Los cambios sociales globales que se están produciendo indican que la sociedad industrial se está desmoronando.
No solo eso. Únase a ello el cambio climático y el avance tecnológico
que está ocurriendo en los procesos productivos y se tendrá una
radiografía aproximada de la agitación que recorre el mundo. La mayoría
de los análisis que se están realizando, no obstante, utilizando una
metáfora lingüística, son intransitivos. Subrayan los cambios desde la
perspectiva de un solo núcleo. Las amenazas de este siglo, sin embargo,
piden un análisis transitivo, es decir, de dos núcleos: sujeto (el ser
humano) y objeto (biosfera), que ponga de manifiesto la inclusión del
primero en el segundo y la interacción mutua entre ambos. Al no incluir
las fuerzas políticas en su análisis la variable pico del petróleo
y al considerar de manera insuficiente —diría incluso tramposa— la del
cambio climático, la insostenibilidad del metabolismo de la actual
sociedad industrial queda fuera del debate político y público. Al tiempo
la sociedad sigue en la ilusión del consumo. Un superviviente de una
unidad de operaciones especiales de los activistas clandestinos polacos
que participó en el levantamiento del gueto de Varsovia nos recuerda:
«nunca os imaginéis que vuestro mundo no puede derrumbarse, como lo hizo
el nuestro.»
Con los parámetros descritos el debate se
centra, de manera inevitable, en la naturaleza financiero-económica de
la crisis, cuando en realidad la misma es ecológica: proviene del
descenso de la disponibilidad de energía fósil barata. Cuando alguien
dice que las causas de la Gran Recesión son la deuda,
la desregulación financiera, las hipotecas basura, la burbuja
inmobiliaria, el riesgo crediticio, etc., éstos son factores secundarios
que han reaccionado a una causa primera: la falta de petróleo barato suficiente para seguir creciendo[1].
Esta situación de escasez se originó a partir de 2002. La solución que
se encontró entonces para seguir creciendo fue la deuda. Por eso deuda y
falta de petróleo van de la mano. Y por eso la crisis no ha podido
resolverse: porque no hay petróleo barato abundante. Y en 10-15 años (2025-2030) puede no haber petróleo disponible para los que no lo producen.
Con los datos y conocimientos actuales es difícil imaginar escenarios
realistas —para dentro de una década— en los que el colapso del petróleo
no vaya a tener lugar[2]. Estos escenarios al estar fuera del debate político público son una agenda que se mantiene opaca para la gente.
La no inclusión del pico del petróleo en el análisis hace que el debate salga del eje que le sería natural: productivismo/antiproductivismo, y se albergue en uno que le es espurio: el eje izquierda/derecha.
El análisis y el debate se hace, por tanto, desde parámetros
incorrectos, secundarios. Ante la escasez de petróleo el actual debate
público no está siendo el de la transición a una sociedad pospetróleo y
la cantidad y forma de uso de los recursos. El debate continúa encallado
en la discusión sobre la mejor forma de mantener el actual metabolismo
de la sociedad industrial.
Pero la apuesta tecnológica
que se hace para ello y la orientación de la economía a los servicios,
ha ocasionado que los empleos menos cualificados estén siendo ocupados
por inmigrantes, que ofrecen su fuerza de trabajo por menos salarios y
usan los servicios y beneficios que les brinda el Estado protector,
creando un enorme malestar entre los trabajadores tradicionales con
menos formación y recursos, que mayoritariamente están votando a fuerzas xenófobas y culpando a la inmigración de todos sus males.
Únase a lo anterior las migraciones por causas climáticas —26,7 millones de desplazados anualmente según el informe Frontiers
2017 de la ONU— debido a las tensiones ecológicas que el cambio
climático está produciendo en muchos territorios: sequías, descenso de
la producción de alimentos, incremento de la violencia tanto en forma de
exacerbación de conflictos existentes, como de aparición de otros
nuevos.
El efecto que estas tres circunstancias
combinadas y no explicadas está ocasionando un repliegue de las
sociedades sobre sí mismas (nacionalismo), un despertar de la pulsión
xenófoba y una ruptura de la solidaridad intra e interclasista. Ha
sucedido en Francia, en EEUU, en Alemania, en Reino Unido. En Polonia y
Hungría los gobiernos nacionalistas e identitarios han reforzado su
poder. En Austria e Italia, unos partidos vinculados al fascismo de
entreguerras tienen un papel crucial en las respectivas coaliciones de
Gobierno. La República Checa, Eslovaquia y Eslovenia cuentan con unos
partidos de extrema derecha muy poderosos. En Suecia, Finlandia y
Dinamarca se encuentran en la misma situación.
Hoy estamos en la fase que se puede
denominar: ‘nosotros primero’. Pero cuando la crisis energética se
agudice, este sentimiento se agudizará paralelamente. Su traducción en
la práctica será nosotros primero segundo y tercero. Y este sentimiento
se puede acentuar hasta llegar a ser: ‘nosotros somos los únicos.’ De
esta manera, poco a poco, las sociedades humanas se pueden deslizar
hacia las ideas de primacía natural, hacia esquemas de
«pueblo dominador-animal de carga». Un ejemplo de ideas de supremacía
—cercano en el tiempo y el espacio— es el actual Presidente de la
Generalitat, para quien los españoles son «bestias con forma humana».
Individuos «con un pequeño bache en su cadena de ADN»[3].
En un mundo que sufrirá cada vez más una escasez acusada de recursos, una pregunta me asalta: ¿el término ‘sustentabilidad o sostenibilidad’ podría resignificarse
desde lo ambiental hacia una sostenibilidad humana, concebida como la
correlación entre los recursos necesarios para sostener una vida humana
de un grupo determinado y ciertas características del mismo, en el que
no estarían incluidos los individuos calificados como «subhumanos»,
«bestias», ineficientes u otro atributo dirigido a dicho fin?
Una sociedad que cada vez puede ofrecer
menos trabajo debido al avance tecnológico y con menos disponibilidad
energética. Con menos territorio, alimentos y agua disponible en la
medida que se agudice el cambio climático y un crecimiento de la
población mundial que no se detiene[4]. Con migraciones climáticas que —según ACNUR— obligarán a dejar sus casas y trasladarse a otro país a entre 250 y 1.000 millones de personas en los próximos 50 años[5],
si no se frena el cambio climático. Que algunos pidan una «gestión
migratoria solidaria y profundización democrática», es como ponerse a
tocar la flauta en el metro confiando en que los viandantes te echen
unas monedas y que con ellas vas a solucionar unos problemas que
requieren otro tipo de solución.
Los medios de comunicación son una herramienta que construye la realidad.
Y hoy están actuando en modo Matrix, al mantener la ilusión de un mundo
que no existe: energía abundante, crecimiento infinito, desarrollo
sostenible, progreso ilimitado. Y muchos de ellos, además, ayudan a
crear un mundo falso: la inmigración como culpable de todos los males.
En este contexto el partido verde debe elegir, para el
futuro, —usando palabras de Manuel Casal— entre ser parte del «1% que
representamos la gente consciente del colapso para hacer que el 98%
despierte y luche con nosotros para frenar a ese 1% que nos dirige al
abismo» o legitimar la real politick cortoplacista de la
izquierda —bajo la excusa de dar de comer a la gente— que acalla
conciencias y demora la acción —personal, familiar y política— de la
gente hasta el último minuto, y que no sirve para evolucionar un sistema
ahogado en el consumo y por la contaminación. La gente no quiere
escuchar la realidad antipática a la que nos enfrentamos. Pero en un
clima general de evitación de la realidad para no perder algo: votos,
influencia, dinero, alguien debe decir las cosas francamente, como
realmente son.
Una de las causas que originan la demora
antes señalada —entre las varias que concurren— es el reverdecimiento
del programa neokeynesiano de la izquierda, con el marchamo verde que le
otorgan las coaliciones con el partido ecologista. ¿Puede una fuerza
política entregar, dilapidar, la confianza? ¿Hay algún tipo de táctica
que lo justifique? El pico de petróleo ha llegado y el
aspecto que tiene no era el que esperaba la mayoría de la gente. Es
bastante más antipático. Y trae un regalo, no por esperado, indeseado:
el cambio climático. Ningún líder ni ninguna política pueden cambiar lo
que la física, la geología y la termodinámica han dictado para
nosotros. Con ellas no hay negociación que valga. ¿Piensan las fuerzas
políticas, entonces, seguir haciendo como que hablan del clima, cuando
en realidad no dejan de hablar de los meteoros? La actual crisis de la
civilización industrial no es solo una crisis de incremento de
temperatura, de derretimiento de los polos o de subida del nivel del
mar. Es sobre todo una crisis de exceso de emisión de CO2, de disminución de disponibilidad energética barata: Pero tambien es un reto que nos ofrece la oportunidad,
aun en esta tesitura, de poder «vivir mejor cualitativamente o al menos
no peor» que ahora. ¿Hasta cuándo piensan seguir las fuerzas políticas e
instituciones de gobierno haciendo como que no pasa nada?
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2018/09/13/cuando-los-meteoros-ocultan-el-clima/
[1]Lo dice así de contundente Rankia, la web para los profesionales de la gestión patrimonial. https://www.rankia.com/blog/game-over/2611551-pico-petroleo-decrecimiento-colapso. Un buen ejemplo de ello es el comunicado de Attac Europa sobre el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers: https://www.attac.es/2018/09/12/10-anos-despues-de-la-crisis-financiera-nuestros-dirigentes-nos-han-fallado-el-futuro-depende-de-nosotros/
[2]
Los resultados muestran que una transición energética dirigida por la
demanda, como las realizadas en el pasado, no parece posible: si las
tendencias de demanda continúan se prevé una fuerte escasez antes de
2020, especialmente en el sector del transporte, mientras la generación
de electricidad parece incapaz de cubrir la demanda a partir de
2025‐2040. Las actuales políticas conducen a un colapso energético
global a mediados del siglo XXI por la incapacidad del sistema económico
de adaptarse a los límites de los recursos naturales. Agotamiento de
los combustibles fósiles y escenarios socio‐económicos: un enfoque
integrado, Septiembre 2014, Iñigo Capellán‐Pérezaa , Margarita Mediavillab , Carlos de Castroc, Óscar Carpinterod , Luis Javier Miguelb: a. Low Carbon Programme. Instituto de Economía Pública, Universidad del País Vasco. b. Departamento de Ingeniería de Sistemas y Automática, Escuela de Ingenierías Industriales. c. Departamento de Física Aplicada, Escuela de Arquitectura, Universidad de Valladolid. d. Departamento de Economía Aplicada, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Valladolid.
[3] El pensamiento antiespañol de Quim Torra a través de sus artículos. El Periódico, 4.5.2018, https://www.elperiodico.com/es/politica/20180514/quim-torra-articulos-contra-espanoles-6817795
[4] Cuya cifra ahora es de 7.700 millones y se calcula que alcanzará los 9.700 millones en 2050
[5] Un dato para la comparación es que la II Guerra Mundial ocasionó 60 millones de desplazados
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