En 1799, Francisco de Goya pintó este aguafuerte dentro
de la serie “caprichos” en el que nos venía a decir como el pueblo
soportaba el peso (y algo más) de los dos jamelgos que constituían por
entonces los poderes constituidos: la monarquía y su aparato
aristocrático y militar, y la Iglesia. Han pasado de aquello más de dos
siglos; en el ínterin un Estado fallido no ha podido ni querido domar a
aquellos ni a otros nuevos jamelgos que se han unido al olor del
pesebre. Los nuevos jumentos son las oligarquías empresariales,
centrales y periféricas, que han hecho del Estado, que debió ser de
todos, su particular proveedor de alfalfa. Mientras ha habido pitanza
para viejas y nuevas acémilas, cada una ha montado sobre el esforzado
pueblo español a golpe de sus respectivas mitologías nacionalistas.
El problema se inicia y se desarrolla cuando a partir de la entrada
en el Mercado Común y en la Unión Europea, a rebufo de la globalización,
nuevos y más agresivos garañones entran en juego. El Estado ya no
provee en la misma medida o elige al burro mejor dotado, y nuestros
particulares jumentos entran a la greña, espoleando a sus cabalgaduras
para que odien, dentelleen, pateen y a ser posible liquiden en nombre de
la supremacía nacional que invoca cada uno de los jinetes.
En esa estamos; nuestros jumentos nos espolean para que volvamos al
campo de batalla. Esto hay que pararlo. Hay que descabalgar a las
bestias para que el pueblo tome de una vez por todas las riendas de su
destino y ponga a los animales debajo, donde tienen que estar. Las
clases políticas hablan de diálogo pero no hay día en que se no oigan
voces de uno y otro lado que incitan al odio. Nos va la vida en
desenmascarar a los farsantes esencialistas que nos espolean en uno y en
otro lado. Desde la nación republicana de hombres y mujeres libres de
jumentos, hay que gritarles: ¡Parad bestias! ¡No en nuestro nombre!
“A mis amigos catalanes”
Carlos ARENAS POSADAS
https://encampoabierto.com/2017/10/04/no-en-nuestro-nombre/
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