El debate sobre Cristina Pedroche y sus trajes. Ese debate.

Una postura feminista que he leído en eldiario.es (Barbijaputa) es similar a otras que se han escrito (Diana López Valero, en "Suspenso en religión"). Estas posturas defienden, básicamente:

1) Que Pedroche puede hacer lo que quiera. Pero...
2) Lo hace porque está engañada, alienada, por la sociedad machista.
3) Que el papel que desempeña Pedroche, vendiendo su cuerpo/imagen es un papel negativo.
4) Que la cosificación/hipersexualizacion de la mujer, el que su papel sea de "tonta del culo" en los medios, perjudica a las mujeres en conjunto.
5) Que el semidesnudo de Pedroche es comparable al hiyab o chador musulman, una imposición cultural que perjudica a la mujer.
6) Que la solución es, por tanto, más concienciación y educación para que las mujeres no tengan que exhibirse. 

Comienzo diciendo que la argumentación es bastante sólida. No es un delirio ni una exageración. Hay motivos suficientes para cuestionar la acción de Pedroche y el rol de "objeto de la mirada sexual hetero masculina" que se asigna a las mujeres en los medios. Pero hay varios elementos que chirrían. 

El primer elemento es el de la voluntad, la individualidad. Por supuesto, las estructuras sociales se nos imponen y nos limitan, pero borrar TOTALMENTE la voluntad, la iniciativa y las motivaciones de Pedroche y convertirla en una cosa alienada por el patriarcado machista que es tonta y hace lo que los hombres quieren de ella, es a mi juicio extremo. Y peligroso: yo, que creo que los efectos sociales agregados son muy relevantes, no me puedo atrever a borrar totalmente de la ecuación la individualidad, el deseo, la provocación, la personalidad, la existencia de Pedroche y sus circunstancias. Hacerlo es muy arriesgado, aunque se puede argumentar y no es descabellado. 

El segundo elemento que no me convence en absoluto es la argumentación contra lo sexual: hipersexualizacion, cosificación, etc, etc. Entiendo la preocupación por la asimetría (ellas si, ellos no) y la comparto. También entiendo la diferencia estructural y el devenir histórico: los hombres no tenemos vivencias de ser objetos sexuales indefensos ante las mujeres, ellas sí. Pero la solución propuesta, la censura moral (si, moral) contra la mujer que decide enseñar carne, calificándola de "tonta del culo" y demás, está muy cerca de la censura moral religiosa de la sexualidad. Sinceramente, entiendo la lógica de que se vean estos desnudos como un intento de excitar la mirada masculina y, por tanto, como una cárcel autoasumida, pero la solución, el juicio moral sobre el desnudo me parece muy peligroso, sobre todo porque ataca, precisamente, la autonomía del sujeto que siempre ha tenido más controlada su sexualidad, la mujer. En resumen, se cae precisamente en lo que siempre se ha criticado a la iglesia, que trata de normar como y de que manera la mujer puede ejercer su sexualidad. Aquí, en vez de la salvación de sus almas, se hace lo mismo en nombre del interés de las mujeres. Pero es muy dudoso que la situación de las mujeres mejore radicalmente si se impone una autocensura moral para la exhibición del cuerpo, buscando evitar la cosificación, sexualización y demás. Dudoso cuanto menos. Y en el camino, hemos acabado donde empezamos: con limitaciones, normas, controles, otra vez morales, sobre como la mujer debe gestionar su cuerpo y su sexualidad. 

Tampoco me parece comparable el desnudo con el hiyab o el chador. Uno tiene connotaciones de libertad, autonomía, sexualidad... el otro tiene connotaciones de control, dominación, castidad, silencio. El desnudo es provocador y libre. El hiyab es puro control de la mujer. Comparar ambos me parece tramposo. 

Reconozco, o más bien sospecho, que mis objeciones devienen del hecho de ser hombre y gay. Yo, como hombre gay, nunca he tenido problema por ser objeto de deseo sexual de nadie o que se me considere un objeto sexual, se me mire con deseo, como un objeto a utilizar en la cama etc etc. Cualquiera que tenga instalada una aplicación de ligue, sabe que aquello es, simplemente, un puro mercado de gente exhibiéndose sin pudor para venderse, deseando ser atractivos, objetos de deseo sexual, buscando a su vez lo mismo. Podríamos hablar de los aspectos negativos que esto tiene, que los tiene, pero es así. Y ningún hombre gay que yo conozca sufre o se siente menospreciado, cosificado o limitado laboralmente por sentirse deseado. Los habrá, seguro, pero no es lo habitual: más bien es al contrario. Entonces ¿la cosificación y sexualización son malas per se? No lo parece. ¿Son esos desnudos la fuente de la desigualdad? No, no lo creo. Simplemente, no creo que ese sea el problema, la fuente de la desigualdad. El problema es la asimetría de poder, social, económico, físico, que hace que cuando una mujer dice "no", el hombre se crea con derecho a ignorarla, algo que no pasa entre gays, por ejemplo: un no es un no. El problema es la falta de poder y autonomía social de la mujer, la convicción del hombre de ser el que manda, el protagonista y que todo lo que sucede gira a su alrededor. Tan sencillo como eso. 

El problema no es que Pedroche provoque con su desnudo y esto haga que se vea a las mujeres como objetos sexuales, con roles determinados. Las lesbianas no van acosando por ahí a las mujeres y los hombres gays provocan con sus desnudos y ninguno asume que todos son meros objetos sexuales sometidos a su deseo, con derecho a acosarles. El problema es que no se reconozca la autonomía de las mujeres para gestionar los límites, que no se reconozca cuando ellas dicen que no. O incluso, algo tan sencillo como que sin una señal de su parte, nadie tiene ningún derecho a asumir que puede acosarlas, tocarlas o darles la brasa. Pero el problema no está en el desnudo, como apuntan las imágenes que pongo. El desnudo se interpreta socialmente. Por si mismo no significa nada. El problema está en otro sitio, en la ideología social que marca como se interpreta lo que la mujer hace o puede hacer. Y no creo que debamos renunciar al desnudo, la provocación sexual, el erotismo, solo porque nuestra cultura no haya aprendido a respetar la autonomía de la mujer. La solución es la contraria. 

Lo que hay que trabajar no son las Pedroches o sus desnudos. Lo que hay que trabajar son los hombres que piensan que esa mujer se desnuda para ellos y que, por tanto, las mujeres están a su servicio. El que alguien se desnude no implica nada de todo eso. La batalla está en cambiar una masculinidad trasnochada que interpreta la realidad desde la homofobia y el machismo. Y hay que hacerlo sin perder el goce de la sexualidad, la provocación, el erotismo o el desnudo, y por supuesto, sin perder la libertad individual, la sexualidad libre. 

Por lo menos, esa es mi batalla como feminista y activista por la diversidad sexual.

Ignacio Paredero Huerta
Ver post en FB:

0 comentarios:

Publicar un comentario