La
relación entre ciencia y política no siempre ha sido fácil. El
planteamiento de estos dos campos de conocimiento y actuación del
ser humano parece asentarse sobre principios antagónicos. Pudiera
decirse de modo simplista que la Ciencia se dirige a la búsqueda de
la verdad, mientras que la Política se centra, a veces
obsesivamente, en ocultarla.
Haremos
varias consideraciones sobre la ciencia y la política abordando las
similitudes y diferencias entre los científicos y los políticos.
Como reflexión preeliminar, hemos de indicar que no vamos a hacer un
análisis de la Ciencia Política. Es sabido que esta ciencia ,
también llamada politología o teoría política ,estudia los
sistemas y comportamientos políticos. Parte de la observación
científica de los comportamientos de los líderes políticos y los
ciudadanos al objeto de entender el funcionamiento de las
instituciones democráticas y de poder. Conocer cómo funcionan los
resortes que determinan el ejercicio del poder es necesario para
saber y anticipar las consecuencias , positivas o negativas, de su
desempeño. Al mismo tiempo, permite detectar los déficits y fallas
de los sistemas favoreciendo un mejor ejercicio de la gobernanza y
ofrece soluciones para aumentar la calidad democrática de los
sistemas. Tal como afirman Nicolas Berggruen y Nathan Gardels[1]
la gobernanza versa sobre la forma en la que se han de alinear los
hábitos culturales, las instituciones políticas y el sistema
económico de una sociedad para darle a su pueblo la buena vida que
desea. Así pues, el estudio científico de la gobernanza y la
búsqueda de modelos eficientes aplicando técnicas comparativas es
esencial para acercarnos al logro fundamental de los gobiernos que no
es otro, tal como se asentó en el constitucionalismo norteamericano,
que la felicidad de la ciudadanía.
Podríamos
señalar ,acotando aún más el concepto, que el término político
lo utilizamos como representantes del poder o para referirnos a
quienes detentan el poder. Quizás fuera necesario detenernos ahora
con carácter previo a marcar las similitudes y diferencias entre el
hombre (o mujer) de la política y el hombre (o mujer) de ciencia.
Para ello contamos con la ayuda de Max Weber quien en 1918 publicó
una obra llamada precisamente así “El político y el
científico”.[2]
En
ella define a los políticos como las personas que viven de la
política. Esta es entendida como cualquier género de actividad
directiva humana autónoma. Weber hace una distinción entre vivir “
de” la política y vivir “para” la política, entendiendo que
estas dos variables no son en modo alguno excluyentes. Y señala tres
cualidades , calificadas como decisivamente importantes, para el
político: pasión, lo que implica entrega apasionada a una causa;
responsabilidad, para que esa causa guíe su acción y mesura para
saber guardar las distancias con los hombres y con las cosas.
Considera que el mayor enemigo de la acción del político es la
vanidad, con dos pecados capitales a sus flancos: la ausencia de
finalidades objetivas y la falta de responsabilidad.
La
figura del científico, según afirma Weber, está marcada por el
azar y afirma ,en no pocas ocasiones, su pesar por la gran cantidad
de mediocres que ocupan cargos académicos en la universidad. En
cuanto a la esencia de la actividad científica, asevera que ésta
plantea nuevas cuestiones que exigen superar las anteriores y
dejarlas anticuadas.
Resulta
curioso observar las coincidencias y similitudes entre ambas
profesiones. Y ello independientemente de la valoración pública de
los políticos y científicos. A este respecto recientes
estudios de opinión en España sitúan a los científicos y
profesores universitarios entre los colectivos mejor valorados. Por
el contrario, los políticos siempre cierran la lista acreditando
,año tras año, su condición de colectivo peor valorado[3].
No es cuestión de analizar aquí las razones que llevan a esa pésima
consideración pública de los políticos. Sin embargo, merece
análisis detenido el que los científicos siempre sean bien
valorados. Es claro que existe una visión romántica del científico
espoleada constantemente por la literatura y por el cine que los
presentan con vocación de servicio y salvación a la Humanidad.
Hacen que la Sociedad progrese y no frecuentan los telediarios
arropados por escándalos de corrupción y mentiras. El culto
reverencial – y hemos de decir que merecido- a grandes científicos
como Newton o Einstein también ha ayudado a acrecentar la valoración
positiva de los hombres de ciencia.
Sin
embargo, un mínimo de visión crítica y pensamiento científico nos
llevan a quebrar la premisa maximalista y maniquea que sustenta que
los científicos son buenos y los políticos, por supuesto, malos.
Sabemos por simple lógica y sentido común que no debe ser así. No
hemos de olvidar que tanto los políticos como los científicos son
seres humanos y, por ello, no están exentos de albergar todo el
catálogo de miserias humanas imaginables. El despliegue de
inmundicias, engaños, mentiras y fraudes también se ha producido en
la comunidad científica. A tal efecto, resultan sumamente
ilustrativas las consideraciones que realiza Federico Di Trocchio en
su libro “Las mentiras de la Ciencia”[4].
En él afirma que muchos científicos considerados como titanes de la
ciencia no desarrollaron sus investigaciones de acuerdo con un método
científico. Así, Galileo sería considerado hoy un mero
aficionado[5].
En honor a la verdad, hay que advertir que el método científico se
ha ido perfeccionando con el desarrollo de la actividad científica y
que ,precisamente, Galileo fue uno de los precursores de tal método,
separando la ciencia de la fe.
Aún
así existen particulares ejemplos, dados por los propios
científicos, de casos que nos muestran a ciertos investigadores como
personas ávidas de notoriedad, competitivas, y no regidas
necesariamente por la honesta búsqueda de la verdad. Di Trocchio
refiere la afirmación de Thomas Alba Edison , que afirmó con
notable sinceridad: “
No
estudio la ciencia como han hecho Newton, Kepler, Faraday y Henry con
el único fin de conocer la verdad. Yo soy un inventor de profesión.
Mis estudios y mis experimentos los he llevado a cabo con el único
objeto de inventar algo que tuviera una utilidad comercial”.
Científicos más próximos a nuestro tiempo nos describen a los
hombres de ciencia como individuos presuntuosos regidos por instintos
poco edificantes y armados de escasos escrúpulos. Es el caso de Jim
Watson. En su libro "La doble Hélice" publicado en 1968
nos relata la intrahistoria del descubrimiento del "adn".
En la reseña bibliográfica Richard Lewontin , biólogo de la
Universidad de Harvard , sostuvo: “Watson
ha contado la verdad acerca de las motivaciones y el comportamiento
de los científicos y esto ciertamente no ha resultado positivo para
su imagen pública. El mito del científico objetivo, altruista,
consumido hasta la muerte por el juego de la curiosidad , esclavo del
deseo de conocer, es un mito que de alguna manera ha sobrevivido al
cinismo de nuestro tiempo... La ciencia es una actividad competitiva
y agresiva, la lucha de un hombre contra otro hombre en la que el
conocimiento es solo un subproducto".
Hay
más ejemplos -innumerables- como el del descubrimiento del virus del
sida con la polémica entre Robert Gallo, que se llevó inicialmente
los honores, y los investigadores del Instituto Pasteur de Paris, Luc
Montaigner y Jean Claude Chermann, los auténticos descubridores.
Del
mismo modo que podemos hablar de escándalos políticos, se pueden
relatar escándalos científicos. Dicho a la inversa: existen muy
buenos científicos y significados políticos que, desde una íntima
vocación de servicio, ayudan a que las sociedades progresen y
crezcan. La realidad ofrece imágenes más esperanzadoras.
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Fotograma
de "All the king's men" de Robert Rossen, 1949.
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¿Porqué
se producen los escándalos científicos? . Existen varias causas. La
más inmediata y simple es que, como hemos señalado antes, los
científicos son seres humanos, con sus grandezas y miserias. En
todas las áreas y profesiones existen "manzanas podridas".
Aún así, podemos atisbar causas más profundas. Entre ellas se
señala a la política científica que , sustentada en el principio
de "publish or perish" ( "publica o muere") ,
alimenta más la cantidad que la calidad neutralizando a los
científicos creativos. La búsqueda desesperada de financiación se
ha convertido en un elemento que cercena la libertad y el espíritu
creativo. Para sustentar esta consideración volvemos a retomar las
consideraciones de Federico di Trocchio. Este autor afirma que :"
tener una idea brillante no es en absoluto suficiente para obtener
financiación. Debe demostrarse que se conoce bien el tema y que se
han realizado contribuciones significativas. Las decisiones sobre la
financiación se dejan en manos de funcionarios que dejan notar el
peso de la burocratización. Prevalece el interés por los aspectos
formales de la investigación sobre la creatividad. Todo ello limita
de modo evidente la libertad de acción del científico pues debe
tener en cuenta los criterios y directivas que siguen los
administradores". Para
ajustar más este fatídico dictamen nos trae una consideración aún
más inquietante afirmando que "el
sistema de financiación actual de proyectos ignora, según
McCutchen, la categoría del talento humano. Hacia mediados de los
años 60 se instauró una especie de dictadura de los mediocres : los
científicos de competencia mediocre se apoderaron de los mecanismos
de distribución y adjudicación de la financiación y los
gestionaron con criterios no demasiado lúcidos , como es típico en
personas de poca inteligencia, cuyos defectos se vieron aumentados
por la indulgencia ante los juegos de poder y las mafias académicas.
A medida que la población científica ha aumentado, el número de
científicos geniales se ha reducido proporcionalmente respecto al de
los científicos mediocres".
Nosotros
pensamos que lo que se ha producido es un sustancial incremento de la
producción científica pareja al desarrollo de industrias, campos de
saber y productos nuevos. Indudablemente, por puros criterios
estadísticos, han de existir mejores y peores especímenes.
Pero es innegable sostener que la producción científica ha mejorado
notablemente la calidad de vida de nuestras sociedades. De hecho,
estoy escribiendo estas consideraciones gracias al desarrollo de la
informática ,que es ciencia, y estoy vivo gracias al avance de la
medicina, que es también ciencia.
Llegados
a este punto y ,realizada la necesaria limpieza y depuración de los
estereotipos que acompañan a estas dos vocaciones humanas, y
retomando a Weber vamos a incidir aún más en sus similitudes y
diferencias. Como afirmó Weber, existían tres cualidades
decisivamente importantes y que aplicó al político. Eran la pasión,
la responsabilidad y la mesura. Veamos ahora la posibilidad de
aplicarlas al científico.
Tanto
la política como la ciencia participan de la necesidad de una pasión
en su desempeño para conseguir los logros. Así, la pasión política
es necesaria para servir a una causa que transforme la sociedad. No
de otro modo pueden entenderse carreras políticas llenas de
obstáculos, injusticia y luchas. Y así entendemos el desempeño
político de Gandhi o la materialización del sueño de igualdad de
Martin Luther King. La pasión científica es necesaria para
encontrar las claves de los misterios escondidos en lo que nos
rodea. Esa pasión alimenta la búsqueda de las respuestas a una
serie de preguntas que surgieron de la duda o de la visión crítica
de lo que sucede. Desde esta pasión puede entenderse que Marie Curie
obtuviera un gramo de cloruro de radio después de manipular cerca de
ocho toneladas de plechbenda.
También
las dos vocaciones exigen responsabilidad. Responsabilidad de los
políticos para no apartarse de sus ideales y servir a la ciudadanía
con sentido del deber. Esta exigencia se torna en la vocación
científica en la necesidad de no apartarse del método científico
en el desarrollo de su actividad. La quiebra de este requerimiento se
traduce en desprestigio y en corrupción. Corrupción política y
corrupción científica.
Y
por último, mesura. Mesura en la determinación de las decisiones a
tomar por los políticos midiendo las consecuencias de sus actos. En
el ámbito científico exige paciencia y ausencia de precipitación.
Weber
también se refería al "injusto curso del azar en la selección
académica"[6],
y no poniéndolo en duda, hemos de afirmar que la selección política
se rige también por estrictos y rigurosos criterios de puro azar y
casualidad. Ejemplos hay.
En
el terreno de las diferencias, ambas vocaciones se asientan sobre
objetivos divergentes y métodos diametralmente opuestos. Cuando
hablamos de objetivos nos referimos a objetivos específicos. Es
cierto que el objetivo final de ambas vocaciones es el progreso
social, pero cuando aludimos a la especificidad lo hacemos para
señalar la finalidad y satisfacción de la actuación. Así, el
científico busca la verdad, responder a sus dudas. El político
tiene como objetivo alcanzar el poder para transformar la sociedad y
aplicar sus ideales. Y para ello no es necesario buscar la verdad,
pues no es imposible llegar al poder con mentiras o , al menos, con
sistemática ocultación de la verdad. Y aquí también hay ejemplos.
Por
otra parte, los métodos son muy distintos, puesto que la actividad
ejercida por el político no se sustenta sobre un método, a no ser
que se considere como tal el ascenso y mantenimiento en el poder[7].
En cualquier caso, el político no necesita un método en su carrera
por el poder, en tanto que al científico le es imprescindible
aferrarse a un método para alcanzar sus logros. Sin método su
condición y categoría se reduce a la de un simple aficionado.
A
la vista de todo lo anteriormente expuesto hemos de concluir que,
pese a considerarse dos vocaciones antagónicas, tienen muchos puntos
en común. Son dos vocaciones necesarias que hacen progresar a las
sociedades. Lo imprescindible para que estas vocaciones de servicio a
nuestras civilizaciones ofrezcan logros apreciables es que sus
protagonistas no abandonen la pasión. El gran deterioro de la
política y de la ciencia puede deberse a que se han convertido, para
algunos, en refugio laboral exento de cualquier elemento vocacional y
de servicio. Sin pasión.
[1]
Berggruen,N.
& Gardels, N.(2012) Gobernanza Inteligente para el Siglo XXI.
Una vía intermedia entre Occidente y Oriente. Madrid. Editorial
Taurus.
[3]
IV
Barómetro externo de la Abogacia . 2011.Científicos (7,4 de 10) y
Políticos (2,6 de 10).Barómetro del CIS de 2013. Profesiones mejor
valoradas . Médicos (81,58 de 100) y Profesores Universitarios (
75,16 de 100). Barómetro del CIS de Abril de 2013. Los partidos
políticos perciben la peor calificación de todas las
instituciones.
[5]
Galileo
no hizo ciertas investigaciones. En concreto, y en lo relativo al
principio de la relatividad galeliana que sostiene que los hechos
suceden igual en tierra firme que en un barco en movimiento, no
realizó prueba alguna. Afirmó Galileo:"es
inútil hacer el experimento , si os lo digo yo debéis creerme".
[6]
"Creo
que no hay otra carrera en la que el azar tenga tamaña magnitud. La
autoridad con la que afirmo esto proviene de mi experiencia personal
ya que en virtud de ciertas casualidades y de la buena suerte ocupé
en mi juventud un cargo de profesor titular en una materia para la
que otros colegas de mi edad y aún mayores que yo tenían más y
mejores méritos que los míos"
[7]
Como
cínicamente sostuvo Ambrose Pierce "el
empujón es una de las acciones que lleva al éxito en política. La
otra es el tirón".
Posted by Jesús J. Ferreiro
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