Debido a la crisis sanitaria y sus consecuencias económicas y sociales, estamos en un momento especialmente difícil en el que puede superarnos la negatividad o podemos aprovechar buena parte de nuestro conocimiento e incrementarlo con nuevos aprendizajes e ideas.

Yo apuesto por sacar lo mejor de nuestras capacidades individuales y colectivas siempre, y especialmente ahora.

Ya lo decía Arthur Battram en el 2001: la gestión de la incertidumbre y complejidad sólo tiene posibilidades de éxito a través de la concurrencia del aprendizaje colaborativo.

Y esto me lleva a hablar sobre los derechos humanos porque para mí pocas categorías hay que incorporen lo colaborativo de una forma tan radical: Son universales e innatos.

Los hemos reconocido como parte central de la naturaleza humana e imprescindibles para desarrollar una sociedad democrática.

  • Son indivisibles, no pueden separarse unos de otros y tienen la misma importancia.
  • Son irrenunciables, no cabe renegar de los derechos humanos ni puede el Estado disponer de ellos. Una persona no puede renunciar, por ejemplo, a su libertad sexual, porque rompería la red de los derechos humanos y no solamente esa persona se vería perjudicada en todos sus derechos (indivisibles) sino el resto de las personas. Su renuncia nos afectaría, igual que cada vez que se le roba a alguien alguno de sus derechos, es toda la paz social la que se ve alterada y no solo esa persona. Aunque algunos sectores tarden más en recibir las consecuencias que otros.
  • Por último, los derechos humanos para que sean eficaces deben ser protegidos y respetados, y aumentan a medida en la que las sociedades avanzan en igualdad, sentido de lo común y democracia.

Y esto me lleva a las economías transformadoras y especialmente las iniciativas de economía social y colaborativa. En estos momentos más que nunca necesitamos propuestas productivas y de servicios que abogan por una economía social y solidaria pro derechos humanos, como parte del ejercicio democrático de la economía.

Sin una economía que se ocupe de la vida, y por tanto de los cuidados y los derechos humanos, las consecuencias del Covid-19 pueden ser catastróficas durante muchos años. No se trata de un sueño lejano, ya hay numerosas acciones de este tipo incluso en nuestra propia ciudad, como Fonredess que promueve proyectos económicos de utilidad social a través de ayudas reintegrables y de un apoyo colaborativo en el que las experiencias y conocimientos se nutren mutuamente.

En el siglo XXI, en los tiempos del Covid, derechos humanos y economía transformadora y colaborativa son una de las vacunas que necesitamos.