Los independentistas en la sesión de
declaración de la República sabían que tenían esta partida perdida. Se
vio en los rostros de muchos de ellos. En su gestualidad que los
delataba. Serios, graves. Aplausos sin entusiasmo tras el voto secreto.
No se pronunció la palabra república en el hemiciclo del Parlament. No hubo vivas a la Republica de Catalunya. In-de-pendencia. Parte de Cataluña quería no depender de España. Pero el Estat Catalá fue efímero otra vez. Esta proclamación ha sido la que menos épica de todas ha tenido. Catalunya
sigue donde algunos no querían estar: de-pendiendo de España. Continúa
la misma pendencia: la no in-de-pendencia. Y aún así continuaron con la
recreación.
La escenografía de la declaración de
in-de-pendencia fue de ocasión, cutre: no hubo salida al balcón para
sellar la comunión de los héroes con el pueblo. Ni grandes fastos
propios para la ocasión: castillos de fuegos artificiales o grandes
actuaciones musicales. En las escaleras del Parlament los
Alcaldes gritaron repetidamente libertad, libertad, con la vara de mando
alzada. Pero más que la aclamación de las instituciones catalanas por
la libertad alcanzada, parecía la reclamación de la libertad no
conseguida. En la calle hubo alegría y alborozo, pero sin desbordarse.
Pero en muchas casas hubo lágrimas, temor y preocupación. La fiesta
parecía más una verbena: música y cerveza, que una gran celebración.
Algunos fuegos artificiales. Y la bandera española ondeó en el Palu de la Generalitat junto a la senyera.
Y sigue dos días después. La fiesta fue breve: a la medianoche las
calles estaban vacías. Muchos dicen «ahora a parar los golpes». Se han
visto algunas banderas negras, símbolo de resistencia. Pero la carne se
tumefacta. Todo exceso de temperatura provoca fiebre, pero la hipotermia
causa la muerte.
A pesar de la gestualidad desplegada por
el independentismo, ésta no se apropió de la independencia. Aún así ha
implantado un gozne entre la realidad y su realidad. El procés
ha sido ensueño, gesto, espejismo. Pero gesto tras gesto ha chocado con
la indiferencia del Estado primero y con su muro después. Y el vacío
internacional es total y absoluto. Ni siquiera Escocia, la región
secesionista hermana, ha reconocido Cataluña. El Govern está destituido. El Parlament disuelto. Y convocadas elecciones autonómicas, que se celebran en 54 días.
Rajoy dijo que no habría papeletas,
urnas, ni referéndum y hubo papeletas y urnas y se votó. Y porras. Dijo
también que no habría declaración de independencia y la independencia se
ha declarado. El Estado no puede permitirse más errores. Los
independentistas continúan actuando dentro de su burbuja y al margen de
la realidad. Pero de tanto repetirla pueden conseguir que lo que hoy
parece una mueca, un día se vea como un mohín y después sea percibido
como un gesto. Político. Pueden también terminar como la Padania
italiana. Veremos.
En Cataluña ya impera la lógica doble: la
realista y la extática. El independentismo vive en la magia de la
«libertad del poder hacer», que no tiene límite ninguno. Las
opciones independentistas rechazadas por el Estado se empiezan a
desplegar en una realidad alterna donde se quiere hacer realidad lo que
no pudo ser. Paso a paso. Se ha anunciado la creación de un DNI catalán,
una e-Administración en la nube en servidores en el extranjero. Hay dos
realidades paralelas que empiezan a coexistir. Un día estará completa.
Es el multiverso catalán. Es el Plan B. Aunque el independentismo da por
perdida la Generalitat, el President en una
declaración institucional no acepta el cese. Es el comienzo de un pulso
al Estado «con paz, civismo y dignidad». Aunque la alusión a la
dignidad es una admisión velada de la derrota de hoy, ya descontada. Se
pide paciencia. Es el inicio de la resistencia pasiva. Algunos Consellers
y diputados se han pronunciado también en favor de defender la
República Catalana. Hay convocada una manifestación por la unidad de
España en Barcelona. El domingo. Una convocatoria de huelga general del
30 de octubre al 9 de noviembre, en stand by. En alguna
concentración se recrimina a la Policía autonómica su ausencia el 1-O.
Hay odio y la rabia está explotando. La gente se encara con la policía.
Este universo es más hard. La calle es el hemiciclo.
¿Han vuelto a repetir ahora los
independentistas el error de hiperventilación, que cometieron en la II
República, que no les ha dejado pensar claramente? ¿Acaso no ven que el
Estado español, como cualquier otro estado, se funda «no sobre el
vínculo social, del que sería expresión, sino sobre su disolución, que
impide.»? Esta es la razón y el significado del artículo 2 de la
Constitución. En cualquier caso su rauxa será un factor
destructor y de regresión para el resto de España. En el siglo XX fue
uno de los factores desencadenantes de la Guerra Civil. Hoy se llama
recentralización. En los círculos y cenáculos de la derecha la petición
de recuperación de ciertas competencias por el Estado es ya un clamor.
Con su actuación los independentistas han servido en bandeja a la
derecha la justificación para dar una vuelta de tuerca más al giro
regresivo que nos dirige hacia un estado en el que la resistencia y el
disenso serán cada vez más difíciles. Cualquier crisis económica,
política o de cualquier índole, está siendo usada para aplicar la
doctrina del shock. En cualquier caso la izquierda en Cataluña
le está haciendo el trabajo sucio al la derecha, al proporcionarle una
coartada para sus planes.
Tras la declaración de independencia
España internacionalmente es vista como un estado fallido. Y la
República Catalana nace fallida. Es verdad que durante muchos años el
Gobierno del PP se ha negado a escuchar las legítimas peticiones y
reivindicaciones de los catalanes. Es verdad que «la forma más eficaz e
insidiosa de silenciar a los demás en la política es negándonos a
escuchar». Pero también es verdad que este abuso no justifica el
atropello cometido por la Generalitat de Catalunya. Tras esta
catástrofe todas las inútiles élites políticas españolas, todas sin
excepción, muchas de ellas además corruptas, han de responder ante los
ciudadanos. Nos han robado y roto el país. Elecciones en Cataluña, si.
Pero también en España.
Francisco Soler
http://mas.laopiniondemalaga.es/blog/barra-verde/2017/10/29/in-pendencia-155/
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