenada, de forma caótica, o bien
dirigida por unas élites que sólo mirarán su propia supervivencia.
Para Casal (2016), es
necesario abandonar el imposible objetivo de la “sostenibilidad”
y cambiarlo urgentemente por la construcción de “resiliencia”,
es decir, de la capacidad de resistir el gran golpe que se nos viene
encima, para intentar minimizar el sufrimiento social. Porque si algo
nos traerá claramente el colapso de la industrialización será la
vuelta a un modo de vida más local, tanto en lo social como en lo
económico, en la cultura, etc.
Sempere (2014), en un
giro que integra los planteamientos de Muiño, De Castro y Casal,
plantea esta transición postcapitalista, combinando elementos de
resiliencia y de sostenibilidad fuerte, en términos de economía
dual: por un lado un sector de producción local ligera (que no
requiera consumos significativos de materiales no renovables) y por
otro, un sector que pueda mantener una producción pesada (sectores
de cierta complejidad técnica y un mayor uso de materiales no
renovables, para actividades agropecuarias y minero-metalúrgicas e
industriales de gran escala) desarrollada en ámbitos que desbordan
lo local. La cuestión primordial sería estudiar en qué condiciones
sociopolíticas (técnicas, energéticas, de marco institucional, de
transporte, de movilización de capital y para mantener sistemas de
educación, investigación, atención sanitaria, protección social,
etc.) se puede desarrollar una producción pesada sostenible.
Javier
Moreno Ibarra
REFERENCIAS
Brown,
E. (1999)
Un mundo justo para las futuras generaciones: derecho internacional,
patrimonio común y equidad intergeneracional. Mundi Prensa Libros
S.A.
Casal, M. (2016) La
izquierda ante el colapso de la civilizacion industrial: apuntes para
un debate urgente. Editorial La Oveja Roja, Madrid.
Centro para Soluciones de
Energía de Deloitte (2017) Gestión de fuentes de energía variable
y distribuida: una nueva era para la red. Cuadernos de Energía, nº
51. Deloitte, Garrigues, Club Español de la Energía, Madrid.
De
Castro, C. (2009) Escenarios de energía-economía mundiales con
modelos de dinámica de sistemas. Tesis doctoral, Universidad de
Valladolid.
Harari, Y. N.
(2015) Homo Deus. Breve historia del mañana. Penguin Random House
Grupo editorial SAU.
Holmgren, D. (2009) Future Scenarios: how communities can adapt to
peak oil and climate change. Chelsea Green Publishing, Vermont
(Canada).
Khanna, P. (2017)
Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial. PAIDÓS
Estado y Sociedad, Barcelona.
Santiago Muiño,
E. (2016) Rutas sin mapa. Horizontes de transición ecosocial.
Catarata.
Sempere,
J. (2014) Papel y límites de la acción intersticial en las
transiciones postcarbono. En
https://www.uv.es/poscarbo/papers/jsempere_mayo2014.pdf
Tainter, J. (1988)
The collapse of complex societies. Cambridge University
Press.Cambridge. En Santiago Muiño, E. (2016) Rutas sin mapa.
Horizontes de transición ecosocial. Catarata.
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