Las Cinco ramas del árbol de la Vida. Dibujo de Esteban de Manuel
El COVID-19 nos está sometiendo a una prueba para la que no estábamos
preparados. Y estamos respondiendo a ella en distintos niveles de
distintas formas. Hans Klue, Director Regional para Europa de la O.M.S.
ha sintetizado así cómo lo estamos haciendo en España: “Estoy
profundamente impresionado por el heroísmo de los profesionales
sanitarios, la solidaridad de la sociedad española y la resolución del
gobierno”. Coincido con esa apreciación general pero no todo el
mundo lo ve así. Es importante analizar con distancia los distintos
tipos de reacciones, pero lo es todavía más enmarcar esta crisis en sus
causas y consecuencias para extraer conclusiones y orientar nuestra
acción. Vivimos en el siglo de la Gran Prueba, nos advierte el filósofo
Jorge Riechmann, y vamos a necesitar poner en juego la mejor versión de
nosotras y nosotros mismos para superarlas con el menor daño posible y
poniendo las bases para un futuro mejor. Está ocurriendo espontáneamente
para hacer frente a la emergencia sanitaria. Pero al mismo tiempo
estamos viendo cómo otra parte, minoritaria pero muy orquestada, está
mostrando su peor cara. Hay inercias e intereses muy fuertes que
tendremos que vencer y que se movilizan a través de emociones muy
poderosas: el miedo y el odio.
Este siglo nos está enfrentando a un escenario inédito en la historia
de la humanidad. Nuestra civilización se está enfrentando a los límites
planetarios y esa es la causa de que nos veamos enfrentados a grandes
pruebas en las que nos jugamos nuestra supervivencia. Hemos superado ya
la capacidad de los ecosistemas para reponerse de la fuerte presión a la
que se ven sometidos por la acción humana, fundamentalmente por la
económica, al tiempo que menguan aceleradamente las reservas disponibles
de recursos no renovables. Las pandemias, nos dicen los expertos en
salud de la OMS y en alimentación de la FAO, están fuertemente
vinculadas al retroceso de los ecosistemas naturales y a la presión de
la ganadería industrial sobre los animales. Nos advierten de que es
preciso cambiar el paradigma agroalimentario. Si hemos ignorado estas
advertencias es sólo porque choca con los intereses de la agroindustria y
sus macrogranjas y con nuestros propios hábitos de consumo, en gran
medida impuestos por esta gran industria. La buena noticia es que
tenemos alternativas más saludables, más respetuosas con los animales,
con los ecosistemas y con los agricultores y ganaderos tradicionales,
que podrían garantizar nuestra alimentación. ¿Qué haremos? Podemos
dedicar enormes recursos públicos de reconstrucción para volver a la
“normalidad” del modelo de agroalimentario de producción y distribución
que tenemos, o podemos seguir las indicaciones de la F.A.O. y la O.M.S y
cambiar el modelo desde la base, trabajando con los agricultores y
ganaderos, construyendo canales cortos y justos de comercialización,
para asegurar nuestra soberanía alimentaria.
Esta crisis ha puesto al desnudo que no prestamos atención a las
evidencias científicas y a sus conclusiones hasta que los males que nos
anuncian nos golpean y nos paralizan. Ha puesto al desnudo que ha sido
un error hacer recortes en sanidad. Ha puesto al desnudo que cuando
necesitamos algo tan simple como mascarillas de protección o
respiradores, nuestro sistema económico carece de capacidad de respuesta
porque hemos deslocalizado nuestra industria textil y dejado la
fabricación industrial en manos de China. Ha puesto al desnudo que la
globalización económica y su impacto en la naturaleza es la causa de la
pandemia y el medio para su propagación al tiempo que nos hace muy poco
resilientes para enfrentarnos a ella. Ha puesto al desnudo que ha sido
un error poner a la economía en el centro por encima de la salud y la
vida, de los seres humanos y del resto de los seres vivos, de los
ecosistemas que sostienen la vida.
Desde que empezó el siglo hemos pasado dos grandes pruebas de las que podemos extraer aprendizajes. La primera prueba fue el atentado contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
La respuesta vino en forma de Guerra por el petróleo justificada por
razones falsas. No fue posible establecer la relación causa efecto. Pero
hubo poderosos sectores que aprovecharon el shock que produjo el
atentado para desplegar su hoja de ruta. En una economía que se mueve
por el petróleo es clave hacerse con el control, de forma directa o
indirecta, de los países con grandes reservas. Lo es más cuando estas
reservas menguan. El 95% del transporte que mueve la economía mundial
depende del petróleo. “Estados Unidos es adicto al petróleo”, como decía
Jorge W. Bush. Pero no sólo Estado Unidos es adicto al petróleo, lo
somos todos. Cuando Tony Blair pidió públicamente disculpas por este
error histórico nuestro expresidente quedó al desnudo.
La segunda prueba fue la crisis financiera de 2008.
Hacía años que se venían produciendo burbujas financieras y estallidos
de burbujas, pero ésta alcanzó al corazón mismo del mundo financiero. La
globalización económica había propiciado la construcción de un Gran
Casino Mundial. En aquél momento Sarkozy percibió una falla de tal
calibre que pidió a los líderes mundiales “refundar el capitalismo”. No
se hizo nada parecido a una reforma que impidiese que esto volviese a
ocurrir. Se preservaron los paraísos fiscales, se rescató con fondos y
políticas públicas a la banca y se nos explicó que la crisis se originó
porque “vivíamos por encima de nuestras posibilidades”. Ciertamente era
así pero no por las razones y en el sentido en que se expresó para
justificar lo que vino a continuación. El grupo de interés más poderoso a
nivel mundial aprovechó el shock como oportunidad para impulsar la
agenda de recortes en políticas sociales y de avance en la privatización
de los servicios públicos. Hoy sufrimos la consecuencia de haber
debilitado nuestro Sistema Público de Salud.
La tercera gran prueba es esta pandemia provocada por el coronavirus.
Como en las anteriores, se nos presenta una bifurcación. Podemos
aprovechar el parón sin precedentes al que nos hemos visto sometidos
como oportunidad única para pensar y cambiar el rumbo o podemos asistir a
un nuevo juego de malabares por medio del cual, poderosos sectores
aprovechen el shock para imponer su agenda y seguir corriendo hacia el
abismo, inyectando enormes cantidades de dinero público en la
reconstrucción de la “normalidad”.
En las dos crisis anteriores hubo movimientos sociales contra la
Guerra y contra la gestión política de la crisis. No fueron suficientes
para influir en el rumbo que marcó la POLIS, pero supusieron un avance
en despertar de la ciudadanía, en toma de conciencia, en construcción de
la CIVITAS. También esta crisis está permitiendo avanzar el nivel de
conciencia ¿Será una base suficiente para un cambio de rumbo? Aún no lo
sabemos.
Hemos visto estos días como los gobiernos más afines a los más
poderosos intereses económicos, el británico y el estadounidense, han
sido los que más se han resistido a dar prioridad a la salud y a la vida
sobre la economía. Y en nuestra tierra, vemos como el gobierno andaluz aprovecha la situación de shock como oportunidad para aprobar el Decreto Ley de Mejora y Simplificación de la Regulación para el Fomento de la Actividad Productiva en Andalucía,
que elimina los limites ambientales a la actividad económica, allana el
camino a proyectos urbanísticos especuladores, impulsa nuevos campos de
golf en una tierra que sufrirá sequías persistentes como consecuencia
del cambio climático y favorece las grandes superficies comerciales
frente al comercio de barrio y frente a los agricultores y ganaderos.
Frente a esta hoja de ruta que nos lleva más rápido hacia el abismo y
que ignora las evidencias científicas, proponemos a la sociedad
andaluza construir las bases de un cambio de rumbo para Andalucía que
nos permita vivir mejor respetando los límites y los ciclos de la
naturaleza, cuidando a las personas y al resto de los seres vivos. Partimos
de la visión de que en Andalucía tenemos mucho que ganar acoplando la
economía a nuestro territorio, asentando nuestra prosperidad en el buen
uso de nuestros recursos naturales, sociales, culturales y humanos. Somos
plenamente conscientes de nuestro enorme potencial y de nuestra
abundancia de esos recursos, lo cual nos hace confiar en la capacidad de
Andalucía de salir adelante. Y somos conscientes de que el cambio de
rumbo sólo será posible si está asentado sobre una base solidaria y
justa.
Para ello proponemos a la sociedad andaluza impulsar nuestra soberanía construyendo cinco grandes pilares.
1/ La Soberanía Alimentaria de Andalucía es el primer pilar, el tronco que sostiene al árbol y a todas sus ramas.
Es un aprendizaje de la Emergencia Sanitaria: puede parar toda
actividad económica menos el sector primario y sus cadenas de suministro
hasta llegar a las tiendas de barrio próximas a nuestros hogares.
Estamos aprendiendo a valorar un trabajo que permanecía casi invisible
hasta que nuestros agricultores tomaron nuestras ciudades con sus
tractores. Junto a agricultores y ganaderos, transportistas,
reponedores, dependientes y cajeras o cajeros nos aseguran
disponibilidad de alimentos. Están en primera línea de la cadena de
cuidados que sustenta la vida. Todos ellos y ellas insuficientemente
valorados. Nuestro sector agroalimentario andaluz tiene la capacidad de
alimentarnos de forma sostenible y saludable sobre la base de unas
condiciones justas. Tenemos magníficas huertas, campos de cereal y esa
joya que son las dehesas. Es preciso orientar el sector primario
principalmente al consumo interior y reducir el comercio internacional
de alimentos. No tiene sentido y es insostenible que los alimentos que
llegan a nuestra mesa recorran 4.000 km de media. Necesitamos
desarrollar canales cortos y justos de distribución al sector primario y
crear un sólido sector agroindustrial andaluz.
2/ La soberanía energética de Andalucía es el segundo pilar, el que sustenta la economía.
Hoy dependemos en un 80% de energía primaria importada,
fundamentalmente de petróleo y gas. Sin embargo, somos ricos en recursos
naturales, en sol y viento. Tenemos la tecnología necesaria para
aprovecharlos y una buena base empresarial andaluza. Podemos reducir y
gestionar mejor la demanda de energía que necesitamos para ser
autosuficientes. Podemos hacerlo impulsando las comunidades energéticas
en distintas escalas, para producir y consumir nuestra propia energía de
forma cooperativa, reduciendo al tiempo drásticamente las emisiones de
gases de efecto invernadero.
3/ La soberanía económico-productiva. Andalucía
depende en un 80% de la fábrica global. La crisis del coronavirus ha
dejado al descubierto que nuestro tejido productivo no estaba preparado
para proveernos de simples mascarillas y de respiradores. También, que
en situación de emergencia lo sabemos hacer. Grupos voluntarios
andaluces están fabricando mascarillas en nuestras universidades.
Investigadores de Málaga han preparado rápidamente un prototipo de
respirador. Nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que nos ha vuelto la
deslocalización empresarial. Tenemos que re-localizar nuestra economía,
producir en Andalucía la mayor parte de lo que consumimos en Andalucía
imitando los ciclos cerrados de la naturaleza para reducir residuos y
garantizar la disponibilidad de recursos a las generaciones futuras.
Estamos redescubriendo nuestra capacidad para hacer por nosotras y
nosotros mismos cosas que antes contratábamos o adquiríamos en el
mercado. Tenemos que cambiar el modelo productivo re-equilibrando el
reparto del trabajo remunerado y no remunerado. Hemos aprendido que
buena parte de la actividad laboral se puede realizar desde casa
ayudando a compatibilizar trabajo asalariado y trabajo de cuidados, al
tiempo que se reduce drásticamente el consumo de energía y la
consecuente contaminación.
4/ Poner la vida y los cuidados necesarios para mantenerla saludable en el centro.
Pero si algo estamos aprendiendo en esta emergencia sanitaria es a
darnos cuenta de la importancia de los cuidados de todo tipo que
precisamos. Asistimos con horror a la tragedia que está ocurriendo en
las residencias de mayores, sin recursos, sin medios, con personal
precarizado. Asistimos al drama de las personas que han perdido sus
trabajos, sus negocios o sus ingresos. Emergen redes informales de
cuidados auto-organizadas y se reactivan redes solidarias ya existente.
Nos damos cuenta de que no se puede sostener un confinamiento si no se
asegura un mínimo vital a toda la ciudadanía y emerge, al centro del
debate, la Renta Básica, junto con la necesidad de disponer de vivienda
digna asequible y de servicios públicos universales. Si queremos cambiar
de rumbo tendremos que repartir mejor los cuidados, retribuirlos mejor,
garantizar un mínimo vital y unos servicios públicos universales para
no dejar a nadie atrás. Hemos aprendido también que cuidarnos es poder
respirar aire limpio y vivir en ciudades menos ruidosas. Y que podemos
lograrlo si no volvemos a la normalidad en la forma de movernos. Podemos
hacerlo de forma más saludable si aprovechamos el parón para
replantearnos las prioridades, compartir recursos y activar las
alternativas de transporte público que necesitamos como complemento a
nuestra propia capacidad de movernos por nosotros y nosotras mismas, con
nuestras piernas y con medios no contaminantes.
5/ Necesitamos soberanía política para tomar las decisiones adecuadas que impulsen el cambio de rumbo.
Este es el quinto pilar. Si queremos activar esta hoja de ruta y no la
que propugnan quiénes quieren seguir haciéndonos creer que el emperador
está lujosamente vestido, necesitamos distribuir mejor el poder.
Recuperar la Polis tal como fue concebida en Grecia: como lugar dónde
hacernos co-rresponsables todas las personas de la gestión de lo común,
con plena capacidad para tomar decisiones. Disponiendo para ello de
medios de comunicación independientes del Emperador, con información
veraz. Necesitamos escuchar a los científicos cuando nos presentan
evidencias que nos advierten de que disponemos de apenas diez años para
cambiar de rumbo. Si no lo hacemos el cambio climático entrará en un
círculo vicioso fuera de control y las pruebas a las que nos veremos
sometidos serán cada vez más frecuentes, más duras y nos cogerán con
menos capacidad de resiliencia y resistencia. Resistiré, la
canción que se ha hecho popular en nuestros balcones y azoteas cobra un
nuevo sentido. Resistiremos si lo hacemos juntas, de forma solidaria y
cooperativa, si aprovechamos el parón para cambiar de rumbo y recuperar
los múltiples equilibrios rotos: sociales, económicos, ambientales, de
género y generacionales y políticos.
Esteban de Manuel
Letras emergentes
https://estebandemanueljerez.wordpress.com/2020/04/09/cinco-pilares-para-salir-de-la-crisis/
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