Rosa Montero recordaba en El País Semanal del pasado 27 de
diciembre: «Primero hay que alcanzar la libertad política absoluta
y luego se podrá luchar por los derechos de las mujeres, oí decir a
muchos militantes de izquierdas en los últimos años del
franquismo».
Algo parecido parece pensar buena parte de la militancia de PODEMOS
en esta segunda transición: primero hay que conquistar el poder y
luego se podrá luchar por los derechos de las mujeres. No podemos
volver a caer en la misma trampa. A estas alturas no es de recibo
tener que luchar para que PODEMOS sea feminista, ni tampoco para que
asuma la necesidad de promover que los hombres se involucren en la
lucha por la igualdad.
No es poco lo que está en juego. Desde que la Ley integral contra la
violencia de género se aprobara por unanimidad, la hegemonía del
discurso por la igualdad empezó a resquebrajarse por la presión de
quienes hablaban de discriminación en los procesos de separación y
de denuncias falsas por violencia machista, creándose la sensación
de que las políticas de igualdad favorecen a las mujeres y
perjudican a los hombres. El PSOE ha propiciado esta sensación al
ignorar intencionadamente a los varones en el diseño y desarrollo de
estas políticas, desoyendo los llamamientos a contar con los hombres
y promover su cambio, reduciendo los recursos de los exitosos
programas para hombres que se encontró en Euskadi o en Jerez o
limitando la atención a los hombres al trabajo con los condenados
por violencia de género.
Hoy abundan quienes creen que los padres en proceso de separación se
enfrentan a leyes que privilegian a las mujeres y que, si reclaman la
custodia compartida de los hijos/as o regatean la pensión
compensatoria, se arriesgan a una denuncia falsa por maltrato que
incline definitivamente la balanza a favor de la madre. Aunque no la
avale el número probado de denuncias falsas, esta percepción hay
que entenderla desde la dificultad de la mayoría para ver a un
maltratador en un familiar, un amigo o algún conocido por quien
sentimos respeto. CIUDADANOS trata de convertirse en el referente
político de los neo- y los post-machistas en temas como la violencia
machista y la lucha contra toda forma de discriminación positiva.
Pese a todo el 7N demostró la capacidad movilizadora de la lucha
“contra las violencias machistas” y la actualidad de la lucha
contra el machismo y sus manifestaciones: brecha salarial, techos de
cristal, conciliación, micromachismos, homofobia...
No basta con ser mujer, ni con que PODEMOS sea el partido que más
mujeres lleva al parlamento si estas no son feministas. No es
aceptable que muchas feministas se hayan sentido ninguneadas en la
campaña electoral, que haya faltado paridad en los carteles
electorales, o que el discurso feminista haya estado poco presente en
las intervenciones públicas. Resulta penosa la dificultad de los
dirigentes de PODEMOS para usar un lenguaje inclusivo, para abordar
las desigualdades de sexo y género con naturalidad, o para defender
sin complejos las reivindicaciones de las mujeres, de los colectivos
LGTBIQ o de los hombres por la igualdad. Necesitan incorporar el
discurso y las estrategias de ese hijo del feminismo que es el
movimiento de hombres por la igualdad.
Aunque figure en el programa, si el feminismo no es una prioridad ni
existe transversalidad, no faltaran las y los feministas que se
planteen si merece la pena asumir el coste personal que implica
tratar de incorporarlo al ADN del partido, frente a una mayoría que
cree que basta con asumir sus reivindicaciones de manera oportunista.
Si el feminismo no condiciona la política de pactos al mismo nivel
que los desahucios, los cortes de luz o el derecho a decidir de
Cataluña, decir que "la revolución será feminista o no será"
quedará solo en lo que ha estado diciendo, años ha, la izquierda
tradicional.
Hoy, incorporar el feminismo al quehacer cotidiano del partido
precisa de una campaña de formación y persuasión tan intensa como
constante; esta campaña ha de ser impulsada por una dirección
convencida de que se trata de un objetivo deseable y que propicie las
estructuras y los recursos necesarios. Si no lo hace serán muchas
las y los feministas que dejarán el partido para impulsar el
feminismo y sus reivindicaciones desde los movimientos sociales, para
que sea PODEMOS quien tenga que decidir si quiere servir de correa de
trasmisión entre la calle y el Parlamento.
Las secretarías de feminismos pueden darle voz a las mujeres en los
órganos de dirección y recursos para desarrollarse
territorialmente, pero corren el riesgo de encapsular el "tema
mujer" como ha ocurrido en muchas de las organizaciones
(partidos, sindicatos...) que han usado esta fórmula en el pasado.
Para que estas secretarías no sean una ficción pedagógica, hay que
evitar que las ocupen mujeres que destaquen más por su fidelidad a
la dirección que por su militancia en el feminismo, un feminismo
inclusivo capaz de servir de puente de unión entre las familias
políticas que conviven en el partido. Feministas conscientes de que
el feminismo trata de abrirse camino en todos los escenarios, por
complicados que estos resulten, y que han de tender la mano a las
feministas que militan en los movimientos sociales, el PSOE, IU o los
sindicatos, y tejer con ellas las alianzas que permitan impulsar
entre la población la sensibilidad necesaria ante los cambios que
buscan promover.
José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de hombres por la igualdad
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