MUNICIPIOS FUERTES, DIPUTACIONES FUERA.


Una de las medidas que más controversia está alimentando en los partidos tradicionales es la fusión de municipios y supresión de Diputaciones. Y es extraño porque lo han llevado es sus programas.
Muchas voces autorizadas y de calado plantean un cambio en la administración local buscando su regeneración y eficiencia, para que se adapte a las necesidades reales de los ciudadanos a los que administra. Nosotros no sólo lo llevamos en el programa, tenemos la firme intención de llevarlo paulatinamente a cabo. Cuando lo planteamos tenemos dos cosas claras: que la política local es la más cercana a los ciudadanos, y que por tanto debe responder ante estos.
Nuestras Diputaciones responden a un modelo de Estado centralizado con más de doscientos años de historia. Un modelo que no se asemejaban a auténticos sistemas democráticos, sino más bien a una clase de administración inflexible y monolítica, alejada de los ciudadanos, y que se usaba para gestionar los municipios desde un único poder central, a través de gobernadores provinciales. Responde a la típica distribución de Prefecturas francesas.

Este sistema, durante el período del gobierno autoritario del 39 al 77, cumplía bien con lo que se pretendía, pues la Ciudadanía seguía siendo administrada, pero sin poder participar de su propio gobierno.
En el 1978, se vertebra un nuevo tipo de Estado en la Transición, mediante una Constitución que, por primera vez en la Historia de España, es fruto de un consenso de todos. Esta nueva “ley de leyes” de todos los españoles, prevé que la cercanía a los administrados debe ser una máxima a través de la descentralización de la administración. Es el nacimiento de nuestro Estado de las Autonomías, que en la práctica, es un tipo de Estado Federal de los más descentralizados.
En esta lógica de descentralización nos encontramos con mandatos de competencias y su distribución, que proponemos clarificar en la Constitución. Queremos definir qué va al Estado, qué va a las Comunidades Autónomas y qué debe ser competencia local. Debemos estudiarlo detenidamente y desde el consenso dejar las pautas muy definidas, para que no haya interpretaciones. Y esto afecta a lo municipal, como administración más cercana y la que mejor responde ante los ciudadanos.
Pero estamos obligados a observar que es en la Diputación donde colisionan los principios de descentralización y de cercanía al administrado, con el principio democrático de rendición de cuentas del poder político ante los ciudadanos. Tenemos claro que hay dos tipos de formas de rendir cuentas: el judicial, pero también el político, que pasa factura por las elecciones, al ser la principal forma de vincular el deseo de la ciudadanía en la forma de gobierno propio. Las Diputaciones no responden a esta rendición de cuentas, ya que su elección es indirecta, a través de los municipios. Entre otras cosas, no conocemos una Diputación que tenga verdaderos mecanismos de participación directa de sus administrados, si no es a través del municipio. De nada sirve la transparencia, si no sirve para la participación y la responsabilidad ante la Ciudadanía. Es como un “cristal blindado”, puedes ver pero no cambiar lo que ves.
Se justifica actualmente, la Diputación, como prestadora y garante de servicios esenciales a pequeños municipios. Pero no sabemos si esa función de tutela y ayuda a pequeños municipios, puede suponer un “poder discrecional”, de uso de recursos para fines electoralistas, desviados de un mandato de eficiente gestión y buen gobierno. Ante la duda siempre vamos a seguir el camino de la rendición de cuentas, y las Diputaciones no rinden cuentas directamente.
Por otra parte, el uso de Mancomunidades de Servicios, para la prestación y garantía de los mismos a pequeños municipios, muchas veces se forman “ad Hoc” de forma espontánea, como respuesta a escapar al poder de una Diputación que se encuentra dominada por un signo político diferente. Esto cuando no son empresas mixtas que dependen directamente de la Diputación. Puede verse en consorcios de basuras, aguas, limpieza, etc. Ya que las prestaciones sociales referidas a educación, sanidad o dependencia, han pasado a las Comunidades Autónomas, que por cierto, sí tienen un sistema de rendición de cuentas electoral en una provincia. Es obligado decir que las delegaciones provinciales de un Gobierno autonómico conviven en el mismo espacio que una Diputación, aunque con competencias diferenciadas.
En el núcleo de todo este maremágnum político administrativo, el que debería ser el eslabón más fuerte de la cadena, pero debilitado presupuestaria y competencialmente: el municipio, y sobre todo el pequeño municipio.
Nosotros proponemos reforzar las competencias, capacidad de recursos y de prestación de servicios de esta administración última, que debe ser la que mejor preparada esté por la cercanía a sus administrados. Debemos definir y garantizar el papel del municipio, hacerlo más competente y eficaz, más fuerte, ya que sí responde ante la rendición de cuentas directa de la ciudadanía y esto es garantía de buen gobierno. Responde tanto en participación municipal, como en elecciones municipales.
La pregunta fundamental es ¿y cómo lo hacemos? La respuesta a esta pregunta, debe ser coherente y razonada: haciéndolos mayores, más fuertes y con más recursos, y sobre todo más fieles a los designios de sus administrados. Ayuntamientos más autónomos sólo pueden ser ayuntamientos de a partir de cierto tamaño. Por tanto, fusionemos servicios de varios ayuntamientos para hacerlos mucho más fuertes y eficientes.
La UE dejó claro en el 2013 que los municipios de menos de 10.000 habitantes deben pasar por una fusión, “fusión fría” se le llamaba entonces, que acogieron países como Dinamarca o incluso Islandia. Hablamos de esa Islandia que metió a los banqueros en la cárcel y salió de la crisis o de esa Dinamarca que es un modelo de Estado de Bienestar Escandinavo, de los que a muchos nos gustaría pertenecer por la protección social y riqueza que generan. La fusión de pequeños municipios no supone su desaparición, sino que seguramente hará que aquellas fusiones de servicios en los mismos, mejoren su habitabilidad, y por tanto los haga más atractivos para vivir en ellos, trabajar en ellos y crear riqueza en ellos. Sería una estupenda medida para frenar el abandono de pueblos. Los mismos tendrían una voz más fuerte dentro de las competencias propias, tendrían una voz más fuerte en su forma de desarrollarse y en la reclamación de sus necesidades, y sobre todo, sus políticos serían responsables de sus acciones y rendirían cuenta de sus aciertos y fallos, por lo que se cuidarían mucho de equivocarse.
La segunda gran pregunta es, ¿y con la Diputación que hacemos entonces? La respuesta también es clara: paulatinamente la suprimimos. Ya no responde a ninguna necesidad. En el momento que tenemos municipios más fuertes y eficientes, con mejor capacidad económica, la Diputación pasa a ser un elemento arcaico, reminiscencia de un pasado antidemocrático, y que queda por tanto obsoleto para una sociedad del siglo XXI.
Por supuesto esta supresión lleva tres medidas aparejadas: la planificada redistribución de competencias y recursos entre los municipios y la comunidad autónoma, y por supuesto la de personal que se absorbería; el refuerzo de la labor de las delegaciones provinciales de las comunidades autónomas y los subdelegados del gobierno central como coordinadores de las políticas que afecten a una provincia; pero sobre todo implementar la capacidad de autogobierno de los municipios y su capacidad económica real para acometer dichos servicios de forma sostenible y sustentable, por lo que proponemos que parte de los impuestos reviertan en ellos.
En definitiva podríamos hablar de números como que se ahorrarían 5.000 millones anuales con estas medidas, o que se mejorarían los precios de los servicios al tener economías municipales más fuertes, y por tanto marcarían las directrices económicas de las prestaciones de servicios, y no las empresas que lo prestan. Podemos decir que Ciudadanos propone que un 2% del IRPF sea para la poder dar esos servicios municipales, o que entraríamos en una lógica de buen gobierno y racionalidad de la administración y sus obligaciones dentro de un Estado del Bienestar. Podríamos hablar de todas estas cosas, que no son baladíes, pero que son lo lógicamente necesario, la gestión de lo público. Lo importante es la parte más política: pasaríamos a tener un mayor control como ciudadanía sobre nuestros gobiernos y sus servicios, sobre nuestro presente y nuestro futuro: sobre nuestra forma de vida. Y eso es la democracia, el control del ciudadano sobre su gobierno. La capacidad de decidir sobre cuál es nuestro camino, y hacer que quiénes no cumplan rindan cuentas. Eso está por encima de las Tributaciones, o los Presupuestos, o las garantías de Racionalidad o de la Eficiencia, que son fundamentales, pero herramientas de un fin mayor: el control sostenible sobre nuestro presente y futuro, es lo que la democracia promete, y más una democracia del siglo XXI.
La supresión de la Diputaciones y la Fusión de Municipios es uno de los pilares para que España sea una democracia del siglo XXI, y se encamine en la senda de ser un Estado de Bienestar competitivo, protector y fuerte en un mundo globalizado, pero dirigido por sus ciudadanos.
Una medida fundamental para la Segunda Transición Española que queremos llevar a cabo, desde el consenso y con un calendario que lo garantice. Una medida necesaria para crecer como país.


Diego Clemente, candidato al congreso de Ciudadanos por Almería.
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