La inestabilidad
intrínseca del modelo bancario,
principal causa de la crisis financiera de 2008, y de las anteriores
en los últimos dos siglos, sigue sin resolverse. Un modelo que toma
prestado a corto plazo (los depósitos) para prestar a medio y largo
plazo (el crédito) es inestable por definición. La inestabilidad se
convierte en riesgo para toda la
economía al permitir que en el
balance de una misma entidad conviva un activo que debiera estar a
salvo de todo riesgo (los depósitos) con otro arriesgado por
naturaleza (el crédito). Así se entiende que Mervyn
King, gobernador del Banco
de Inglaterra durante los últimos
diez años, calificara dicho modelo como “la
peor manera posible de organizar la banca”.
A la inestabilidad intrínseca se
suma el inconveniente nefasto, tanto por su efecto desestabilizador
del ciclo económico como por el poder desmesurado que otorga al
sistema financiero, de dejar en manos de los bancos la creación de
dinero. Más del 90% del dinero en circulación lo crean los
bancos al hacer uso de la facultad que les concede el modelo actual
de distribuir crédito a partir de una fracción mínima de
dinero en reserva.
En 1933, la Administración
Roosevelt tuvo sobre la mesa una reforma monetaria y
bancaria integral, conocida como el Plan Chicago,
que obligaba a que el crédito estuviera respaldado al 100% por
dinero sin por ello mermar la capacidad de financiación del sistema.
Wall Street consiguió paralizar dicha reforma, pero
un estudio
reciente del
Fondo Monetario Internacional demuestra que su
aplicación en la actualidad conllevaría numerosos efectos
positivos, desde la reducción de la deuda a la estabilidad
financiera.
En respuesta a la crisis de 2008,
se ha propuesto la separación de las actividades de depósitos de
las de crédito, un modelo conocido como de narrow
banking o banca estrecha, por oposición a la banca
universal. Su principal inconveniente es que, para no poner en riesgo
los depósitos, solo se pueden invertir en activos seguros como, por
ejemplo, bonos del Estado, y se prohíbe utilizarlos para el crédito,
con lo que la economía pierde una fuente de financiación
considerable.
Una forma de combinar la
estabilidad definitiva de la banca estrecha
con la capacidad de uso productivo de los depósitos de la banca
actual es el modelo que propongo en mi libro La
reforma progresista del sistema financiero,
publicado por Libros
de La Catarata. Se trata de confiar la custodia de la
totalidad de los depósitos a un banco ciudadano, dejar en manos
de los bancos, ya sean privados, públicos o cooperativistas, la
actividad de crédito en régimen de libre competencia y permitir que
el Banco Ciudadano de Depósitos preste a los bancos.
Un modelo parecido es el que rige en Francia para el
ahorro popular, custodiado por la Caisse de dépôts, creada
en 1816, que gestiona del orden de 250.000 millones de euros a los
que se da un uso productivo y rentable para el Estado a través de la
financiación de vivienda social.
¿Por qué este modelo
asegura la estabilidad y elimina la necesidad de los rescates?
Porque los depósitos se encuentran en un circuito cerrado. En estas
condiciones, la quiebra de un banco es una pérdida para sus
accionistas y acreedores pero no pone en riesgo al sistema
ni a los depósitos. Al permitir el préstamo mayorista
por parte del Banco Ciudadano de Depósitos a los bancos, se obtiene
una rentabilidad en beneficio de la colectividad, a
la vez que los bancos disponen de una fuente segura, estable y
competitiva de financiación.
Por último, el Banco Ciudadano de
Depósitos devuelve soberanía al Estado frente a
los mercados ya que, gracias a sus recursos, puede ejercer una
función estabilizadora de la deuda pública que mantiene a distancia
a los especuladores y protege al Estado de los vaivenes de los
mercados y de la prima de riesgo.
En mi libro enumero otras
ventajas nada desdeñables del Banco Ciudadano
de Depósitos, explico la transición desde el modelo actual
al propuesto y propongo una fórmula segura y transparente de
gobierno del Banco. Es un intento de estimular en España, un país
que sufre en grado mayor las consecuencias de un sistema bancario
frágil por naturaleza, un debate necesario que ocupa ya miles de
páginas en los países anglosajones, donde se reconoce que ha
llegado el momento de contemplar soluciones más innovadoras, como
propone Martin
Wolf, editorialista jefe del Financial
Times.
La necesidad del debate es
igualmente el hilo conductor de las propuestas del libro: en
el pulso entre poder financiero y poder ciudadano, el primero va
ganando pero el segundo todavía puede reaccionar. Es
una batalla que la socialdemocracia debe liderar.
Antonio Quero
coordinador de Factoría
Democrática
Funcionario de la Comisión Europea
publicado por Libros
de La Catarata.
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