Incorporarnos activa y conscientemente a la lucha por la igualdad
implica ser consecuentes en nuestro entorno personal y social, ceder
privilegios y dejarnos de excusas para evitar corresponsabilizarnos
en lo doméstico; ponernos el delantal, asumir los cuidados de
menores y dependientes y hacer el esfuerzo de dedicar el tiempo y el
talento necesario para poner palabras a nuestras resistencias,
dificultades, expectativas y propuestas.
No basta con solidarizarnos con el movimiento de mujeres y sus
reivindicaciones, ni con apoyarlas en las instituciones o difundir
con voz de hombre sus análisis; es cierto que al hacerlo
contribuimos a la igualdad y logramos que muchos hombres se muestren
más receptivos, pero no basta. No basta con ser críticos con el
patriarcado reconociendo nuestras responsabilidades en el
mantenimiento y reproducción del sexismo, además de ceder
privilegios y poder en lo público y lo privado. Los hombres por la
igualdad tenemos que asumir el riesgo a equivocarnos, explicar
nuestra experiencia de género y hacer propuestas que contribuyan a
la deconstrucción de la condición masculina.
Bastante tienen las mujeres con exigir y exigirnos cambios frente a
las desigualdades y violencias que padecen, de las que podemos ser
–consciente o inconscientemente– responsables, para tener que
andarse también con paños calientes para no herir nuestra
susceptibilidad, adecuar el ritmo de sus reivindicaciones al que
nosotros consideremos razonable, o hacernos ver pedagógicamente que
los cambios que proponen nos pueden abrir un mundo insospechado de
posibilidades.
No acabaremos con el patriarcado, ni pasaremos de la igualdad legal a
la real sin la implicación de la mayoría de los varones en el
diseño y construcción del futuro compartido que propone el
feminismo. Igual que asumimos el riego a equivocarnos al empezar a
desempeñar cualquier tarea profesional o doméstica, hemos de
asumir, respetuosamente, el riesgo a decir lo que pensamos, aunque
nos equivoquemos o seamos ocasionalmente malinterpretados. Quizás
sea oportuno recordar que el silencio es poco productivo y además
es, con frecuencia, una estrategia del poder para evitar
comprometerse.
Es preferible tener que disculparnos y rectificar que dejar todo el
peso de la lucha por la igualdad a las mujeres y al movimiento de
liberación sexual y de género. Es preferible asumir el riesgo a
equivocarse que limitarse a cambiar solo aquello a lo que nos obliga
la presión del entorno, apoyando lo que llama nuestra atención o
exige nuestro posicionamiento. Es necesario que un número creciente
de varones demostremos que no todos los hombres somos iguales, que
somos cada vez más los que coincidimos con el feminismo, los que
tratamos de compartir el cambio aportando nuestro ejemplo y nuestra
perspectiva ante un sexismo cada vez más intolerable.
No se trata de decirle a las mujeres cómo han de sentirse ni lo que
deben o pueden hacer para liberarse, ni de poner el precio que
pagamos por nuestros privilegios en el mismo plano que el dolor que
ellas padecen por las desigualdades, ni mucho menos de cuestionar su
liderazgo en la lucha por la igualdad. Se trata de que hagamos
pública nuestra defensa de la igualdad, de que evidenciemos la
división del colectivo masculino y la crisis del modelo tradicional,
de que demostremos que hay otras formas de ser hombres, de que seamos
una alternativa teórico-práctica a las nuevas formas de machismo,
de que hagamos nuestras aportaciones asumiendo el riesgo a
equivocarnos, sin dejar de escuchar las críticas que nos hace el
movimiento feminista para aprender y corregir el rumbo si lo vemos
necesario, aunque a veces atribuyamos sus críticas a su sensibilidad
o desconfianza.
A veces nos sorprende lo bien que nos conocen, en especial aquellas
con las que compartimos la vida íntima, pero ni ellas tienen nuestra
experiencia de género, ni nuestra perspectiva, ni la responsabilidad
de hablar de nuestras resistencias y dificultades o de decirnos cómo
superarlas. Es en este terreno donde nuestra contribución resulta
vital para incorporar a los hombres activa y conscientemente al
cambio.
Siempre ha habido hombres apoyando la lucha de las mujeres. Aunque
con una conciencia de la igualdad muy fragmentada, cientos de ellos
se autoinculparon de prácticas abortivas para luchar por la
legalización del aborto en los 80, las leyes y programas
institucionales igualitarios han necesitado los votos de muchos
diputados para salir adelante y la presencia de los hombres se ha ido
incrementando en las manifestaciones contra la violencia machista.
Algunos han hecho aportaciones significativas en
el análisis de la construcción de la masculinidad, la sexualidad y
la resistencia masculina a la anticoncepción, las violencias
machistas, los micromachismos, el post-machismo, la masculinidad como
factor de riesgo, el impacto de la masculinidad en el fracaso
escolar, las ventajas de la paternidad igualitaria, lo que ganamos
los hombres con el cambio, las necesidad de que las políticas de
igualdad promuevan el cambio de los hombres...
Es cierto que somos un movimiento poco importante numéricamente,
pero aspiramos a ser capaces de lograr que nuestra voz sea un
referente que anime a otros hombres al cambio y al conjunto de la
sociedad a considerar algunas de nuestras propuestas. Si de muestra
vale un botón, hablemos de incorporar la homofobia, la socialización
de los niños –a quienes se educa en el machismo– y las
demostraciones de virilidad –a las que la mayoría de los hombres
se sienten permanentemente obligados– como parte de las violencias
machistas que buscamos erradicar.
José Ángel Lozoya Gómez
Miembro del Foro y de la Red de hombres por la Igualdad
1 comentarios:
Parte de la dificultad que encontramos en la transmisión de valores igualitarios a los chicos -especialmente los de corta edad-, radica en el temor de los padres a que dichos valores "comprometan" la identificación de género, es decir, que asumir con naturalidad conductas "poco varoniles" pueda determinar una identificación homosexual. Los y las profesionales de la psicología del desarrollo tienen un gran desafío pedagógico en este sentido.
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