Perspectiva Federal de España


Según Pierre Joseph Proudhon, federalista y anarquista:
si no hay acuerdo, no hay libertad”…
la federación no es una forma de Estado, sino un principio”


Mucho se está hablando de la solución federal para España, para sus tensiones territoriales, reflejadas en algunas de sus autonomías. Sin embargo, lo que refleja esta situación es una falta de acuerdo claro entre las partes y una delimitación de las normas del juego territorial, el reparto de poder y la articulación del mismo a nivel intergubernamental. Esta realidad nos habla de lo que señalaba anteriormente, “sin acuerdo, no hay libertad”.
En el debate actual mucho se dice sobre este asunto: autodeterminación, soberanía, nación, mandato ciudadano, derecho a decidir, país de países… y la lista sigue. Esto tiene un elemento distorsionador que es clave en el debate, la asimilación de términos políticos a dilemas emocionales. En primer lugar sería necesario diferenciar claramente las dimensiones de los términos: Nación, que es un grupo étnico que aspira a representación política; Estado, que es el conjunto de instituciones y legislación que articula el funcionamiento político y administrativo de un territorio; País, que hace referencia al control de un estado sobre un territorio delimitado por fronteras.
Realmente España no es un “país de países”, sino que se aproxima más a un Estado de naciones, con una realidad cultural diversa, en la que conviven realidades lingüísticas y culturales diferenciadas que son usadas por los diferentes nacionalismos como medio de construcción de la nación y con ella al modelo político del Estado-nación. Todo ello auspiciado por los principios del “tratado de Versalles” donde se defendía el derecho de autodeterminación de las naciones, a principios del siglo XX. Sin embargo, mucho ha llovido y cambiado en el mundo hasta ahora, para llevarnos las reclamaciones nacionalistas actuales a fechas tan pasadas y configuraciones globales desfasadas.
Tras la Segunda Guerra mundial, ocurre un cambio drástico de la dinámica mundial, pasamos de las relaciones de competencia entre los estados-nación, causantes de las guerras mundiales, a las estructuras de cooperación y creación de organismos políticos supranacionales de deliberación y acuerdo, capaces ce evitar el enfrentamiento armado, tales como la CECA y la posterior UE.
Este argumento por sí mismo ya invalida cualquier nacionalista actual. Sin embargo nos encontramos ante un resurgimiento de diferentes movimientos nacionalistas en Europa, como son la Liga Norte en Italia, el nacionalismo escoces o, ya en España, los nacionalismos vasco y catalán, y en muy menor medida el gallego, valenciano y andaluz.
El caso del nacionalismo catalán, que está centrando el juego político en España, poniendo el debate territorial en el centro de la negociación y conflicto político, nos sitúa ante un fenómeno de una gran complejidad que no puede ser explicado y estudiado de una manera simple, a la par que tampoco podemos poner en cuestión el alto componente emocional que tiene la posición nacionalista, ya que todas las emociones son legítimas. Sin embargo, es necesario buscar explicaciones y argumentos desde una perspectiva objetiva, por ello pondré el foco en dos factores claves a mi juicio, los partidos políticos y la financiación autonómica.
En primer lugar, los protagonistas políticos de la situación, los partidos en el Gobierno, tanto del gobierno central como el Gobierno de la Generalitat. Tanto el Partido Popular, como CyU o como quieran denominarse ahora, se encuentran en un momento en el que su imagen de marca se encuentra muy deteriorada y salpicada por importantes tramas corruptas, por lo que ambas formaciones les viene muy bien la deriva independentista, usada como cortina de humo y desvío de la atención ante la verdadera realidad de sus gobiernos, como son los problemas derivados de la crisis, paro, recortes, corrupción, deuda, mala gestión, etcétera.
Lo que nos encontramos con esta situación es que para ambos gobiernos resulta positivo el enfrentamiento político y con ello la conflictividad intergubernamental, tanto en cuanto es capaz de desviar el foco de atención de lo realmente importante.
Esta activación política del nacionalismo deriva en una activación social del mismo, lo que supone que en poco menos de 10 años se ha pasado de un 14% de independentistas a un 48% de votantes de opciones independentistas en las últimas elecciones autonómicas catalanas.
En segundo lugar, el problema de la financiación autonómica. El argumento de algo muy complejo resumido en palabras nacionalistas es “España nos roba” y por tanto nos vamos. Las reclamaciones continúas de los distintos gobiernos de la Generalitat al gobierno central en favor de un concierto catalán, al modelo vasco o navarro, actualmente ha dado paso al proceso independentista o de desconexión. Sin embargo esta actitud es reflejo de la insolidaridad nacionalista, ya sea vasca o catalana, puesto que lo que establecen estos pactos financieros no es otra cosa que quedarse con la mayor parte del pastel recaudatorio y entregar las migajas a la hacienda estatal. Para ilustrar esta situación sirva el ejemplo de los presupuestos autonómicos de 2014 expresados en euros por habitantes. Estos presupuestos expresan que la media nacional por habitante es de 3.500 euros, la inversión por habitante par Andalucía es de 3000 euros, para Navarra de 6000 euros, Cataluña 3700 euros y para País vasco de 4700 euros. En la serie histórica 1981 (desde que se hacen presupuestos desglosados por autonomías) hasta 2014 último presupuesto publicado, en ningún momento Navarra, País Vasco y Cataluña han estado por debajo de la media nacional, lo que significa que nunca han estado infrafinanciadas y por tanto no es cierta la afirmación nacionalista “España nos roba”. Sin embargo si lo que queremos es acabar con la solidaridad interterritorial, no hay duda que el modelo a seguir es el concierto navarro o el cupo vasco. Este modelo de financiación que promueven los nacionalistas, y que los propios nacionalistas vascos señalan al hablar del concierto como el único vínculo que les mantiene unidos a España, no es más que un ejemplo más de la actitud de competencia de los nacionalismos frente a las estructuras de colaboración y redistribución.
Sirva para ilustrar la paradoja que representan la experiencia de un compañero antropólogo realizando trabajo de campo en una tribu de África meridional. Al citado compañero que se encontraba jugando con los niños de la tribu, se le ocurrió hacer una carrera entre los niños y entregarle al ganador de la misma una bolsa con pasteles, los que hicieron los niños descolocó al antropólogo, ya que estos se cogieron de las manos y corrieron todos juntos hacia él, de modo que ganaron todos. El investigador con gran extrañeza les preguntó que por qué habían hecho eso. Los niños con gran naturalidad le contestaron que como alguien podría ser feliz, viendo que los demás no los son.
Este ejemplo nos sirve para ilustrar lo que se plantea realmente con la autodeterminación, la independencia de los ricos sobre los pobres, la independencia de los territorios que acumulan las rentas más altas de los que no lo hacen, la independencia de los que se han beneficiado de decisiones estatales de inversión sobre los que no o incluso fueron perjudicados.
La riqueza, consecuencia de procesos históricos y de decisiones del conjunto del Estado y con ello de la soberanía nacional al completo, hace difícil entender un proceso de independencia, ilegal-unilateral en el momento actual, por parte de un territorio sin contar con el conjunto de la soberanía.
Ante este escenario actual nos encontramos con tres posibilidades de solución. La primera es el mantenimiento del estatus-quo, lo que no parece muy probable debido a la configuración del Congreso en base a las últimas elecciones nacionales. Frente a la situación de inmovilismo tenemos la de salida, la cual tampoco parece muy probable ya que las opciones independentistas no fueron mayoritarias en votos en las autoproclamadas elecciones plebiscitarias catalanas del pasado septiembre. Ante esta situación parece que cada vez cobra más fuerza la reforma constitucional en la medida que los partidos reformistas acercan sus posturas para formar un gobierno en este sentido. Este nuevo escenario parece evidenciar que el próximo campo de juego sobre el encaje territorial se hará sobre una reforma constitucional. Una reforma territorial, bajo el principio “sin acuerdo no hay libertad” que garantice la convivencia para los próximos 30 años. Esto nos supone superar las posiciones actuales, tales como las del modelo territorial heredado de la transición, dando resultado a la creación de identidades políticas inexistentes y nacionales no históricas y que actualmente no responde a las inquietudes ni necesidades expresadas por las últimas elecciones.
Es necesario abordar una reforma de las instituciones territoriales de la transición que no funcionan ni responden a la problemática territorial, como el actual senado, de esta artrosis territorial es muestra que Podemos solicite en el Parlamento la aprobación como grupos parlamentarios de las candidaturas territoriales de su formación. Por esto es importante desarrollar instituciones territoriales de representación que funcionen y ofrezcan encaje, diálogo y acuerdo a todos los desafíos que se puedan plantear en el futuro, el cual se anuncia movido. Para ello es necesario un Senado verdaderamente territorial, la institucionalización de la conferencia de presidentes y sectoriales, así como la cooperación bilateral intergubernamental, tanto del Estado con las CCAA como de las CCAA entre sí.
Lo que debe plantear la reforma constitucional, no es otra cosa que la asimilación definitiva de la realidad en la que vivimos, un federalismo plurinacional, llamado actualmente estado de las autonomías. Esta singularidad requiere reflexión sobre alguna cuestión que tiene una traducción en una futurible estructura federal: ¿todas las autonomías deben tener el mismo grado de competencias?, nada más lejos de la realidad actual del estado autonómico asimétrico, donde no todas las autonomías tienen todas las competencias, lo que evidencia en este mismo momento un sistema autonómico asimétrico; lo mismo puede suceder en el modelo federal, ya que no todas las autonomías desean todas las competencias, ya que tenemos ejemplos hasta de devoluciones de las mismas.
Otra cuestión importante que queda por resolver y quizás es la más importante es ¿cómo vamos a posibilitar el acuerdo que nos dote de la libertad necesaria que garantice nuestra convivencia proyectada hacia el futuro y cuáles van a ser las instituciones sobre las que se asiente?
Debemos señalar que las derivas nacionalistas, a pesar de estar en auge, no son las únicas iniciativas que existen en el mundo, ya que existen otras que propugnan uniones, tales como la propuesta de la federación ibérica, que propugna una hipotética unión con Portugal o el movimiento de reunificación con España existente en Puerto Rico. Sin duda alguna, todos estos son movimientos minoritarios y con poca influencia o probabilidad de éxito, sin embargo hay que señalar que de una manera similar empezaron los movimientos nacionalistas que al final han tomado alas con los acontecimientos sucedidos.
En cualquier caso, me gustaría concluir con la idea que empecé, la necesidad de lograr acuerdos que nos doten de libertad para la convivencia y encontrar un encaje justo para todas las sensibilidades presentes en el conjunto del Estado, donde la ciudadanía se vea representada y su voz encuentre el espacio necesario en sus instituciones de representación soberana.


Emilio Rodríguez López
Secretario de Jóvenes Europeístas y Federalistas de Andalucía
https://www.facebook.com/JEFAndalucia


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