Es
obvio que las mujeres somos uno de los colectivos más vulnerables y,
por tanto, uno de los que más estamos padeciendo los recortes de
derechos que, con la excusa de la crisis económica, se están
aplicando a todos los españoles. Dos años de recortes encadenados
nos han servido para darnos cuenta que aquello que creíamos que
estaba consolidado -“Todo lo que era sólido”, como Antonio
Muñoz Molina describe en el ensayo recientemente publicado con ese
título -, no era sino una ilusión colectiva. De ahí, que se sigan
poniendo en cuestión derechos que muchas de nosotras pensábamos
estaban consolidados. Tenemos así que seguir soportando actitudes
que nos transportan a luchas pasadas, como la ocurrida el pasado
domingo, cuando una voluntaria de la entidad que en Madrid había
organizado una marcha “Pro Vida”, pintaba con un spray rojo los
pechos desnudos de las manifestantes que, con su reivindicación,
buscaban que la ley del aborto se quede como está. Un derecho que
habíamos conseguido las mujeres de este país después de años, y
que gracias a las presiones de los sectores más conservadores,
tendrá un retroceso de años. Pero no sólo es el derecho al aborto;
es también la nueva Ley de Educación; el recorte en la Ley de la
Dependencia; es la nueva Ley de Régimen Local, y tantas y tantas
nuevas normas que están recortando derechos adquiridos y que nos
afectará a todos pero, en especial, a nosotras, las mujeres.
Pero
hoy, 25 de noviembre, Día Internacional de la Violencia contra las
Mujeres, no podemos ni debemos de olvidar a las 702 mujeres que en
los últimos 10 años perdieron su vida a manos de sus parejas.
Terrible es la cifra, sin duda, como también lo son otras que nos lo
parecen y por la que se celebran manifestaciones multitudinarias,
como por ejemplo, el número de asesinados por la banda terrorista
ETA que desde 1960 provocó un número parejo de víctimas. Por ello,
tal día como hoy, necesitamos alzar la voz y a pesar de que pueda,
en algún momento, parecer reiterativo, hay que recordar por todos
los medios que podamos, que en estos once meses que han transcurrido
de 2013, ya han muerto 44 mujeres, sólo 8 mujeres menos que en todo
el 2012. Estas víctimas han dejado 40 huérfanos menores. Pero lo
que es aún más terrible, la violencia de género también se ha
llevado la vida de sus hijos, porque este año han sido asesinados 8
niños, frente a los 6 que fueron en 2012 o los 5 que lo fueron en el
2011. Con los datos en la mano, la realidad que se nos presenta no
puede ser peor: Durante el pasado año 2012, se presentaron 128.543
denuncias. A finales de septiembre de 2013, había en nuestro país
66.531 mujeres bajo algún sistema de atención policial, de las que
además, 10.511 contaban con algún servicio de teleasistencia.
Frente
a estos datos terribles, y a pesar de que la Ley Orgánica de Medidas
de Protección Integral contra la Violencia de Género” aprobada a
finales del 2004 nos había puesto en el buen camino, los recortes
realizados por el gobierno del PP en estos dos últimos años ponen
de manifiesto que, 7 años después, se está produciendo un fuerte
retroceso que nos está llevando a que, de nuevo, la violencia se
está quedando en casa, de puertas para adentro. El recorte
presupuestario, brutal y sangrante, ya supera el 28%, lo que de hecho
supone menos atención, menos sensibilización, menos prevención y
más mujeres que no pueden salir de la espiral de la violencia.
Todos
los indicadores están dando señales de alarma fundamentalmente
porque, viendo los datos, comprobamos que el hecho de que las
denuncias hayan descendido, no nos puede hacer pensar que el problema
de la violencia contra las mujeres se está solucionando. Porque la
denuncia protege. Las mujeres víctimas se sienten ahora más
desprotegidas y, por tanto, denuncian menos y por consiguiente,
tienen más posibilidades de ser asesinadas. Si analizamos las
cifras, podemos corroborar esta intrínseca relación entre
homicidio y denuncia: En 2009, de las 56 mujeres asesinadas, el 75%
de ellas no habían presentado denuncia; en el 2010, el número de
mujeres muertas sin denunciar previamente a su asesino, bajó al 70%.
El año pasado, el porcentaje de mujeres asesinadas sin denuncia
previa volvió a subir al 80,7%. Estos datos sólo están avalando la
efectividad de la denuncia como parte del sistema de protección y
confirman que la denuncia “ampara”. De ahí la importancia no
sólo de concienciar a la mujer víctima de la necesidad de
denunciar, sino a la sociedad en general, de la gravedad del
problema.
Una
mujer víctima de malos tratos tiene más posibilidades tras
interponer una denuncia de disponer de las medidas de protección que
establece la ley. Pero además, los recortes en esta área han
llevado no sólo al desmantelamiento de muchos centros de atención a
víctimas, sino también a la reducción de campañas de
sensibilización hacia las mujeres y hacia la sociedad que las rodea,
con lo que el círculo vicioso vuelve a empezar y muchas mujeres
maltratadas no pueden salir de él.
Estamos
hablando de la necesidad de que todos nos concienciemos, porque
frente a la violencia contra las mujeres sólo puede haber tolerancia
cero. De ahí, que sean terribles los datos como el que nos ha
ofrecido recientemente un estudio en el que se demuestra que un alto
porcentaje de las adolescentes y jóvenes españolas soportan a
diario actitudes de sus parejas, cuanto menos sospechosas. Porque la
lucha contra la violencia de género tiene un carácter integral y,
fundamentalmente, de educación. Por tanto, hay muchas leyes que le
afectan directamente. Cambiar estas leyes provoca dar pasos de
gigante hacia el pasado. Así ha pasado con la nueva Ley de
Educación, que con la desaparición de la asignatura de Educación
para la Ciudadanía, se elimina una de las claves en la prevención
de la violencia, dejando a los y las jóvenes sin educación en
valores como la igualdad y el respeto. Pero lo será también la Ley
de Reforma Local, ya que al quitar a los ayuntamientos las
competencias de igualdad y violencia de género, desmantela multitud
de servicios de apoyo a las mujeres que prestan en estos momentos los
ayuntamientos. Y lo es también la reforma del Código Penal que al
eliminar la rúbrica de “delitos relacionados con la violencia de
género”, ha excluido una expresión de gran carga simbólica que
no hacía más que profundizar en el objetivo que debe de ser
conseguir la igualdad de todos y todas.
En definitiva, se trata de
seguir avanzando y no retrocediendo en la prevención. Para ello la
educación debe de ser uno de los instrumentos fundamentales que
ayudará a eliminar una lacra social que han padecido, en algún
momento de su vida, según un estudio del CIS, un 10,9% de las
mujeres españolas. La violencia contra las mujeres no es un problema
que se ciñe sólo al hogar, es un problema de todos.
“La
violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de
los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o
de riquezas. Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos
realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz” (Kofi
Annan)
Mª
José Acedo Chaves
Socia Fundadora y
Expresidenta de la Asociación de Mujeres “Carolina Coronado”
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