Así como suena, este título podría ser el de una novela. Pero no lo es. Como Vd. recordará, entre los años 2012 y 2013 fue devuelto a España el tesoro de la fragata española “Mercedes”, hundida por la flota inglesa en el golfo de Cádiz en 1804, tras el fallo del Tribunal Supremo de los Estados Unidos contra Odyssey Marine Exploration
que obliga a esta compañía a devolver a España las cerca de 500.000
monedas extraídas del pecio en 2007. Se trata de un tesoro de gran
valor, no sólo económico y numismático, sino también cultural.
Pero, Vd. dirá: ¿qué pintan aquí los piratas de Somalia? En todo
caso—podría conjeturarse—tal vez podría hacerse referencia aquí a los piratas
ingleses que (más o menos respaldados por la Corona inglesa) durante
tres siglos hicieron su agosto en el Atlántico a costa de los navíos
españoles. O, en todo caso, habría que aludir a los espabilados caza-tesoros de la Odyssey.
Pero resulta que viene aquí al pelo tratar el tema de los piratas de
Somalia, y no tanto por comparar el comportamiento de estos señores con
el de los ingleses en el pasado[1] o los de la Odyssey en la actualidad.
En efecto, la Somalia actual, en el pasado colonia británica e italiana, es considerada un Estado fallido
que colapsó a finales de la década de 1980. La situación en el país es
de caos e inexistencia de las estructuras de un auténtico Estado. Esto
ya de por sí ya daría mucho que hablar sobre el colonialismo, los
procesos de descolonización y el nuevo colonialismo cultural impuesto a
África, entre otros aspectos, en la organización política estatal.
Evidentemente, la situación de anarquía y permanente guerra civil ha
tenido efectos devastadores para la población del país. El último
episodio se ha dado en la hambruna en la que aún se halla la región,
cuando las circunstancias han imposibilitado la llegada de ayuda
internacional. Pero ésta parece ser una cuestión de menor importancia
para los gobiernos de las grandes potencias mundiales. Porque lo que
realmente les preocupa en Somalia es la piratería que opera en sus
costas desde principios de los años 90.
Los piratas suponen una amenaza
para el transporte marítimo internacional en una zona estratégica como
es la salida del Mar Rojo hacia el Océano Índico: la conexión entre
Europa y Asia a través del canal de Suez. Zona atravesada por buques
mercantes y petroleros. Por no hablar de los fértiles caladeros de pesca
de la zona. De tal modo que los dueños del mundo decidieron intervenir
en la zona: algunos de manera unilateral; otros, como en el caso de
España, unidos en coaliciones navales internacionales (en concreto,
España participa en una operación conjunta de la Unión Europea
denominada “Atalanta”, cuya misión es, según el Ministerio de
Defensa, “contribuir a supervisar las actividades pesqueras frente a
Somalia y cooperar con las organizaciones y Estados que luchan contra la
piratería, en especial con la Combined Task Force 150”[2], fuerza coordinada por EEUU).
Es posible que desde el Derecho Internacional Público tanto la pesca
como la intervención militar en la zona sea jurídicamente impecable.
Dejo la labor de apreciarlo a mis compañeros en esa área. En todo caso,
desde la perspectiva que nos incumbe, la de la Filosofía del Derecho, no
deja de ser paradójico que los caladeros de pesca situados frente al
litoral de unos de las áreas más empobrecidas del mundo nutran los
frigoríficos de los países enriquecidos. Ni normas ni acuerdos
internacionales pueden legitimar este expolio[3].
Las cuestiones de fondo en este tema, a nuestro juicio, son dos que
se hallan interconectadas: de un lado, el sistema de poderes existente a
nivel mundial, en el que las potencias ejercen su dominio a través no
sólo del control del Derecho Internacional[4],
sino también de la fuerza militar y el sostenimiento de un sistema
económico liberal-capitalista en el que gozan de una posición hegemónica
y operan en competencia desleal (debido a una actuación colonialista
existente previamente y/o en la actualidad). Por otro lado, la segunda
cuestión es el propio sistema económico liberal-capitalista, basado en
la explotación sistemática de los recursos humanos y naturales en la
búsqueda de un beneficio cada vez mayor. Una de las consecuencias de
este sistema ha sido, por ejemplo, el agotamiento de los caladeros de
pesca en Europa, lo que nos ha impulsado al saqueo de los situados en
los países empobrecidos[5].
¿Qué tiene que ver esta cuestión con el tesoro de la fragata
española? Los paralelismos con el otro caso son terribles. En efecto,
¿saben de dónde procedía el oro y la plata con los que se habían acuñado
las monedas que la Mercedes transportaba desde Lima hasta España? En este caso, de Perú y de Bolivia.
Me excusarán que, de nuevo, en este segundo caso, obvie las
cuestiones de Derecho positivo (que serían muchas y muy complejas, con
problema de sucesión de Estados incluido) y vaya al fondo de la
cuestión: el expolio que España alegaba haber sufrido ante la compañía Odyssey Marine Exploration,
que es manifiesto, había sido, sin embargo, llevado a cabo
anteriormente por los españoles en las tierras de Sudamérica donde se
extrajeron los metales preciosos del tesoro. Por tanto, desde nuestro
humilde punto de vista el tesoro debería corresponder a Perú y Bolivia
(lo que supondría también, de alguna manera, un resarcimiento siquiera
moral por nuestro pasado colonialista)[6].
Ahora bien, ¿Vds. creen que estos Estados, con sus problemas actuales,
pueden afrontar el coste económico de un litigio en EEUU sobre un asunto
de este tipo?
Una última palabra sobre las analogías entre los dos casos. Primero,
en los dos supuestos el Gobierno de España (tanto con una como con otra
de las cabezas del bipartidismo político en aquel momento reinante) ha
actuado conforme a los valores de una potencia colonizadora y ha mirado
única y descaradamente por sus intereses. Segundo, los medios de
comunicación generalistas no sólo han sido incapaces de ofrecernos una
mirada crítica sobre estos sucesos, sino que incluso han proporcionado
la información de una manera tendenciosamente maniquea, con los papeles
de buenos y malos claramente establecidos.
Este artículo llega a su fin, no sin antes dejarles con una apremiante pregunta: ¿quiénes son los piratas?
Pablo Font Oporto.
https://www.paralelo36andalucia.com/el-tesoro-de-%e2%80%9cla-mercedes%e2%80%9d-y-los-piratas-de-somalia/
[1] El Profesor de la Universidad de Sevilla D. Juan Antonio SENENT DE FRUTOS, me comentó al respecto que sería interesante estudiar como el Reino Unido ha dado “continuidad histórica a su pillaje sobre el mundo por medio de los paraísos fiscales de la Commonwealth que sirven para sostener el enriquecimiento desmedido del sistema financiero con base en la City de Londres”. En palabras de él, esto vendría a constituir un “mecanismo de continuación de la piratería”.
[2] http://www.defensa.gob.es/areasTematicas/misiones/enCurso/misiones/mision_09.html (consultado el 7-3-2012).
[3] No vamos a entrar en las acusaciones de vertido de sustancias contaminantes y radiactivas por parte de los navíos internacionales en el litoral del Cuerno de África.
[4] Y de las Organizaciones internacionales como la ONU, cuyo Consejo de Seguridad posee una estructura claramente condicionada por la existencia de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, (herencia de la Segunda Guerra Mundial), que resulta ya de todo punto insostenible.
[5] No entramos aquí en la crítica de los marineros o armadores que, acuciados por la situación, se dirigen hacia estos mares, sino más bien en el sistema que ha conducido a este estado de cosas y que les permite ahora esta salida en vez de articular otros medios para su supervivencia.
[6] Evidentemente, no valdría aquí que la compañía caza-tesoros alegara aquello de “quien roba a un ladrón…”.
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