“Si las fronteras están destinadas a separar territorios y
sociedades, ¿por qué se acumulan entonces cada vez más
poblaciones a lo largo de ellas?”
Parag Khanna
Conectografía:
mapear el futuro de la civilización mundial
Para Khanna (Khanna,
P. Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial.
PAIDÓS Estado y Sociedad, Barcelona, 2017) el incremento de las
infraestructuras globales de conectividad (conexiones de
transportes, energía y comunicaciones) está creando una sociedad
que trasciende los estados y avanza hacia una civilización de redes
globales en la que, al mismo tiempo que la conectividad genera una
nueva geografía política (conectografía en el lenguaje de Khanna),
se genera un paisaje neomedieval de competición y colaboración
entre gobiernos, empresas y colectivos ciudadanos: se compite por la
autoridad, pero pero no queda otra que colaborar para abordar los
desafíos globales, los desafíos de una emergente civilización
global en red caracterizada por tres ideas clave interconectadas:
1.- Conectividad
reemplazando a la división: nos dice más un mapa de conexiones de
transportes, energía y comunicaciones (autopistas, oleoductos, redes
eléctricas y tramas de internet) que los mapas de fronteras
territoriales.
2.- Descentralización
y agregación: los países se descomponen hacia multiplicidad de
ciudades y megaciudades (áreas territoriales de influencia) que
buscan autonomía financiera y diplomática y a la vez buscan
agregarse en mancomunidades regionales de recursos compartidos para
sobrevivir.
3.- Cadenas de
suministros (mercados energéticos, producción industrial y flujos
de finanzas, conocimiento y talento) organizadas en un mundo sin
fronteras: la hiperconectividad permite la transformación hacia un
sistema global crecientemente complejo que atraviesa fronteras
mediante las asociaciones de cadenas de suministro.
Esta situación tiene
afectaciones económicas (con economías más integradas e
interdependientes), demográficas (con aumentos globales de la
movilidad de las poblaciones) y climáticas (cambio climático,
crisis climática, adecuación de la agenda social y climática). El
mundo se torna más complejo e incierto y se hace necesario el
planteamiento de escenarios futuros para enfrentarse a la gestión de
lo que viene. Sin embargo los indicios que podemos rastrear nos
sitúan al mismo tiempo en una situación y su contraria, de tal
manera que necesitamos ajustarnos más a desentrañar procesos que a
determinar predicciones. Por tanto construir una visión atinada del
futuro no es tanto una cuestión de elecciones binarias como de la
articulación de una mezcla de varias visiones. Éste es el marco de
complejidad e incertidumbre en el que se debe insertar el logro de la
resiliencia colectiva a las situaciones previsiblemente adversas que
se avecinan.
En todo este
entramado hay una visión que se pone especialmente de relieve: en
2030 más del 70% de la población mundial vivirá en ciudades que,
en su mayor parte, estarán ubicadas a menos de 80 kilómetros del
mar. Hoy ya más de la mitad de la población del planeta vive en las
grandes ciudades y sus regiones metropolitanas (Martí, J.M. La
España de las ciudades. El estado frente a la sociedad urbana.
EDLibros, Barcelona, 2017). Para estos autores estamos ingresando
en una época en la que las ciudades tendrán más importancia que
los estados. La conectividad es el patrón de esta civilización en
ciernes, caracterizada por la tendencia creciente a la urbanización,
la omnipresencia de la tecnología y la importancia central de las
infraestructuras físicas (carreteras, puentes, redes energéticas y
de internet…) y sociales (salud, educación, conocimiento,
talento...)
Es decir, nos
enfrentamos a un escenario que recorre los puntos críticos desde la
conectividad a la resiliencia en un mundo en el que los entramados
globales de transporte, energía y comunicaciones generan
conectividad y cadenas de suministro de valor que nos obligan a
reinterpretar la geografía y la geopolítica en términos de
conectografía. Esta situación está caracterizada por la
hiperglobalización, la influencia económica, política y social de
las las megaciudades, la descentralización del estado hacia los
entornos urbanos y la agregación de éstos en pro de la satisfacción
colaborativa de sus necesidades en torno a infraestructuras físicas
y sociales. Dentro de estas necesidades, ocupa un lugar no menor el
afrontamiento de los retos de resiliencia ante la complejidad y la
incertidumbre que se acumulan en un mundo en transformación y
amenazado por las consecuencias críticas del cambio climático.
No se trata de
pronosticar la desaparición del estado a favor de las ciudades o las
cadenas de suministro de las corporaciones privadas, sino de
presagiar los conflictos y reconfiguraciones de la gobernanza entre
las reglas del mercado, los estados y las redes subestatales de
regiones urbanas y ciudades conectadas entre sí por las cadenas de
suministro. Se trata de entender la complejidad que aportan la
conectividad y las cadenas de suministro al escenario de lucha de
poder entre la política y la economía, entre la lógica estatal de
la posesión y del control del territorio y la lógica económica del
uso y obtención de beneficio de los recursos. Y se trata también de
asumir que los conflictos futuros estarán menos relacionados con el
establecimiento de nuevas fronteras y más con el control de las
conexiones y la búsqueda de equilibrio entre las necesidades locales
y las conexiones globales.
Javier
Moreno Ibarra
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