En la madrugada del 14 de julio de
1985 recibí el beso más inolvidable de mi vida. Fue en París,
mientras dormía a la intemperie en la Île de Saint-Louis, un
verdadero remanso de paz en la urbe lumière. Mi compañera
de viaje había salido a darse una vuelta por el Quartier Latin y a
la vuelta, al regresar al quai donde dormíamos esa noche,
tuvo el impulso de besarme. Desde entonces París forma parte de mí.
He vuelto varias veces, claro que sí, y he conocido el París
africano, los cafés y los pasajes, y me he codeado con las sombras
literarias de Cortázar, de Jean Genet, con las músicas mestizas y
alocadas de Josephine Baker, de Madeleine Peyroux, de Moustaki. Para
toda una generación esa ciudad representa la libertad y la alegría
de vivir.
Por fortuna París es también
considerada la antorcha del mundo por muchísimos africanos, por
cientos de miles de musulmanes de Oriente Próximo y del Magreb. De
hecho hace años que el islam reside en la ciudad fraternal, ya no es
una religión ajena a la identidad europea. La presencia del islam en
Europa es ya una realidad patente. Los musulmanes son los primeros
que se han levantado contra el fanatismo islamista, como ciudadanos
franceses, porque saben muy bien que el islam está en el punto de
mira. El pasado viernes 20 de noviembre el Consejo Francés del Culto
Musulmán firmó su adhesión total a la República, rechazando
la violencia y el terrorismo, por ser la negación misma de los
valores de paz y fraternidad del Islam.
Quiero hacer entender en estas
líneas que una consecuencia terrible del 13 N de París es que el
islam como religión ha sido una de las víctimas de los
kalashnikovs. El fascismo islamista y la islamofobia europea se
alían para enterrar el sentir espiritual de millones de europeos
musulmanes. Y no es justo, no lo es. Necesitamos con urgencia
comprender, hacer pedagogía y explicar a los demás que no se trata
de guerra de religiones sino de política, de economía. También
juegan su papel las petromonarquías y su manipulación de la
tradición musulmana, haciendo un infame proselitismo
fundamentalista. Yo acuso al wahabismo ricachón y criminal por
diseminar sus fatwas, sus muyahidín y su propaganda en
forma de folletos y libros que inundan las mezquitas de España y de
Europa. Los nombres de esos gobiernos no hace falta mencionarlos,
pero está claro quiénes son.
El islam es la más desconocida de
las tradiciones espirituales. Al occidental le da miedo preguntarse
sobre el islam, le da reparo conocer musulmanes. Muchas enseñanzas
islámicas han sido mal traducidas del árabe y tenemos una versión
cristianota y simple en muchos casos. El islam es una historia del
tipo Lost in Translation. Explicar el Corán y darlo a
conocer es tarea de los propios musulmanes, pero seguimos
mediatizados por conceptos cristianos. Cuidado, el islam no es mejor
que el cristianismo, es diferente. No tiene dogmas, no tiene una fe
ciega, no tiene conciencia del pecado, pues se siente parte de la
realidad y no juzga, no tiene un ascetismo fuera de este mundo. Es
muy familiar, acentúa los lazos familiares y asume una ética sin
ataduras mortificantes. Es el islam que ha difundido el Profeta
árabe, un simple conductor de caravanas. Hay que entender el mundo
semita del que proviene Mahoma y por qué no, asumir lo que nos
beneficia. Aquí quiero contar, de la mano de la estudiosa Karen
Armstrong, cómo tras los atentados del 11 S de 2001, muchas personas
cayeron en la cuenta de que desconocían muchas cosas del mundo
árabe. El Corán se agotó en las librerías americanas y las ventas
de libros sobre el islam se dispararon. La consternación primera dio
paso a un afán (muy humanista, muy occidental) por saberlo todo
sobre la cuestión islámica.
Otra idea que quiero dejar por
aquí es que no estamos ante un conjunto de dogmas de fe, sino que el
islam arranca de un conjunto de experiencias de un solo hombre, que
no hacía milagros. Ningún milagro. No era hijo de Dios, sólo un
huérfano que ayudaba en las caravanas. Mahoma o Muhammad viene
expuesto, sin maquillaje, a ofrecernos una religión sencilla, donde
vivir espiritualmente, conectado cada uno a sí mismo, a los demás,
a la naturaleza y al universo.
Como es una religión sin clero y
sin dogmas, cada individuo debe ser dueño de su fuerza interior. La
vivencia es tan personal como uno quiera. Por eso hablamos de que el
islam no es tanto una religión sino una forma de estar en la
realidad, una forma ética de vivir. En el diálogo interreligioso es
muy necesario conocer las propuestas de pensadores como Raimón
Panikkar, como Juan José Tamayo y su libro Fundamentalismos y
diálogo entre religiones (2004). Como Abdelmumin Aya y su libro
Islam para ateos.
Hemos vivido demasiado tiempo con
las mentiras de una Iglesia que nos ha quitado lo íntimo, lo más
nuestro y sentido cuando estamos solos ante lo sagrado. Ante estos
horrores del fundamentalismo no tenemos nada que nos defienda, que
nos arrope. Y es que un agnóstico también es un ser espiritual,
sólo que más expuesto.
Hace ya dos semanas de los
espantosos atentados de París, y así estamos, consternados,
rabiosos. Son días tristes y noches con malos sueños. Ahí han
quedado víctimas que con rapidez se van a olvidar, por eso quiero
traer aquí el recuerdo del granaíno Juan Alberto González Garrido,
caído con 31 tacos. Murió en la sala Bataclán tratando de proteger
a su mujer de las balas. Y yo me aterro al pensar cómo es posible
que el Moloch surgido del templo de Bal en Palmira se haya paseado
por las calles de París, que la bestia nos haya arrancado a tiros
estas 130 criaturas. Creí de verdad que Palmira no sería destruida,
pero luego minaron la ciudad. El Moloch sigue su camino: Bamako,
Túnez, Sinaí, Beirut. Los amigos de las pegatinas suben por el foro
pidiendo calma, los políticos del Senado se paran antes de hablar.
Se diría que la palabra guerra les viene grande. ¿A qué esperan
todos? Yo no quería esta batalla, pero como bien dice el periodista
José Antequera: “A veces la guerra no depende de uno, te meten en
la guerra”.
Quiero terminar estas líneas con
un poema de Cavafis el alejandrino:
Esperando a los bárbaros
–¿A qué esperamos congregados en
la plaza?
Es que hoy llegan los bárbaros.
–¿Por qué hay tan poca actividad en el Senado?
¿Por qué los senadores –sentados– no legislan?
Porque hoy llegan los bárbaros.
¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
Cuando lleguen las dictarán los bárbaros.
(…)
–¿Por qué los dignos oradores no vienen como siempre
a lanzar sus discursos, a soltar sus peroratas?
Porque hoy llegan los bárbaros.
Y elocuencia y arengas les aburren.
–¿Por qué surge de pronto esa inquietud
y confusión? (¡Qué gravedad la de esos rostros!).
¿Por qué rápidamente calles y plazas se vacían
y todos vuelven a casa pensativos?
(…)
Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?
Esos hombres eran una cierta solución.
Es que hoy llegan los bárbaros.
–¿Por qué hay tan poca actividad en el Senado?
¿Por qué los senadores –sentados– no legislan?
Porque hoy llegan los bárbaros.
¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
Cuando lleguen las dictarán los bárbaros.
(…)
–¿Por qué los dignos oradores no vienen como siempre
a lanzar sus discursos, a soltar sus peroratas?
Porque hoy llegan los bárbaros.
Y elocuencia y arengas les aburren.
–¿Por qué surge de pronto esa inquietud
y confusión? (¡Qué gravedad la de esos rostros!).
¿Por qué rápidamente calles y plazas se vacían
y todos vuelven a casa pensativos?
(…)
Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?
Esos hombres eran una cierta solución.
Por Francisco Ortiz / Ilustración:
Jorge Alaminos
http://www.gurbrevista.com/2015/11/el-islam-no-es-lo-que-crees/
https://palabradejorge.wordpress.com/2014/01/22/constantino-kavafis-esperando-a-los-barbaros-y-otros-poemas/
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