Los
estudios sobre el agotamiento de los recursos energéticos son
abundantes en la literatura científica. Partiendo de ellos Naciones
Unidas y agencias internacionales han establecido diferentes
escenarios sobre el futuro. Como punto de partida del análisis
posterior, tomaré los escenarios que establece Margarita Mediavilla,
miembro del grupo de energía, economía y dinámica de sistemas de
la Universidad de Valladolid:
Escenario
1. Globalización. Establece un escenario de optimismo económico
y alto crecimiento. Libre comercio que beneficia a todos y permite
corregir desigualdades sociales y problemas ambientales.
Escenario
2. Capitalismo verde. Es una versión amigable del anterior que
establece la prioridad de protección del medio ambiente y a la
reducción del medio ambiente, utilizando los avances tecnológicos,
la desmaterialización de la economía y la economía de servicios y
de la información.
Escenario
3. Desglobalización. Competición regional y vuelta a la
soberanía nacional. Autosuficiencia e identidad regional. Esfuerzos
en seguridad, proteccionismo y desglobalización. Poca atención a
los bienes comunes, a la protección del medio ambiente y a la
cooperación al desarrollo. Pocos esfuerzos en la difusión de la
tecnología. Progreso tecnológico lento.
Escenario
4. Ecologista. Cambio de valores. La sociedad reacciona contra el
consumismo sin sentido y contra la falta de respeto por la vida.
Ciudadanos y países deciden ser ejemplo verde para el resto.
Barreras al comercio. Eliminación de las barreras a la información.
Búsqueda de soluciones regionales a los problemas sociales y
medioambientales. Cambio drástico en el estilo de vida. Gobernanza
descentralizada. Autonomía local. Y cooperación.
Los
escenarios 1 y 2 requieren mucha energía. El escenario 3 es ciego a
los problemas ambientales y conduce a la guerra por los recursos,
porque no se plantea un cambio de modelo. El escenario 4 puede ser
sostenible.
Si
encuadramos a las fuerzas políticas, presentes en los Parlamentos,
en uno de los escenarios, obtendríamos el siguiente resultado:
Ciudadanos se encuadraría en el escenario 1. PSOE, Podemos e IU se
encuadrarían en el escenario 2, pues ninguna de las tres fuerzas
políticas de la izquierda ha renunciado al crecimiento económico y
su apuesta por el abandono de las energías sucias es ficticio pues
está supeditado a la cuestión social. PP estaría encuadrado en el
escenario 3, en cuanto que dicha fuerza política es más
conservadora que liberal. Y EQUO se encuadraría en el escenario 4.
El
triunfo de Trump y el auge de la extrema derecha en Europa, nos ha
introducido en el escenario 3. La opción entre globalización
neoliberal y globalización social-sostenible —escenarios 1 y 2—
ya no es posible. En un escenario de agotamiento de recursos
energéticos, como el actual, no caben opciones de alto consumo
energético como las de los escenarios 1 y 2. La única opción
diferente, que puede oponer un discurso sólido frente a los
neoconservadores-extrema derecha ante el escenario 3, es la que
apuesta por el decrecimiento y es consciente de los límites del
planeta. Esta es la opción ecologista del escenario 4.
Hoy,
más que nunca, es necesaria para afrontar la crisis civilizatoria en
la que vivimos, una opción ecologista, autónoma y fuerte. Una
opción que defienda, como ejes de su política, valores de
anticonsumismo, defensa de la tierra, la vida y la cooperación.
Desde la ecología política debe apostarse, por tanto, por una
estrategia que deje de mirar por el retrovisor de la izquierda, para
empezar a mirar por el parabrisas de la ecología política. El
camino lo ha anticipado Austria: la ecología política es la
alternativa frente al fascismo, y una alternativa nunca se construye
dentro de otros.
La
ecología política —EQUO— debe desplegar, sin demora, un
discurso que establezca la divisoria productivismo/antiproductivismo.
Esta es la divisoria principal del actual tablero político. Traza la
frontera entre los límites de la acumulación de riqueza y los
límites biofísicos del planeta y permite a ecología política
aparecer ante los ciudadanos como la única opción posible frente a
la extrema derecha. A la vez que obliga a las restantes opciones
políticas a posicionarse del lado del planeta o contra el planeta.
Las fuerza a que elijan entre un nuevo modelo de producción y
consumo, defiendan la tierra y la vida o consientan el derrumbe de
la actual civilización. Esta divisoria, además, es transversal,
pues interpela a las personas por encima de sus adscripciones
ideológicas previas, y construye una nueva identidad política.
Esta
estrategia discursiva contribuiría, por tanto, a que la ecología
política apareciera como un polo ideológico diferente, autónomo,
de la izquierda y la derecha y tendría la ventaja de fortalecer al
partido político que la representa —EQUO—, a medida que las
restantes opciones políticas fueran aceptando el modelo de
producción y consumo propuesto desde ella. La estrategia discursiva
deberá completarse con una estrategia política institucional que
impida que la cooperación con otras opciones políticas, por la
concurrencia a las elecciones en listas conjuntas, invisibilice a la
ecología política y la haga aparecer como una opción política
subalterna. Una solución a dicho inconveniente sería la adscripción
de los diputados a los grupos mixtos de los parlamentos. Se trata que
los socios comprendan que la cooperación política no exige una
acción política institucional unitaria.
La ecología política debe mostrarse, y ser percibida, como una
estrategia de defensa de la gente y de supervivencia social. Como la
alternativa que quiere infectar a la gente del realismo del siglo
XXI: el del cambio climático, el del agotamiento de recursos y de la
crisis de biodiversidad. Para ello debe desplegar estrategias como
las indicadas.
Francisco
Soler
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