La elección en Chile


Escribo a una semana de las elecciones 2013 en Chile, aunque en este ejercicio electoral se deciden muchos cargos, sin duda que el más importante es la elección de Presidente de la República, habida cuenta del fuerte presidencialismo que existe en el país.
Tan claro como lo anterior es que la ganadora de la elección (en una o dos vueltas electorales) será Michelle Bachelet. Aunque es relevante el fenómeno de la reelección de Bachelet como Presidenta, sin ninguna duda es más interesante analizar qué implicancias tiene su retorno al poder.
En primer lugar, representa un enorme fracaso para la derecha el que tan sólo tras un ejercicio de cuatro años, pierda la presidencia a manos de la alianza que estuvo en el gobierno en el período 1990-2010 con la adición del Partido Comunista.
Más allá de eso, la interrogante principal es qué tipo de gobierno hará esta Nueva Mayoría; en los últimos años la sociedad chilena ha dado indicios de querer moverse hacia una sociedad en que se garanticen más derechos para sus ciudadanos y ciudadanas, en que el mercado no sea el principal decisor de la manera en que se resuelvan algunas necesidades esenciales, en que las leyes sean un vehículo y no un obstáculo para las decisiones individuales en el ámbito íntimo-afectivo y en que la política esté tan preocupada por la desigualdad y las injusticias como lo ha estado hasta ahora por el crecimiento económico.
El asunto es que una parte significativa del electorado tiene desconfianza de que la coalición que ganará las elecciones avance de manera significativa en el sentido expuesto en el párrafo previo, porque considera que - habiendo tenido la posibilidad de hacerlo antes - prefirió transar, “acomodarse” al modelo existente en vez de dar la lucha de cambiarlo.
Nadie está en condiciones de predecir el futuro, por mi parte creo que los actores institucionales y los actores sociales tienen escenarios muy diferentes para el siguiente decenio.
De parte de los actores políticos, gremiales e institucionales será necesario comprender que su éxito depende de la manera en que puedan armonizar la gobernabilidad y el crecimiento económico con la transformación de un conjunto amplio de disposiciones instaladas por la dictadura en la Constitución de 1980 que son sencillamente contradictorias con las ideas expuestas en el primer párrafo y que se hacen más populares cada año que pasa.
De parte de los actores sociales y de los actores políticos minoritarios será necesario incorporar la idea de que los políticos naturalmente tienden al acuerdo y la negociación, en consecuencia, para que las reformas alcancen el estándar que se espera es necesario que se mantengan activos y vigilantes respecto de las decisiones que se tomen sin depositar en manos de los actores políticos el cien por cien de sus demandas pero evitando caer en el campo de la insensatez o la ingenuidad.
A mi juicio, todo parece indicar que la receta para navegar en estas turbulentas aguas será el ejercicio de una práctica política progresiva pero gradualista. Es decir, conducir al país en el sentido descrito al inicio pero en un plan de mediano plazo que vaya generando oportunidades de acomodo institucional y tranquilidad social.
Parece natural que la aplicación del clásico gradualismo chileno generará un proceso político social no especialmente romántico sino más bien aburrido y que se agotará en un plazo de un decenio pero que debiera culminar en una sociedad más conforme consigo misma pero aún distante de su ideal.
Creo que este último punto será decisivo porque no existe un real acuerdo sobre el tipo de sociedad que queremos, de hecho probablemente esta falta de acuerdo es lo que hace tan viable el gradualismo porque Chile no se ha desprendido del trauma que implicó intentar aplicar modelos sin consensuarlos, y, por tanto, la gran conversación será subterránea y de largo plazo pero orientada por una sola gran pregunta ¿Qué tipo de sociedad queremos ser?
Hasta ahora Chile se ha movido en una senda relativamente lógica para salir de la pobreza, llegando a convertirse en un país de ingresos medios aplicando una receta estándar… es decir que recorrió un camino ya trazado. Lo que viene por delante no tiene esa ventaja, ni está claro qué quieren los chilenos y chilenas: ¿seguirán el modelo de los países escandinavos? ¿Las ideas de Alemania? ¿El camino de los países mediterráneos o del sudeste asiático? Pienso que el éxito del país depende de que seamos capaces de encontrar nuestras propias y latinoamericanas respuestas pero eso quizás es materia de otro escrito.
Julio Troncoso
@juliotroncoso


1 comentarios:

Blanca dijo...

Suerte a Chile.

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