«Un poder superior es aquél que configura
el futuro del otro, y no aquel que lo bloquea. (…) Sin hacer ningún
ejercicio de poder, el soberano toma sitio en el alma del otro», dice
Buyng-Chul Han. A esta descripción de la lógica del poder se ajusta en
gran medida la actuación del Govern de la Generalitat. Consigue
de esta manera neutralizar la voluntad de acción de aquellos que no son
partidarios de la independencia y muestra que quiere ampliar la
libertad. Con ello está motivando a la acción a sus partidarios. Y está
claro que el Govern, a diferencia del Gobierno del Estado, está
siguiendo los consejos que Maquiavelo dio al Príncipe de aunar
libertad, astucia y razón, como método político para neutralizar los
condicionamientos y alcanzar los objetivos. En este artículo (continuación de análisis anteriores sobre soberanía, ley y democracia en Cataluña) examinaré
las lógicas y los significados que tienen algunos de los actos que está
realizando tanto el Gobierno del Estado como el Govern de la Generalitat.
Comenzaré analizando algunas
intervenciones del Gobierno del Estado. En una de ellas el Presidente
Rajoy pidió a los dirigentes catalanes que reflexionaran y volvieran «a
la racionalidad y a la legalidad». En otra advirtió al President de la Generalitat
que nada bueno se podía producir con su actuación. Estas intrusiones
nos transportan al pasaje bíblico del proceso de Jesús de Nazaret en el
que Pilato le dice: «¿No sabes que puedo liberarte o hacer que te
crucifiquen?» (Mt 27,17). Este pasaje bíblico refleja con toda exactitud
el concepto del derecho a decidir que reconoce el Gobierno. Con estas
intervenciones el Presidente no está proyectando la fortaleza del poder
del Estado, sólo trasluce su debilidad. Estas advertencias junto a la
admonición que el Ministro del Interior hizo al President de la Generalitat
en la Junta de Seguridad muestran la voluntad de vencer, pero además
son la notificación oficial, pública y personal de un posible empleo de
la fuerza de continuar por el camino emprendido. A esta forma de
notificación el Derecho le reconoce el efecto de dejar constancia
−escrita y firmada− del requerimiento efectuado al destinatario y de su
recepción por el mismo.
El Presidente del Gobierno, persistiendo
en su autismo político, llamó a los catalanes, días después, a aceptar
formar parte de las mesas electorales. Esta exhortación −prosiguiendo
con la alegoría del proceso a Jesús de Nazaret− equivale al lavado de
manos de Pilato que relata la Biblia (Mt 27,24). Es un yo lo avisé, allá
ustedes. Es la hipócrita escrupulosidad con la que Rajoy y el PP creen
purificarse ante un eventual recurso a la fuerza. Pero estas palabras no
se pueden desligar de la pasividad que ha mostrado el Gobierno del PP
respecto a Cataluña durante años. Y la respuesta dada por el President
Puigdemont a las advertencias de que el referéndum no se celebrará, ha
sido como la que la multitud/pueblo dio a Pilato tras eximirse éste de
la responsabilidad por la muerte de Jesús: «¡Nosotros y nuestros hijos
cargaremos con su muerte!» (Mt 27,25). Esa respuesta es un aquí estamos
los catalanes.
El segundo de los hechos que quiero analizar es el uso que el Govern de la Generalitat
ha realizado de la movilización de la gente: ocupación de espacios
públicos, −como los colegios−; las colas que han pedido que se formen
desde temprano el 1-O –a cuya visualización contribuye la reducción del
número de colegios electorales, al margen que se pueda votar o no−; las
manifestaciones; la convocatoria de huelga general. En general este uso
me parece elaborado e inteligente. En todas ellas existe un elemento
común: la aclamación, en forma de cántico de lemas, levantamiento de
manos, aplausos. Estas expresiones tienen una importancia más allá del
simple gesto. En el Imperio Romano en los comicios electorales la
aclamación podía sustituir a las votaciones de los individuos. Y Rousseau decía que la aclamación, el grito de aprobación o rechazo de la masa reunida, era la verdadera democracia.
Esta es la importancia que tiene la movilización promovida desde el Govern.
Si la votación finalmente no se puede realizar con normalidad 1-O el
significado simbólico de la aclamación tendrá sentido político. Y sus
promotores podrán reclamarlo y hacerlo valer. Carl Schmitt decía que la
aclamación era «la expresión pura e inmediata del pueblo como poder
democrático constituyente.» Le otorgaba una función constitutiva, que
ahora puede ser usada como fuente de voluntad constituyente. Es sobre
ella que los partidarios de la independencia, en última instancia,
pretenden alumbrar la nueva República de Cataluña. De ahí la apelación
continuada del Govern a la necesidad de una presencia masiva de
gente en las calles el día de la votación y a la movilización que se
están pidiendo y a la que se anima desde las asociaciones
independentistas. Igual sentido tiene la huelga general convocada a
partir del 2-O por cuatro sindicatos minoritarios catalanes. Quiero
pensar que es este, y no la pura coerción de la ley, el motivo que tiene
el Gobierno del Estado para impedir a toda costa la votación el 1-O.
El conflicto catalán contrapone dos
mundos: «el de los hechos y el de las verdades», que se enfrentan de
manera inmediata y, no se si también, de modo inconciliable: el de la
nueva realidad catalana creada y el de la verdad eterna de la «Nación».
En él se mezcla también lo «humano y lo divino». El pacto con la
Independencia es «Yo te libraré y tú me glorificas». A partir de este
momento la pregunta que Pilato hizo a Jesús: ¿No hay ninguna verdad
sobre la Tierra?, cada uno deberá responderla, objetarla o rebatirla.
¿Continuaremos en la conllevancia, inauguraremos un nuevo pacto para
todos o emprenderemos caminos separados?
Paco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2017/10/01/poder-soberania-cataluna/
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