DEMOCRACIA: NECESARIOS NUEVOS TIEMPOS


Tres pilares precisa, a mi modo de entender y hablando en calidad de ciudadano de a pie, la Democracia: corresponsabilidad, transparencia y participación. Pongo Democracia con mayúsculas, porque en minúsculas no sé escribirla, me salta el corrector del ordenador cuando lo hago.
Si sólo estuviéramos asistiendo a una crisis económica no estaría preocupado. Casi todos los analistas de la Historia nos cuentan que la economía oscila; sube y baja, se ajusta y reajusta, se contrae y dilata según complejas matrices de variables que la construyen y deconstruyen. La demografía y los desplazamientos geográficos, la adquisición de nuevos logros tecnológicos, la influencia de la naturaleza en forma de plagas, oscilaciones climáticas, terremotos, tsunamis, riadas o mil cosas más, los vaivenes geopolíticos a gran, media y pequeña escala, las corrientes sociológicas, la aparición sorpresiva de nuevos líderes de opinión, etc. En fin, un cóctel complejo y diverso de condicionantes que marcan el que en unos momentos aflore la riqueza, y en otros se entre en depresiones económicas más o menos acentuadas. Es común en el devenir histórico que cuando nos encontramos en momentos de "vacas gordas" unos pocos se beneficien de manera clara, mientras que en "vacas flacas" la inmensa mayoría se perjudique de manera despiadada, y los mismos de antes se sigan beneficiando. Aquí no descubro nada que no sepamos todos, pero pienso que no está de más recordarlo.


Corresponsabilidad

Uno de los aspectos que más me intrigan y desconciertan es la galopante infantilización de "lo político". El que se frivolice con algo tan esencial. La respuesta generalizada de muchos ciudadano/as es de desencanto y huída. Justificable, en buena medida, por los desmanes de parte de la denominada clase política y sindical de este país. Pero también desmanes por parte del sector financiero y empresarial, no se nos olvide. Reconozco que se han hecho méritos para que estos colectivos de quienes se dedican a gestionar lo público estén estigmatizados. Pero no es menos cierto que si todos fueran ladrones o amorales, el sistema se habría colapsado hace bastante tiempo.
¿Por qué digo lo de la infantilización de la política?. Lo fácil es decir "todos son iguales", "ya te lo dije, "que le quiten sus sueldos", y un largo etcétera de pronunciamientos que dificultan que todos y todas cojamos como colectividad la senda para enmendar una deteriorada situación, en la que la corresponsabilidad debe ser la moneda de cambio efectiva en el mercadeo de nuestros comportamientos. Considero que es un deber el asumir esquemas maduros por parte de todos y todas al objeto de evitar seguir con una adolescencia colectiva que solo pondrá palos en la rueda.  Sin menoscabo de lo importante que es la labor legislativa y la de gestión que desarrollan los políticos, no menos importante es la labor de aquellos que no lo son; los medios de comunicación, los empresarios y profesionales liberales, los ciudadanos en general en su papel de censores y críticos de la labor desarrollada por los primeros. Sin embargo, no es conveniente olvidar lo importante que es su implicación a la hora de solicitar una forma diferente de hacer las cosas, en las que ellos también actúen de manera adecuada y responsable. Y tampoco parece conveniente olvidar que una cosa es la realidad de los políticos de altos vuelos y otra bien diferente la de los políticos que viven en las trincheras de los ayuntamientos, mancomunidades y diputaciones de un día a día complejo y en muchas ocasiones frustrante.
Un ejemplo más concreto: mucho se ha hablado y escrito sobre la burbuja inmobiliaria, pero ésta y su declive no podrían haber sido posibles si no hubiera habido una masa de ciudadano/as como compradores-vendedores que buscaron gangas especulativas. Como cuando mi vecino vendió el piso que le costó siete millones de pesetas por treinta y cinco, y eso pasó en la planta de arriba de mi casa, y él no era ni un político ni un banquero, pero quería hacer dinero fácil y rápido y contribuyó sin importarle demasiado a alterar "el precio de las cosas".


Transparencia

Si la clase política, las administraciones, las universidades y colegios, los bancos, los hospitales, las empresas, los organismos internacionales, los medios de comunicación de masas.....todo aquello que tiene un matiz colectivo (privado o no) no son transparentes no podremos seguir por mucho más tiempo de forma sostenida. De hecho, buena parte de la desconfianza de la que hablaba un poco más arriba tiene que ver con esa dificultad generalizada que en las últimas décadas estas instituciones han demostrado. Esa desconfianza se ha aireado de manera clara por los medios de comunicación, muchas veces de forma evidente, en otras ocasiones subliminal e interesada. Sin menoscabo de que la complejidad en la trama de relaciones humanas, con nuestras grandezas y nuestras miserias, haya vuelto a las principales instituciones (entre ellos de manera especial los grandes partidos políticos y los sindicatos) en cicateros a la hora de buscar la tan necesaria transparencia, tampoco ha sido grande el empeño por su parte para que esa transparencia fuera -y aún hoy sea- efectiva.
Ser transparentes debiera ser el primero de los mandamientos, pero ser transparentes es difícil cuando no se entiende que lo principal de un servicio público es servir al público, a lo de todos y todas; así de sencillo, así de complejo.
Un ejemplo más concreto: la transparencia en los partidos políticos debería ser uno de los mandamientos absolutos para la política de los tiempos que corren y de los que deben correr. La ciudadanía está cansada de que estos- ¡ojo! los partidos grandes y la inmensa mayoría de los pequeños- funcionen con mecanismos opacos hasta para los propios simpatizantes y militantes. No levanto falso testimonio con esto, simplemente todos sabemos que es así. No considero que haya maldad en estos procederes o que estén orquestados de manera orquestada, sólo considero que las reglas están cambiando en un mundo en el que la información fluye a velocidad de vértigo, por múltiples plataformas y con nuevos lenguajes a los que tenemos que adaptarnos o perecer en las lagunas cenagosas del analfabetismo tecnológico funcional. En este nuevo universo de la información se siguen empleando respuestas que son herencia directa del siglo XIX y del XX, pero estamos en el XXI y el reloj corre hacia adelante aunque a muchas fuerzas reaccionarias y ultraconservadoras les gustara más que estas respuestas volvieran hacia atrás.


Participación

El otro gran pilar, a mi modo de ver, el más importante. Es llamado a ser el garante de los otros: el que se haga efectiva la participación de la ciudadanía en los procesos democráticos con las suficientes garantías y de manera real, aunque cueste. Ya dijo George Jean Nathan que "los malos dirigentes son elegidos por buenos ciudadanos que no votan". Comparto de manera plena el pronunciamiento de que "la democracia no es votar cuando nos llaman cada cierto tiempo". No es y no puede serlo. Aquellos que se sienten cómodos con este pensamiento, me da igual el color partidista que vistan, no se pueden enmarcar en un respirar democrático. Claro que conseguir que la participación se introduzca en los poros de las instituciones y las organizaciones va a ser difícil, sobre todo en aquellas que carecen de cualquier mecanismo electivo. Pero lo interesante del proceso es que o se desarrolla de manera adecuada o la Democracia se irá a la mierda. Esa filosofía de un incremento de las cotas de participación no será fácil, pero ningún reto que merezca la pena lo es en la vida. Habrá que hacerlo desde dentro y desde fuera, a pequeña escala, a mediana y a gran escala. Las primarias, las listas abiertas y abrir el abanico parlamentario a opciones minoritarias  son necesidades claras,  si para ello hay que cambiar las reglas, habrá que hacerlo. Y si no se hace, las reglas mutarán solas, siguiendo los mandatos de los nuevos tiempos.
Un ejemplo más concreto: los denominados presupuestos participativos. Procedimiento ideado con el objetivo de que la ciudadanía contribuya a la construcción de ciudad estableciendo prioridades concretas en las que invertir el gasto del dinero público. La intención última es que la ciudadanía no sea mera espectadora/electora y pase a ser protagonista. Esta modalidad de participación dirige los esfuerzos hacia la necesaria transparencia y sobre todo a la corresponsabilidad en la toma de decisiones. Y todo mejorando la comunicación entre administradores y administrados.

Transparencia, corresponsabilidad, participación. Estas tres palabras tendremos que llevarlas a sus últimas consecuencias, no hay otra, no tenemos otra. Yo, como Sandro Pertini, opino que "a la más perfecta de las dictaduras, preferiré siempre una imperfecta democracia", la construcción de esa imperfecta Democracia es tarea de todo/as, de políticos y de los que no lo son, no hay otra.


Francisco Carrascal Moreno
Biólogo y consultor ambiental


0 comentarios:

Publicar un comentario