Cada vez que una mujer es asesinada, o sus hijos e hijas, por la
violencia machista me pregunto muchas cuestiones empezando por si fue un
asesinato que se pudo evitar o no, si tenían algún abogado o abogada y
si pudo hacer algo más o distinto. Me pregunto cómo es posible que no se
analice de manera trasparente y exhaustiva las intervenciones en cada
uno de esos asesinatos, y cómo es posible que no se difunda a la
ciudadanía el resultado de ese análisis, con los posibles fallos que se
hayan descubierto, y con las medidas que se vayan a adoptar para que no
vuelva a suceder y para reparar a la víctima, en lo posible. En mi
caso esas preguntas no se deben solo a un interés general, sino también a
que yo viví de cerca un asesinato que se pudo evitar.
A finales de los años noventa llegó a mi despacho una mujer
cuyo dolor me es imposible describir. Su ex marido había asesinado pocos
meses antes a su hija de tres años a pesar de que ella advirtió a su
abogado de que algo grave podía suceder pero él le quitó importancia a
sus palabras comentando que en el pueblo su ex marido era de buena
familia. Ella acudió al centro de la mujer en el que la atendían a
explicar el temor de que hiciera un daño grave a sus hijos como forma de
dañarla a ella, y se la orientó jurídicamente para iniciar otro
procedimiento judicial con el que se desvinculara más de su exmarido.
Ella, desesperada, intentó decirle a la jueza que cualquier día mataría a
sus hijos porque estaba obsesionado con ella y era la forma de hacerle
daño, que se lo había dicho además. Pero no pudo porque no fue nunca
recibida por Su Señoría. El médico forense que evaluó en esos momentos
al hombre, escribió en su informe que no había más indicadores de
violencia que lo que había comentado ella en una denuncia, y que por
tanto, consideraba que no existía ningún riesgo. Como tantas veces, la
palabra de la víctima se considera insuficiente para seguir indagando.
Una vez asesinada la niña todas las personas que habían tenido un
contacto previo con la mujer estaban desoladas por lo sucedido e
indignadas con la falta de eficacia del sistema judicial. Incluso la
pediatra de la niña hizo unas declaraciones en los medios de
comunicación quejándose de la pasividad del juzgado para proteger a esa
niña alegando que era conocido en el pueblo que sufrían malos tratos y
que él era peligroso. El Juzgado solicitó que se abrieran diligencias
contra ella, respecto de las que desconozco el resultado.
Algunos profesionales que no habían intervenido antes o que habían
tenido menor participación, se implicaron hasta un nivel admirable,
incluso apoyando personalmente a esa madre destrozada. Más allá de las
instituciones estaban las personas.
Yo era muy joven entonces y ese "caso" cambió por completo mi forma
de ver la justicia, los procedimientos judiciales, y a quienes
intervenimos en ellos. Algunas de las personas que más respeto en esta
materia las conocí entonces, como la psicóloga del centro de la mujer
que atendió a la madre. Y algunos de los vacíos de nuestro sistema ante
la violencia de género también los conocí entonces, y me siguen
alarmando. Siempre había tenido el deseo de hacer todo lo que estuviera
en mi mano para que la sociedad mejorase a través de la justicia, pero
el asesinato anunciado de esa niña me dio una visión muy diferente de
la situación. El sistema judicial era muy deficitario a la hora de
proteger a las víctimas de violencia de género pero, además, era un
error considerar que esa responsabilidad correspondía solamente a
jueces y juezas.
Si era conocida en el pueblo la violencia que sufrían… ¿No habría
mejorado su situación si alguien lo hubiera comunicado al Juzgado, o a
Fiscalía, o a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad? Si la pediatra tenía
conocimiento de la gravedad… ¿No habría sido útil que lo comunicara?
¿Por qué no se notificó la sospecha de violencia y el riesgo por parte
del centro de la mujer al Juzgado o a Fiscalia? El abogado… ¿No habría
sido mejor que se tomara en serio lo que le decía su cliente y
discutiera con el Tribunal pidiendo protección? El médico forense… ¿no
podría haber hecho una evaluación profunda antes de que fuera asesinada
la niña? La Jueza… ¿Por qué no prestó atención a las palabras de la
víctima e indagó sobre lo que contaba con más profundidad?
Han pasado tantos años y sigo encontrándome muchos casos en los que
el abordaje en materia de violencia de género me parece superficial, sin
llegar de lejos a tocar la realidad, y con una gran desconexión entre
los servicios especializados que atienden a las víctimas y los
juzgados. Creo honestamente que tenemos mucho que revisar y mejorar. No
se escucha suficientemente a las víctimas durante el procedimiento
judicial, en gran medida porque los Juzgados no tienen suficiente tiempo
para ello y porque la formación en derecho no es suficiente para
acoger, ni para preguntar, ni para escuchar, ni para recoger, lo que
dicen las personas que acuden como víctimas. El relato de la víctima, la
huella de la violencia, y las valoraciones que han tenido que hacer
otros profesionales a la hora de dar una intervención personalizada, se
pierden, no llega a los procedimientos judiciales en muchas ocasiones, o
llegan incompletas, sin cumplir con los requisitos necesarios para
poder analizar el contenido. Los artículos de la Ley de Enjuiciamiento
Criminal que establecen la obligación de notificar al Juzgado o a
Fiscalía o a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, la noticia sobre
delitos, siguen sin cumplirse de manera sistemática. Y tampoco se cumple
en todas las zonas el artículo 19 de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de
diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de
Género. Según ese artículo las instituciones que atienden a las víctimas
pueden pedir medidas urgentes a los Juzgados. Cuando se piden ya no es
solo la voz de la mujer ante el sistema judicial, sino también la voz
de profesionales con especialización de administraciones con
competencia en la materia.
¿Por qué hay tantos lugares en los que no se cumple? Me consta que no
es por falta de interés de las personas que atienden a las víctimas en
los servicios especializados, sino, por lo que yo sé, porque su
servicio no ha sido diseñado para hacer eso, y requeriría tiempo y
formación específica, y por temor a que en algunos casos en los que la
mujer aún convive con el agresor, la situación empeore si el Juzgado
inicia un procedimiento judicial. Pero hay que buscar una solución, como
aprovechar la posibilidad, hasta ahora, de comunicar a Fiscalía la
sospecha de violencia de género, para que, sin iniciar un procedimiento
judicial, haga indagaciones y, en todo caso, tenga un expediente que
pueda ser de utilidad como antecedente si la mujer finalmente denuncia.
Creo que es necesario abordar en profundidad por qué en tantos casos
graves de violencia de género no se han llevado a cabo notificaciones
de sospecha de malos tratos de los centros educativos, de servicios
sociales, de los servicios especializados, de otras entidades públicas y
de la ciudadanía, o no se han pedido o adoptado medidas de protección, y
crear un sistema que garantice que el relato de la violencia y
su huella llegue al sistema judicial, y eso conlleve, no un incremento
del peligro, sino la protección de las víctimas.
La responsabilidad de hacer visible lo insoportable y de
proteger a las víctimas nos corresponde a todas las personas. Si no lo
hacemos, seguirán sucediendo asesinatos anunciados.
Amparo Díaz Ramos
Abogada especialista en violencia de género
https://blogs.publico.es/dominiopublico/35346/violencia-de-genero-en-la-pareja-cronica-de-un-asesinato-anunciado/