DE LA BANCA ARMADA A LAS FINANZAS ÉTICAS II


Un giro copernicano en el modo de entender la economía: del mero lucro monetario a la preocupación por el desarrollo social.

 
El sistema bancario, pieza clave en el inicio de la crisis mundial, sustentador y propagador del pensamiento único, partícipe en operaciones financieras totalmente carentes de ética y capaz de cualquier transacción en pro del lucro es, en definitiva, el amo del mundo. A pesar de ello, sigue siendo un tabú para los gobiernos.
Durante décadas, dada la predominante bonanza de la que se disfrutaba, la banca consiguió rentabilizar el consumismo que ella misma potenciaba en la sociedad, incentivando el aumento de la deuda privada, en muchos casos, mediante operaciones financieras fraudulentas. La financiación de las empresas de armamento que ha copado buena parte del presente estudio, es una práctica con resultados atroces que aporta dinero a bancos, accionistas y clientes a cambio de decenas de miles de vidas humanas, consecuencia de los conflictos armados.
Dada la visión crítica que a lo largo de los últimos años va conformándose al respecto, no pocos bancos dicen aplicar una política restrictiva en lo que a relaciones con las empresas armamentísticas se refiere. Esto es fruto del stakeholding, pero fijémonos más atentamente en los datos. Por un lado, las limitaciones vienen dadas respecto al armamento que peor imagen social tiene (minas antipersonas, armas de destrucción masiva o bombas de racimo). El resto queda olvidado, puesto que invertir en ellas no genera tanto impacto. Por otro lado, las entidades financieras ponen el énfasis en la no financiación ́ -matizando incluso, ya que tan solo mencionan las “armas controvertidas”, obviando todas las demás-. De este modo, se reservan la posibilidad de seguir colaborando con la industria armamentística de otras muchas maneras (como las ya vistas a lo largo del trabajo).
El enfoque de los grupos de interés, pese a su notable efectividad en cuanto a las empresas, en lo económico no hace más que maquillar la imagen de los bancos, un mero márketing, dada la voluntariedad de la RSE. Esto es debido a que no han de mostrar por ley que cumplen las premisas que proclaman. En este sentido, podemos concluir que el stakeholding aplicado a lo financiero ha actuado en lugar de como medicina, como un fino velo que enmascara la realidad, una realidad que nos revela la inmoralidad bancaria, el ansia por el lucro a cualquier precio. Esto es, si realmente creyesen en lo que afirman perseguir, no financiarían ningún tipo de armamento. Los datos disponibles, pese al secretismo que envuelve a la banca, muestran que al menos 74 entidades financieras mantienen relaciones con el sector armamentístico.
En el presente trabajo he pretendido remarcar, en la parte final, cómo la banca ética (Triodos Bank, Banca Popolare Etica, COOP57) debería ser el fin último de todo banco si realmente se quiere conseguir una realidad sostenible, donde el desarrollo social y la mejora medioambiental imperen sobre cualquier clase de violencia, lucro irracional y afán de dominación. Cada vez más los ciudadanos que hacen suya la visión crítica, que he intentado plasmar, y huyen de esa minoría de edad en la que habían estado sumidos, en parte por su conformismo, en parte por la manipulación llevada a cabo por medios de comunicación, gobiernos y, en definitiva, el mundo financiero.
La sociedad se preocupa de cuál será el destino de sus ahorros y no quiere contribuir a financiar las muertes de miles de personas al año. Añadir a la legislación vigente una cláusula relativa a la transparencia bancaria e impulsar las Inversiones Socialmente Responsable sería clave para lograr un cambio real.
A pesar de que la modificación radical de las estructuras que conforman la base de la actual realidad económica, haciendo tambalear las bases del modelo social que propugna el neoliberalismo es una tarea muy complicada, pero,nada cambia si nada cambias. Y es que la hegemonía ideológica actual puede ser reemplazada por una nueva. Sólo de este modo se darán las condiciones de posibilidad de nuevas formas de organización social en las que la mercantilización de la vida no funcione como principio rector. Aquí, la educación para la paz, en la que se sustituye competitividad por cooperación y en la que se fomentan valores como la solidaridad y el respeto, sería fundamental para educar a una nueva generación que creciese conforme a unos principios más humanos. Ya son una realidad tanto el comercio justo como el mercado social, donde producción, financiamiento, comercialización y consumo ya no responden al máximo beneficio, sino a la solidaridad.
Porque, en definitiva, si el ser humano, organizado socialmente, puede supeditar el funcionamiento de la economía a la felicidad humana para que lo social sea un fin en sí mismo, si somos capaces de poner en práctica valores tan importantes como la empatía o la cooperación, la consecución de una sociedad más justa y sostenible no será algo utópico sino, simplemente, el siguiente escalón en la historia.


José Juan Lara Rufanges
Trabajo fin de Grado en Humanidades: Estudios Interculturales
Universitat Jaume I
Puedes acceder al trabajo completo pinchando en este enlace

0 comentarios:

Publicar un comentario