De tauromaquias y territorialidades


Queridos hermanos y hermanas en el Señor. Parece que Dios nos ha dado los millennials por la drogaína que consumimos en los 70. Porque si no no se entiende.

Ya van varios textos en los que se opone España-taurina a Cataluña-no taurina. Esto no solo es falaz, sino que también es mendaz.

Cataluña en general y Barcelona en particular siempre, hasta hace muy poco tiempo, han sido taurinísimas. Tanto la afición barcelonesa como la plaza Monumental han disputado secularmente la primacía a las aficiones de Madrid, Sevilla y (¡oh, sí! La verdad jode pero curte) Bilbao. La plétora de toreros catalanes es larga, incluido aquel Mario Cabré que nació y murió en la ciudad condal, cuya leyenda fuera de los ruedos es tan jugosa como la de dentro. Pero también es larga la plétora de empresarios, ganaderías y promotores que han tenido su origen en Cataluña o Valencia.

En todos los territorios catalanohablantes hay tradición taurina documentada desde antes de la época romana. Aún hoy es difícil erradicar toros ensogados, correbous, embolados y otros espectáculos taurinos de los pueblos de todo el litoral catalanoparlante.

De modo que la oposición toros-España no toros-Cataluña, además de ser falsa es intencionadamente difundida como una marca de diferenciación cultural/étnica, afición y costumbre de los nacionalismos de toda laya a la hora de crear su propio paraíso y los infiernos ajenos.

Por cierto: una de las primeras y más destacadas antitaurinas fue Isabel I de Castilla (la de tanto monta con Fernando el Católico).

Conmigo, queridos, no cuela..


Juvenal García

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