De martillos, de visiones y de caminos.


Merece la pena releer el Ocaso de los Ídolos o Cómo se Filosofa a Martillazos, donde Nietzsche, en 1.887, propone que filosofar a martillazos no es destrozar ningún ídolo (las construcciones conceptuales que aceptamos como ciertas y esenciales), sino golpear suavemente en su superficie a ver si suena a hueco o, por el contrario rebota un sonido macizo que nos da noticia de que ahí sí hay contenido. También plantea, como método de conocimiento, lo que él llama la inversión de todos los valores, que consiste, no en adoptar los valores contrarios a los imperantes, sino en darles la vuelta a todos ellos (invertirlos), a ver si cae algo de dentro o si, por el contrario, están tan vacíos que no cae nada.
En nuestra sociedad convivimos con algunos ídolos que no estaría mal voltear.
Siguiendo al genial y visionario Toffler (Alvin Toffler, 1970, El shock del futuro, Capítulo VII Organizaciones: la proxima «ad-hocracia»)“...presenciamos la llegada de un nuevo sistema de organización, que desafiará cada vez más y acabará por sustituir a la burocracia. Es la organización del futuro, a la que llamo «Ad-hocracia» (91)...Para poder captar el significado de este extraño vocablo, Ad-hocracia, debemos, ante todo, reconocer que no todas las organizaciones son burocracias. Hay otras maneras alternativas de organizar a la gente (92)...Mientras una sociedad permanece relativamente estable e inmutable, los problemas que presenta al ser humano suelen ser rutinarios y previsibles. En un medio semejante, las organizaciones pueden ser relativamente permanentes. Pero cuando se acelera el cambio surgen ciertos problemas por primera vez, y las formas tradicionales de organización resultan inadecuadas a las nuevas condiciones (98 y 99)”
Tras el martillazo de Toffler creo que estamos en condiciones de decir que las organizaciones necesitan adaptarse a las situaciones sociales cambiantes, que les exigen modelos de gestión más flexibles y participativos.
Estas condiciones no pueden responder al modelo burocrático de gestión imperante en el pasado. La alternativa es avanzar hacia formas de innovación en la gestión de las organizaciones, con estructuras y procesos más flexibles, capaces de adaptarse continuamente a las condiciones cambiantes del ambiente, autoadministradas y más orientadas a las personas.
Con Mintzberg, que nos marca el camino (Mintzberg, 1.979, La estructuración de las organizaciones), podríamos hablar de tres condiciones para empezar a tirar del hilo y mirar hacia un modo de gestión de las organizaciones más flexible e innovador:
Coordinación organizacional por medio de la adaptación mutua: Estructuras horizontales de decisión en la organización en las que los individuos pasan a ser actores colectivos y el foco de interés está más centrado en las personas que en la gestión.
Liderazgos compartidos, transitorios y laterales: autoridad descentralizada de una manera igualitaria entre los que están más cerca de las tareas a llevar a cabo, frente a estructuras de autoridad alejadas y desconectadas por una cadena burocrática de mando.
Procesos organizacionales de inteligencia colectiva: organización abierta a la innovación de una manera informal, ad hoc, discontinua, con sensibilidad hacia el contexto y con su foco fundamental dirigido hacia el aprendizaje.
Nietzsche, Toffler y Mintzberg hace ya tiempo que nos lo vienen diciendo: cada vez más, somos personas adhocráticas, nuestros compromisos son temporales y por proyectos, se tejen y se destejen continuamente con hilos que desdibujan las fronteras de las organizaciones, las instituciones, las empresas, los partidos políticos, las organizaciones sociales, las personas clientes, votantes, usuarias, profesionales, trabajadoras...  en una red de personas que se comunican. El camino está por recorrer y es una inmensa búsqueda de soluciones creativas.


Javier Moreno Ibarra
Acción Politeia


0 comentarios:

Publicar un comentario