CHILE EN EL CORAZÓN


En mi primer viaje a Chile, en compañía de un grupo de amigos y colegas de la Universidad Pablo de Olavide, sentí de primera mano que en todo el país se respiraba un ambiente de cambio. Los estudiantes de Secundaria se habían movilizado para pedir una educación de calidad para todos. Su movilización se tradujo en un intenso debate político que daba esperanzas a una sociedad deseosa de mejoras de vida. Unos pocos grupos económicos dominan toda la economía, la mayor parte de los grandes directivos de empresas proceden de un reducidisimo número de centros educativos privados. Así, pues, el ascensor social llevada parado décadas, al menos desde el golpe militar de Pinochet. En suma, neoliberalismo en estado puro.

A lo largo de estos años las movilizaciones estudiantiles han sido constantes, enviando señales inequívocas de lo que podía venir. La falta de equidad en el sistema universitario producido por la hiperliberalización de las universidades y, en determinados momentos, la corrupción del sistema de educación superior, ampliamente descrita en dos libros de la periodista María Olivia Mönckeberg (“El negocio de las universidades en Chile” y “Con fines de lucro”), son jalones que señalan en la dirección de lo que ahora está pasando.

Me duele profundamente Chile, lo llevo en el corazón. Con una gente buena y trabajadora capaz de transformar el país en la dirección de un mayor desarrollo cultural, político y económico, pero, sobre todo, en justicia social, la que lleva demandado esa buena gente desde hace ya demasiado tiempo.

La mirada hacia ese espacio de América Latina debería llevarnos a una reflexión política de lo que está pasando en nuestro país y de las secuelas que estas dejarían por muchos años en el caso de que las políticas neoliberales, que tan despiadadamente ha copiado el PP, sigan adelante a partir de las próximas elecciones. He mantenido y seguiré manteniendo que el neoliberalismo practicado por la derecha española ha tenido como modelo a Chile. Aquí la falta de equidad paró en seco a eso que llamamos el “ascensor social”... como allí. Por estas y otras razones que no ha lugar a analizar en este contexto, hemos de pedir a los partidos progresistas que, en el caso de conseguir la mayoría, lleguen a acuerdos realistas para llevar a cabo las reformas sociales tendentes a ganar en equidad y justicia social. En esa dirección la economía también crece a la vez que la riqueza se distribuye. Pero esto es materia para otro debate.


Juan Daniel Ramírez


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